viernes, 22 de febrero de 2013

Tracas a tutiplén, la vuelta a la rutina y el año de la serpiente venenosa


Pasan los días y aquí en Tianjin todo vuelve a su cauce y a la normalidad. Poquito a poco la gente va llegando, la residencia se va llenando, algunos de sus casas; otros, más aventureros, de algunos rincones lejanos de China. Estos días por casa han sido maravillosos, espectaculares, (y así podría seguir hasta quedarme sin adjetivos que entren dentro del campo semántico de “bueno”), pero ya toca volver al estudio intensivo del chino, a ver si consigo aprender lo máximo, adquirir un buen nivel y garantizarme un buen curro (llamadme iluso si queréis, pero hay que intentar ser optimista). La rutina se cierne sobre nosotros y la sombra del inicio del segundo semestre es más grande que la del título de la novela de la señora Erika Leonard James, pero, ¿qué le vamos a hacer? Algún día teníamos que empezar, ¿no?

Las celebraciones de Año Nuevo ya terminaron hace unos días, gracias a Dios, porque yo ya no podía soportar más pirotecnia, a nivel de ruido y a nivel de respiración. Era terriblemente desagradable salir a la calle y respirar PÓLVORA. ¿Por qué, señor, no teníamos suficiente con la contaminación? Sé que alguno estaréis pensado, “Pero si los petardos, son bonitos, ¿por qué te molestan tanto? Vale, sí, estoy de acuerdo, es bonito que exploten cerca y los puedas ver, yo soy el primero que en San Juan le gusta tirar cohetes, pero no hasta el punto de no permitir a los vecinos pegar ojo, que más de una noche me he despertado asustado por el estallido de un petardo y no he podido dormir bien. Y bueno, de celebraciones de Año Nuevo la verdad es que no he tenido muchas, estuvo el domingo visitando a unas compañeras en Tanggu (podéis leer la entrada sobre la visita en el apartado “Conociendo la Conchinchina/Tanggu – 塘沽”) y allí pude experimentar un poco su comportamiento en la mesa y entender un poco mejor sus costumbres en la mesa. Ahora sólo queda una celebración (que pone punto y final a las celebraciones de año nuevo), que si no me equivoco, es mañana sábado, así que ya intentaremos enterarnos si se organiza algo.

El lunes ya empezamos las clases a las 8 de la mañana. Va a ser durillo volver a levantarse a las 7 de la mañana, porque jetlag no tengo, pero como estos días no he tenido nada que hacer ni nada por visitar, lo de levantarme pronto, como que no, así que tengo que volver a hacer un cambio de chip importante de cara a los primeros días. La semana que viene, por eso, no es muy importante, los estudiantes tienen la posibilidad de elegir el nivel de chino al que quieren ir a estudiar, entonces pueden ir a varias clases de diferentes niveles para cerciorarse de que las asignaturas de ese nivel se corresponden al volumen de conocimiento que el susodicho alumno posee. Yo he decidido que haré un salto de 2 niveles (normalmente de semestre a semestre, los alumnos saltan 2 niveles). Veremos si el nivel al que quiero ir es el adecuado, y si meten caña para aprender lo máximo posible.

Respecto a las condiciones climatológicas, no os lloréis por mí, Argentina, que hace mejor temperatura, aunque aún hace algo de fresquibiris, pero todavía no hay que cantar victoria, porque, si no me dijeron mal, ahora viene el mes del viento, y cuando hace viento, HACE FRÍO, porque el viento viene de Siberia o de no sé donde por Mongolia. Aún así, la cosa va bien. Si no morí de congelación en Harbin, creo que sobreviviré lo que queda de frío sin muchas complicaciones.

Otra de las cosas que tengo que contaros es que ya tengo compañero de habitación. Mi compañero del semestre pasado, según me dijo su novia, no volvía, así que me cambié de piso para estar más cerca de las otras compañeras, ahora estamos todos juntitos en el mismo piso (menos Ari y Judit, a ver si conseguimos convencerlas para que se muden), así que me tenía que tocar otra persona con la que convivir este segundo semestre. Pues bien, es de (REDOBLE DE TAMBORES) TRTRTRTRTRTRTRRTTRRTRTRTRTRTRT……………………………………………………………………….. RUSIA. UEEEEEEEEEEEEEEee… Espera, Marc, relaja. Vuelve a ser ruso, sí, OTRA VEZ. Me persiguen. ¡Hasta el técnico de telefónica que vino a arreglarme el módem de casa era ruso! Sin embargo, esta vez estoy contento, porque habla algo de inglés y al menos me puedo comunicar con él. Hablé más con él ayer en un rato, que con Dimitri en 4 meses, así que bien. Se llama Sasha (que en ruso es el diminutivo de Alexander), tiene 19 años (los rusos empiezan la universidad a esa edad, un dato gratuito de cultura rusa que os cuelo porque me apetece) y ha venido a China a estudiar con una beca de 4 años, me explico: este año estudiará aquí, pero el año que viene irá a estudiar a otra universidad de China que no sea esta en Tianjin. Curiosamente, vive en una zona del sur de Rusia donde, sorprendentemente, NO HACE FRÍO, cuesta de creer, pero SÍ señores, hay una zona concreta en el sur donde los rusos no se quedan más tiesos que una rodaja de merluza en el congelador. Y nada, me enseñó 4 palabras básicas en ruso (“hola”, “adiós”, “gracias”, “buenas días/noches”, “de nada”), hablamos un poco del chino y del semestre pasado (puso a caer de un burro a Dimitri) y hasta me regaló una tableta de chocolate, esta mañana me ha dado un Sugus ruso muy rico y esta noche estaba cenando un tipo de chorizo típico ruso y me ha dado una rodaja. A ver si yo abro el embutido que me traje y le doy un poco, que cada vez que abre una bolsa de comida me ofrece, al menos es generoso. Veremos cómo avanza la convivencia con él durante las semanas, por lo menos el hecho de poder entenderme con él, me da más tranquilidad para poder poner normas y aclararnos si surge algún problema.

Y nada más por el momento, chicos. Ya estamos todos de vuelta por aquí. La semana que viene prometo una Lista #SoyFan, dadme un poco de tiempo para ordenar nuevos datos. No quiero terminar sin hacer una pequeña enumeración de “personajillos” y situaciones que he visto desde que llegué:

1.   ¡Dame, que me gusta! Me llevo fijando, en más de un caso de hecho, que algunos chinos hacen un ejercicio muy curioso: se dan MANOTAZOS en los brazos, pero con ganas, de esos mamporros que suenan y pican. No sé si es una técnica zen, será algo del ying o el yan, o simplemente están como PUTAS CABRAS.

2.   Los monitores de natación. Este lunes volví a lanzarme al agua de la piscina de Tianjin. Sigue a temperatura FRÍA DE COJONES. Pues bien, coincidió que los cursillos de natación empezaban a los 20 minutos de estar yo en el agua. Normalmente evito esa hora por la aglomeración de niños en el agua y la imposibilidad de dar brazadas porque hay más de 3 personas por carril, pero como era aún Año Nuevo pensé que no habría, MEEEEEEEEEEEEEEEC, ¡ERROR! Lo que me hizo más gracia de la situación, es que los monitores van armados con una vara de bambú para guiar a los niños por si se tuercen o van muy pegados a la pared. Me pareció un método de lo más curioso…

3.   La piscina apesta a ¿verdura? Más de una vez me ha pasado que los socorristas (por llamarles de alguna manera, pero vamos, que trabaja menos que un político enchufado del Gobierno en el Senado) de la piscina se hace la cena en una pequeña mesa donde se sienta a otear a los nadadores. Llevan un termo gigante lleno de agua caliente, entonces se hacen caldos de fideos, o llevan un tapper con comida directamente, lo cual provoca que a veces te venga un fuerte hedor a comida cuando estás nadando, cosa que no es nada agradable. Lo que ya me pareció el colmo y remate fue lo que vi el otro día: el socorrista se trajo su tabla de cortar, sus verduras y con un cuchillo las iba pelando y cortando a trocitos con toda su pachorra. ¡Claro que sí, con un par!

4.   ¿Dejas el móvil por favor? Aquí las cajeras del supermercado no son la alegría de la huerta, pero bueno, no son del todo malas, un poco lentas, pero mejor eso que nada. Lo que me llamó la atención el otro día fue que la cajera que nos atendió pasaba los códigos de barras, cobraba y nos despachaba mientras mantenía una conversación telefónica con alguien que debía estar medio sordo o sorda, porque hablaba a grito pelado. Anonadado me quedé.

5.   ¡Puaj! Eso es lo que sentí cuando la semana pasada iba a la tienda de teléfonos a recargar el móvil, salió un grupo de chinos de un restaurante y del grupo, un hombre se apartó se colocó al lado de la rejilla de una alcantarilla y se puso a vomitar en plena calle. Por supuesto que los amigos se empezaron a cachondear y a hacerle fotos. Irían finos, finos.

6.   I’m not famous. Al volver a pisar las calles de China se me había olvidado lo que era que te miraran extrañado por la calle o te echaran fotos. Hubo unos que incluso se bajaron de un taxi y siguieron haciéndome fotos hasta que crucé el paso de cebra (increíble, pero lo crucé con el semáforo en verde para el peatón y los coches se pararon ante el semáforo en rojo) y giré la calle. A veces me siento como si fuera un criminal o un famoso con tanta miradita pretenciosa.

7.   La loca del banco. La semana pasada fui al banco. Mientras me estaban atendiendo, entró una mujer mayor muy amable que en cuento me vio se emocionó muchísimo y empezó a decirme que era “guapo, guapo, guapo”. Me preguntó si era norteamericano, a lo que yo corregí con un “no, español” y entonces volvió a repetir lo de “guapo, guapo, guapo” y dijo que le gustaban mucho mis ojos y la forma de mi nariz y entonces me preguntó por los toros, pero yo no la entendí, hasta que se puso los dedos en la cabeza y empezó como a cornar. Yo ya estaba en modo vergüenza ajena ON, así que le dije que a mí no me gustan los toros y se echó a reír y lo iba repitiendo entre risas “QUE NO LE GUSTAN LOS TOROS, JAJAJAJAJ, LOS TOROS, JAJAJA, ES ESPAÑOL Y DICE QUE NO LE GUSTAN, JAJAJAJAJA, LOS TOROS QUE NO, JAJAJAJ, QUE NO LE GUSTAN LOS TOROS, JAJAJAJA”, se lo dijo a la muchacha que la estaba atendiendo, a la muchacha que me estaba atendiendo a mí, a otra clienta que estaba esperando, hasta al policía de la entrada. Cabe destacar que me iba dando golpecitos en el hombro en señal de amor de abuela hacia su nieto. Un encanto de mujer.

Y esto es todo por el momento, me despido con un “Hasta pronto” y puedo prometer y prometo que volveré con noticias fresca no dentro de mucho. Antes de dejaros, quiero enseñaros una de mis frases favoritas en chino:

吃错了药!

Chi cuo le yao!

Literalmente significa “comer mal la medicina”, lo cual quiere decir “estar como una cabra”, “estar mal de la cabeza”, “estar drogado (en el sentido de hacer locuras)”. Una frase que aprendí y que, por casualidades de la vida, uso mucho, ¿a qué se deberá eso?

                              

马克儿

lunes, 18 de febrero de 2013

塘沽 - Tanggu


Seguimos descubriendo otro pedacito de China, esta vez no es ni una provincia, ni una ciudad, sino un distrito que se encuentra dentro de Tianjin, la ciudad en la que estoy viviendo y estudiando. Este distrito se llama Tanggu (塘沽) y está localizado hacia el este de Tianjin, y cuyas características principales son que alberga el puerto de Tianjin, que da al mar de Bohai (渤海 = BOHAI = literalmente “MAR BO”); y donde se encuentra el área de desarrollo tecnológico y económico de Tianjin.

El motivo de la visita era para encontrarme con Sara e Irene, un par de compañeras de clase de chino en la UAB. Habían aterrizado en China a principios de febrero porque van a trabajar aquí, y al estar tan cerca y no tener nada que hacer, había que organizar una quedada para reencontrarnos y ponernos al día. Tiene gracia que nos veamos en China y no en España.

Para llegar hasta Tanggu me decanté por el tren, tardaba unos 20 minutos el trayecto, sabía cómo llegar a la estación sin ningún problema, el billete era barato ya que ida y vuelta me salió por 21 yuanes = 2,6€ (Más barato que la ida de Mataró a Barcelona en bus o tren, ejem ATRACADORES ejem) y me iban a estar esperando en la estación, así que no tenía mucha complicación.

A las 7.30 de la mañana del domingo 17 de febrero de 2013, salí por la puerta de la habitación para ir a coger el autobús hasta la estación con una espesa “niebla” que cubría el cielo y el sol, que seguía durmiendo plácidamente. Me sorprendió ver las calles ya con tráfico y con tanta gente, sobre todo teniendo en cuenta que era domingo y que en España, las calles a esas horas de la mañana, rara vez consigues ver un alma por la calle, como mucho ancianos que se van de paseo o jóvenes que vuelven con una borrachera de caballo a casa a dormir la mona.

A eso de las 8:40 tomé el tren y a las 9:02 salí por la puerta de la estación para reencontrarme con las chicas. Después de salir, decidimos qué íbamos a hacer aquel día que teníamos por delante.

El primer objetivo del día era ir a visitar el puerto de Tianjin y pasear por la zona. El plan no parecía muy complicado de buenas a primeras, ¿no? Antes de seguir, ¿por casualidad recordáis a ese tipo que era profesor en el programa ese de bailar que se llamaba “FAMA”? Pues bien, para los nostálgicos y los que no lo sepáis, tenía una infame expresión que decía así: “caca, súper caca y UNA SUPER CAGADÍSIMA”. Nuestro plan de ir al puerto fue UNA SUPER CAGADÍSIMA, así de claro y en mayúsculas. Os cuento. No sabíamos dónde estaba exactamente, así que tiramos de Google Maps y le dijimos al taxista que nos llevara a la zona más “turística” o a la zona más cercana. El taxista iba conduciendo, el contador iba subiendo, nosotros íbamos charlando y el puerto no se veía por ninguna parte. Al final, salimos por una entrada de la autopista y allí no había NADA ni NADIE, aquello estaba más muerto que Wert en una asamblea de estudiantes armados.
El taxi en cuestión.
De repente, encontramos un centro comercial, que Irene dijo que estaba abandonado, y seguimos avanzando pero allí no había nada, incluso el taxista iba hablando por el walkie preguntando, pero allí no había rastro de nada, desértico. Y finalmente, llegamos al final de la carretera, donde sólo había un taxi (que vete a saber tú que estaba haciendo allí el taxista sólo, NO QUIERO NI SABERLO), un pequeño paseo con alguna que otra escultura, y el mar de Bohai, que se veía de color verdoso y con grumos, que bañaba unas rocas que tenían nieve. La niebla tampoco mejoraba mucho la vista, porque aquello parecía una escena de Piratas del Caribe.
El paseo marítimo nevado con el mar Bo (渤海) de fondo.
Así que nos bajamos del taxi con el contador ya en 100 yuanes, diciéndole al tío que no se fuera, dimos varios pasos, echamos 4 fotos (incluso le pedimos al taxista que nos echara una de los 3 y en vez de sacar la estatua que teníamos detrás sacó la niebla) y nos volvimos para atrás con el mismo taxi. Nos echamos a reír de lo surrealista de la situación, sobre todo con el comentario de Sara de “ahora le dirá a sus compañeros LOS PARDOS YA VUELVEN”. Sé que no tiene ni PUTA gracia, pero era eso, darnos de hostias o matar al taxista, así que nos lo tomamos de la mejor manera posible.
¡Ya vuelve los pardos!

Tras llegar de vuelta a la zona del apartamento donde están viviendo ellas, el contador marcaba la escalofriante cifra de 210 yuanes, lo cual suponía pagar 70 yuanes cada uno por el taxi (8,75€), puede que en €uros no sea mucha cantidad, pero aquí eso es un dineral. Encima el taxista se extrañó cuando lo pagamos a partes iguales y no lo pagaba yo. ¿ESTAMOS LOCOS? El taxista ya podía dejar de trabajar ese día, ya le habíamos llenado el cupo de beneficios antes de las 10:30 de la mañana.

Tras el chasco de la visita al puerto, las chicas me estuvieron enseñando la zona por la que viven. Me pidieron perdón tropecientas mil veces porque no había nada que visitar y que turismo por allí 0, pero no me importaba, ya me lo imaginaba antes de ir.
Paseando por 塘沽
Por lo tanto, caminamos por las calles, paseamos por un parque de árboles deshojados, hice fotos a las cuatro  estatuas contadas que había por las calles (cuando veíamos estatuas era un ¡ESTATUA!) y fuimos a desayunar al Starbucks (un poco de publicidad subliminal, SÍ, y SÍ, en China también hay) y a charlar un rato mientras hacíamos tiempo.


A las 12 fuimos en dirección hacia el hotel donde ellas estaban viviendo. Habían quedado con una china, cuyo nombre era Kelly, que era la que se había encargado de traerlas hasta China y que trabaja en una empresa en Shangai. Aquel mismo día cogía un avión de vuelta, así que habían quedado con ella para despedirse, preguntarle dudas sobre el trabajo y darle las gracias por toda la ayuda.

Fuimos para unas calles que habíamos visto anteriormente mientras caminábamos en la que había restaurantes para ir a comer. Vimos, en primer lugar, un sitio que no era muy caro y que servían varios platos, pero Kelly dijo que no porque era demasiado “simple”. Unos metros para allá, encontramos otro que le pareció mejor y allá que entramos.

El restaurante tenía una decoración muy acogedora y las mesas estaban acompañadas de taburetes y no de sillas para sentarse. A mí lo que más me llamó la atención fueron dos mujeres que estaban en la puerta del lavabo y se encargaban de decirte “está ocupado” o “ya puedes pasar”. Una vez todos sentados en la mesa, se acercó la camarera para atendernos y nos dejó encima de la mesa de madera una hoja en la que había jiaozi (饺子 = ravioli chino muy típico hecho con una pasta pequeña como de canelón relleno de carne, verduras u otros ingredientes. Me ha quedado muy de Arguiñano, pero para quien no lo sepa) y después nos enseñó una tablet (fue como ¿EING?) con fotografías de platos con el nombre y el precio. Pedimos 3 de jiaozi, y 3 platos: uno de champiñones rebozados, otro de pollo troceado con verduras y anacardos (宫保鸡丁 por si alguien lo conoce) y uno de berenjena a trozos en salsa. Y para beber, té. Un poco cliché, pero bueno, entre té y agua caliente, me quedo con el té.

Todo estaba riquísimo. Y lo digo en serio. Lo único que no me entusiasmó mucho fueron los champiñones, pero el resto de platos, de 10. Las chicas aprovecharon la comida para preguntar dudas (van a trabajar de profesoras de inglés en una guardería) y pedir consejos y al final ya hablamos del idioma, de la diferencia de culturas, del matrimonio en China y de muchos otros temas. Una comida realmente agradable.

Tras salir del restaurante acompañamos a Kelly de vuelta al Starbucks para que adquiriera un café y fuimos con ella hasta que tomó un taxi para ir a una estación de metro, porque con el metro podía llegar hasta el aeropuerto directamente.

Lo siguiente que hicimos fue ir hacia dónde vivían ellas. Se hospedan en un hotel, pero no en las habitaciones del hotel, sino que dentro del hotel hay unos apartamentos, y en uno de esos apartamentos, que además es una oficina con su despacho de reuniones y todo, están ellas viviendo con su jefe.   

Al entrar en el apartamento, pude comprobar que aquello era mucho más grande de lo que yo imaginaba. Nada más entrar, vi ordenadores y a un par de mujeres que estaban trabajando. Al presentarme, una de ellas me pidió por favor que tomara asiento y me ofreció un té, que pese a estar muy bueno, quemaba como la madre que lo parió. Estuvimos sentados un rato, mientras Irene y Sara me explicaban cómo funcionaba el apartamento, su trabajo, quién era quién allí y que en breve iba a conocer a su jefe, con el que íbamos a cenar esa tarde/noche (teniendo en cuenta que cenan entre las 5 y las 6…).

De repente, se abrió la puerta y entraron varias personas de entre los cuales se encontraba su jefe, cuyo nombre inglés es Kevin, y me saludó muy efusivamente. Se presentó en inglés, pero me dijo que hablara con él en chino si quería, que nos entenderíamos mejor. Charlamos un rato y me dijo que iban a preparar la cena, que me sintiera como en casa.

Las chicas aprovecharon para enseñarme todo el apartamento y nos refugiamos en su habitación un rato. Como ellas llegaron durante el año nuevo chino se han dedicado a ir con el jefe a cenas y comidas de año nuevo chino con mucha gente y han experimentado muchísimo todo lo relacionado con sus costumbres en la mesa, su forma de hablar, su forma de beber, etc.

Cuando llegaron las 6 de la noche nos llamaron para ir a la cena. En la mesa íbamos a ser nosotros tres, el jefe Kevin (que por cierto es de Harbin), su esposa, un amigo suyo que se llamaba Mark como yo (se partió de la risa cuando se lo dijimos), un hombre y dos mujeres más. La relación de los otros cuatro no me quedó muy clara, pero bueno que íbamos a ser 6 chinos y 3 españoles. En la mesa había un festín de comida de todo tipo: salmón crudo, fideos, arroz, carne con verduras, carne con brócoli, verduras, platos típicos, salsas… DE TODO Y PARA TODOS LOS GUSTOS. Sin embargo, para mí lo que más me llamó la atención, por lo asqueroso que era, fue el 臭豆腐 = CHOUDOUFU, no sé si el primer carácter es el correcto, pero es un tofu de un color entre marrón, verde y negro que tienen envasado en un bote con una agua verdosa. El olor es repugnante, pero al probarlo fue como si cogiera una cagada de paloma con los palillos y me la comiera, A-S-Q-U-E-R-O-S-O. Pero bueno, sigo vivo, todavía... Como dijo Kevin emulando a mi madre en ocasiones, para decir que algo no te gusta tienes que probarlo antes, aunque sea muy poquito, si no lo pruebas, nunca sabrás si te gusta o no. Kevin era una caja de sorpresas, por cierto, también nos comentó que estuvo trabajando 8 años en Ghana y aprovechaba siempre que podía para bromear con nosotros.

No puedo pasar por alto la bebida. No sé si lo he comentado alguna vez, pero en China te puedes ir a comer a cualquier restaurante con tu bebida, y no pasa nada, así que normalmente la gente suele comprar la bebida fuera y llevarla para comer o cenar, ya que en la carta suelen ser un poco caras. Normalmente, en este tipo de eventos se suele beber cerveza (青岛 QingDao, es la más famosa y que se suele consumir más) o baijiu (白酒 = literalmente “licor blanco”) que se puede comparar con nuestro aguardiente, se consume en comidas de negocios y eventos importantes y que tiene una graduación alta. Como ya había probado el baijiu y preferiría que me quemaran vivo antes de volver a beberlo, ya vi que los chinos estaban bastante emperrados con que bebiera, pero ya les dije de entrada que “muhas gracias, pero prefiero la cerveza”. Fue muy curioso poder ver cómo se comportan y qué hacen a la hora de comer en este tipo de eventos. Te iban diciendo que comieras e iban proponiendo brindis (sobre todo mi tocayo Mark) por esto y por aquello, brindis con este, brindis con el otro, brindis con menganito, brindis y más brindis. Lo curioso del brindis, por ejemplo, era la cantidad que tenías que beber. Te preguntaban, “¿Cuánto?” y tenías tres opciones:

A) decir ganbei (干杯) lo cual traducido a nuestro idioma es un “Sant Hilari, Sant Hilari, fill de puta qui no se l’acabi” de manual;

B)  decir ban () lo cual quiere decir que te tienes que beber medio vaso, opción que utilizamos más;

C) decir yimu (no sé qué puñetas de carácter es) lo cual quiere equivale a “un dedo, un sorbo, un trago”, que lo hicimos al principio, y ya hacia el final, mientras los chinos nos miraban con cara de “¡vaya mierda!”.

Suerte que no bebí baijiu en esa cena porque entonces no vuelvo a Tianjin esa noche aunque me lleven a cuestas hasta la habitación. La cerveza y el baijiu corrían en esa mesa que daba gusto, y eso que me dijeron las chicas que esa noche era suave.

Luego salió el tema del fumeque. Me preguntaron “¿Fumas?” y dije “No”. Y de repente se hizo como un silencio incómodo, incluso Kevin tomó aire. Al cabo de unos segundos vino la réplica: “¿POOORRRQUEEEEE?” y yo “Pues porque es malo para la salud”, y entonces Kevin soltó “un buen hombre tiene que hacer cosas malas para ser bueno”, dicho esto, se echó a reír. HIJOPUTA como le dio la vuelta.  

A mí me llamaron la atención especialmente mi tocayo Mark, que me iba proponiendo brindis y que intentaba hacer bromas con nosotros, y por supuesto, Kevin, el jefe, que se nos puso a hablar de temas como “en China la familia es muy importante”, de la trascendencia de tener “contactos” aquí, de cuánto más grande sea una familia mejor, de que ganar dinero es lo principal, que él era el hermano mayor y Sara e Irene sus hermanas, que éramos muy inteligentes por venir a China porque China es muy importante hoy en día… No sé, fue un poco escena de “El Padrino”, pero bueno. Lo que me hizo más gracia es que Kevin no comía, sólo repartía comida y bebía baijiu sentado con las piernas abiertas y con toda su panza aposentada en sus piernas, expandida como si fuera un puf de IKEA en el suelo.

Viví toda esa cena a tope. Por un lado, todo era muy interesante, verles en su salsa, comiendo, bebiendo, brindando, charlando, riendo, fumando, con el jiji y el jaja; pero por otro lado, el tema de la familia y los contactos daba un poco de canguelo. Sin embargo, vivir esa experiencia me supo a oro, porque era una de las cosas que quería sentir y experimentar, y a pesar de que fueran sólo 2 horas, aprendí un poco más de su cultura, me relacione lo que pude con ellos, entendí todo lo que pude de lo que hablaban en chino y bebí lo justo. En definitiva, una experiencia T-R-E-M-E-N-D-A.

A eso de las 8 estábamos otra vez en la estación, para ya volverme a Tianjin. En el tren, me di cuenta del gran día que había vivido y todo lo que aprendido y experimentado, de verdad que fue un placer poder ponerme al día con Sara e Irene, visitar una zona nueva en China y poder pasar un gran día en Tanggu.      

miércoles, 13 de febrero de 2013

Mi segundo primer día


Tianjin. Mi querida Tianjin. Ya estoy aquí de nuevo.

Han pasado muy rápido estos días, des del día 19, la vuelta a casa, después de una paliza de viaje que se prolongó hasta casi las 35 horas entre vuelos, esperas, retrasos y escalas. Sin embargo, pasar unos días por casa era lo que más necesitaba. GRACIAS por estos días.

Ahora toca la segunda parte de esta emocionante aventura por China. Antes, voy a relataros todo lo acontecido en este segundo primer día.

Después del “escarmiento” que supuso los otros dos vuelos (salidas a las 6 de la mañana y escalas de mínimo 4 horas) esta vez compré los vuelos a horas más decentes y con escalas más cortas. Al fin y al cabo, si están esas escalas es porque la gente las puede hacer. Mi vuelo (esta vez volví a confiar en Austrian Ariways para volver a Beijing) partía a las 13.45 desde BCN Airport, así que sobre las 11.30 estaba ya por el aeropuerto, para tener tiempo de sobra para pesar la maleta, forrarla en plástico, pasar por facturación, cruzar el control de equipaje de mano y encontrar la puerta de embarque.

En el aeropuerto me encontré con Carolina, una chica peruana que estudia en Francia que también está estudiando conmigo en Tianjin, con la que volvía, cosa que agradecí mucho cuando me enteré porque al ser un viaje tan largo, viajar sólo es un peñazo.

Los problemas salieron nada más empezar. ¿Debido a qué? Pues al peso de la maleta. Se suponía que no iba a tener problemas, porque dejé ropa en Tianjin, había dejado cosas que ya no me iban a servir en casa y había espacio de sobra, pero me puse a llenar la maleta de comida y embutido y al pesar la maleta, me pasaba de 4 kilos, así que empecé a poner cosas en la maleta de mano, que entraba dentro del peso establecido por la compañía (8 kilos), pero como no la pesan ni la controlan, empecé a poner cosas hasta que me parecía que estaba todo “equilibrado”. Una vez la maleta estaba dentro del peso establecido, la forraron en plástico, y fui para facturación y de nuevo susto al ver en el panel que el peso de la maleta bailaba entre 23,5 y 24 kilos. Al ver la cara de la azafata de tierra me acojoné un poco, pero no dijo nada, le puso la cinta correspondiente y para dentro. ¡Una cosa pesada menos!

Tras despedirme de mis padres, lo siguiente era pasar el control de equipaje por el detector. Yo confiaba en que no me quitaran nada de la comida que había quitado de una maleta a otra, pero no os preocupéis, TODO pasó sin problemas y sin pitar. Ahora, los 4 minutos que tardé en ponerlo todo en bandejas y los otros 4 minutos para volver a guardarlo, no fueron nada gracioso.  

Al llegar a la puerta de embarque vimos que había un retraso de unos 20 minutos. Teniendo en cuenta que teníamos 1 hora y 30 minutos de escala en Viena para coger el siguiente avión hasta Beijing, la verdad es que no nos preocupamos mucho, había tiempo de sobra, aunque saliera con retraso. Al final, entre pitos y flautas, salimos con más de media hora de retraso, pero bueno, tuvimos un vuelo tranquilo, con un sándwich y una bebida a escoger y aterrizamos en una Viena cubierta por la nieve que caía del cielo.

Al bajar del avión, fuimos directos a la puerta para nuestro siguiente vuelo, no sin antes pasar por el control de pasaportes y visado. A mí, ni siquiera me abrieron el pasaporte, el policía vio mi pasaporte y dijo algo así como “Españolen” y, nada, PALANTE COMO LOS DE ALICANTE.

Al llegar a la puerta, ya habían empezado con el embarque. Aún faltaban unos 35 minutos para la salida del vuelo, pero ya podíamos entrar, así que chino-chano, pasamos por el control de billetes, pasaporte y visado y para adentro. En este punto, tengo una buena y una mala noticia. LA BUENA es que el vuelo iba bastante vacío, con lo que no hizo falta que Carolina y yo nos sentáramos al lado, por lo que ella se fue a ocupar una fila de 3 para poder estirarse y yo pude poner los pies en su asiento y estar ambos más anchos; LA MALA era que nuestros asientos no tenían pantalla, lo cual suponía que no había ninguna distracción para ese vuelo de más de 9 horas, fuera de varias televisiones que había distribuidas por el avión  en la que proyectaban películas, que no sé otros pasajeros, pero en todos los asientos que probé se escuchaban terriblemente mal. Así que a dormir, leer y escuchar música hasta que llegáramos a Beijing. La comida, eso sí, una gozada, bebida te daban a cascoporro (hubo un pasajero que tenía dos asientos más a la derecha que se puso fino a Chivas durante todo el vuelo) nos dieron un snack de galletitas saladas, un desayuno con embutido y la comida había para elegir entre pasta con salsa de gambas y guisantes o pollo con salsa china y arroz. Cuando la azafata me preguntó, primero me dijo “pollo” y cuando dijo “pasta” no la dejé ni terminar PASTAAAAAAAAAAAAAAA. Un gran acierto, porque estaba riquísima.

Al llegar al aeropuerto (tengo que reconocer que no se me hizo tan largo y tedioso como pensaba) control de visado y pasaporte, montarnos en un pequeño tren que conecta la terminal de despegue de aviones y puertas de embarque con el aeropuerto en sí, y allí recogida de equipaje (¡sano y salvo con todo!). Una vez teníamos las maletas nos dispusimos a salir con los carritos, Carolina con las maletas de mano, y yo con las maletas grandes, pero antes había ¡OTRO! control de maletas, preso del estupor me quedé cuando el guardia dijo: “una de aquí y una de aquí” señalando a nuestros carros. En fin…

Lo siguiente fue ir a por el bus directo hacia Tianjin. Tuvimos la suerte de no tener que esperarlo porque salía a los 5 minutos de llegar nosotros. El trayecto rutinario se prolonga hasta casi las 2 horas y media, pero llámalo que no había nadie por la carretera y sorprendentemente todo el mundo iba por su carril, llámalo que el conductor iba más rápido que Fernando Alonso en una recta, pero en menos de dos horas nos plantamos en la estación de autobuses de Tianjin. Y es aquí donde venía la parte divertida: había que coger un taxi.

No sé si lo recordaréis de la entrada de mi primer día en Tianjin, pero el taxista que nos llevo, bueno los dos taxistas que nos llevaron, nos timaron a base de bien, y yo no estaba dispuesto a que eso volviera a pasar. Salimos de la estación y allí estaban ellos: LOS TAXISTAS, esperando como buitres hambrientos de carroña y en busca de extranjeros despistados a los que poder engatusar y sacarles hasta la bilis. Y ya nada más salir y preguntar al primero, nos dijo que 50 yuanes cada uno (6,25€) a lo que le respondimos “los huevos de Mahoma que son de goma” (bueno, eso no, una cosa refinada en chino), a lo que respondió que “era fin de año y que trabajar esos días era más caro”, las caras de Carolina y mía eran de ¬_______¬ ¿PERONDA? Así que le dije que no era nuestra primera vez aquí y que no intentara decirnos mentiras. Le dije que tenía que usar el contador, que entonces sí que nos montábamos en su taxi, pero se negó en rotundo. Nadie parecía muy dispuesto a llevarnos por menos de ese precio, hasta que vino uno que nos dijo que nos llevaba por 40 yuanes los dos (5€ entre los dos), intenté regatear soltando un “¿y por 30?”, pero no coló, y como veía que no íbamos a sacarlo por mucho menos, aceptamos y nos montamos. Lo primero que hice fue felicitarle el año nuevo al taxista que se puso muy contento y empezaron las típicas y ya cansinas preguntas de ¿de dónde sois?, ¿cuánto tiempo lleváis estudiando? Y un largo etcétera.  

Tras 15 minutos en taxi, nos dejó de nuevo en la puerta del campus. Al descargar las maletas de mano, que las teníamos en los asientos traseros porque no cabían en el maletero, vimos que había bastante barro en el asiento que habían dejado las ruedas de la maleta. El taxista se cagó en nosotros, LITERALMENTE, porque dijo algo que no entendimos, se fue a buscar un trapo y se puso a sacar la mierda del asiento, pero lo único que hicimos fue pedirle perdón y dejarlo allí con su suerte y algo de barro por limpiar. Continuamos andando cargando con las maletas con un “habernos cobrado menos y a llorar al parque”.

Pasito a pasito llegamos hasta la residencia. Todo seguía igual, hasta las luces de navidad, aún las dejarán allí hasta el año que viene. Lo único nuevo que tenía era que habían enganchado unas pegatinas grandes de color rojo con caracteres chinos que hay en las ventanas de todas las casas, tiendas y establecimientos y que se suelen enganchar cuando se celebra el año nuevo para desear felicidad, prosperidad y salud. Una vez allí, quedaba la parte que a mí más me tenía preocupado: la nueva habitación.

En mi última entrada, no sé si lo recordáis, os comenté que Dimitri, mi compañero de habitación ruso del semestre pasado, novio de Natasha (los bauticé como “No sin mi vodka” ¿ahora sí?), no iba a volver, así que tenía que buscarme un compañero nuevo, ¡con lo bien que estaba yo solito cuando él vivía con ella! Teniendo en cuenta que Carolina y Fiamma (una chica italiana) se habían cambiado a una habitación grande al piso 12, y Laura y Meri también tenían intención de hacerlo, pensé en buscar una habitación en el piso 12 cerca de la suya y el compañero que me toque este semestre pues que Dios se apiade de mí y sea alguien con quien me pueda entender, aunque sea en chino (así puedo practicar más), y que sea más o menos una persona decente.

No las tenía todas conmigo, porque no sabía si me iban a dejar, si iba a haber habitaciones vacías o disponibles en el piso 12 y si me iban a dejar estar solo hasta que viniera alguien, ya que a lo mejor me pedían pagar la habitación entera. Sin embargo, todo salió como la seda y al final, tengo habitación como la del semestre pasado que da hacia la calle donde no hace frío, estoy sólo a la espera de un compañero y justo enfrente de la habitación de Fiamma y Carolina, así que TODO ES PERFECTO (Laura, Meri si leéis esto, hay una habitación JUSTO, JUSTITO al lado de la mía que está vacía y es más grande que la que teníais el semestre pasado).

Y esto es todo, ahora que ya está todo ordenadito, comprobamos que Tianjin parece que está en guerra, porque todo está CERRADO, las calles están MUERTAS, y sólo se escuchan explosiones de los PETARDOS y COHETES que no paran de tirar durante el día, pero sobre todo por la noche. Les encantan los petardos. Si tienen hasta paradas montadas por las calles para comprarlos. Resulta que hay que esperar al último día porque son más baratos, ya que están eliminando género. Por suerte para nosotros, nuestro querido Century (el supermercado) sigue abierto y podemos comprar comida y agua para subsistir hasta que vuelva la actividad al campus que será dentro de unos 10 días aproximadamente, cuando se reinicien las clases.

Hasta ese momento, queda aprovechar estos primeros días de Año Nuevo Chino (aprovecho para Desearos a Todos y Todas un muy feliz Año de la Serpiente) y repasar el chino un poquito antes de iniciar el segundo semestre, que durante las 3 semanas que he estado en casa, no he tocado ni un libro ni he dibujado un solo carácter. Así que nada, me despido hasta mi siguiente entrada que supongo que será en breve.

Un abrazo muy fuerte.

马克儿