viernes, 7 de septiembre de 2012

Cenando en un coreano

Seguimos con la misión de descubrir la gastronomía china. Esta vez, no tocan platos chinos, pero es comida coreana para ser exactos.

El pasado sábado, antes de hacer nuestro examen de nivel (¡que felices y ingenuos éramos por aquel entonces!), quedamos con unos cuantos estudiantes internacionales para ir a cenar a un coreano, que un chico estadounidense conocía y decía que estaba bastante bueno. Como vamos en busca de aventuras y no teníamos nada para cenar aquella noche, nos apuntamos para seguir conociendo gente y para degustar “cosas nuevas”. Hora de reunión: 7 de la tarde. Puede que alguno esté pensando: “¿a las 7 para cenar? que pronto, ¿no?”. Ahora os cuento el porqué.

Resulta que el restaurante coreano en cuestión estaba donde Buda perdió el bol (sí, ya que cambio de país, también cambio de deidad y complementos). Tuvimos que caminar unos 10 minutos para llegar a una parada de metro, recorrer 4 paradas, cruzar una carretera tipo Ronda Litoral o la M-30 en hora punta a lo loco. Me explico, cuando digo “a lo loco”, me refiero a que el que iba primero fue tan lumbreras de cruzar la calle por el medio cuando claramente no iban a parar los coches ni de coña y encima diciendo que tranquilos que no nos iba a pasar nada. Esto es China, si habéis leído la entrada de mi primer día por China, cruzar una calle puede significar que lo próximo que te pase sea que te atropellen o manden tu cuerpo a otra calle, donde te atropellaran. La escena desde fuera parecía como aquel juego en el que eres una tortuga y tienes que cruzar una carretera para llegar al mar y para conseguirlo debes pasar carril a carril muy despacio, porque si no los coches te hacen puré. Pues aquello era igual, nosotros las tortugas y los coches como en el juego. Sobrevivimos a lo de cruzar la calle (¡no se ni como!), después giramos varias calles durante 10 minutos, y al final, 45 minutos después de salir de la residencia llegamos al puñetero restaurante coreano de marras.

Nada más entrar, ya nos hicieron quitar los zapatos. Ahí nos ganaron a todos, porque ya el simple hecho de comer en una mesa baja, descalzos o en calcetines, sentados encima de unos cojines con las piernas cruzadas y con un fogón en medio de la mesa ya despertó toda nuestra curiosidad.

ADVERTENCIA: Los platos de comida que se van a explicar a continuación pueden dañar vuestro estómago.  


Una imagen del restaurante coreano, en cuestión
La cena funcionaba de la siguiente manera. En cada mesa, nosotros éramos 7, se pedía carne o marisco y nos lo cocinaban allí mismo las camareras, y de mientras, nos iban trayendo diferentes platos pequeños de verdura para picar y acompañar la carne. Nosotros escogimos el cordero, que nos dijeron que era lo que se pedía normalmente. De repente, vimos que teníamos una tetera en la mesa. En los restaurantes asiáticos es muy normal beber té o incluso agua caliente. Yo di un trago, y dejé el vaso donde estaba. Aquel líquido estaba más insípido y más tibio que la madre que lo parió. Menos mal que pudimos pedir agua y lo arreglamos.

Después empezó el festival de platos: una variedad de platitos pequeños de todos los colores y formas y de cosas que no teníamos ni idea qué eran. Por ejemplo:

1.   una especie de crema de calabacín con una especie como de fruto seco grande dentro

2.   un tipo de moniato que no sabía a nada

3.   tofu con una salsa de color granate por encima

4.  una especie de pasta de arroz que era como chicle pero que no sabía nada

5. una especie de cebolla con una salsa de tomate picante y repugnante (¡premio al plato más vomitivo!)

6.   fideos con una salsa que picaba solo al olerla

7.   hojas de lechuga aliñadas con un tipo de vinagre

8.   espinacas

9.   brotes de soja 

10. una especie de fideos gelatinosos
La calidad es pésimo, pero para que os hagáis una ligera idea.

Estos tres últimos platos, estaba buenos, el resto simplemente corramos un tupido velo.

A todo esto, la camarera empezó a freírnos la carne en la parrilla que teníamos en la mesa. Lo que había que hacer con ella era lo siguiente:

1.   Coger una hoja de lechuga

2.   Poner encima un trozo pequeño de carne

3.   Bañar la carne con una salsa picante que nos habían dado

4.   Enrollarlo todo junto

5.   Comérselo de un solo bocado.
¡A comer!


Se suponía que tenía que ser “refreshing”, es decir, refrescante o sabroso. A ver, yo lo hice un par de veces, estaba bueno porque la salsa daba sabor a la lechuga y a la carne, que tampoco era gran gran cosa. No era para tirar cohetes, pero estaba rico. En definidas cuentas, que “refresing” como que no, pero fue gracioso hacerlo.

Viendo el panorama, me temía lo peor para el postre, pero afortunadamente no había nada. O si había no lo pedimos.

Como experiencia tengo que decir que fue curioso y muy divertido. Pasamos un buen rato. Ir probando platos nuevos, lo de comer sin zapatos y sentados, algún plato que estaba bueno… Sin embargo, yo al menos no pienso volver a no ser que me inviten, porque comer tampoco es que comiéramos muy bien. Pero fue una gran experiencia, sin duda.

A todo esto, la cena nos costó 5€. 


La entrada al restaurante.

2 comentarios:

  1. estoy viendo tu cara con lo de donde Buda perdió el bol!!

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  2. jajaj Marc!!! cada dia q entro en facebook busco tu "nueva entrada"!!! me rio tanto!jajaj por cierto, esa especie de cebolla con salsa picante y repugnante supongo q debe ser el "kimchi" q en verdad es col xD y lo venden por aki en fruterias "xinas" y todo, abre tu paladar!!jajaj besitos

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