lunes, 24 de noviembre de 2014

DÍA 8 — DOMINGO 7 DE JULIO DE 2013. XI’AN (西安)

Recuerdo a la perfección la primera clase de chino que tuve en la universidad: los nervios, las caras de desconcierto, las ganas de empezar, el coraje a enfrentarse a un reto de tal magnitud...

En ese contexto, cuando Sara Rovira, mi primera profesora de chino, nos dijo que si queríamos llegar a dominar el chino algún día teníamos que ir a China sí o sí, la verdad que costó digerir esa información en ese momento. Jamás pensé que fuera en serio, pero con el paso de los meses y los años, cada vez te das cuenta de que si no pasas una larga temporada en tierras asiáticas, es muy complicado conseguir un nivel fluido. No digo que no se pueda, pero es más sencillo desde allí, con estudio continuo y rodeado de tantos estímulos a los que estás expuesto.

Pues bien, el día que me concedieron la beca para ir a estudiar a la Tianjin Foreign Studies University fue uno de los más felices de mi vida. Sin lugar a dudas. Ese mismo día, me hice dos promesas a mí mismo: la primera, que me aplicaría al máximo para lograr un buen nivel, cuanto más mejor, y se puede decir que hasta el día que volví, más o menos lo tenía; y la segunda, que no volvería a casa sin visitar la muralla china ni los guerreros de terracota.

Pues bien, la muralla ya la había visitado en dos tramos distintos, ahora tocaba cumplir mi otra parte de la segunda promesa. Por ese motivo, esa mañana de domingo me levanté con los nervios a flor de piel y con ganas de comerme el mundo.

El hostal ofrecía una excursión que incluía la entrada al recinto, una visita al museo, el transporte en autobús y hasta una comida, pero echando cuentas, salía por lo menos el doble de cara que ir por nuestra cuenta, además que la mayoría eran museos y exposiciones que tampoco valían tanto la pena.

Una vez desayunamos algo, salimos en busca del autobús 906 que quedaba al otro lado de una rotonda en la entrada de la muralla. Teníamos que ir en busca del bus 306 en la estación de buses, que se encontraba justo al lado de la estación de trenes. El día anterior, recorriendo la muralla en bicicleta la vimos, pero claro, una cosa era verla desde la distancia y otra cosa poner un pie allí.

Cuando llegamos y vimos el panorama, se nos cayó el alma al suelo. Allí había tanta gente por metro cuadrado que daba hasta claustrofobia. Me sentí como enlatado en un ascensor cuando estábamos en una plaza de gran superficie. Era una sensación muy difícil de describir, pero jamás me había sentido así. Y mira que en China te puede pasar muy a menudo en metros o en algunas atracciones turísticas, pero en un lugar tan abierto y tan enorme, sinceramente no me lo esperaba.

La parada del bus nos dejaba en una oficina de información y de venta de billetes y justo enfrente había una enorme plaza que daba a la fachada principal de la estación central de Xi’an. Era bueno saber también que nos quedaba tan cerca, porque el tren hasta Shanghai lo teníamos que tomar desde allí.

No lograba ver la estación de autobuses por ninguna parte, así que me metí en la oficina y pregunté a una señora, que muy amablemente me dijo que teníamos que caminar hacia el este de la estación y veríamos un gran aparcamiento con autobuses. Luego me dijo que si íbamos a ver los guerreros de terracota y al responder afirmativamente me dijo que la parada del autobús estaba señalizada y que no tendríamos problemas para encontrarla. Le di las gracias a la mujer y fuimos hacia el este.

Y efectivamente, no nos costó nada encontrar ni el autobús ni las colas. El sol ya apretaba. El día anterior había leído que China estaba bajo una fuerte ola de calor que iba a durar varios días más. ¡Maldita suerte la nuestra! La parte positiva es que no había ni una sola nube en el cielo.

Yo quería asegurarme de que íbamos bien, así que cuando estábamos en la cola, pregunté como a 4 chinos si iban a ver los guerreros y todos me dijeron que sí. El precio del billete de bus era de 7 yuanes por cabeza (unos 85 céntimos).

Cuando arrancó el conductor, se alzó un hombre, el que nos vendió los billetes en la puerta, y como el día de la muralla, empezó a explicar una poco de historia y de contexto sobre los guerreros de terracota. El bus era uno de línea normal, así que iba haciendo varias paradas, de hecho paraba en un par de atracciones más, las Termas de Huaqing (华清池) y la Tumba de Qin Shi Huang (秦始皇陵) pero me había informado y no valía mucho la pena pararse.

Cerca de 1 hora después llegamos al aparcamiento. Salían autobuses cada 15/20 minutos desde ese mismo sitio y había servicio hasta bien tarde, así que teníamos tiempo de sobra para visitar todo el recinto.

Si algo caracteriza a los chinos es la capacidad que tienen de explotar los recursos que tienen al máximo. De esto te das cuenta cuando vas a visitar alguna atracción turística, porque tienen un circo montado alrededor que en ocasiones a mí me parece bochornoso. Lo de la muralla con el oso y la atracción de remolque de feria tenía su pase, pero aquello me pareció bastante vergonzoso, porque había gran cantidad de restaurantes con unos precios altísimos, tiendas de souvenirs donde todo lo que vendían costaba un ojo de la cara y que casi no querían regatear y sitios en los que te podías hacer fotos con guerreros de fondo o para poner tu cara con un guerrero previo pago de una buena cantidad de yuanes.

Por error, recorrimos esta zona primero. Digo por error porque íbamos siguiendo los carteles en busca de las taquillas de los billetes, pero nos equivocamos y aparecimos por la salida. Era la salida, porque cuando 3 horas más tarde salimos del recinto de los guerreros, lo hicimos por esa puerta, porque en aquel momento no teníamos ni idea de dónde estábamos.

Decidí volver sobre mis pasos y dejar a mi familia descansado en un banco en un lugar con sombra. Tras caminar un buen rato vi que nos habíamos confundido con un cartel al pararnos en una tienda a cotillear lo que había. Unos pasos más allá estaban las taquillas de venta de entradas, con una música épica de fondo y con unas grandes letras que parecían la entrada una atracción de Port Aventura.

Al llegar a la cola se me puso al lado una señora, que empezó a hablarme en inglés. Me preguntó que de dónde era y si venía solo. Traté de ser amable, hasta que pasó lo que temía.

Si me pagas 200 yuanes te puedo guiar e informarte de todo lo relacionado con los guerreros de terracota.

Me reí en su cara. Pero literalmente. Sé que no tenía que hacerlo y que está mal, no sé si fue el calor o las ganas de entrar, pero me dio por eso. Cambié al chino y muy amablemente le dije que no necesitaba su ayuda y que muchas gracias. La china se quedó alucinando, dio medio vuelta y se fue por donde vino.

La entrada cuesta 150 y 75 yuanes con el descuento de estudiantes (19 y 9 euros respectivamente). Recuerdo que me pusieron varias pegas con el carné de estudiante, pero al final me hicieron el descuento. Puede parecer un poco caro, pero la verdad que vale la pena.

Volví a por mi familia, pero antes me abordó un guía pero cuando empezó a hablar en inglés, le dije en chino que si quería estafar a alguien, que se buscara a otro laowai.

Y otra vez de vuelta a las taquillas de los billetes. Llevábamos una buena pateada y ni siquiera habíamos entrado en el recinto. Hasta llegar a las fosas donde están los guerreros había un buen tramo. Se podía llegar caminando por una serie de caminas y jardines o se podía tomar un trenecito, por el que te podías subir si antes pagabas, obviamente.

Decidimos comer un poco de embutido y pan antes de empezar la visita, porque luego nos iba a costar encontrar un sitio a la sombra, así ya de paso descansábamos un poco. Lo que no daba tregua era el calor. Pese a estar recubiertos del sol, la sensación era como la de estar metidos en una sauna.

En cuanto llenamos el buche nos dirigimos hacia las fosas donde se encuentran los guerreros. A continuación voy a hacer un poco de introducción de enciclopedia sobre el recinto de los guerreros de terracota.

Es sin lugar a dudas uno de los lugares de mayor interés de toda China y uno de los yacimientos arqueológicos más famosos del mundo, por no decir el más conocido. Este ejército subterráneo de miles de soldados a tamaño real ha custodiado en silencio el alma del primer unificador de China durante más de dos milenios.

Su descubrimiento fue totalmente fortuito. En 1974 unos campesinos que cavaban un pozo hallaron la bóveda subterránea que albergaba a miles de soldados y caballos de terracota en formación de batalla. Como dato interesante, no hay dos soldados con los mismos rasgos faciales.

Todo esto fue obra de Qin Shi Huang Di (秦始皇帝) . Él era el rey del reino Qin, uno de los siete estados que conformaron y protagonizaron el periodo de los Estados Combatientes en la época final de la dinastía Zhou del Este. Logró alcanzar el poder sobre todos los demás gracias a su superior desarrollo de la tecnología militar y su sólida organización política y social. Se proclamo emperador o 皇帝, cuya traducción literal sería “augusto emperador” y se añadió el título de , que significa “primero”, y por último acabaría añadiendo el nombre de su dinastía: Qin o .

Como he comentado antes, se puede visitar su Tumba. Se encuentra a escasos kilómetros del recinto de los guerreros de terracota. Los textos históricos que describen la tumba aseguran que contenía palacios llenos de piedras preciosas, ríos subterráneos de mercurio e ingeniosas protecciones contra intrusos. Parece ser que en su construcción se invirtieron 38 años y el trabajo de 700.000 personas nada más ni nada menos. Se dice que los artesanos fueron enterrados vivos en ella llevándose consigo sus secretos.

Hay 4 recintos principales, uno donde hay una especie de museo con exposiciones y videos con introducción y contexto histórico; y luego las tres fosas en las que se encuentran las distintos yacimientos. Siempre se recomienda hacerlos en orden inverso, para que el impacto sea mayor.

Así que haciendo caso de las recomendaciones, empezamos la visita por la fosa número 3. Incluye 72 guerreros y caballos y se cree que pudo ser el cuartel general del ejército debido a la cantidad de oficiales de alto rango. Las primeras impresiones cuando entramos fueron increíbles y todo estaba cuidado y vigilado al detalle. Además, a lo largo de todas las fosas, había gran cantidad de carteles explicativos en varios idiomas para conocer un poco más a fondo y para percibir esas pequeñas diferencias.




Después pasamos a la fosa número 2, con unos 1.300 guerreros y caballos. Aquí tuvimos la ocasión de examinar de cerca cinco de los soldados: un arquero arrodillado y otro de pie, un soldado de caballería con su caballo, un oficial de rango medio y un general. Lo más destacado es lo extraordinario que son los detalles: las expresiones faciales, los peinados, las armaduras e incluso los dibujos de la suela del calzado que son todos diferentes.


El arquero arrodillado

Finalmente llegamos a la fosa más grande, la número 1 y también la más impresionante. Se cree que contiene la escalofriante cifra de 6.000 guerreros y caballos, de los cuales solo se ven 2.000 todos mirando hacia el este y en formación de batalla. La verdad es que impresiona, sobre todo cuando te vas acercando a la barandilla y los ves en formación.


Perspectiva de la fosa número 1


Detalles de algunos de los guerreros


En vanguardia hay tres hileras de arqueros, armados con arcos y ballestas, seguidos por el grueso del ejército, que iban armados con lanzas, espadas, puñales y otras armas de mango largo. La infantería iba acompañada de 35 carros de combate, que se desintegraron hace mucho por el paso del tiempo. 

Los trabajos de excavación siguen hoy día y todavía siguen encontrando nuevos detalles, pero trabajan con mucha cautela y mucha precaución para conservar los detalles de la mejor manera posible. Por lo que leímos en uno de los carteles, estaban investigando una forma de preservar los colores. Por lo visto, aún se mantienen vivos algunos de los colores, pero se desvanecen en cuanto los encuentran, así que están buscando una manera de poder mantener y descubrir nueva información que arrojaría un poco más de luz a un periodo de la historia de hace más de 20 siglos.

El calor era insoportable. En las otras fosas se estaba bien, pero la número 1 parecía un horno. Fuimos para la exposición final, básicamente por el aire condicionado, que supo a gloria bendita.

Salimos del yacimiento y lo primero que íbamos a hacer era comprar agua. Parece fácil, ¿verdad? Pues se iba a convertir en una aventura...

Nos habíamos quedado sin y teníamos una sed tremenda. El problema vino con el precio que nos pedían por un botellín de agua. Entré en una de las tiendas que había y al preguntarlo cuánto costaba la botella el tío me dijo 8 yuanes. Casi me da un ataque al corazón. Le dije “¿Estás loco?” (你疯了吗)A lo que el tío me respondió, tu tienes sed y yo agua, si quieres agua paga. Le mandé a la mierda (去你妈的) y me fui. En cualquier sitio que preguntaba no bajaba el precio de 5 yuanes, hasta que en uno de los últimos conseguí regatear hasta 3 yuanes por botella. Era caro, pero era eso o morir de deshidratación.

Tomamos el autobús de vuelta y a eso de las 5 de la tarde estábamos de vuelta en la estación de buses de Xi’an. El termómetro de la estación marcaba en ese momento nada más y nada menos que 42 grados. Cuando bajé del autobús sentí como si el suelo estuviera en llamas. Después tomamos el bus en dirección contraria y volvimos al hostal para darnos una ducha y descansar un buen rato hasta que empezara a anochecer.

Aunque parezca mentira, era la primera noche que salíamos “limpios” a dar una vuelta, porque normalmente no podíamos volver al hotel para aprovechar el tiempo. Recorrimos de nuevo la torre de la campana y la del tambor y volvimos al barrio musulmán.

Esta vez recorrimos más calles y más tramo. La verdad es que caminar por allí era una auténtica delicia. Los guerreros fueron increíbles, pero las calles del barrio musulmán me dejaron sin palabras.




Otra de las características del barrio musulmán son los dulces, hay montones de paraditas que venden dulces y en muchas otras puedes ver cómo los hacen. Recuerdo en especial una tarta gigantesca que llevaba frutos secos y chocolate.




Aquella noche entramos en otro restaurante, mucho más tranquilo. La intención era pedir otro plato típico de la gastronomía de Xi’an: los fideos biang. Normalmente pongo el carácter en chino, pero es que hasta en eso es especial. El carácter tiene un total de 58 trazos en chino tradicional y “solo” 42 en el chino simplificado. Es bastante común encontrarte por Xi’an varios establecimientos con el carácter con una luz de neón en grande.





El plato consiste básicamente en una pasta gruesa y ancha, que puedes ver tú mismo cómo la preparan en el exterior del restaurante. Suele tener un poco de sopa o caldo y algunas especies picantes. Pedimos tres, pero por suerte no picaban mucho. Además pedimos unas empanadillas y un plato de arroz frito. Fue una de las mejores comidas que hicimos en China.







Tras llenar bien el estómago, fuimos a hacer algunas compras. Pero algo nos detuvo un instante un poco más allá del restaurante en el que cenamos. Íbamos caminando tan tranquilos, cuando delante de nuestras narices, un chino abrió la tapa de una alcantarilla mientras otro abocaba allí dentro un cubo enorme lleno de agua sucia, platos, palillos, restos de comida y servilletas. Nos quedamos todos tan petrificados, que no nos dio tiempo de sacar una foto o grabarlo en vídeo. Hasta aquel momento, creía que ya casi lo había visto todo en China, pero aquello me volvió a demostrar que nunca se sabe por donde te van a salir los chinos.


Cuando sacamos la cámara ya era tarde... ¡Flipa!


A todo esto no había ni rastro de la puñetera mezquita, pero como teníamos intención de volver al día siguiente al mediodía para comer, ya la encontraríamos con la luz del día y no la de las farolas y los neones de los carteles.

Nos paramos ante varias paraditas en las que vendían guerreros de varios tamaños y al final me puse a regatear con la que me pedía menos. Compramos a buen precio guerreros de todos los tamaños y alguna que otra cosa. También compramos pañuelos de seda y algunos dulces para el viaje del día siguiente.




Y con las compras en una mano, saboreando un poco más las delicias del barrio musulmán y recorriendo las abarrotadas calles del centro de Xi’an, nos dirigimos de vuelta al hostal para poner punto y final a otro maravilloso día por China.

Antes de que el sueño me invadiera por completo, no pude evitar sonreír de felicidad al haber podido cumplir mi promesa y haber contemplado una de las atracciones turísticas más conocidas y maravillosas del mundo.    




¿Te has perdido algún día de nuestro viaje? Aquí te dejo los enlaces...



¿Quieres leer más entradas de mis viajes por China? ¡Haz click y disfruta!






lunes, 17 de noviembre de 2014

DÍA 7 — SÁBADO 6 DE JULIO DE 2013. XI’AN (西安)

La alarma del despertador sonó cuando faltaban 15 minutos para las 6 de la mañana. Teníamos el tren bala desde Pekín hasta Xi’an a las 08:30 y teníamos que salir con tiempo, porque había que asegurarse de que no nos dejábamos nada, que no había ningún problema para dejar las habitaciones y pasarnos por una tienda para comprar algo de desayunar en el tren y tomar el metro cuanto antes, porque al ir cargados de maletas, la verdad que iba a costar más desplazarse.

La verdad es que tuvimos un trayecto bastante accidentado hasta llegar al tren. Teníamos que tomar el metro hasta la parada de 北京西, la estación este de Pekín, donde salía el tren bala hacia Xi’an. Por aquel entonces, hacía poco que habían hecho una conexión con la línea roja (la que tomábamos nosotros desde el hotel) y la estación, pero justamente esos días estaba cerrada. Lo pregunté en varias estaciones y en el hotel, porque lo vi un día de casualidad en el metro y me quería asegurar de que no era un error. Así que no nos quedó más remedio que dar un rodeo y tomar la amarilla. Fuimos bien de tiempo y pese a ir cargados como mulas llegamos a las 07:50 a la estación.

Salimos del metro y nos encontramos con una marabunta de gente moviéndose arriba abajo y sin ninguna indicación de cómo salir de la estación del metro y cómo se llegaba a la estación. Pregunté a un policía y me dijo que estaba hacia arriba subiendo unas escaleras que estaban más al fondo. Tras un interminable recorrido de escaleras que no se acaba nunca (subimos un montón de pisos), llegamos a salida que daba a la calle, pero no se veía la entrada de la estación por ninguna parte, básicamente porque estaba todo cubierto por andamios, telas y ladrillos y polvo tirados por el suelo. Aquí vino cuando me empecé a poner nervioso.

Encontramos al fin el control de billetes de tren para entrar en la estación, pero al llegar a la taquilla nos dijeron que el control de trenes balas se hacía por otra taquilla. Me pareció indignante, porque me hacían retroceder para nada, porque íbamos a pasar al mismo sitio, pero tuvimos que hacerlo. Después de pasar el control de billetes, llegó el control de maletas y mochilas, que pasamos en un periquete.

Miré los paneles en busca de nuestro tren y lo encontré: teníamos que ir a la puerta de embarque 16. Pues bien, ¿cuántas puertas de embarque creéis que había en la estación? ¡16! En la puñetera última que estaba. A todo esto eran ya las 08:10.

Tuvimos que cruzar todo el puñetero pasillo acelerando el paso. La idea de perder el tren no quería ni que se me pasara por la cabeza. Cruzamos DOS controles más: otra vez los billetes, y luego billetes y pasaporte. Finalmente, cruzamos unas puertas de cristal y bajamos unas escaleras mecánicas hasta el andén del tren. Nuestros asientos estaban en el vagón número 8. ¿Cuántos vagones tenía el tren? 8. ¿Dónde nos dejaba las escaleras mecánicas? Delante del vagón número 1. Yo no daba crédito a tanta mala suerte. Finalmente y gracias a todos los santos a las 08:20 entrábamos en el tren. Todo el mundo ya sentadito, tranquilo, sin prisas y nuestros asientos vacíos que estaban esperándonos. Resoplé como no había resoplado jamás.

Nos esperaban 5 horas y 15 minutos de viaje por delante. Por fin tocaba relajarse, cerrar los ojos un rato, comer algo, descansar y comprobar en mis notas y en la guía lo que íbamos a visitar por Xi’an. Vamos a conocer un poco más la ciudad de 西安.

Nombre
Xi’an (西安)
Significado
Paz Occidental
Provincia
Shanxi (陕西省)
Población
+ de 8 millones
Superficie
9.983 kilómetros cuadrados
Alcalde
Chen Baogen

Xian está considerada una de las ciudades más carismáticas de china. Fue capital de doce dinastías y centro político de China durante los siglos de su máximo esplendor y es el punto de partida de la archiconocida Ruta de la Seda. La ciudad, a pesar de las continuas destrucciones y reconstrucciones a lo largo de los siglos, ha conseguido conservar un aire dinámico y cosmopolita, sin alejarse de la vida cotidiana de la China campesina y comerciante. Asimismo, es el centro económico, industrial y cultural del Noroeste de China y sus universidades se encuentran entre las más prestigiosas de todo el país.

A eso de las dos del mediodía llegábamos a la estación del norte de Xi’an. Y nada más llegar, los buitres. Unos cuantos taxistas que no dejaron de perseguirnos por la estación para que nos subiéramos con ellos. Teníamos que tomar el metro hasta el centro, donde teníamos el hotel, pero no sabía en qué parada teníamos que bajar ni nada, así que nos acercamos a un punto de información. Le pregunté a una chica que había allí y muy amablemente me dio un mapa, me dijo cuántas paradas teníamos que pasar y hasta me indicó en el mapa donde estaba la calle del hotel. A esto, que los taxistas estaban dando la tabarra a mi familia, que esperaba unos metros más allá. Mi madre les gritó en castellano que les dejara en paz y al final se fueron y nos dejaron en paz.

La distribución de la ciudad de Xi’an es muy interesante porque el centro antiguo está completamente rodeado por una majestuosa muralla y la mayoría de atracciones turísticas se encuentran en su interior. Teniendo en cuenta ese punto de referencia al bajarnos en la estación que me comentó la chica, y ver que nos encontrábamos justo en la puerta sur, íbamos bien. Lo que sí notamos, a parte de mucho calor, era el ruido de las obras. Gran parte de los alrededores de la muralla estaba contaminada de taladros, máquinas y obreros construyendo que molestaban más que el graznido de los estorninos.


Tras caminar durante un instante, llegamos al hotel donde nos íbamos a hospedar durante un par de noches. Unas compañeras que estudiaron conmigo estuvieron allí y me lo recomendaron. Era un hostal con una decoración de lo más agradable, la localización era ideal porque se encontraba dentro de las murallas, el personal nos trató estupendamente, nos ofrecieron grandes cantidades de información sobre la ciudad y nos hospedaron en habitaciones dobles. Además ofrecían todo tipo de servicios: Internet, bar, restaurante, excursiones guiadas a los guerreros de terracota y a otras atracciones de la ciudad... 
La entrada al hostal donde nos hospedamos


Tras dejar la maleta, comimos un poco de pan con embutido, reposamos un poco y fuimos a la primera atracción: la muralla de Xi’an.


Es la muralla mejor conservada de China y se construyó durante la dinastía Ming entre el 1374 y el 1378. Se construyó para proteger la ciudad de los ataques de las tribus bárbaras del oeste del país. Hoy en día la totalidad de la muralla sigue en pie. Tiene forma rectangular, una longitud aproximada de 14 kilómetros y una altura de 12 metros y 15 y 18 metros de ancho. Se dice que si era tan ancha, era para que los soldados se desplazaran a caballo con libertad de espacio. 


La muralla tiene una puerta en cada uno de los puntos cardinales, aunque la entrada principal a la ciudad se realizaba por la puerta sur. Cada una de las puertas tiene tres partes: la exterior, que servía para defender la ciudad; la intermedia, que se utilizaba como trampa para los posibles atacantes ya que está compuesta por un pequeño patio donde los atacantes quedarían al descubierto; y la interna, que se usaba para controlar la ciudad. 



La parte sur era la que daba a nuestro hostal, así que llegamos en un santiamén. En la puerta encontramos una especie de espectáculo en el que desfilaban unos guerreros vestidos con trajes especiales. Para acceder a la muralla tuvimos que pagar entrada: 56 yuanes y 35 con el descuento de estudiante (7 y 4’5 euros respectivamente). Nada más entrar, encontramos un amplio patio con varias tambores gigantes, donde nos hicimos varias fotos haciendo el imbécil, por supuesto. Había también una zona en la que había 毽子 (jian zi), que es una especie de soporte con plumas que se usa mucho a modo de entretenimiento en China y que consiste en pasarse este cacharro dando toques con el pie. No dimos pie con bola, literalmente, pero estuve bien practicar un poco y que tengan este tipo de entretenimiento totalmente gratuito para los visitantes. 


Subimos unas escaleras y llegamos a la muralla. De buenas a primera, lo que más me impactó fue el contraste de lo que se veía a lado y lado de la muralla. Como he dicho en muchas ocasiones, China es un país de contrastes: en un lado te encuentras una calle llena de rascacielos o un centro comercial enorme y en la calle de enfrente, ves casuchas o gente viviendo en la auténtica pobreza. Y lamentablemente, Xi’an no era una excepción. A un lado se veían (y se oían) las obras y al fondo un par de centros comerciales con marcas como Zara, Starbucks, H&M y al otro lado, unas chabolas y unas casas abandonadas y en ruinas.




Uno de los motivos por los que fuimos a la muralla era para poder recorrerla en bici. Es una de las actividades que se pueden hacer y que recomiendo a todo el mundo porque es divertidísimo y es la forma más rápida y cómoda de visitar gran parte de la muralla. Se puede alquilar durante hora y media una bicicleta individual o una doble o tándem. 20 yuanes vale la individual y el tándem 40 (2’5 y 5 € respectivamente). El único PERO es que nos pidieron nada más ni nada menos que 600 yuanes de fianza por si perdías o te cargabas la bicicleta. Vamos a ver, que yo entiendo que te pidan fianza para una cosa así, pero ese precio me pareció descabellado, pero mientras nos lo devolvieran al final, no había ningún problema.

A mi madre no le hacía mucha gracia, pero terminamos por convencerla y empezamos a pedalear por la muralla. Recuerdo especialmente la sensación tan maravillosa que sentí, porque la muralla estaba decorada con farolillos, caía la tarde sobre Xi’an y no había mucha gente, así que admito que fue uno de mis momentos favoritos del viaje: esa libertad de pedalear por un lugar tan bonito.

¡Equipo!

Un rato después, mi madre dijo que no quería seguir pedaleando y se bajó. Estaba muy cansada, así que nos dijo que siguiéramos recorriendo la muralla que ella nos esperaba allí, sentada en un banco. Mi hermano y mi cuñada iban pedaleando y yo les seguía y la gente que había me miraba raro, porque iba con la bici de tándem y pedaleando yo solo. Llegamos al extremo Norte, donde estaba la estación central de Xi’an. Ahí yo decidí volver a buscar a mi madre y mi hermano y mi cuñada decidieron rodear la muralla por completo. Aún nos quedaba tiempo de sobra para devolver las bicicletas. 



Retrocedí lo pedaleado y llegué a donde estaba mi madre. Poco a poco había ido caminando hacia el punto de partida. Me detuve a su lado y le estuve contando lo que habíamos visto. En esto que había dos chinas en un banco hablando entre risas. Se me acercó una y me preguntó si le podía dar una vuelta, que le hacía ilusión. La chica se veía que tenía buenas intenciones y a mí no me importaba que diéramos una vuelta, así que acepté.

Aproveché para hablar con ella. Básicamente era estudiante, como yo, y había ido a Xi’an con su amiga y estaba de vacaciones. Era de Yunnan, una provincia del sur y me estuvo contando cosas bonitas del pueblo del que venía. No recuerdo el nombre de la ciudad de la que era, pero me dijo que tenía que ir un día, ¡como no! 10 minutos después la dejé con su amiga y antes de irme, abrió la mochila y me hizo un regalo por darle una vuelta: era una figura de un emperador tallada sobre una tablilla negra que sirve para representar sombras. Me encantó, la verdad que no me lo esperaba. Nos dimos las gracias mutuamente.


Fui hacia el lugar de alquiler de bicicletas para reunirme con mi hermano y mi cuñada. Dejamos las bicicletas cuando ya estaban empezando a encender las luces de las farolas, así que decidimos poner punto y final a nuestra visita de la muralla y poner rumbo hacia el corazón del centro antiguo de Xi’an: el barrio musulmán y su mezquita y la torre de la campana y del tambor.  




Encerradas ambas en una isla peatonal, la torre de la Campana (钟楼) está en pleno centro Xi’an, donde antes había una gran campana que sonaba al amanecer, mientras que su compañera, la torre del Tambor (鼓楼) anunciaba el anochecer. Ambas son del siglo XIV y fueron reconstruidas a principios del siglo XVIII. Se puede comprar una entrada para visitar los dos edificios, pero nosotros no entramos. De noche son aún más bonitas, porque tienen luces que intensifican su belleza. 

Torre de la Campana

Torre del Tambor

Tras caminar nos metimos de lleno en el barrio musulmán. Lo más curioso y lo que más impacta es que está habitado por chinos de lo comunidad Hui, que profesan la religión musulmana, así que es completamente normal ver a chinos con pañuelos en la cabeza, por ejemplo. Yo había leído un poco sobre los Hui, pero al verlos me quedé de piedra. 



El barrio musulmán es un laberinto lleno de callejones estrechos con tiendas, restaurantes, mercados y puestos de todo tipo. Personalmente, caminar por esas calles fue una gozada, porque había gran bullicio de gente, pero eso lo hacía doblemente encantador. 


Lo que tratábamos de hacer era encontrar la mezquita, pero no aparecía por ninguna parte. Caminamos por un montón de calles pero no la encontrábamos por ninguna parte. Optamos por dejarla para otro momento y meternos en algún sitio a cenar que ya era hora. El problema es que no teníamos ninguna referencia y además había un montón de puestos, aunque la mayoría llenos hasta la bandera de gente.


Nos metimos en uno en el que la carta tenía buenos precios y servían bastante rápido. El sitio no es que estuviera muy limpio, pero bueno la mayoría son así, además ofrecían uno de los platos típicos de Xi’an: el 麻将凉皮 (majiang liangpi) que son unos fideos fríos con salsa de sésamo. Pedimos otros dos platos más para compensar. Antes de pedir los platos me aseguré de preguntar si eran picantes o no, a lo que la camarera me confirmó que no.

El restaurante era un auténtico gallinero: la jefa y las camareras pegando gritos y voces por todo el local. Aquello parecía el plató de Mujeres y Hombres y Viceversa o un descampado lleno de chonis poligoneras haciendo botellón. Trajeron el primer plato, que era un arroz frito con verduras y al probarlo, PUTA MADRE, picaba un montón. Al poco trajeron otro de fideos que no picaba y que estaba bastante bien y después trajeron los fideos fríos, que también picaban un cojón. Aquí me di cuenta de que había algo raro, así que llamé a la jefa y le dije que no habíamos pedido ese plato tan picante. La camarera me dijo que había el mismo pero sin picante, y yo le dije que había pedido ese. No era cierto, en realidad me había confundido yo, pero había que intentarlo. Al final, dio el brazo a torcer y decidió cambiármelo, pero ya en ese punto, mi cuñada y mi madre se negaban a comer nada porque no les gustó, mi hermano tenía la boca insensibilizada por el picante y a mí entre el cansancio, el calor, los gritos del restaurante y el picante se me estaba revolviendo el estómago. Le dije a la camarera que daba igual, que no nos trajera nada. Nos acabamos los fideos y dejamos el resto a medias.


Deshicimos el camino, recorriendo de nuevo tiendas y puestos de venta y volvimos caminando hacia el hostal. El cansancio y el sueño se habían apoderado de nosotros. Tocaba cerrar los ojos, descansar y dormir y prepararse para visitar lo más conocido de Xi’an al día siguiente: el ejército de guerreros de terracota (兵马俑).

¡No puedes pasar!
¿Te has perdido algún día de nuestro viaje? Aquí te dejo los enlaces...



¿Quieres leer más entradas de mis viajes por China? ¡Haz click y disfruta!