lunes, 26 de enero de 2015

青春派


青春派  



TÍTULO ORIGINAL
青春派
TÍTULO INGLÉS
Young Style
AÑO
2013
DURACIÓN
91 minutos
PAÍS
China
DIRECTOR
Liu Jie
GUIÓN
Shan Gao, Liu Jie, Xiaowei Tian, Zhu Zhu
PRODUCCIÓN
Shan Gao, Liao Qingsong
CINEMATOGRAFÍA
Zhang Hao
MÚSICA
Jiang Han, Ting Yang
REPARTO
Yuexi An, Zijian Dong, Haoyuan Gao, Xiaohan Jiang, Xueming Jiang, Gang Jiao, Tianhao Li, Lutong Qie, Hailu Qin, Chufeng Tan, Mei Yong
GÉNERO
Comedia – Drama - Romance











SINOPSIS

La película está situada en Pekín, en el año 2011. Cinco días antes de que se realicen las Pruebas de Acceso a la Universidad (高考 = gao kao), en mitad de la sesión de fotos grupales del instituto, Ju Ran, de 16 años, decide declarar su amor por Jing Jing, de la que lleva 3 años enamorado. Ella acepta la proposición y echan a andar de la mano y echándose miraditas de amor. Sin embargo, la profesora de ambos llama a la madre de Ju Ran, que enseguida va en busca de su hijo para separarlos, llevárselo a casa y obligarle a estudiar para preparar los exámenes, no sin antes requisarle el teléfono. Su relación con su madre es tensa, su padre vive a las afueras y sus padres incluso han pensado en divorciarse.



Esa noche, Ju Ran  sale por la ventana para poder reunirse con su amada. Mientras trata de escapar, una vecina lo ve y le golpea porque se piensa que es un mirón, por lo que Ju Ran cae al vacío y termina en el hospital con la cadera fracturada.

Más tarde, Jing Jing deja a Ju Ran antes de los exámenes a pesar de que este le declara su amor una y otra vez. Con el corazón destrozado en mi pedazos, Ju Ran lo único que consigue escribir en las pruebas es el nombre de Jing Jing.

Su madre está furiosa y la relación con sus padres se tensa aún más. Mientras Jing Jing y todos sus compañeros empiezan una nueva vida universitaria, Ju Ran tiene que volver a enfrentarse a la ardua preparación para el 高考, el duro carácter de su tutora, sus nuevos compañeros, la frustración del desamor y su situación familiar.



Ju Ran se embarca en un estudio intensivo para poder ir a la Universidad de Fudan, donde se marcha a estudiar Jing Jing, pero cuando la cuenta atrás para el 高考 empieza, Ju Ran se dará cuenta de que las segundas partes no siempre son buenas.

OPINIÓN PERSONAL

Año nuevo, vida nueva. Año nuevo, propósitos nuevos. Uno de estos propósitos es ver cada jueves una película china. Pero con subtítulos, que lamentablemente mi nivel de comprensión no da para tanto. Una compañera me comentó que en Internet se pueden encontrar películas chinas con el doble subtítulo (chino-inglés) y recordé que solía ver Detective Conan y otras series subtituladas cuando estaba en China y lo útil que me resultaba, así que pensé que no estaría nada mal para practicar mi comprensión auditiva y lectora y por qué no, descubrir el cine chino un poco más.

La primera película que encontré en el buscador fue esta y tengo que confesar que me alegró que fuera la primera, porque me pareció bastante buena. Yo tampoco soy un experto del mundo del cine ni tampoco sé reconocer con facilidad el tema de la película, los arcos de los personajes y los turning points, pero como espectador mi opinión es bastante favorable.

Si la comparo con Heroe por ejemplo, no hay color: La fotografía y los planos de la película de Zhang Yi Mou son exquisitos. Sin embargo, me pareció una buena película para relatar y hacer una pequeña crítica de la dureza del sistema de preparación para el 高考 y la presión a la que están expuestos los alumnos en China, cuando solo tiene 16 años de edad. Frases como si no aprobáis, ¿qué va a ser de vuestro futuro?, padres, esperaos a que vuestro hijo termine para divorciaros o no hay tiempo para deportes, lo que tienes que hacer es estudiar



A pesar de que parezca una película de amor, la verdad es que para mí hay aspectos que destacan por encima de otros, como por ejemplo, la importancia de tener amigos o la represión de los sentimientos.

Uno de los mensajes que también se incluyen en esta película y que más me gustaron de esta película, es que a veces no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos.

Además, hay una mezcla entre comedia y drama que está bien lograda. Es principalmente una película dramática, pero hay ciertos aspectos cómicos que le dan un toque más desenfadado y más fácil de seguir y de ver.

Como punto final, debo confesar que se les entendía con bastante facilidad. No voy a mentir, iba siguiendo los subtítulos para no perderme, pero cogí el ritmo con bastante facilidad y si decían frases más comunes, la verdad es que los entendía perfectamente sin tener que leer el subtítulo, que debo añadir, por cierto, que estaban bastante bien.

No es la mejor película china de la historia, pero si queréis practicar vuestro chino y tenéis una hora y media libre algún día, pues tampoco es una mala opción.

PUNTUACIÓN: 7,5/10





  

miércoles, 14 de enero de 2015

DÍAS 15 y 16 — DOMINGO 14 Y LUNES 15 DE JULIO DE 2013. TIANJIN - PEKÍN - ESPAÑA (天津-北京-西班牙)

Y llegamos a la última entrada. Los últimos dos días. Bueno, el último día fue muy breve, porque solo consistía en coger el avión y esperar a que las horas pasaran volando (literalmente) y aterrizar en España, pero pasaron cosas hasta el último momento. Y aquí estoy yo para contároslo.

DÍA 15 — DOMINGO 14 DE JULIO DE 2013. TIANJIN Y PEKÍN (天津-北京)
Como dije, aquella fue la última noche en Tianjin y me fui a dormir con una mezcla de sentimientos: alegría y nostalgia. En parte, después de tanto tiempo era algo normal y volver a casa me hacía mucha ilusión, pero a la vez sabes que vas a echar mucho de menos miles de cosas.

El día que habíamos planeado prometía fácil. Yo tenía que ir a hacer unas pequeñas gestiones e ir a cortarme el pelo; después de eso, recoger todo el equipaje y todas las maletas, comprar recuerdos en un lugar de Tianjin, comer, tomar un bus hacia el aeropuerto de Pekín, pasar la tarde/noche en un hotel al lado del aeropuerto y de madrugada ir hacia el aeropuerto a coger el avión. Ese era el plan. Fácil, ¿verdad? Pues la realidad fue totalmente distinta, ya que las cosas empezaron a torcerse poco a poco y al final acabamos pasándolas putas, pero bien putas. 

Pero no voy a adelantar acontecimientos y vamos por el principio. Me levanté a eso de las 9 y aproveché, como ya he dicho, para ir a cortarme el pelo. Mi madre, que tenía curiosidad por ver las peluquerías, quiso acompañarme. Mala elección, porque no le iba a gustar lo que iba a ver, pero bueno, ella así lo quiso.

Llegamos justo cuando estaban abriendo. Y despertándose también, porque los peluqueros dormían en cartones en el suelo. Las toallas estaban todas tiradas por el suelo, había mechones cortados por el suelo y el local olía a orina de gato. Mi madre en este punto ya puso una cara de repugnancia y desconfianza y no se le cambió hasta que salimos veinte minutos más tarde. Mientras el peluquero me iba cortando el pelo (que por cierto, llevaba el pelo despeinado de recién levantado y tenía los ojos medio abiertos), mi madre se iba asomando para ver lo que hacían con mi cabeza. Yo la veía como se iba asomando por el espejo y cómo miraba al chino con las tijeras en la mano. Todo iba bien hasta que hubo un momento que me dijo: Marc, ¿no te está cortando mucho? No era para tanto, y no era la primera vez que iba allí así que yo estaba tranquilo, pero por si acaso le dije al peluquero que ya podía parar cuando quisiera. Salimos de allí, pagué 10 yuanes, que es lo que me costó cortarme el pelo, fuimos a comprar algo para desayunar al supermercado y de vuelta a la habitación.

El siguiente paso era recoger todas las maletas. Durante el viaje nos llevamos las justas, pero cada uno de nosotros llevaba una maleta grande en la que te permitían cargar 23 kilos y la de mano, que tenía que pesar 10. Así que llevábamos 8 bultos, más las mochilas o bolsos. A mí me vino de perlas que viniera mi familia a verme, porque tenía ropa, libros y cosas que me quería traer para España y en mi maleta no me iban a caber, por lo que se trataba de ir repartiendo mis cosas y compensar el peso. Además, dejamos algo de espacio libre, porque teníamos que ir a comprar cosas de recuerdo e íbamos a necesitar espacio más tarde

Por otro lado estaban Ari y Judit, con las que habíamos quedado para ir juntos hacia la estación de buses de Tianjin que va al aeropuerto de Pekín, para poder repartirnos con los taxis. Ellas tenían un problema de espacio y kilos muy grave, así que las tuve que dejar en mitad de una seria crisis de me paso 10 kilos de lo permitido.

Nuestra siguiente parada era ir a comprar los recuerdos. Tomamos el autobús en la puerta de la universidad y fuimos hacia una zona en Tianjin con tiendas tradicionales y un montón de paraditas donde comprar de todo. Se llama Gu Wen Hua Jie (古文化街). No lo habíamos visitado, así que también iba a estar bien para echar un vistazo.



El problema que tuvimos aquí es que se nos fue el tiempo de las manos y pasamos demasiado tiempo dando vueltas y comprando. Después de hacer todas las compras y de varios regateos (algunos con éxito, otros un fracaso), fuimos a un mercado gigante que hay justo al lado a ver si encontrábamos una cosa que nos faltaba, pero fue un desastre, porque había tantas paradas y tanta gente, que no hubo manera.

A todo esto me sonó el teléfono. Era Judit, que quería decirme que una china que les hacía clases particulares les había dicho que su novio las llevaba en coche hasta la estación de autobuses y que tenía que ser ahora. A nosotros todavía nos faltaba volver y comer. Tenían reserva en el mismo hotel, así que nos íbamos a ver de todas formas, pero le dije que me estaban dejando tirando porque habíamos quedado en ir todos juntos por la tarde, pero bueno, al final decidieron ir en coche. Entonces no tuve más remedio que cambiar la ruta, porque no podíamos ir en taxi hasta la estación de buses con tantos bultos. Pensé en hacer el trayecto que hicimos el primer día, pero a la inversa. Coger el autobús en la universidad, ir a la estación, coger el tren bala hasta la estación del sur de Pekín y luego, coger el autobús hasta el aeropuerto. Tampoco parecía tan difícil, ¿no?



Volvimos a la universidad y fuimos a una calle cercana, que nosotros llamábamos la calle de las gallinas, porque había siempre 3 gallinas merodeando por allí como Pedro por su casa. En dicha calle hay un restaurante diminuto y algo sucio, pero que se come de lujo. Pedimos sobre todo jiaozi (饺子), que son como unos raviolis rellenos de todo tipo de ingredientes, y un par de platos de fideos y arroz frito. Todo barato y encima muy bueno. Y tras comer, a comprar cuatro viandas para la noche en el hotel, volver a la residencia, repartir las compras entre las maletas y empezar a cargar bultos a la espalda.

Antes de salir de la universidad, me despedí de unos japoneses que estaban allí y de la residencia (simbólicamente, por supuesto). Lo que sentía por dentro cuando bajaba las escaleras por última vez solo se puede describir con una palabra: PENA.

Aquella vez sí que íbamos cargados, cada uno con dos bultos y sus mochilas. Llegamos a la parada de autobús y todo el mundo nos miraba, pero esta vez con motivo. Le tuve que pedir al del autobús que no cerrara la puerta de atrás, que mi familia iba cargada de maletas. Llegamos a la estación y ¡Oh, empieza el drama!

No había tren bala a Pekín hasta las 19:55 y eran las 17:00. Me extrañó muchísimo, porque salen 4 por hora, pero por lo visto había un colapso tremendo. La desesperación me llevó a preguntarle a la taquillera si había billetes sin asiento, pero me dijo que tampoco quedaban, estaban todos vendidos. ¿Qué comportaba este retraso de 3 horas en la estación de Tianjin? Os lo resumo ahora mismo:

·        La primera y más obvia, que teníamos que esperar tres horas en la estación a que pasara el tren y no nos hacía ni puñetera gracia.
·        La segunda, tampoco teníamos tiempo de volver a la universidad y pedirle a los japoneses que nos acompañaran en taxi hasta la estación de autobuses porque el último salía a las 18:00 y nos iba a ir justo y tampoco era cuestión de arriesgar.
·        La tercera, que el último autobús que salía de la estación de tren del sur de Pekín hasta el aeropuerto pasaba a las 20:15, por lo que no íbamos a llegar a tiempo.
·        La cuarta, y siguiendo con el tercer punto, no íbamos a tener más remedio que ir al aeropuerto en metro, cosa que suponía tener que cargar maletas arriba y abajo, en algunos tramos sin escaleras mecánicas.
·        La quinta, que el último metro que conectaba con el aeropuerto pasaba a la 21:00 y nos iba a ir justo, por lo que íbamos a tener que cargar con todos los bultos y encima ir rápido, porque no nos podíamos permitir perder tiempo. En caso de perder ese metro, tendríamos que tomar un taxi hasta al aeropuerto, con el alto coste que podía suponer eso.
·        Y por último que íbamos a llegar tardísimo a Pekín e íbamos a descansar 0 y por supuesto, casi íbamos a pagar hotel para nada.

Había que ser optimista, sea como sea, dentro de la desgracia. De todas estas cosas que tuve que organizar en segundos en mi mente, lo que más me preocupaba eran el cuarto y el quinto punto, porque si cuando mi familia llegó dos semanas antes ya decidimos esperarnos en el aeropuerto fue básicamente para evitarnos tener que ir cargados como mulas por el metro de Pekín. Y esta vez era aún peor, porque llevábamos mis dos maletas.

Lo que más me consolaba es que llegar a Pekín, y en definitiva al aeropuerto, íbamos a llegar, no sé en qué condiciones por eso, ni a qué hora, pero el vuelo, que al fin y al cabo era lo primordial, no lo íbamos a perder.

Es ligero equipaje, para tan largo viaje...

 Decidimos matar el tiempo de espera como pudimos. Nos atrincheramos en un lateral de la estación, que por cierto, estaba a reventar de gente, y mi madre y yo decidimos dar una vuelta por las tiendas de alrededor para echar un vistazo y para ver si encontrábamos un sombrero típico. Cabe destacar que no tuvimos éxito. ¡Llevábamos un día, que pa’ qué!

Fueron pasando los minutos y al final, llegó la hora de pasar los controles e ir hacia el andén. Salió el tren a su hora y treinta minutos más tarde llegamos a Pekín. Yo ya había avisado a mi madre, a mi hermano y a mi cuñada que tocaba ir con un cohete en el culo. Y empezó la tómbola de metros cargados de maletas. Teníamos que hacer dos transbordos: de línea 4 a la 2, y de la 2 a la línea gris, que es la del aeropuerto. Si cuando no llevas maletas ya te cagas en todo porque no hay escaleras mecánicas y los transbordos son kilométricos, cuando llevas tanto peso, ya te cagas en todos los muertos de los que diseñaron y construyeron las estaciones de metro.

El reloj marcaba las 20:50 cuando llegamos corriendo a la línea del aeropuerto. Cuando llegamos teníamos que pagar un suplemento de 25 yuanes por persona para acceder el aeropuerto. Yo fui corriendo a pagar y la mujer de la taquilla me comentó, daos prisa que el tren pasa ahora y es el último. Pasamos los tornos, los cuatro con la lengua fuera y ante nosotros había una ristra de unas 30 escalones, no mecánicos (por qué ponerlos, ¿verdad?), y entramos en el maldito tren corriendo, sudando, jadeando y muertos. Pero sanos y salvos y con todos los bultos.

5 minutos después de entrar, cerraron las puertas y pusimos rumbo al aeropuerto. El trayecto duró unos 20 minutos aproximadamente. Decidimos tomar aire, descansar un poco y, por qué no, sentirnos dichosos, porque de haber perdido ese tren, se nos habría complicado muchísimo el asunto.

A todo esto, Ari y Judit me iban llamando para preguntarme por mi situación, a lo que yo iba actualizando la información y diciendo ya queda menos. Las buenas noticias eran que había un autobús gratuito a la salida del aeropuerto que nos llevaba al hotel. Me comentaron que llamara a la recepción, pero que pasaba de vez en cuando y me indicaron el sitio exacto para cogerlo.

Llegamos al aeropuerto y a por el autobús que nos llevaba al hotel. Fuimos hasta el punto exacto que nos dijeron Judit y Ari, pero allí había autobuses de mil hoteles, menos el nuestro. Llamé y me dijeron que en breve salía uno para recogernos. Pero no venía y cada vez era más tarde y cada vez estaba más cabreado. Llamé a los 20 minutos y la chica me dijo que tenía que estar al caer. Pero seguían viniendo autobuses de hoteles, menos el nuestro.

Yo ya me estaba cagando en todo. Eran las 22:00, llevábamos más de media hora en la calle y el puto bus no venía. Volví a marcar el número del hotel cuando, por fin lo vislumbré. ¡Como agua de mayo!

En el papel de la reserva ponía que el hotel estaba a unos 10 minutos a pie, pero estuvimos en ese autobús 20 minutos, pero por fin llegamos. El primer autobús que salía al aeropuerto salía las 4 de la mañana. Solo esperaba que fuera puntual.

El tema de los aviones también iba distinto: mi hermano, mi cuñada y mi madre volaban a las 6:45 de la mañana, por lo que el autobús de las 4 era perfecto, y yo salía a las 11:15 con Judit y Ari, que ya se habían ido a dormir, cuando me llamaron mientras esperábamos a que el autobús viniera a buscarnos. Antes de que se fueran a dormir, les dije dónde nos íbamos a encontrar para pasar la facturación juntos e intentar sentarnos todos juntos durante los vuelos.

Fui corriendo a la recepción. Estaba tan cansado, cabreado y harto que no entendía nada de lo que me decía la muchacha de la recepción. Al principio le seguía lo que iba diciendo, pero llegó un momento que me debió de ver tan mal, que cambió al inglés, cosa que agradecí porque no me estaba enterando de nada.

Pusimos pie en las habitaciones a las 23:00 y teníamos que coger el autobús para el aeropuerto 5 horas más tardes. Sacamos las 4 cosas que habíamos comprado para comer, pero comimos poco porque estábamos tan cansados y teníamos tantas ganas de volver a casa, que casi ni probamos bocado.

Las habitaciones eran una maravilla. Las mejores habitaciones de hotel de todo el viaje y ni pudimos disfrutarlas, ni mucho menos descansar. Pero habíamos llegado y eso era lo importante. Respiré aliviado y dejé ir todas las tensiones.

Nos pusimos las alarmas, aunque los de recepción nos dijeron que nos llamarían por teléfono para despertarnos. ¿Qué hice yo mientras mi madre dormía plácidamente? Me quedé sentado en una silla pensando. Si la noche anterior tenía nostalgia, lo de aquella noche era pesadumbre. La parte positiva de tanto estrés y tantos nervios con el desplazamiento hasta el hotel es que me había ayudado a no pensar que mis horas en China llegaban a su fin. No me podía creer que la experiencia se fuera a terminar.

Caí en la cama una hora más tarde, exhausto y con un ojo medio abierto para no quedarme dormido.

DÍA 16 — LUNES 15 DE JULIO DE 2013. PEKÍN-ESPAÑA(北京-西班牙)
Llegó finalmente el 15 de julio de 2013. Cuando compré los billetes en noviembre de 2012, sabía que tarde o temprano iba a llegar ese día, pero que iba a tratar de vivir la experiencia al máximo. Y no sé qué había pasado, pero había llegado el día. Horas es lo que me quedaban en China y yo seguía todavía con la melancolía y la nostalgia en el cuerpo.

A las 3 y algo sonaron las alarmas de los móviles. Estaba muerto de sueño y de cansancio y seguía algo nervioso, básicamente porque todavía tenía la adrenalina del día anterior corriendo por las venas. Una ducha con agua fría y a aguantar hasta el avión para poder dejar las maletas (¡por favor!), cerrar los ojos y esperar a que pasaran volando las horas en el cielo y aterrizar en casa.

Dejamos las habitaciones tras comprobar que no nos dejábamos nada, entregamos las llaves en recepción y a las 4 estaba el autobús esperándonos a nosotros y a otras personas para llevarnos al aeropuerto. Teníamos tiempo de sobra, así que estábamos tranquilos, y como nota positiva, se terminaron los sustos y las prisas.

Llegamos al aeropuerto 20 minutos más tarde, metimos las maletas en carritos, fuimos a la planta de salidas, las envolvimos todas menos las mías con plástico para que soportaran mejor el viaje y acompañé a mi familia a las ventanillas de facturación para que hicieran todas las gestiones pertinentes.

A pesar de que faltaba más de hora y media para que despegara su vuelo, les dije que fueran pasando los controles, porque son largos y hay que pasar por unos cuantos antes de llegar a las puertas de embarque. Allí nos despedimos durante unas horas, ya que la siguiente ocasión que nos íbamos a ver era en el aeropuerto de Barcelona a las 19:15 hora española. ¡Buen vuelo!

En ese momento a mí me tocaba esperar un buen rato, concretamente dos horas y media, hasta que llegaran Judit y Ari. Mi madre me propuso no dejar la habitación y volver, pero hubiera sido un lío. Preferí dejar las habitaciones, quedarme en el aeropuerto y esperar en el McDonald’s tomándome un McFlurry para aliviar las penas y viendo una película con el portátil.

A eso de las 9 llegaron Ari y Judit. Teníamos más de dos horas para forrar mi maleta, facturar y pasar los controles hasta llegar a la puerta de embarque. Había un problema grave: las maletas de Judit pesaban mucho más de lo permitido. En mis maletas aún cabían algunas cosas más, así que empecé a meter algunas de sus pertenencias. Forré la maleta para que no me la rompieran en el viaje y fuimos a facturar.

Era lo que más ganas tenía: sacarme las maletas de encima, porque te las facturan en Pekín y te las devuelven en Barcelona. Después de dos semanas arrastrando bultos por China y del vodevil del día anterior, no veía el momento de dejarlas de una vez por todas y perderlas de vista durante unas cuantas horas.

Era la cuarta vez que facturaba y nunca había tenido problemas, de hecho, cuando volví a China por segunda vez tras el parón de fin de año chino, ambas maletas pesaban más de lo permitido y pasaron sin ningún problema. Consecuentemente, nosotros pensamos que por mucho sobrepeso que lleváramos, sobre todo Judit, podríamos pasar quilos de más sin problemas.

Pero no fue así, porque al llegar al mostrador la chica de la compañía, que por cierto tenía un humor de perros, nos hizo pesar la maleta de mano junto con la maleta que podíamos facturar, porque el vuelo iba bastante lleno y tenían que controlar el peso, por lo que en total todo tenía que pesar 33 quilos.

Yo fui el primero, mientras Ari y Judit se cagaban en todo porque eso les rompía los esquemas. La maleta que iba a ser facturada pesaba 22 y la de mano 11, pero al decirle que llevaba el portátil, me dijo que no pasaba nada con la condición de que lo sacara, así que yo lo saqué de la bolsa, me pesó 5 quilos y me dijo que ya estaba arreglado. Luego le tocó a Ari: la maleta que iba a ser facturada le pesaba 19 quilos, pero la de mano le pesaba casi 13. La chica ya puso mala cara. Entonces yo lo que le dije a Ari era que sacara el portátil y unos cuantos libros que tenía justo debajo, así no se iba a ver y le pesaría menos de 10 seguro. Lo hizo así y le peso 7, así que ya teníamos dos terceras partes del equipo completo. Faltaba Judit, que era la que lo tenía más complicado, porque ambas maletas le pesaban más de la cuenta: la facturada 24 y la de mano le pesaba casi 16, por lo que le sobraban 7 quilos. La chica le dijo que o sacaba cosas o no podría subirse al avión (¡más maja!). Y Judit dijo que sacaba el portátil y lo arreglaba, pero en realidad lo tenía en la maleta que iba a facturar, así que no había más remedio que empezar a sacar cosas a troche y moche: sacó ropa sucio que tenía y empezó a ponérsela delante de todo el mundo, luego sacó más cosas y me las dio a mí, mientras seguía histérica poniéndose más ropa usada y arrugada. Todo esto bajo la atenta mirada de la chica del mostrador que ni se inmutaba, mientras Ari le iba gritando para que sacar cosas y yo no sabía si reír o llorar. Tras sacar mil cosas, las maletas llegaron a su peso y la dejaron facturar. Cuando terminamos y nos dieron los billetes, nos fuimos a un rincón y Judit se quitó la ropa que se había puesto y metió todo lo que había sacado otra vez en la maleta, rezando para que no le volvieran a pedir que pesara la maleta.

A continuación empezamos el carrusel de controles: el de billete, el de calor corporal, el de pasaportes y el escáner de rayos X. El policía del control me hizo abrir la maleta, cosa que me extrañó porqué había sacado el portátil y no llevaba nada. Judit me había dado un termo de Tianjin y por lo visto querían saber si había líquidos dentro o no, pero le dije que estaba vacío. El policía lo sacudió para comprobar que no le mentía y me lo entregó sin necesidad de abrirlo. Cuando llego al mostrador, Judit me dice oye, ¿te ha abierto el termo? Le dije que no y se echó a reír. Por lo visto, dentro había metido bragas y tangas que no sabía donde meter, por lo que si el policía llega a abrir el termo, la situación hubiera sido de película.

Y tras la espera nos montamos en el avión destino Viena. Aunque salimos con retraso por culpa de la lluvia, llegamos a la hora y como teníamos una escala corta, el vuelo en general se hizo “breve”, o todo lo breve que puede ser un vuelo de tal magnitud.

Aterrizamos en Barcelona, paramos a recoger las maletas y vimos a nuestras familias esperándonos con una pancarta que nos habían hecho y todo. ¡Hogar, dulce hogar y a disfrutar del jetlag!

Y con esto pongo punto y final a nuestro viaje en familia. Un viaje, desde mi punto de vista, espectacular y con momentos para todo, en el que disfruté muchísimo recorriendo lugares ya visitados de China que volvieron a gustarme, descubriendo nuevos lugares que me sorprendieron y otros que me moría de ganas de conocer, que me hicieron comprender que viajar en China en Julio y Agosto puede transformarse en un infierno por las altas temperaturas y que confirmaron que los chinos son muy característicos, especiales, un poco tocapelotas pero que hacen que China, en definitiva, tenga un no se qué que qué se yo, que me aseguran que volveré algún día para seguir disfrutando de aventuras por el gigante asiático.

¿Te has perdido algún día de nuestro viaje? Aquí te dejo los enlaces...



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lunes, 5 de enero de 2015

DÍA 14 — SÁBADO 13 DE JULIO DE 2013. SHANGHAI (上海)

Tras nuestra “preciosa” excursión a Suzhou, nos levantamos al día siguiente con la mente ya puesta en volver a casa. Nos quedaban menos de 48 horas para tomar un avión y aterrizar en España. Pero bueno, aún nos quedaban unas horas por Shanghai, por lo que no dudamos ni un segundo en aprovecharlas.

En principio habíamos visto todo lo más importante de la ciudad. Así que pensamos en ir a hacer algunas compras a un lugar parecido al mercado de la seda de Pekín. No recuerdo muy bien la localización, porque el lugar se lo recomendó un antiguo compañero de trabajo de mi hermano, pero estaba más allá de la Plaza del Pueblo. Cuando llegamos estaban empezando a abrir las tiendas y los que trabajaban allí estaban empezando la jornada, así que casi no había movimiento, aunque las pocas personas que había allí eran extranjeros.

Uno de los recados que teníamos era comprar algunos relojes Rolex. Se pueden conseguir, pero no los venden en las tiendas como otros productos, porque están “prohibidos”. Las comillas las pongo, porque se supone que no los pueden vender, pero los puedes conseguir de todas maneras.

Como comenté en la primera entrada de Shanghai, si caminas por Nan Jing Lu (南京路), es muy probable que se te acerquen chinos con unos papeles plastificados para venderte relojes y bolsos de marca. Normalmente lo que hacen es llevarte a una calle estrecha o a un piso y vendértelo allí, lejos de los ojos de los agentes de la ley. En estos mercados, también usan este tipo de estrategias, pero son un poco distintas.

Había regateado mucho, muchísimo en un año. A veces había ido bien, otras no, otras había que sudar y pasarse muchos minutos... Pero nunca había vivido una de esas experiencias que contaban a la hora de comprar imitaciones de lujo y en parte me alegraba porque no sabía muy bien cómo iba a reaccionar regateando, por ejemplo, en un aparcamiento.

Dimos varias vueltas por el recinto y fuimos echando un vistazo a las tiendas que tenían relojes. Una de las cosas que más me agobian de estos sitios es que no puedes ver los productos con calma. En cuanto fijas la vista en algo, ya tienes al vendedor encima, como una mosca cojonera. Y hay que tener mucho cuidado, porque si muestras interés por algo, muy difícilmente vas a salir de la tienda sin llevártelo y si sales sin nada, te vas a llevar un bronca en chino del vendedor con unos cuantos improperios gratuitos que no vas a entender, pero por el tono vas a saber que son mucho más que un simple mal nacido y maldita sea.

Pues tras echar un vistazo a todo el recinto, entramos en una, porque me fijé que el vendedor era jovencito y tenía cara de buena persona. Así sabía que podía regatearle mucho más que a uno más mayor y con más experiencia. Entramos a mirar los relojes y le dije en chino ¿Tienes Rolex? De repente, miró a izquierda y derecha y me preguntó: ¿Cuánto te quieres gastar? Yo le respondí que primero me enseñara los que tenía. Me abrió un cajón y sacó unos cuantos, pero eran horrendos. Y le dije que si tenía más, que esos no nos gustaban y dijo que o me gastaba mucho dinero o nada. Salimos y decidimos buscar otro.

Sin embargo, al poco de salir de la tienda, entró otro chino y se puso a hablar con él y cuando estábamos a punto de ir a otra tienda, me llama y me dice: Sígueme. Bajamos unas escaleras mecánicas, atravesamos un pasillo lleno de tiendas y nos metió en un local donde vendían juguetes para niños. Habló con un chino que estaba allí y de repente, se fue. El chino que había en el local, hizo una señal con el dedo para que lo siguiéramos y se fue para la parte de atrás del local.

En este punto, empezó a dar golpecitos en la pared, como cuando llamas a la puerta con el dedo, de izquierda a derecha. Tras dar varios golpecitos huecos, cogió una placa de madera y la desplazó hacia la derecha, dejando entrever un pasillo oscuro. En este momento, ya me estaba comiendo las palabras de que suerte que no he comprado nada en sitios raros, pero ya no había marcha atrás.  

Lo seguí para ver qué iba a hacer. Mi hermano iba detrás, mi cuñada miró atrás asustada y mi madre preguntó si aquello seguro. El pasillo al que entramos era diminuto, cabía una persona y no había iluminación alguna. Siguió el ritual, y abrió otra placa de la pared que daba a otra parte del pasillo, y después lo mismo con otra placa, que daba a una especie de trastienda. Allí encendió la luz y nos hizo pasar. A la derecha había un armario lleno de cajones. Los fue abriendo y empezó a sacar relojes y más relojes de todas las marcas. Lo que tenía aquel tío allí, era espectacular. Eran falsificaciones, pero eran maravillosas. Los relojes brillaban de una manera especial. Después de sacarnos como 10 fundas con relojes de todas las marcas, le dijimos que nos dejara sólo con los Rolex. Y aquí empezó el juego del regateo.

No sé exactamente lo que duró, pero esto era como un combate de boxeo en el que hay muchos asaltos y tienes que ser consciente de que aunque pierdas algún asalto, el combate sigue. Lo importante es llegar al último asalto y ganar.

El precio de salida que me ofreció él era de 6000 yuanes por tres relojes, a lo que le contesté que no pensaba ni decirle una cantidad, porque eso era ridículo. Al principio, el tío empezó de buen humor, pero se le fue agriando el carácter con el paso de los minutos. Bajo a 3000 y yo le dije que un amigo mío había sacado cada Rolex por 100 yuanes, a lo que él me dijo que no podía ser. Era mentira, pero como él me quería engañar, yo quería engañarle a él. Y así siguió el juego.

Seguimos jugando con los precios, yo iba subiendo lentamente y él iba bajando. Mi cuñada estaba en la puerta vigilando, porque no las tenía todas, a mi madre se le había comido la lengua el gato y mi hermano iba dándome apoyo moral. A todo esto entró un chino a recoger relojes para venderlos en otra parte. Los minutos pasaban y la batalla continuaba. Estábamos en los 1200 por los 3 relojes que nos queríamos llevar y yo le dije que ni hablar. Mi intención era pagar unos 600/700 como mucho, porque ya más me parecía caro por una imitación. Estas son las referencias que me habían dado y que había leído que es lo que se podía pagar como máximo. Estaba lejos del objetivo, pero yo quería seguir peleando.

Y allí estuvimos. El chino cada vez estaba más mosqueado y yo no daba el brazo a torcer. Si él se enfadaba, yo más. Que el me intentaba engañar, yo le iba detrás. Y todo el rato en chino. Reconozco que me sentía orgulloso de mi nivel de chino en ese momento. De vez en cuando el chino iba soltando comentarios como es que ahora pasa cualquier estadounidense y le vendo uno por dos mil yuanes, y yo le respondía es que ellos son tontos, nosotros no. O los españoles que venís aquí siempre os quejáis de que no tenéis dinero, y yo le contestaba es que hay mucha gente que no tiene trabajo y es verdad, no tenemos mucho dinero.

Tras casi 1 hora regateando, el chino ya lo dejó en 900 los tres, pero era mucho más de lo que me habían dicho. Yo en este punto le dije: mira, 600 es lo máximo que te voy a dar. Y empezó a recoger los relojes soltando comentarios. Veía que se me estaba escapando, y entonces le dije: 700 y ya está. Y me dijo que con esa cantidad él perdía dinero y que no quería. Y nos echó. Guardó los relojes, y nos sacó de la trastienda. Perdí el combate y nos quedamos sin relojes. Me dio una rabia...

En ese momento la idea que tuve fue dejar pasar un rato, dar una vuelta y pasar por delante de la tienda al cabo de unos minutos, para ver si así pensaba un poco, se arrepentía y me decía que sí, pero no tuvimos éxito. Así que salimos de allí sin los relojes y sinceramente, no tenía ganas de ponerme a regatear otra vez. Por eso dicen que hay que ir mejor por la tarde o a última hora, porque ya han sacado bastante dinero y ya no les interesa tanto sacar dinero. Una pena... Pero bueno, la experiencia fue inolvidable.

Tras salir de allí, fuimos a dar una vuelta y para el hotel a comer algo. Teníamos el tren de vuelta a Tianjin a las 16:15 y teníamos que salir aproximadamente 1 hora y media antes, porque la estación estaba a media hora en metro.

Recogimos las maletas en el hotel. Nos las dejaron guardadas en una habitación sin pagar nada. Fuimos a por el metro y pusimos rumbo a la estación. No hacía falta hacer transbordo, así que era cuestión de esperar el paso de las paradas. Yo estaba bastante tranquilo porque íbamos con tiempo de sobra, pero cuando faltaba una parada para llegar a la estación de tren, tuvimos que bajar. Por lo visto, no todos los metros llegan a la última parada y teníamos que esperar unos 15 minutos a que llegara el siguiente. Faltaban 50 minutos para que saliera el tren, pero no quería que me pasara como Xi’an, que perdimos tiempo para encontrar el andén. Sin embargo, no fue así. Llegó el metro, encontramos bien la estación pasamos los controles y unos 10 minutos antes de salir entramos por la puerta del tren. Por delante teníamos 5 horas y 15 minutos de trayecto hasta la estación del este de Tianjin.

El trayecto fue muy agradable. Yo tuvo tiempo de anotar todo lo que habíamos hecho durante el viaje, por ejemplo, y también tuvimos la oportunidad de contemplar gran cantidad de paisajes de gigantescos arrozales. En el trayecto también nos topamos con un chico español, que nos escuchó hablando y nos saludó. Por lo visto se dedicaba a inspeccionar fábricas y a pasar controles de calidad. Trabajo tenía seguro.

Y nada a las nueve de la noche llegamos a Tianjin. Tomamos el metro y nos bajamos en la estación más cercana a la universidad donde estudié todo el año. Habíamos reservado una habitación en la residencia para pasar allí la última noche en Tianjin.

En la residencia ya no quedaba casi nadie. El curso se había acabado dos semanas antes y ya quedaban un grupo de estadounidenses que estaban haciendo un cursillo y algunos estudiantes que esperaban volver en los siguientes días. También estaban Ari y Judit, dos compañeras de mi universidad que pasaron todo el año conmigo. Todos volvíamos el lunes 15.

Tras asentarnos en la habitación, fuimos a buscar algo de cenar a la Stinky Street, que estaba detrás de la universidad, cenamos en el hall de la residencia, planeamos un poco lo que íbamos a hacer al día siguiente y estuvimos comentando todo lo que habíamos vivido en el viaje.

Antes de apagar la luz aquella noche, me entró la nostalgia. Me costó cerrar los ojos porque no podía creer que aquella fuera a ser mi última noche en Tianjin. Después de tantos días, muchas semanas y varios meses, nuestro viaje en familia casi se había terminado y mi año por China se iba a extinguir en poco más de 24 horas. No pude evitar hacer memoria de todos los momentos vividos, de todo lo que había aprendido y de toda la gente que había conocida. La tristeza se convirtió en alegría porque cuando vives experiencias tan maravillosas y notas que has crecido como persona, solo te queda cerrar ese capítulo de tu vida y confiar que el siguiente será igual o mejor que el anterior.

¿Te has perdido algún día de nuestro viaje? Aquí te dejo los enlaces...



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