¿Alguna vez os han pagado un viaje por apuntaros a una
actividad escolar o universitaria y has vuelto al cabo de unos días como si
hubieras estado de vacaciones más que representando tu escuela? Yo, por suerte,
puedo contestar a esta pregunta con un rotundo, SÍ. Ese viaje ha sido a la ciudad de TAIYUAN (太原),
para participar en una competición de Bote
del Dragón (龙舟)
representando al equipo europeo de nuestra querida universidad en
Tianjin. Os hago una pequeña introducción de la ciudad antes de nada:
NOMBRE
|
TAIYUAN 太原
|
PROVINCIA
|
SHANXI 山西
|
POBLACIÓN
|
+ de 4 millones de
habitantes
|
LUNES
10 DE JUNIO DE 2013
La fecha de partida era el lunes 10 de junio de 2013
alrededor de las 9 de la mañana y la de vuelta el viernes 14 de 2013 sobre las 5 de la tarde. Como el transporte en tren
dijeron que iba a ser muy complicado, decidieron contratar un autobús para que
nos llevara hasta Taiyuan, cosa que me alegró, porque hubiéramos tardado lo
mismo, hubiera sido un follón tomar autobús en la estación y con el autobús
directo íbamos todos juntos, como cuando te vas de colonias con el cole.
A mí esas fechas no me venían nada bien por varios
motivos:
1. El
día 11 era mi cumpleaños y no me hacía mucha gracia no estar por Tianjin para
comunicarme con la gente,
2. El
día 16 tenía un examen de nivel de chino y estar por Taiyuan remando iba a ser
algo divertido pero una distracción para preparar el examen,
3. Se
acercaba el final del semestre y era una semana importante para fijar exámenes
y acabar el temario y yo no iba a estar,
4. Esperaba
un mail importante de cara a saber qué iba a hacer el curso que viene con mi
vida.
Sin embargo, necesitaba un cambio de aires con urgencia.
No salía de Tianjin desde que fuimos a Pekín hacía ya más de un mes y solo
fuimos a pasar el día y las clases ya se estaban haciendo eternas, por lo que
salir de la residencia y del aire contaminado de Tianjin era una cosa que
necesitaba.
La expedición se componía de muchas personas:
Todos los componentes del equipo de nuestro universidad. Profes y alumnos incluidos. |
· 10
coreanos que integraban uno de los dos equipos que representaba a
la universidad,
·
10
internacionales que integraban el otro de los dos equipos
que representaba a la universidad (se suponía que éramos el equipo “Europa”,
pero en el equipo había 3 rusos, 2 ucranianos, 1 australiano, 1 canadiense, 2
estadounidenses y 1 español, así que lo de equipo “Europa”, lo dejo
entrecomillado porque aquella parecía la ONU),
·
Nuestro coordinador Li Peng, que hacía de traductor más que de otra cosa, porque
pintaba menos que el rotulador blanco carioca,
·
El profesor
que se encargó de organizar toda la actividad (este ahora que lo pienso, no nos
dirigió la palabra en los 4 días de viaje),
·
El profesor
que nos enseñó a remar,
·
Y 5
estudiantes chinos que eran profesionales en lo de remar botes y que
también nos habían ayudado en los entrenamientos. Vinieron básicamente porque
les pagaban todo y los chinos nunca rechazan una invitación de este tipo.
A eso de las 10 de la mañana nos pusimos en marcha
todos juntitos en el autobús. El viaje en bus duró en total unas 7 horas aproximadamente, unas 6 de
conducción y otra hora de paradas en las áreas de servicio para que descansara
el conductor (y se echara un cigarro el pobre hombre) y nosotros pudiéramos estirar
las piernas.
Yo me pasé la mayoría del camino sobando, lo reconozco, y
algún que otro rato estudiando vocabulario, no hice nada más. Hubo una de las
veces que me bajé tan dormido, que casi me choco con una señora de la limpieza
y al salir del baño me dejé el grifo abierto del baño, pero ya se encargó un
chino de gritarme para recordar que tenía que cerrarlo. ¡Un gesto muy amable el
suyo gritándome en plan verdulero señor!
La siguiente parada que hicimos vimos como unos hornos en
los que hacían unas pastas de masa de pan, las cuales causaban sensación entre
los chinos, que se apelotonaban en el mostrador agitando billetes en la mano
para que les atendiera unas chicas, que se encargaban de irlos colocando en
bolsas de papel reciclado.
Los hornos de marras. |
A eso de las 17:30 aproximadamente llegamos al hotel
donde nos íbamos a hospedar durante las 4
noches que íbamos a estar en Taiyuan, todo cortesía de nuestra universidad.
Nos tuvieron casi media hora esperando en la recepción hasta que nos dijeron
que la llave de la habitación nos la iban a dar más tarde porque iban demasiado
lentos, una habitación, por cierto, que vale 500 yuanes la noche
(62,5€), vamos, tirando la casa por la ventana. Esperamos unos 20 minutos más y
por fin, nos dieron un ticket para cenar en el buffet del hotel y para allá que
nos fuimos porque el buffet cerraba a las 7 y nosotros íbamos bastante justos
de tiempo.
Del buffet hablaré más tarde, pero sólo voy a comentar
dos cosas: una, que en ese buffet necesitan urgentemente un traductor
chino-inglés, porque usar Google Translator no funciona casi nunca, palabra de
traductor licenciado (#postureo); y dos, que probé tantas cosas y tan distintas
que volví hasta la coronilla de comida china, de salsas, picante y cosas que no
sabes si es carne, pescado o las dos cosas a la vez.
Tras la cena tocaba por fin ir a buscar las llaves de las
habitaciones, que ya las tenían disponibles. Yo iba a compartir habitación con Josh, el australiano. Nada más llegar a
la habitación pude comprobar que la habitación no estaba nada mal, incluso las
vistas de la ventana no tenían mala pinta.
Sin embargo, no todo podía ser todo
tan perfecto. El problema que tuvimos estaba en el baño. Nada más poner un pie
en la habitación, Josh me dijo que tenía que usar el baño para hacer sus
necesidades y al terminar y tirar de la cadena, PAM, embozado. La cara de trauma que tenía el pobre muchacho era un
poema. Salí al pasillo para ver si había alguien mientras el muchacho intentaba
bajar todo aquello, que era cuanto menos, REPUGNANTE,
sobre todo porque empezaba a colmar. En el pasillo me encontré a varios
compañeros que también tenían problemas con el baño: unos no tenían agua, a
otras al tirar de la cadena empezó a salir agua del retrete y a otras, por la
ducha salía unosh hilillosh de agua. Así
que llamamos a recepción para que nos lo arreglaran todo de golpe.
La habitación de hotel. |
Una vez volvió la calma y se arreglaron los problemas con
los lavabos, Josh me dijo si me apetecía dar una vuelta por los alrededores del
hotel para descubrir la zona. Teníamos tiempo libre, así que como no tenía nada
mejor que hacer, acepté. A nosotros se unió Hilary, la que nosotros llamamos Pinky, que está medio enrollada
con el australiano, así que yo iba allí de aguanta velas sin quererlo, porque
ellos iban paseando en plan parejita y yo al lado en plan, “no sé si tendría que haber venido con estos
dos”, pero bueno, al menos recorrimos varias calles de la ciudad y
conocimos los alrededores.
Antes de salir, no obstante, pedimos indicaciones para ir
a algún bar o visitar algo que valiera la pena. El chico de recepción nos dijo
que había un bar llamado 着迷 (ZHAOMI,
que significa fanático), que allí
iban muchos extranjeros y que para tomar algo aquel era el mejor sitio. Después
de una buena paseada, volvimos y vimos el cartel del bar. Nos costó encontrarlo
porque estaba por una calle un poco escondida, lo que me hizo sospechar. Y
cuando yo sospecho, ¡mal asunto amigo!
Yo pensando que era un bar cutre con sus mesas para tomar algo con música baja,
pero en la misma puerta ya nos encontramos con 12 camareros y para entrar en la sala tenías que recorrer un
pasillo que hacía curva. Al entrar finalmente en la sala, la música estaba
altísima, había una iluminación bastante baja, y un montón de zonas de
reservados. Pero cuando ya se me dispararon todas las alarmas fue al ver al
fondo del bar una barra americana. Aquella era un puticlub en toda regla. Yo no
sabía cómo hacerle entender a la parejita feliz que teníamos que salir de allí
cuanto antes, pero no me hacían ni puñetero caso. Los dos mirando las luces
como bobos. Ahí comprendí también que Dios los cría, y ellos se juntan. Nos
trajeron la carta y al ver los precios a mí casi me da un soponcio: lo más
barato en la carta valía 240 yuanes (30€) y era una caja de 16 cervezas,
luego ya estaban las botellas de licor que rozaban precios desorbitados. En ese
momento, miré a Josh y por fin comprendió que teníamos que pirarnos de allí. La
otra no, la neurona no la tenía encendida aquel día. Ella indignadísima porque
quería tomar algo, hasta que le contamos lo que pasaba en esos sitios, y luego
el australiano se puso a contarnos que un día fue a uno muy parecido y el tipo
de “espectáculos” que hacían. Ella consternada y yo aliviado por salir de aquel
lugar. Tocaba buscar otro sitio.
En eso que nos llama Maxim,
el ucraniano que rema a mi lado, para saber dónde estamos y que si vamos a
tomar algo se apunta. Nos reencontramos con él en el hotel y fuimos en busca de
algo que estuviera abierto. Encontramos muchos puestos en los que hacían
pinchos de carne en la calle, pero las mesas y las sillas daban pena de lo
sucias que estaban, así que fuimos caminando hasta que encontramos un centro
comercial llamado WORLD TRADE CENTER (me pareció un poco de mal gusto que llevara
ese nombre) donde había un restaurante/cafetería donde nos dejaron entrar para
tomar unas coronitas.
Aquí fuimos a tomar algo. |
Estuvimos allí durante hora y media, hasta las 23:00
aproximadamente. Después de un par de cervezas y hablar de la ciudad, de la
competición, del hotel y de un poco de todo en general, pagamos y nos fuimos de
vuelta al hotel. Con la Pinky achispada por beberse dos birras y riéndose por
cualquier cosa.
MARTES
11 DE JUNIO DE 2013
Me levanté al día siguiente cuando sonó el despertador, a
las 7 de la mañana. Todavía arrastrando sueño, pese a dormir del tirón, pero
con ganas de comerme el mundo. Ese día cumplía 24 años y había que aprovecharlo al máximo.
Teníamos el desayuno a las 7.30 de la mañana. Como no
estoy acostumbrado a desayunar mucha cosa, me comí unas salchichas, un poco de
bacon, un poco de jamón en barra con pan, algo de fruta y vi leche, pero
aquello era magma, así que nada. El almuerzo lo teníamos a las 11.30 y no
teníamos nada que hacer por la mañana, así que no iba a cebarme a comer, porque
no iba a tener nada de hambre cuando llegara la hora de comer.
Aproveché la mañana para estudiar para el examen del
domingo. Cualquier momento era bueno, no había mucho tiempo para estudiar, así
que cualquier rato que se pudiera, ni que sea mirar el vocabulario era
importante. Al final acabé estudiando con Emily
Kate, una estadounidense que justamente también tenía el examen el mismo
día y del mismo nivel.
A las 11.30 bajamos a almorzar. Comimos y nos dijeron que
teníamos que estar en el lobby del
hotel a las 15:00 para ir al lugar de la competición del día siguiente y
hacer la toma de contacto y un poco de entrenamiento. Volví a subir para seguir
estudiando y descansar para el entreno de la tarde y en ese momento entró
Hilary en la habitación. Había venido para ver una película con Josh, y acto
seguido se tumbaron los dos en su cama y miraron la película mientras estaban
medio abrazados. Lo que pasaba en aquella habitación es que tres son multitud, y yo sabía que
estorbaba más que una mosca cojonera en verano pero bueno, ya lo viví con
Dimitri y Natasha el semestre pasado, así que ya no me afectan esas cosas. De
repente tocan a la puerta para decirnos que no es a las 15:00, sino a las 14.15.
Seguí a lo mío. Y 20 minutos después, que nos vistamos que nos íbamos ya. ¿PERDONA? Hemos pasado de tener 3 horas
de descanso a menos de 1 hora… Pero en fin, lo de siempre, son chinos y te
dicen una cosa y luego resulta que es otra.
A la 13.15 estábamos todos abajo, coreanos,
“europeos” y chinos. En ese momento vinieron un chico y una chica que eran
estudiantes de la universidad de Shanxi y que eran los estudiantes que se
encargaban de guiarnos y decirnos dónde teníamos que ir, etcétera.
De aquí en adelante los llamaré los happy flowers. (Nota del bloggero)
A los 10 minutos nos hicieron salir del hotel para ir a
otro hotel que estaba justo al lado y nos hicieron esperar en la calle unos 15
minutos a que llegara el autobús que nos llevaría al lugar donde se iba a
celebrar la competición. Nos montaron en el autobús y de repente, en vez de
salir a la carretera, dio marcha atrás y aparcó el vehículo en una calle. Nos
quedamos metidos en el autobús como 45 minutos más, sin saber nada. A todo esto
eran casi las 15:00, la hora que nos
habían dicho para quedar en principio, pero yo por dentro estaba “tranquilo Marc, no pasa nada, ya sabes cómo
son, no te enfades, disfruta de tu día y que nada te lo estropee”. Al final
vemos que llega otro bus y nos dicen los happy
flowers que nos bajemos, que ahora mejor tomamos ese bus. En fin, Serafín.
Después de un recorrido de 20 minutos en autobús llegamos
hasta un gran parque con un largo río (juraría que era un río y no un lago,
pero no puedo poner la mano en el fuego si eso es verdad) repleto de puentes
que lo cruzaban. El sitio era espectacular. Combinaba los espacios verdes, con
zonas de paseo. Una maravilla arquitectónica. Lo aplaudo desde aquí. Nada más
llegar nos dieron una tarjeta de acreditación con nuestra foto (careto
horrible), nuestro nombre y de qué universidad veníamos.
La acreditación |
Llegamos al dique donde están varadas todas las
embarcaciones y en ese momento se pone a llover. A MARES. Una tormenta que nos
obligó a tener que cubrirnos del agua bajo unas carpas. Cayó la de San Quintín
durante 30 minutos. Sin cesar. Hasta que de repente, aflojó, paró y unos
segundos después salió el sol. Cosas inexplicables de China y de su
climatología. Al salir el sol se fueron acercando los equipos que competían:
había equipos de otras universidades chinas, y luego de otros países como de
Nueva Zelanda, de Estados Unidos, de Kenya, del Congo o de Rúsia. Muchísima
variedad. Todos desbordaban una profesionalidad que nos dejaba a nosotros, que
parecía que íbamos de parranda y no a competir, a la altura del betún, además
de no tener ninguna posibilidad de ganar nada, pero como nosotros íbamos a
pasarlo bien y a vivir la experiencia, que nos quiten lo bailao'.
Tuvimos que esperar una hora aproximadamente, tiempo que
aprovechamos para entablar conversación con gente de otros equipos. Hubo un
momento que me acerco a una china para preguntarle de dónde es (básicamente
porque no paraba de mirarme) y de repente me contesta:
No te
había dicho nada porque pensaba que no sabías hablar chino.
Gracias por el elogio, simpática.
Entrenamos durante una hora. Practicando movimientos para
remar más rápido y más fuerte y coordinando las indicaciones del chino que
golpea el tambor con nuestras remadas.
Entrenando |
Una vez finiquitada la última sesión de entrenamiento,
vuelta al bus y de nuevo al hotel para cenar después de una buena ducha.
Esa noche bajamos a cenar todos a la vez, para hacer
equipo. Y aquí fue uno de los momentos embarazosos del viaje, cuando al ir a
buscar el postre, cogí un trozo de tarta y dije en voz alta, ¡por mis 24! Una
cosa que no hice fue ir diciendo todo el rato que era mi cumpleaños, uno porque
no soy de llamar la atención ni querer ser el centro de las miradas; y dos,
porque no quería que me hicieran algo como, QUÉ TE DIGO YO, ponerse a cantar el
CUMPLEAÑOS FELIZ en CHINO en medio de un comedor en el que había más de 250
personas y que todo el mundo cantara a la vez, para acabar levantándote rojo
como un pimiento a dar las gracias (pero queriendo que te engulle la tierra) y
se acercaba todo el mundo a felicitarte. Desde la distancia reconozco que fue
un momento precioso.
Tras la cena subimos a la habitación para jugar a las
cartas un rato. Y llegó una buena noticia. Había entrado en el Máster de Traducción Audiovisual de la
UAB. Estaba siendo un día REDONDO.
Para rematar la noche, fuimos a un bar cercano a tomar
algo con el resto del equipo “europeo”. Brindamos por mi cumpleaños, hablamos
de la competición del día siguiente, de la suerte que teníamos de vivir una
experiencia así y de las ganas que teníamos que llegara la competición del día
siguiente y disfrutar al máximo de una celebración tan china siendo
extranjeros.
Volvimos al hotel, no sin antes hacernos veinte fotos con
los camareros del bar, porque les hizo gracia que fuéramos extranjeros, y a
dormir. El despertador iba a sonar a las 5.30 de la mañana, pero yo apuré hasta
las 12.00 porque quería ver cómo pasaban los últimos minutos del día 11, ese
año que hice los 24, que no sé que tienen, pero me estaban sentando
genial.
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