¿Alguna vez os han hablado mucho de una película y
cuando habéis ido al cine os ha parecido un auténtico mojón? Esto es más o
menos lo que me pasó a mí con Suzhou, que me llevé un chasco enorme.
Desde que empecé a estudiar chino en la
universidad, había leído textos y había oído hablar de Suzhou, conocida como
“la Venecia de Oriente”. La belleza de sus canales la convertían en una de las
ciudades más atractivas de China, y cuando estuvimos planeando el viaje, pensé
que no estaría nada mal aprovechar un día entero para visitarla y así comprobar
con mis propios ojos si lo que decían era cierto o no. De hecho hay un
proverbio chino que dice “En el cielo
está el paraíso, en la tierra Suzhou y Hangzhou”.
Es muy bonita, decían. Es un lugar que no te puedes
perder, decían. Los canales te van a dejar sin palabras, decían. Se necesitan
dos o tres días para conocerla, decían. Pues bien, voy a contaros nuestra
experiencia y si eso es cierto o no.
A las 8 de la mañana ya estábamos levantados,
duchados, vestidos y desayunados. Al tener que desplazarnos en tren, teníamos
que madrugar un poco para poder aprovechar un poco más el día. Tomamos el tren
y nos plantamos en la estación central de Shanghai. Había tren bala con
bastante frecuencia, se tardaba solo media hora en llegar y cada billete
costaba 39 yuanes (cerca de los 5 euros). El sol seguía siendo uno de los
protagonistas, y de hecho, yo creo que ese día hizo incluso más calor que otros
días, si eso podía ser posible.
Tras pasar los controles, a los 20 minutos ya
estábamos en el tren destino Suzhou. A continuación, voy a añadir una pequeña
introducción de la ciudad:
Nombre
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Suzhou (苏州)
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Significado
|
Prefectura del Monte Gusu
|
Provincia
|
Jiangsu (江苏省)
|
Población
|
cerca de 10 millones
|
Superficie
|
Tras disfrutar del paisaje a través de la ventana,
llegamos a la estación de Suzhou. La idea era tomar el bus número 1, que nos
dejaba en el centro, y a partir de ahí, ya podíamos ver cosas desplazándonos a
pie. Las cosas ya pintaron mal cuando vimos a más de 30 (no exagero) taxistas y
trabajadores de oficinas de turismo agolpados en la estación. Pero no
estaban en el rellano, no. Estaban en los tornos de los billetes impidiendo a
la gente salir, gritando y con los ojos inyectados en sangre, como buitres
esperando la carroña y con ganas de timar. Yo no me lo podía creer. Salimos
como pudimos y como nos dejaron y unos cuantos empezaron a perseguirnos con la
cancioncilla del HELLO, HELLO. Y esta
vez grité 别打扰!(bie da rao = no molestes) a todo pulmón, porque ya acababa de llegar y me
estaban hinchando las narices, por no decir otra cosa.
Como he comentado, íbamos en busca del autobús
número 1, y fuimos siguiendo los carteles de la estación de autobuses, pero
cuando llegamos a las paradas, no estaba indicado por ninguna parte, así que me
tocó volver y preguntar a unos policías, que me indicaron el camino. Por lo
visto, el número 1 no paraba allí, sino en otro sitio, pero el número 5
nos dejaba en el centro. Había que bajar unas escaleras porque la parada pasaba
por debajo de la calle, en un túnel subterráneo. Así que para allí que nos
fuimos. En la parada pregunté a una señora, pero me dijo que tampoco era de
allí, pero otra mujer me dijo que si queríamos ir al centro también podíamos
coger el 25, que también paraba allí. Al final pasó el 5 primero y nos
montamos.
Unos 15 minutos después de montarnos, ya habíamos
llegado. Vimos algunos canales y vimos mucha gente apelotonada por las calles. Teníamos
varias atracciones por ver, pero decidimos meternos primero en el Museo de Suzhou (苏州博物馆). Por lo visto, los
primeros 1000 visitantes entraban gratis, así que pensamos en entrar y así ya
lo teníamos hecho. El museo tenía varias salas con artesanía, esculturas y arte
encontrada en Suzhou de diferentes épocas. Giraba entorno a un estanque que
había en el medio, y las salas se iban distribuyendo alrededor. No solo tenía
aire acondicionado, tenía hasta Wi-Fi gratuito y todo. Se veía bastante nuevo y
las exposiciones no estaban nada mal. Fue una buena manera de comenzar la
visita.
Cuando salimos, teníamos un dilema, porque al lado
había una atracción turística que teníamos que visitar sí o sí y más allá ya
había canales, así que pensamos en ir hacia el otro lado y echar un vistazo a
la Pagoda del Templo del Norte (北寺塔). No fue muy complicado de verla ni de seguirla, porque
es muy alta, de hecho, es la más alta al sur del Yangtzé. Estaba en el interior
de un parque, pero había que pagar nada más ni nada menos que 25 yuanes por
cabeza para entrar, así que le echamos cuatro fotos por fuera y nos fuimos.
Pagoda del Templo del Norte |
Nuestra siguiente parada era el Museo de la Seda de Suzhou (丝绸苏州博物馆). En el mapa salía
justo al lado de la Pagoda, así que echamos a andar pensando que lo
encontraríamos al doblar la esquina, pero no fue así. Lo primero era que gran
parte de la ciudad estaba en obras, así que había excavadoras y grúas por todas
partes, el museo tampoco estaba señalizado por ninguna parte y para colmo y
remate no había nadie por la calle, algo comprensible siendo casi la 1 del
mediodía y con el calor que hacía. Entramos en una calle donde había varias
tiendas y pregunté a un hombre. Tenía un acento que no entendí ni papa. Lo
único que enganché es que era recto. Seguimos las indicaciones y al caminar
unos pasos, vimos que allí no había nada, más bien casas derruidas y polvo, así
que dimos la vuelta y volvimos donde preguntamos al hombre, que misteriosamente
había desaparecido. Esta vez pregunté a otra mujer y me dijo que estaba hacia
el norte, es decir, para arriba. Nos costó encontrar la entrada, pero lo
logramos. La entrada costaba 15 yuanes y no había descuento de estudiantes.
Teníamos tanto calor y necesitábamos tanto un lugar a la sombra y con aire
acondicionado que no nos importó pagar la entrada.
Debo confesar que me encantó el museo. Más adelante
lo entenderéis, pero fue lo que más me gustó de la ciudad. Tenía un recorrido
inicial con vídeos y exposiciones sobre los 4000 años de historia de la
industria de la seda de Suzhou y la visita no acababa ahí, porque unas salas
más adelante, pudimos ver cestas llenas de capullos de gusanos de seda y unos
patios con moreras. Pero la perla del museo era una sala con mujeres trabajando
la seda en telares gigantes de todo tipo. Te podías acercar y observar cómo tejían y
confeccionaban todo tipo de tejidos y productos con la seda. Al final, había
una exposición con prendas y tejidos que se habían confeccionado en el museo, y
por supuesto, la tienda del museo donde se podían comprar sedas, alfombras,
tejidos y otros recuerdos del museo, la mayoría con un alto coste.
Dos mujeres trabajando en los telares dentro del museo |
Salimos del museo y el sol seguía apretando de lo
lindo. Era la hora de comer y no se veía ni un alma por la calle. Por suerte,
encontramos un restaurante de comida china muy barato cerca del museo. La
última noche en Pekín cenamos en un restaurante parecido, así que era una buena
opción para comer rápido, bueno y barato.
Tras comer y comprar algo de agua fresca en una
tienda, volvimos al lugar donde nos dejó el autobús. Nuestra siguiente parada
era el Jardín del Administrador Humilde
(拙政园). Se construyó en 1509 y tiene
una extensión de 5,2
hectáreas con juegos de agua, un museo, una casa de té y
más de 10 pabellones. En Suzhou hay varios jardines de este tipo, pero este es
el más grande y el más impresionante. La entrada costó 70 yuanes y 35 con el
descuento de estudiante (unos 9 y 5 euros respectivamente).
No voy a mentir. El lugar era precioso y me gustó,
pero no lo disfruté. Había una gran cantidad de pasillos, parajes, pabellones
sobre el agua que daba gusto verlo. Los inconvenientes principales fueron el
calor, que apretaba a rabiar, asfixiaba y costaba hasta respirar; y el agua del
recinto: sucia y verde oscuro tirando a marrón.
Salimos de allí tras pasear durante algo más de una
hora aproximadamente. Nuestra siguiente parada era andar un tramo hasta
encontrarnos una zona de canales. Según el mapa teníamos marcadas dos zonas de
canales, una de ellas cerca de dónde estábamos. Echamos a caminar y caminamos y
caminamos y no vimos nada. Veíamos de repente un poco de agua que asomaba por
una calle, pero nada. Al final, habíamos caminado tanto que a mí me pareció que
habíamos salido del pueblo, así que tumbamos hacia otro sitio a ver si
encontrábamos los malditos canales.
Pero no hubo suerte, así que renuncié y pensé en ir
a lo seguro y buscar la manera de llegar a Ping
Jiang Lu (平江路), que es una calle peatonal que bordea un canal y posiblemente la zona de
canales más conocida de Suzhou.
Encontramos una parada de autobús y por el
recorrido, me fijé en el plano de la ciudad que nos dejaba cerca de la entrada,
así que tomamos el autobús y nos bajamos a los 10 minutos. No estaba tan lejos,
pero el cansancio y el calor estaban haciendo estragos en mí y en familia. Yo
intentaba disimular el enfado que llevaba encima, porque Suzhou me estaba
decepcionando y mucho, pero pensaba en positivo y tenía aún la esperanza de que
los canales no me fueran a decepcionar.
Y efectivamente, cuando llegamos, no me
decepcionaron, me HUNDIERON EN LA
MISERIA. Con todos los respetos lo digo, porque yo no he estado en Venecia
y no puedo opinar, pero llamar a Suzhou la Venecia de Oriente, es como llamar manjar
a la mortadela, con todos los respetos a la mortadela, que es un gran embutido.
El agua de los canales no es que estuviera sucia,
aquello era otro nivel: directamente estaba gris. Yo creo que te das un
baño en esos canales y te desintegras. Y la zona peatonal no es que acompañara
mucho que digamos. Todos los precios de los bares y los puestos donde vendían
comida y recuerdos, por las nubes, algunos camareros se dedicaban a “limpiar”
las mesas de la terraza tirando cubos de agua gris del canal y tenías que ir
con cuidado porque algunos que iban en bicicleta parece que su único objetivo
era atropellar a gente, en vez de dar un paseo o desplazarse tranquilamente.
Fue un palo muy gordo, la verdad. Y de nuevo los chinos volvieron a recordarme
la capacidad que tienen de cargarse y destruir aquellas cosas más bonitas y que
hacen que su país sea distinto del resto. Yo me quedé sin palabras y estaba
cabreadísimo, mi hermano y mi cuñada intentando sacar alguna foto que valiera
la pena y alucinando también y mi madre muerta de calor y de cansancio. ¡El día
perfecto, vamos!
Tras caminar un buen rato, llegamos al otro extremo
de la zona peatonal. Quedaba por ver la Puerta de Pan (盘门) y la zona más moderna y comercial que era la Shang Tang
Jie (上塘街), pero estábamos tan cansados, acalorados y decepcionados con Suzhou que
pensamos en coger el autobús, ir a la estación y volver a Shanghai. Tuvimos que
hacer transbordo de autobús, pero a eso de las 6 y algo llegábamos a la
estación de Suzhou.
Y a pesar de la frecuencia de trenes, tuve
problemas para comprar el billete, porque no había trenes hasta dos horas más
tarde y para la estación central no había hasta las diez de la noche, así que
tuvimos que ir la Shanghai Hongqiao (上海虹桥), que era la del aeropuerto. Pero eso no fue todo,
porque de repente, hubo un rifirrafe entre dos chinos en las taquillas y se
empezaron a pelear, porque uno al querer revender un billete de tren se lo
estaba intentando vender más caro de lo que lo había comprado. En fin, yo lo
único que quería era volver a Shanghai, cenar un poco, ducharme e irme a
dormir.
Al comentarle a mi familia el tema del tren,
decidimos meternos en el McDonald’s, comernos un helado y jugar a las cartas
mientras llegaba la hora del tren. No fue del todo mal ir a esa estación,
porque al día siguiente teníamos el tren de vuelta a Tianjin desde esa
estación, así que de esa manera podríamos calcular cuánto tiempo íbamos a necesitar,
para salir con tiempo y no tener sustos.
Y nada, así acabó nuestro fatídico día por Suzhou.
Decepción es la primera palabra que me viene a la cabeza cada vez que lo
recuerdo. Y no solo eso, fue de largo el peor día que pasamos los cuatro por
China. Supongo que no todo puede salir bien, ni todo nos podía gustar, pero
desde luego, mucho ha cambiado mi opinión de Suzhou.
No quería acabar esta entrada sin añadir una cosa
más. El hecho de que nuestro día fuera un desastre y que Suzhou no nos gustara
nada, no quiere decir que si alguien quiere ir vaya, es decir, mi intención
aquí no es hacer mala publicidad de la ciudad, sino relatar cómo nos fue el día.
En parte, el problema que tuvimos fue el calor y (en mi caso sobre todo) también
las expectativas de encontrarme una cosa que me habían contado y que no son
reales. Quizá en otras condiciones y circunstancias a otra persona le puede
encantar y parecerle una ciudad preciosa y estar totalmente en contra de lo que
he contado a lo largo de toda esta entrada. No quiero que esto se lea como un
repelente, es decir, invito a la gente a que vaya, lo vea con sus propios ojos
y que después saque sus conclusiones. Lo he dicho, lo digo y lo diré siempre:
sobre China y los chinos te pueden contar muchas cosas, pero hasta que no lo
ves por ti mismo, no te puedes hacer una idea de lo que es realmente.
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