Recuerdo a la perfección la primera clase de chino
que tuve en la universidad: los nervios, las caras de desconcierto, las ganas
de empezar, el coraje a enfrentarse a un reto de tal magnitud...
En ese contexto, cuando Sara Rovira, mi
primera profesora de chino, nos dijo que si queríamos llegar a dominar el chino
algún día teníamos que ir a China sí o sí, la verdad que costó digerir esa
información en ese momento. Jamás pensé que fuera en serio, pero con el paso de
los meses y los años, cada vez te das cuenta de que si no pasas una larga
temporada en tierras asiáticas, es muy complicado conseguir un nivel fluido. No
digo que no se pueda, pero es más sencillo desde allí, con estudio continuo y
rodeado de tantos estímulos a los que estás expuesto.
Pues bien, el día que me concedieron la beca para
ir a estudiar a la Tianjin Foreign
Studies University fue uno de los más felices de mi vida. Sin lugar a
dudas. Ese mismo día, me hice dos promesas a mí mismo: la primera, que
me aplicaría al máximo para lograr un buen nivel, cuanto más mejor, y se puede
decir que hasta el día que volví, más o menos lo tenía; y la segunda,
que no volvería a casa sin visitar la muralla china ni los guerreros de
terracota.
Pues bien, la muralla ya la había visitado en dos
tramos distintos, ahora tocaba cumplir mi otra parte de la segunda promesa. Por
ese motivo, esa mañana de domingo me levanté con los nervios a flor de
piel y con ganas de comerme el mundo.
El hostal ofrecía una excursión que incluía la
entrada al recinto, una visita al museo, el transporte en autobús y hasta una
comida, pero echando cuentas, salía por lo menos el doble de cara que ir por
nuestra cuenta, además que la mayoría eran museos y exposiciones que tampoco
valían tanto la pena.
Una vez desayunamos algo, salimos en busca del autobús
906 que quedaba al otro lado de una rotonda en la entrada de la muralla.
Teníamos que ir en busca del bus 306
en la estación de buses, que se encontraba justo al lado de la estación de trenes.
El día anterior, recorriendo la muralla en bicicleta la vimos, pero claro, una
cosa era verla desde la distancia y otra cosa poner un pie allí.
Cuando llegamos y vimos el panorama, se nos cayó el
alma al suelo. Allí había tanta gente por metro cuadrado que daba hasta
claustrofobia. Me sentí como enlatado en un ascensor cuando estábamos en una
plaza de gran superficie. Era una sensación muy difícil de describir, pero
jamás me había sentido así. Y mira que en China te puede pasar muy a menudo en
metros o en algunas atracciones turísticas, pero en un lugar tan abierto y tan
enorme, sinceramente no me lo esperaba.
La parada del bus nos dejaba en una oficina de
información y de venta de billetes y justo enfrente había una enorme plaza que
daba a la fachada principal de la estación central de Xi’an. Era bueno saber
también que nos quedaba tan cerca, porque el tren hasta Shanghai lo teníamos
que tomar desde allí.
No lograba ver la estación de autobuses por ninguna
parte, así que me metí en la oficina y pregunté a una señora, que muy
amablemente me dijo que teníamos que caminar hacia el este de la estación y
veríamos un gran aparcamiento con autobuses. Luego me dijo que si íbamos a ver
los guerreros de terracota y al responder afirmativamente me dijo que la parada
del autobús estaba señalizada y que no tendríamos problemas para encontrarla.
Le di las gracias a la mujer y fuimos hacia el este.
Y efectivamente, no nos costó nada encontrar ni el
autobús ni las colas. El sol ya apretaba. El día anterior había leído que China
estaba bajo una fuerte ola de calor que iba a durar varios días más.
¡Maldita suerte la nuestra! La parte positiva es que no había ni una sola nube
en el cielo.
Yo quería asegurarme de que íbamos bien, así que
cuando estábamos en la cola, pregunté como a 4 chinos si iban a ver los
guerreros y todos me dijeron que sí. El precio del billete de bus era de 7
yuanes por cabeza (unos 85 céntimos).
Cuando arrancó el conductor, se alzó un hombre, el
que nos vendió los billetes en la puerta, y como el día de la muralla, empezó a
explicar una poco de historia y de contexto sobre los guerreros de terracota.
El bus era uno de línea normal, así que iba haciendo varias paradas, de hecho
paraba en un par de atracciones más, las Termas de Huaqing (华清池) y la Tumba de Qin Shi Huang (秦始皇陵) pero me había
informado y no valía mucho la pena pararse.
Cerca de 1 hora después llegamos al aparcamiento.
Salían autobuses cada 15/20 minutos desde ese mismo sitio y había servicio
hasta bien tarde, así que teníamos tiempo de sobra para visitar todo el
recinto.
Si algo caracteriza a los chinos es la capacidad
que tienen de explotar los recursos que tienen al máximo. De esto te das cuenta
cuando vas a visitar alguna atracción turística, porque tienen un circo montado
alrededor que en ocasiones a mí me parece bochornoso. Lo de la muralla con el
oso y la atracción de remolque de feria tenía su pase, pero aquello me pareció
bastante vergonzoso, porque había gran cantidad de restaurantes con unos
precios altísimos, tiendas de souvenirs donde todo lo que vendían costaba un
ojo de la cara y que casi no querían regatear y sitios en los que te podías
hacer fotos con guerreros de fondo o para poner tu cara con un guerrero previo
pago de una buena cantidad de yuanes.
Por error, recorrimos esta zona primero. Digo por
error porque íbamos siguiendo los carteles en busca de las taquillas de los
billetes, pero nos equivocamos y aparecimos por la salida. Era la salida,
porque cuando 3 horas más tarde salimos del recinto de los guerreros, lo
hicimos por esa puerta, porque en aquel momento no teníamos ni idea de dónde
estábamos.
Decidí volver sobre mis pasos y dejar a mi familia
descansado en un banco en un lugar con sombra. Tras caminar un buen rato vi que
nos habíamos confundido con un cartel al pararnos en una tienda a cotillear lo
que había. Unos pasos más allá estaban las taquillas de venta de entradas, con
una música épica de fondo y con unas grandes letras que parecían la entrada una
atracción de Port Aventura.
Al llegar a la cola se me puso al lado una señora,
que empezó a hablarme en inglés. Me preguntó que de dónde era y si venía solo.
Traté de ser amable, hasta que pasó lo que temía.
Si me pagas 200
yuanes te puedo guiar e informarte de todo lo relacionado con los guerreros de
terracota.
Me reí en su cara. Pero literalmente. Sé que no
tenía que hacerlo y que está mal, no sé si fue el calor o las ganas de entrar,
pero me dio por eso. Cambié al chino y muy amablemente le dije que no
necesitaba su ayuda y que muchas gracias. La china se quedó alucinando, dio
medio vuelta y se fue por donde vino.
La entrada cuesta 150 y 75 yuanes con el
descuento de estudiantes (19 y 9 euros respectivamente). Recuerdo que me
pusieron varias pegas con el carné de estudiante, pero al final me hicieron el
descuento. Puede parecer un poco caro, pero la verdad que vale la pena.
Volví a por mi familia, pero antes me abordó un
guía pero cuando empezó a hablar en inglés, le dije en chino que si quería
estafar a alguien, que se buscara a otro laowai.
Y otra vez de vuelta a las taquillas de los
billetes. Llevábamos una buena pateada y ni siquiera habíamos entrado en el
recinto. Hasta llegar a las fosas donde están los guerreros había un buen
tramo. Se podía llegar caminando por una serie de caminas y jardines o se podía
tomar un trenecito, por el que te podías subir si antes pagabas, obviamente.
Decidimos comer un poco de embutido y pan antes de
empezar la visita, porque luego nos iba a costar encontrar un sitio a la sombra,
así ya de paso descansábamos un poco. Lo que no daba tregua era el calor. Pese
a estar recubiertos del sol, la sensación era como la de estar metidos en una
sauna.
En cuanto llenamos el buche nos dirigimos hacia las
fosas donde se encuentran los guerreros. A continuación voy a hacer un poco de
introducción de enciclopedia sobre el recinto de los guerreros de terracota.
Es sin lugar a dudas uno de los lugares de mayor
interés de toda China y uno de los yacimientos arqueológicos más famosos del
mundo, por no decir el más conocido. Este ejército subterráneo de miles de
soldados a tamaño real ha custodiado en silencio el alma del primer unificador
de China durante más de dos milenios.
Su descubrimiento fue totalmente fortuito. En
1974 unos campesinos que cavaban un pozo hallaron la bóveda subterránea que
albergaba a miles de soldados y caballos de terracota en formación de batalla.
Como dato interesante, no hay dos soldados con los mismos rasgos faciales.
Todo esto fue obra de Qin Shi Huang Di (秦始皇帝) . Él era el rey del reino Qin, uno de los siete estados que
conformaron y protagonizaron el periodo de los Estados Combatientes en la época final de la dinastía Zhou del
Este. Logró alcanzar el poder sobre todos los demás gracias a su superior
desarrollo de la tecnología militar y su sólida organización política y social.
Se proclamo emperador o 皇帝, cuya traducción literal sería “augusto emperador” y se añadió el título
de 始, que significa “primero”, y por
último acabaría añadiendo el nombre de su dinastía: Qin o 秦.
Como he comentado antes, se puede visitar su Tumba.
Se encuentra a escasos kilómetros del recinto de los guerreros de terracota.
Los textos históricos que describen la tumba aseguran que contenía palacios
llenos de piedras preciosas, ríos subterráneos de mercurio e ingeniosas
protecciones contra intrusos. Parece ser que en su construcción se invirtieron
38 años y el trabajo de 700.000 personas nada más ni nada menos. Se dice que
los artesanos fueron enterrados vivos en ella llevándose consigo sus secretos.
Hay 4 recintos principales,
uno donde hay una especie de museo con exposiciones y videos con introducción y
contexto histórico; y luego las tres
fosas en las que se encuentran las distintos yacimientos. Siempre se
recomienda hacerlos en orden inverso, para que el impacto sea mayor.
Así que haciendo caso de las recomendaciones,
empezamos la visita por la fosa número 3. Incluye 72 guerreros y
caballos y se cree que pudo ser el cuartel general del ejército debido a la
cantidad de oficiales de alto rango. Las primeras impresiones cuando entramos
fueron increíbles y todo estaba cuidado y vigilado al detalle. Además, a lo
largo de todas las fosas, había gran cantidad de carteles explicativos en
varios idiomas para conocer un poco más a fondo y para percibir esas pequeñas
diferencias.
Después pasamos a la fosa número 2, con unos
1.300 guerreros y caballos. Aquí tuvimos la ocasión de examinar de cerca cinco
de los soldados: un arquero arrodillado y otro de pie, un soldado de caballería
con su caballo, un oficial de rango medio y un general. Lo más destacado es lo
extraordinario que son los detalles: las expresiones faciales, los peinados,
las armaduras e incluso los dibujos de la suela del calzado que son todos
diferentes.
El arquero arrodillado |
Finalmente llegamos a la fosa más grande, la
número 1 y también la más impresionante. Se cree que contiene la
escalofriante cifra de 6.000 guerreros y
caballos, de los cuales solo se ven 2.000 todos mirando hacia el este y en
formación de batalla. La verdad es que impresiona, sobre todo cuando te vas
acercando a la barandilla y los ves en formación.
Perspectiva de la fosa número 1 |
En vanguardia hay tres hileras de arqueros, armados
con arcos y ballestas, seguidos por el grueso del ejército, que iban armados
con lanzas, espadas, puñales y otras armas de mango largo. La infantería iba
acompañada de 35 carros de combate, que se desintegraron hace mucho por el paso
del tiempo.
Los trabajos de excavación siguen hoy día y todavía
siguen encontrando nuevos detalles, pero trabajan con mucha cautela y mucha
precaución para conservar los detalles de la mejor manera posible. Por lo que
leímos en uno de los carteles, estaban investigando una forma de preservar los
colores. Por lo visto, aún se mantienen vivos algunos de los colores, pero se
desvanecen en cuanto los encuentran, así que están buscando una manera de poder
mantener y descubrir nueva información que arrojaría un poco más de luz a un
periodo de la historia de hace más de 20 siglos.
El calor era insoportable. En las otras fosas se
estaba bien, pero la número 1 parecía un horno. Fuimos para la exposición
final, básicamente por el aire condicionado, que supo a gloria bendita.
Salimos del yacimiento y lo primero que íbamos a
hacer era comprar agua. Parece fácil, ¿verdad? Pues se iba a convertir
en una aventura...
Nos habíamos quedado sin y teníamos una sed
tremenda. El problema vino con el precio que nos pedían por un botellín de
agua. Entré en una de las tiendas que había y al preguntarlo cuánto costaba la
botella el tío me dijo 8 yuanes.
Casi me da un ataque al corazón. Le dije “¿Estás
loco?” (你疯了吗)?A lo que el tío me respondió, tu tienes sed y yo agua, si quieres agua
paga. Le mandé a la mierda (去你妈的) y me fui. En cualquier sitio que preguntaba no bajaba el precio de 5
yuanes, hasta que en uno de los últimos conseguí regatear hasta 3 yuanes por
botella. Era caro, pero era eso o morir de deshidratación.
Tomamos el autobús de vuelta y a eso de las 5 de la
tarde estábamos de vuelta en la estación de buses de Xi’an. El termómetro de la
estación marcaba en ese momento nada más y nada menos que 42 grados.
Cuando bajé del autobús sentí como si el suelo estuviera en llamas. Después
tomamos el bus en dirección contraria y volvimos al hostal para darnos una
ducha y descansar un buen rato hasta que empezara a anochecer.
Aunque parezca mentira, era la primera noche que
salíamos “limpios” a dar una vuelta, porque normalmente no podíamos volver al
hotel para aprovechar el tiempo. Recorrimos de nuevo la torre de la campana y
la del tambor y volvimos al barrio musulmán.
Esta vez recorrimos más calles y más tramo. La
verdad es que caminar por allí era una auténtica delicia. Los guerreros fueron
increíbles, pero las calles del barrio musulmán me dejaron sin palabras.
Otra de las características del barrio musulmán son
los dulces, hay montones de paraditas que venden dulces y en muchas otras
puedes ver cómo los hacen. Recuerdo en especial una tarta gigantesca que
llevaba frutos secos y chocolate.
Aquella noche entramos en otro restaurante, mucho
más tranquilo. La intención era pedir otro plato típico de la gastronomía de
Xi’an: los fideos biang. Normalmente
pongo el carácter en chino, pero es que hasta en eso es especial. El carácter
tiene un total de 58 trazos en chino tradicional y “solo” 42 en el chino
simplificado. Es bastante común encontrarte por Xi’an varios establecimientos
con el carácter con una luz de neón en grande.
El plato consiste básicamente en una pasta gruesa y
ancha, que puedes ver tú mismo cómo la preparan en el exterior del restaurante.
Suele tener un poco de sopa o caldo y algunas especies picantes. Pedimos tres,
pero por suerte no picaban mucho. Además pedimos unas empanadillas y un plato
de arroz frito. Fue una de las mejores comidas que hicimos en China.
Tras llenar bien el estómago, fuimos a hacer
algunas compras. Pero algo nos detuvo un instante un poco más allá del
restaurante en el que cenamos. Íbamos caminando tan tranquilos, cuando delante
de nuestras narices, un chino abrió la tapa de una alcantarilla mientras otro
abocaba allí dentro un cubo enorme lleno de agua sucia, platos, palillos,
restos de comida y servilletas. Nos quedamos todos tan petrificados, que no nos
dio tiempo de sacar una foto o grabarlo en vídeo. Hasta aquel momento, creía
que ya casi lo había visto todo en China, pero aquello me volvió a demostrar
que nunca se sabe por donde te van a salir los chinos.
A todo esto no había ni rastro de la puñetera
mezquita, pero como teníamos intención de volver al día siguiente al mediodía
para comer, ya la encontraríamos con la luz del día y no la de las farolas y
los neones de los carteles.
Nos paramos ante varias paraditas en las que
vendían guerreros de varios tamaños y al final me puse a regatear con la que me
pedía menos. Compramos a buen precio guerreros de todos los tamaños y alguna
que otra cosa. También compramos pañuelos de seda y algunos dulces para el
viaje del día siguiente.
Y con las compras en una mano, saboreando un poco
más las delicias del barrio musulmán y recorriendo las abarrotadas calles del
centro de Xi’an, nos dirigimos de vuelta al hostal para poner punto y final a
otro maravilloso día por China.
Antes de que el sueño me invadiera por completo, no
pude evitar sonreír de felicidad al haber podido cumplir mi promesa y haber
contemplado una de las atracciones turísticas más conocidas y maravillosas del
mundo.
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