martes, 29 de abril de 2014

太原 - Taiyuan (I)

¿Alguna vez os han pagado un viaje por apuntaros a una actividad escolar o universitaria y has vuelto al cabo de unos días como si hubieras estado de vacaciones más que representando tu escuela? Yo, por suerte, puedo contestar a esta pregunta con un rotundo, . Ese viaje ha sido a la ciudad de TAIYUAN (太原), para participar en una competición de Bote del Dragón (龙舟) representando al equipo europeo de nuestra querida universidad en Tianjin. Os hago una pequeña introducción de la ciudad antes de nada:

NOMBRE
TAIYUAN 太原
PROVINCIA
SHANXI 山西
POBLACIÓN
+ de 4 millones de habitantes

LUNES 10 DE JUNIO DE 2013
La fecha de partida era el lunes 10 de junio de 2013 alrededor de las 9 de la mañana y la de vuelta el viernes 14 de 2013 sobre  las 5 de la tarde. Como el transporte en tren dijeron que iba a ser muy complicado, decidieron contratar un autobús para que nos llevara hasta Taiyuan, cosa que me alegró, porque hubiéramos tardado lo mismo, hubiera sido un follón tomar autobús en la estación y con el autobús directo íbamos todos juntos, como cuando te vas de colonias con el cole.  

A mí esas fechas no me venían nada bien por varios motivos:

1.   El día 11 era mi cumpleaños y no me hacía mucha gracia no estar por Tianjin para comunicarme con la gente,
2.   El día 16 tenía un examen de nivel de chino y estar por Taiyuan remando iba a ser algo divertido pero una distracción para preparar el examen,
3.   Se acercaba el final del semestre y era una semana importante para fijar exámenes y acabar el temario y yo no iba a estar,
4.   Esperaba un mail importante de cara a saber qué iba a hacer el curso que viene con mi vida.

Sin embargo, necesitaba un cambio de aires con urgencia. No salía de Tianjin desde que fuimos a Pekín hacía ya más de un mes y solo fuimos a pasar el día y las clases ya se estaban haciendo eternas, por lo que salir de la residencia y del aire contaminado de Tianjin era una cosa que necesitaba.

La expedición se componía de muchas personas:

Todos los componentes del equipo de nuestro universidad. Profes y alumnos incluidos.

·  10 coreanos que integraban uno de los dos equipos que representaba a la universidad,
·        10 internacionales que integraban el otro de los dos equipos que representaba a la universidad (se suponía que éramos el equipo “Europa”, pero en el equipo había 3 rusos, 2 ucranianos, 1 australiano, 1 canadiense, 2 estadounidenses y 1 español, así que lo de equipo “Europa”, lo dejo entrecomillado porque aquella parecía la ONU),
·        Nuestro coordinador Li Peng, que hacía de traductor más que de otra cosa, porque pintaba menos que el rotulador blanco carioca,
·        El profesor que se encargó de organizar toda la actividad (este ahora que lo pienso, no nos dirigió la palabra en los 4 días de viaje),
·        El profesor que nos enseñó a remar,
·        Y 5 estudiantes chinos que eran profesionales en lo de remar botes y que también nos habían ayudado en los entrenamientos. Vinieron básicamente porque les pagaban todo y los chinos nunca rechazan una invitación de este tipo.

A eso de las 10 de la mañana nos pusimos en marcha todos juntitos en el autobús. El viaje en bus duró en total unas 7 horas aproximadamente, unas 6 de conducción y otra hora de paradas en las áreas de servicio para que descansara el conductor (y se echara un cigarro el pobre hombre) y nosotros pudiéramos estirar las piernas.

Yo me pasé la mayoría del camino sobando, lo reconozco, y algún que otro rato estudiando vocabulario, no hice nada más. Hubo una de las veces que me bajé tan dormido, que casi me choco con una señora de la limpieza y al salir del baño me dejé el grifo abierto del baño, pero ya se encargó un chino de gritarme para recordar que tenía que cerrarlo. ¡Un gesto muy amable el suyo gritándome en plan verdulero señor!

La siguiente parada que hicimos vimos como unos hornos en los que hacían unas pastas de masa de pan, las cuales causaban sensación entre los chinos, que se apelotonaban en el mostrador agitando billetes en la mano para que les atendiera unas chicas, que se encargaban de irlos colocando en bolsas de papel reciclado.

Los hornos de marras.
Probé uno, no es nada del otro mundo, sobre todo porque está más seco que la mojama. Además a ese pan le falta o rellenarlo con algo, o untarlo en paté o tener una salsa al lado e ir mojando como si de unos Doritos se tratara, porque no saben a nada, pero bueno, algo más que ya he probado. No recuerdo el nombre ahora mismo.



La última parada la hicimos una vez pasamos el peaje de entrada a la ciudad. Ante nosotros se alzaba una ciudad en obras pero con un cielo azul mucho más limpio que el de Tianjin, cosa que agradecí mucho.

A eso de las 17:30 aproximadamente llegamos al hotel donde nos íbamos a hospedar durante las 4 noches que íbamos a estar en Taiyuan, todo cortesía de nuestra universidad. Nos tuvieron casi media hora esperando en la recepción hasta que nos dijeron que la llave de la habitación nos la iban a dar más tarde porque iban demasiado lentos, una habitación, por cierto, que vale 500 yuanes la noche (62,5€), vamos, tirando la casa por la ventana. Esperamos unos 20 minutos más y por fin, nos dieron un ticket para cenar en el buffet del hotel y para allá que nos fuimos porque el buffet cerraba a las 7 y nosotros íbamos bastante justos de tiempo.

Del buffet hablaré más tarde, pero sólo voy a comentar dos cosas: una, que en ese buffet necesitan urgentemente un traductor chino-inglés, porque usar Google Translator no funciona casi nunca, palabra de traductor licenciado (#postureo); y dos, que probé tantas cosas y tan distintas que volví hasta la coronilla de comida china, de salsas, picante y cosas que no sabes si es carne, pescado o las dos cosas a la vez.

Tras la cena tocaba por fin ir a buscar las llaves de las habitaciones, que ya las tenían disponibles. Yo iba a compartir habitación con Josh, el australiano. Nada más llegar a la habitación pude comprobar que la habitación no estaba nada mal, incluso las vistas de la ventana no tenían mala pinta.
La habitación de hotel.
Sin embargo, no todo podía ser todo tan perfecto. El problema que tuvimos estaba en el baño. Nada más poner un pie en la habitación, Josh me dijo que tenía que usar el baño para hacer sus necesidades y al terminar y tirar de la cadena, PAM, embozado. La cara de trauma que tenía el pobre muchacho era un poema. Salí al pasillo para ver si había alguien mientras el muchacho intentaba bajar todo aquello, que era cuanto menos, REPUGNANTE, sobre todo porque empezaba a colmar. En el pasillo me encontré a varios compañeros que también tenían problemas con el baño: unos no tenían agua, a otras al tirar de la cadena empezó a salir agua del retrete y a otras, por la ducha salía unosh hilillosh de agua. Así que llamamos a recepción para que nos lo arreglaran todo de golpe.


Una vez volvió la calma y se arreglaron los problemas con los lavabos, Josh me dijo si me apetecía dar una vuelta por los alrededores del hotel para descubrir la zona. Teníamos tiempo libre, así que como no tenía nada mejor que hacer, acepté. A nosotros se unió Hilary, la que nosotros llamamos Pinky, que está medio enrollada con el australiano, así que yo iba allí de aguanta velas sin quererlo, porque ellos iban paseando en plan parejita y yo al lado en plan, “no sé si tendría que haber venido con estos dos”, pero bueno, al menos recorrimos varias calles de la ciudad y conocimos los alrededores.

Antes de salir, no obstante, pedimos indicaciones para ir a algún bar o visitar algo que valiera la pena. El chico de recepción nos dijo que había un bar llamado 着迷 (ZHAOMI, que significa fanático), que allí iban muchos extranjeros y que para tomar algo aquel era el mejor sitio. Después de una buena paseada, volvimos y vimos el cartel del bar. Nos costó encontrarlo porque estaba por una calle un poco escondida, lo que me hizo sospechar. Y cuando yo sospecho, ¡mal asunto amigo! Yo pensando que era un bar cutre con sus mesas para tomar algo con música baja, pero en la misma puerta ya nos encontramos con 12 camareros y  para entrar en la sala tenías que recorrer un pasillo que hacía curva. Al entrar finalmente en la sala, la música estaba altísima, había una iluminación bastante baja, y un montón de zonas de reservados. Pero cuando ya se me dispararon todas las alarmas fue al ver al fondo del bar una barra americana. Aquella era un puticlub en toda regla. Yo no sabía cómo hacerle entender a la parejita feliz que teníamos que salir de allí cuanto antes, pero no me hacían ni puñetero caso. Los dos mirando las luces como bobos. Ahí comprendí también que Dios los cría, y ellos se juntan. Nos trajeron la carta y al ver los precios a mí casi me da un soponcio: lo más barato en la carta valía 240 yuanes (30€) y era una caja de 16 cervezas, luego ya estaban las botellas de licor que rozaban precios desorbitados. En ese momento, miré a Josh y por fin comprendió que teníamos que pirarnos de allí. La otra no, la neurona no la tenía encendida aquel día. Ella indignadísima porque quería tomar algo, hasta que le contamos lo que pasaba en esos sitios, y luego el australiano se puso a contarnos que un día fue a uno muy parecido y el tipo de “espectáculos” que hacían. Ella consternada y yo aliviado por salir de aquel lugar. Tocaba buscar otro sitio.

En eso que nos llama Maxim, el ucraniano que rema a mi lado, para saber dónde estamos y que si vamos a tomar algo se apunta. Nos reencontramos con él en el hotel y fuimos en busca de algo que estuviera abierto. Encontramos muchos puestos en los que hacían pinchos de carne en la calle, pero las mesas y las sillas daban pena de lo sucias que estaban, así que fuimos caminando hasta que encontramos un centro comercial llamado WORLD TRADE CENTER  (me pareció un poco de mal gusto que llevara ese nombre) donde había un restaurante/cafetería donde nos dejaron entrar para tomar unas coronitas.

Aquí fuimos a tomar algo.
Estuvimos allí durante hora y media, hasta las 23:00 aproximadamente. Después de un par de cervezas y hablar de la ciudad, de la competición, del hotel y de un poco de todo en general, pagamos y nos fuimos de vuelta al hotel. Con la Pinky achispada por beberse dos birras y riéndose por cualquier cosa.

MARTES 11 DE JUNIO DE 2013
Me levanté al día siguiente cuando sonó el despertador, a las 7 de la mañana. Todavía arrastrando sueño, pese a dormir del tirón, pero con ganas de comerme el mundo. Ese día cumplía 24 años y había que aprovecharlo al máximo.

Teníamos el desayuno a las 7.30 de la mañana. Como no estoy acostumbrado a desayunar mucha cosa, me comí unas salchichas, un poco de bacon, un poco de jamón en barra con pan, algo de fruta y vi leche, pero aquello era magma, así que nada. El almuerzo lo teníamos a las 11.30 y no teníamos nada que hacer por la mañana, así que no iba a cebarme a comer, porque no iba a tener nada de hambre cuando llegara la hora de comer. 

Aproveché la mañana para estudiar para el examen del domingo. Cualquier momento era bueno, no había mucho tiempo para estudiar, así que cualquier rato que se pudiera, ni que sea mirar el vocabulario era importante. Al final acabé estudiando con Emily Kate, una estadounidense que justamente también tenía el examen el mismo día y del mismo nivel.

A las 11.30 bajamos a almorzar. Comimos y nos dijeron que teníamos que estar en el lobby del hotel a las 15:00 para ir al lugar de la competición del día siguiente y hacer la toma de contacto y un poco de entrenamiento. Volví a subir para seguir estudiando y descansar para el entreno de la tarde y en ese momento entró Hilary en la habitación. Había venido para ver una película con Josh, y acto seguido se tumbaron los dos en su cama y miraron la película mientras estaban medio abrazados. Lo que pasaba en aquella habitación es que tres son multitud, y yo sabía que estorbaba más que una mosca cojonera en verano pero bueno, ya lo viví con Dimitri y Natasha el semestre pasado, así que ya no me afectan esas cosas. De repente tocan a la puerta para decirnos que no es a las 15:00, sino a las 14.15. Seguí a lo mío. Y 20 minutos después, que nos vistamos que nos íbamos ya. ¿PERDONA? Hemos pasado de tener 3 horas de descanso a menos de 1 hora… Pero en fin, lo de siempre, son chinos y te dicen una cosa y luego resulta que es otra.
A la 13.15 estábamos todos abajo, coreanos, “europeos” y chinos. En ese momento vinieron un chico y una chica que eran estudiantes de la universidad de Shanxi y que eran los estudiantes que se encargaban de guiarnos y decirnos dónde teníamos que ir, etcétera.

De aquí en adelante los llamaré los happy flowers. (Nota del bloggero)

A los 10 minutos nos hicieron salir del hotel para ir a otro hotel que estaba justo al lado y nos hicieron esperar en la calle unos 15 minutos a que llegara el autobús que nos llevaría al lugar donde se iba a celebrar la competición. Nos montaron en el autobús y de repente, en vez de salir a la carretera, dio marcha atrás y aparcó el vehículo en una calle. Nos quedamos metidos en el autobús como 45 minutos más, sin saber nada. A todo esto eran casi las 15:00, la hora que nos habían dicho para quedar en principio, pero yo por dentro estaba “tranquilo Marc, no pasa nada, ya sabes cómo son, no te enfades, disfruta de tu día y que nada te lo estropee”. Al final vemos que llega otro bus y nos dicen los happy flowers que nos bajemos, que ahora mejor tomamos ese bus. En fin, Serafín.

Después de un recorrido de 20 minutos en autobús llegamos hasta un gran parque con un largo río (juraría que era un río y no un lago, pero no puedo poner la mano en el fuego si eso es verdad) repleto de puentes que lo cruzaban. El sitio era espectacular. Combinaba los espacios verdes, con zonas de paseo. Una maravilla arquitectónica. Lo aplaudo desde aquí. Nada más llegar nos dieron una tarjeta de acreditación con nuestra foto (careto horrible), nuestro nombre y de qué universidad veníamos.
La acreditación
Llegamos al dique donde están varadas todas las embarcaciones y en ese momento se pone a llover. A MARES. Una tormenta que nos obligó a tener que cubrirnos del agua bajo unas carpas. Cayó la de San Quintín durante 30 minutos. Sin cesar. Hasta que de repente, aflojó, paró y unos segundos después salió el sol. Cosas inexplicables de China y de su climatología. Al salir el sol se fueron acercando los equipos que competían: había equipos de otras universidades chinas, y luego de otros países como de Nueva Zelanda, de Estados Unidos, de Kenya, del Congo o de Rúsia. Muchísima variedad. Todos desbordaban una profesionalidad que nos dejaba a nosotros, que parecía que íbamos de parranda y no a competir, a la altura del betún, además de no tener ninguna posibilidad de ganar nada, pero como nosotros íbamos a pasarlo bien y a vivir la experiencia, que nos quiten lo bailao'.

Tuvimos que esperar una hora aproximadamente, tiempo que aprovechamos para entablar conversación con gente de otros equipos. Hubo un momento que me acerco a una china para preguntarle de dónde es (básicamente porque no paraba de mirarme) y de repente me contesta:

No te había dicho nada porque pensaba que no sabías hablar chino.

Gracias por el elogio, simpática.

Entrenamos durante una hora. Practicando movimientos para remar más rápido y más fuerte y coordinando las indicaciones del chino que golpea el tambor con nuestras remadas.
Entrenando
Una vez finiquitada la última sesión de entrenamiento, vuelta al bus y de nuevo al hotel para cenar después de una buena ducha.

Esa noche bajamos a cenar todos a la vez, para hacer equipo. Y aquí fue uno de los momentos embarazosos del viaje, cuando al ir a buscar el postre, cogí un trozo de tarta y dije en voz alta, ¡por mis 24! Una cosa que no hice fue ir diciendo todo el rato que era mi cumpleaños, uno porque no soy de llamar la atención ni querer ser el centro de las miradas; y dos, porque no quería que me hicieran algo como, QUÉ TE DIGO YO, ponerse a cantar el CUMPLEAÑOS FELIZ en CHINO en medio de un comedor en el que había más de 250 personas y que todo el mundo cantara a la vez, para acabar levantándote rojo como un pimiento a dar las gracias (pero queriendo que te engulle la tierra) y se acercaba todo el mundo a felicitarte. Desde la distancia reconozco que fue un momento precioso.

Tras la cena subimos a la habitación para jugar a las cartas un rato. Y llegó una buena noticia. Había entrado en el Máster de Traducción Audiovisual de la UAB. Estaba siendo un día REDONDO.

Para rematar la noche, fuimos a un bar cercano a tomar algo con el resto del equipo “europeo”. Brindamos por mi cumpleaños, hablamos de la competición del día siguiente, de la suerte que teníamos de vivir una experiencia así y de las ganas que teníamos que llegara la competición del día siguiente y disfrutar al máximo de una celebración tan china siendo extranjeros.

Volvimos al hotel, no sin antes hacernos veinte fotos con los camareros del bar, porque les hizo gracia que fuéramos extranjeros, y a dormir. El despertador iba a sonar a las 5.30 de la mañana, pero yo apuré hasta las 12.00 porque quería ver cómo pasaban los últimos minutos del día 11, ese año que hice los 24, que no sé que tienen, pero me estaban sentando genial.  

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jueves, 24 de abril de 2014

北京 - Pekín (VI)

Hacía mucho de mi última visita por Pekín, concretamente desde el 11 de febrero, a principios de año, cuando volví para el segundo semestre de la beca. Y ya si pienso en última vez que fui a visitar algún monumento, tengo que irme a octubre de 2012, cuando por la Fiesta Nacional tuvimos una semana de fiesta.

Sin embargo, aún teníamos una cuenta pendiente con Pekín y era el momento de saldarla. Así que el pasado sábado 11 de mayo de 2013, después de decidirlo unos días antes, planeamos hacer una visita de un día hacia la capital.

La hora de quedada era sobre las 10 de la mañana, tiempo suficiente de dormir un poco, pero tampoco muy tarde para no llegar demasiado tarde a Pekín. Éramos 8: Meri, Ari, Judit, Carolina, Edgar, Laura, Kiwin (novio de Laura que vino de visita) y yo.

El día se presentaba duro y caluroso: a las 10 de la mañana radiaba el Lorenzo sobre los 30 grados y se preveía que llegaríamos a temperaturas de hasta 35 grados. Ahí es nada. Por una parte, ya era hora de notar el sol en la cara, pero aquel calor iba a ser sumamente extremo. Había que salir preparados con gorras, gafas de sol, pañuelos y crema solar para no achicharrarnos y llevar mucha, mucha agua en la mochila para hidratarnos y refrescarnos.

Una vez llegamos a la estación, compramos los billetes de tren y tras dar un paseo por el supermercado para buscar agua y echar un vistazo a los sombreros que había por allí (había de todo, desde lo más normal a lo más estrambótico) pasamos el control y esperamos unos minutos hasta que abrieron las puertas.

En el tren todos íbamos sentados en la misma fila, menos yo, que llevaba un chino a mi lado, al que por suerte para mí, no le dio ni por hacerme preguntas, ni por mirarme raro, es más, me ignoró como a un calcetín en el cesto de la ropa sucia. Encontré un periódico chino en el revistero del tren y me puse a ojearlo. Siempre he dicho que uno de mis objetivos al volver a casa tras mi paso por China era coger un periódico y más o menos entender las noticias. De momento estamos en ello, entendí una noticia pequeñita a la perfección, y el resto podía reconocer caracteres, pero ni idea de lo que significaban y luego había textos que no pillaba ni una, así que aún queda trabajo que hacer, pero no hay nada de lo que preocuparse, todo llegará…

Una vez nos atoramos en Pekín, fuimos en busca del metro. Siempre tan rápido y conveniente. Y lo digo sin ironías. 0 quejas sobre este aspecto de Pekín. En este punto se bifurcaron nuestros caminos: Laura, Kiwin y Carolina iban a visitar el Palacio de Verano, mientras que Edgar, Meri, Judit, Ari y yo nos fuimos a visitar el Templo del Cielo, porque el Palacio de Verano ya lo visitamos cuando fuimos en octubre.

Así que nuestra siguiente parada era el Templo del Cielo. A continuación os voy a hacer una pequeña presentación para que os situéis un poco.

El Tiemplo del Cielo 天坛 (TIAN TAN = altar del cielo) es el mayor templo taoísta de toda China. Se construyó en 1420 y las dinastías Ming y Qing lo utilizaron como lugar de culto y oración para las cosechas en primavera y dar las gracias al cielo por los frutos obtenidos en otoño. En 1998 se declaró Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Nos bajamos en la parada de metro correspondiente, salimos y a los 2 minutos nos topamos con la entrada. Justito en la puerta, ¡ideal! Pagamos la entrada reducida por ser estudiantes, 28 yuanes (3,5€) y entramos bajo el sol abrasador de Pekín. No se veía mucha gente, así que a simple vista parecía que iba a ser una visita tranquila.

Al empezar a caminar de repente Judit se puso a dar gritos: “PARAD, PARAD, PARAD.” De repente se mira el brazo y dice: “Dios, me estoy pelando y ni siquiera me ha dado el sol, ¡Dios!”. Se echó tanta crema que yo creo que ni un lanzallamas podría ser capaz de quemarla. Para rematar la protección, cogió un pañuelo que trajo y se lo echó por encima como si fuera un manto.
Retomamos nuestros pasos y nos encontramos con un largo porche repleto de pinturas y lleno de gente jugando al ajedrez chino, al mahjong, a cartas, comiendo, charlando, bailando…
Una actividad muy común entre los mayores en China.
Esto es una actividad muy típica entre los chinos, sobre todo los mayores, cuyo mejor entretenimiento es ir a los parques a disfrutar de su tiempo de ocio y hacer todo tipo de actividades, hasta deporte. La entrada para este tipo de actividades es totalmente gratuita, así que si te puedes ir a un espacio tan bonito como ese a pasar tus ratos libres una vez estás jubilado, encantando de la vida oiga.  

Tras dar una pequeña vuelta y comprar un helado o beber agua medio congelada para sofocar las condiciones climatológicas infernales, pasamos a la primera y principal atracción del Templo: El Pabellón de la Sala de la Oración por la Buena Cosecha

Este templo es el edificio más conocido de todo el recinto y uno de los más representativos de la ciudad y de todo el país. Es de forma circular, de un diámetro de 30 metros y una altura de 38 metros y construido sobre tres terrazas circulares de mármol blanco. Se sostiene sobre 28 pilares de madera y muros de ladrillo sin necesidad de ninguna viga. El salón tiene un triple tejado construido con tejas de color azul y está rematado por una bola dorada en la cúpula. Está construido totalmente de madera y la distribución de las 28 columnas tiene una gran simbología: en los 32 metros de diámetro, se disponen las columnas en tres círculos concéntricos: en el círculo más interior, las cuatro columnas más grandes representan las cuatro estaciones del año; en el círculo intermedio hay otras 12 columnas, que representan los 12 meses del año; y en el círculo más externo otras 12 columnas más, que representan las 12 horas del día. Como dato de interés, en el año 1899 sufrió un incendio, pero se reconstruyó al año siguiente.

El lugar me pareció impresionante y la panorámica exquisita. Es todo un símbolo de China y poderlo fotografiar es una delicia, pero contemplarlo con tus ojos, es aún más dulce si cabe. Hicimos un montón de fotos, ya que obviamente valía la pena detenerse y pasar el rato por allí.
¡Espectacular!

En la parte derecha había un pequeño museo con la historia de la construcción del Pabellón, con los eventos más trascendentales (se celebró un acto para recibir la llama olímpica para los Juegos Olímpicos de 2008, por ejemplo) y la placa que le otorgó la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Salimos y nos dispusimos a subir las escaleras para contemplar el Pabellón de cerca. Yo incluso lo rodeé. Me llamó la atención hacerlo. Después me asomé y pude ver las 28 columnas, cuyas representaciones os acabo de explicar hace un par de párrafos. Una vez visto y revisto, descendimos las escaleras y seguimos nuestro camino.

Después de pasar por una gran puerta, nos encontramos con un largo camino hasta otra parte del recinto. Vimos a una pareja haciéndose las fotos de su boda. Muy romántico todo.
很浪漫!


Tras andar un poco más, llegamos a un par de atracciones más del recinto.
Primero entramos en la Bóveda imperial del Cielo con una estructura muy parecida al templo de las Buenas Cosechas. Lo destacable de esta bóveda es que en la antigüedad incluía las tablillas de los antepasados del emperador, que se usaban en las ceremonias del solsticio de verano. Alrededor se encontraba el Muro del Eco, en el que desde un extremo se podía oír un suspiro del otro extremo. Hicimos la prueba y funciona, así que es realmente curioso. Aún así hay que intentar que haya poca gente, porque si hay cola o mucha gente, es casi imposible percibirlo.

Tras salir de aquí nos metimos en la otra atracción, que era el Altar Circular. Según leí en las indicaciones del lugar, iba a ser el lugar en el que se iba a construir el Pabellón de las Buenas Cosechas. Está hecho de mármol blanco y de tres niveles y la geometría gira en torno al número 9, el número imperial. El nivel superior, que simboliza el cielo, es un gran mosaico de 9 anillos, cada uno compuesto por piedras en múltiples de nueve, así el último contiene 81 piedras. Las escaleras también se presentan en múltiples de 9. En el centro del nivel superior, hay una especie de círculo de mármol en el que es muy típico subirse a hacerse una fotografía y desde el cual se puede ver gran parte del recinto. Aquí tuvimos problemas para subirnos y para echarnos las fotos, por culpa de los chinos que ni se apartaban y se nos colaban. Pero al final, lo logramos por turnos e incluso haciendo el friky.

Al salir de aquí llegaba el momento de pasearse por los jardines y parques del recinto, que ocupan más hectáreas que los templos y las bóvedas. Hicimos una parada para ir al lavabo y como no necesitaba ir, me quedé esperando a que salieran el resto. Ahí fue cuando me atacó la mosca perrera: una vieja que vendía un pack de 10 postales, que a pesar de decirle mil veces que no, seguía insistiendo. Yo sólo le decía que no me interesaba, pero ella sola se iba bajando el precio. Empezó con 20 yuanes, pero acabó dejándome las postales a 8 yuanes. En cuanto salía la gente del baño les iba preguntando, pero al final no se las compré, porque ya tenía esas postales y me costaron 6 yuanes, después de regatearlas en otra tienda cuando fui en octubre.

Los jardines y parques eran muy agradables. Caminabas y te encontrabas distintas zonas con flores o árboles. Judit iba en busca del jardín de las rosas, porque fue con su novio a ver el Templo del Cielo en enero y estaba todo congelado y no tenía rosas. Al final lo encontramos y así lo encontramos:
Judit feliz como una perdiz porque el jardín de las rosas tenía rosas

Vimos otras zonas con flores, hasta un grupo de música tocando una pieza muy agradable bajo la sombra de los árboles. Caminamos un rato más y ya decidimos marcharnos, porque era la hora de comer y el calor apretaba de lo lindo.

Una vez terminada la visita, retrocedimos nuestros pasos, salimos por donde entramos y fuimos en busca de un sitio donde refugiarnos del calor y poder comer algo. Miramos alrededor y encontramos un centro comercial con un McDonalds, así que allí mismo nos metimos. Comimos, nos refrescamos, descansamos y reposamos un poco la comida. Eran las 15:30 aproximadamente cuando decidimos volver a ponernos en marcha, y aquí nos volvimos a separar: Judit, Ari y Edgar se fueron al Mercado de la Seda a comprarse zapatos y sandalias, y Meri y yo nos fuimos para 五道口 (wu dao kou), una zona de Pekín con muchos estudiantes, extranjeros y bares y donde nos íbamos a encontrar todos al final para ir a cenar juntos algo que os contaré más tarde.

En aquel barrio nos encontramos con Tania y Esther, un par de chicas de nuestra universidad que estudiaban allí. A priori teníamos unos 30 minutos de trayecto entre el Templo del Cielo y五道口, pero hubo un momento en que nos empanamos Meri y yo, nos equivocamos de dirección en un metro que iba en línea circular y dimos la vuelta más larga, por pereza de cambiarnos, pudimos encontrar sitio para sentarnos, así que veíamos pasar las paradas y los minutos. 1 hora más tarde salíamos por la puerta de la estación del metro en busca de Tania y Esther.

五道口 es un barrio de bares, discotecas y restaurantes sobre todo para estudiantes extranjeros.
Bebida de coco
Es una zona que está bien para salir por la noche a tomar algo sin necesidad de irte a
三里屯 (san li tun), otra zona de ocio pero muchísimo más cara, donde también están la mayoría de embajadas, por cierto. Fuimos a parar a un bar para tomar algo y ponernos al día mientras el sol de Pekín caía a la misma velocidad que descendían los grados del termómetro.

Finalmente, alrededor de las 19:00 nos encontramos todos de nuevo en la boca del metro. Nuestro siguiente destino era ir a cenar algo muy especial y muy pekinés: EL PATO.

El pato pekín es, sin lugar a dudas, uno de los platos más conocidos de la gastronomía china. Aún no lo habíamos probado, y por esa zona había un restaurante que Tania y Esther nos dijeron que lo preparaban bastante bueno. Se puede comer en muchas otras zonas de Pekín, como en 前门 (QIAN MEN) donde hay muchas calles estrechas o 胡同 y hay muchísimos restaurantes que asan los patos en las mismas puertas como si de pollos a l’ast se trataran.

Llegamos al restaurante y estábamos todos bastante reventados. Pero había que comer pato sí o sí. En aquel restaurante te daban la opción de pedir medio pato o un pato entero y además para acompañar pedías otros platos para compartir en el centro y arroz y así llenas el buche.

Lo que más nervioso me puso es que teníamos una sola carta par 10 personas, nadie decidía qué quería para comer por el cansancio y la camarera iba preguntando cada minuto si sabíamos qué queríamos. No sé si fue el calor o el cansancio o el sol en la cara, pero me estaba entrando una cosita por dentro entre ácida y amarga que no me estaba gustando nada. ¿Sabéis el instinto asesino de Hannibal Lecter? Pues por ahí. Solté la carta y al final dijeron 5 platos, pedimos un pato entero y le dijimos a la cansina de la camarera que si nos quedábamos con hambre pediríamos algo más, porque nos dijo que no iba a ser suficiente.  

Estos son los platos que pedimos para acompañar el pato:

·        Patatas con verduras
·        Revuelto de huevo con verduras
·        白菜 (bai cai) que es un tipo de lechuga con salsa de soja o vinagre
·       宫保鸡丁 (gong bao ji ding) que son trocitos de pollo en salsa con frutos secos
·        古老肉 (gu lao rou) que es el archiconocido cerdo agridulce.

Una vez nos acabamos estos platos, trajeron el pato. Es un poco como cuando pides paella o cochinillo en España. Te viene el chef con el pato asado encima de una bandeja y te lo enseña. Como si te estuviera diciendo: “esto es lo que te vas a meter entre pecho y espalda”. Y entonces agarró un cuchillo jamonero y empezó a cortar el pato en pequeñas rodajas. El pato no es muy grande así que tampoco salió mucha carne de allí, pero suficiente para que todos pudiéramos probar un poco.
¡A por el pato!

Os explico cómo debe comerse el pato pekín:

1.   Lo normal es que en el centro de la mesa tengas 3 platos: uno con el pato cortado en trozos; otro con verduras como cebolla o pepino o soja; y por último unas tortitas o creps. También debería de haber una pequeña taza con una salsa de color marrón que huele un poco fuerte (no os asustéis, sólo es olor y no es picante). 
Pato Pekín
2.   Primero coge una tortita o crep y póntela en el plato. Por mucho que cueste hay que cogerla con los palillos. No me seáis bastos usando la mano.
3.   Segundo, coge un poco de pato con los palillos y colócalo en el centro de la tortita.
4.   Tercero, añade las verduras que quieras (si te gustan, yo sólo cebolla porque el pepino destroza el sabor del plato, en mi opinión).
5.   Cuarto, coge una cucharilla y esparce un poco de salsa por encima para dar un poco de sabor al pato y a la tortita.
6.   Quinto, enróllalo todo (yo recomiendo no poner mucha cantidad porque si no se te va a salir todo y te va a gotear la salsa y lo más probable es que acabes con un manchote del tamaño de una pelota de tenis en la camiseta).
7.   ¡A comer!

Tal que así.

Y eso fue todo. Comimos todos al menos una fajita de pato pekín cada uno. Realmente bueno, de verdad. No está mal probarlo si se va de viaje a Pekín. Al final la cena subió a los 23 yuanes por cabeza (menos de 3€).

Y así se acabó nuestro viaje. Nos despedimos de Tania y Esther, volvimos a la estación, compramos los billetes para Tianjin, y llegamos a la residencia muertos de sueño, muertos de cansancio, pero contentos por haber pasado un día tan bonito por Pekín.

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