jueves, 24 de julio de 2014

¿Por qué decidí estudiar chino?

No es una pregunta cualquiera, es LA pregunta. Yo mismo no sé cuántas veces me la he hecho, y por si acaso se me olvida, todo el mundo que se cruza en mi vida y se entera, me lo dice: oye, ¿y chino por qué?

Son muchos los motivos por los que la gente empieza a estudiar chino:

v    Buscar más salidas laborales
v    Interés en la cultura china
v    Comunicarse con más personas
v    Añadir otro idioma al CV

Mi historia con el chino empieza en 2007, cuando entro a estudiar Traducción e Interpretación en la UAB. Yo, de hecho, llegué a la facultad el día de la reunión informativa de la carrera y ni siquiera sabía que nuestra carrera nos permitía empezar un idioma (Lengua C) desde 0, para salir con una licenciatura y otro idioma extra al mercado laboral.

Los idiomas que me dieron a elegir fueron los siguientes:

v    Francés
v    Alemán
v    Italiano
v    Portugués
v    Ruso
v    Chino
v    Japonés
v    Árabe

El problema que había es que para entrar en estos idiomas, el sistema de nuestra facultad era el de tonto el último, porque nos matriculábamos por orden de la nota de corte de la selectividad y el bachillerato. Yo tenía una nota bastante alta, y por la hora que me dieron para hacer la matrícula, calculé que podía entrar en el grupo de idioma que quisiera. ¿Cuál era el problema? Que había estudiantes que solamente habían hecho allí la inscripción para hacer uno de esos idiomas y si algo caracteriza la facultad donde yo estudié, es la competitividad y la capacidad que tienen algunos para pisar la cabeza a otro compañero para demostrar que sabe más o demostrar algo. Así que lamentablemente, hubo más de uno que se quedó sin hacer lo que quería.

Recuerdo que tuve varios días para reflexionar y decidirme por una. No me fue fácil. A mí me cuesta mucho tomar este tipo de decisiones, porque son muy importantes, ya que te pueden cambiar la vida (¡y no me equivocaba!).

El razonamiento que hice fue el siguiente:

1.    Descarté primero el alemán, el italiano y el portugués, porque pensé que si iba a aprender otro idioma europeo tenía que ser el francés, porque tiene más número de hablantes en el mundo, y además, estudié francés un par de cursos en el instituto y se me quedó la espinita de no seguir estudiándolo.

2.    Después descarté el árabe y el ruso, porque me tiraba más la cultura asiática.

3.    Lo siguiente era elegir entre chino y japonés. La verdad es que fue complicado y estuve dudando, porque el japonés tenía muchas posibles salidas de traducción (anime y manga, por poner un par de ejemplos), pero si ahora el chino es la lengua del futuro, en 2007 cuando empecé la carrera, saber chino, no es que te abriera puertas, es que te hacían la ola y todo. Como tampoco tenía muy claro qué quería hacer al salir de la carrera (yo y mis amigas “las dudas”), me decanté por el chino, por el rápido crecimiento de China y por las futuras ofertas de trabajo que me saldrían (JAJA).

4.    Tras la criba me quedaban dos: francés y chino. Por un lado tenía francés, que como he dicho antes, me llamaba la atención, siempre me ha gustado, se me ha dado bien y un idioma que me gustaría dominar; y por otro lado tenía el chino, totalmente desconocido, con un sistema completamente distinto a las lenguas occidentales y con una cultura que en fotografías y libros se veía fascinante. Mi opción ese momento fue consultarle a mi voz de la conciencia, mi madre: ser todopoderoso, omnisciente y fuente de inspiración.

5.    Mi madre me respondió: “Hijo, eso lo tienes que decidir tú, pero el chino es una locura. Ahora, TÚ MISMO”. Es una de esas respuestas que calan profundamente en tu corazón.

6.    Lo que se me ocurrió entonces era hacer una lista de PROS y CONTRAS.

7.    Y al final se me pasó una idea por la cabeza:

“Marc, si algo te caracteriza es tu capacidad de superarte ante cualquier reto y no ponerte las cosas fáciles. Eres ambicioso, así que ARRIÉSGATE.”

Y esa es la historia de porqué escogí chino y no francés. Puede sonar un poco decepcionante, porque la mayoría de gente que empieza a estudiarlo conoce profundamente la cultura o les llama la atención, pero yo simplemente lo hice porque empezábamos de cero, para añadirme un reto más y poder viajar y visitar China algún día. (Deseo concedido :=))

A día de hoy, no se cuántas veces he repetido la misma frase:


¿Por qué c**o no estudié francés?


Son ocasiones en las que te frustras, en las que no te sale una derecha, en la que no entiendes nada y no ves la luz al final del túnel. Lo mejor para mí, es que el chino nunca me ha hecho tirar la toalla, al contrario, todos esas dudas, me hacían más fuerte y me hacían levantarme para seguir estudiando y seguir mejorando. Desde mi punto de vista, para aprender un idioma no hay que tener miedo a fallar, y cuando me entra ese miedo, lo borro rápido de la cabeza y sigo estudiando. El chino me ha hecho mucho más fuerte y me ha ayudado a crecer como persona, y solo por el hecho de haber podido estar en China, eso no hay manera de agradecerlo.

Al empezar la carrera y el curso no fue nada fácil. Las primeras clases eran un lío, tenía deberes a mansalva y era un auténtico quebradero de cabeza, sobre todo, intentar escribir correctamente los caracteres y los puñeteros tonos (z/zh/ch/c/s/sh... Y su puñetera made). 

Mi primer libro


A los 3 meses de empezar el curso, ya lo habían dejado 10 alumnos. Y eso que el chino fue el primer idioma que llenó el grupo. Caían como moscas, pero yo erre que erre, el chino no iba a poder conmigo.

Sin embargo, debo confesar que desde la primera clase, el chino y yo conectamos. Surgió una bonita historia de amor. Y seguimos en buena sintonía, oiga. Me interesaba, me interesa y me seguirá interesando. Todo el trabajo duro, el esfuerzo, la paciencia y el sacrificio no es nada comparable a la sensación de poder mantener una conversación con un chino, poder ser capaz de subtitular a un chino hablando a la velocidad del rayo o entender la mayoría de los diálogos de una película si está subtitulada.

Puede que este año haya estado liado hasta arriba y lo haya dejado un poco de lado, y reconozco que el inglés siempre será uno de mis más fieles amantes, pero el chino tiene algo maravilloso que no estoy dispuesto a olvidar, ni a desaprovechar. Ya me subí al tren del chino en 2007 y no me voy a bajar y perder la oportunidad, he trabajado mucho para perder este tren.

Por cierto, a mi madre le pareció una idea estupenda, hasta que años después le dije que me iba a China. Días más tarde, con lágrimas en los ojos me dijo “¿y por qué no hiciste francés? Ahora te tendría a dos horas de avión, no a doce”. 

你呢?为什么你开始学习汉语?


Y vosotros, ¿por qué decidisteis estudiar chino?




miércoles, 23 de julio de 2014

太原 - Taiyuan (III)

Abrí los ojos a les 6:30 de la mañana con un dolor de espalda que no me podía ni mover. Por suerte, conseguí relajarme un poco y dormir una hora más hasta las 7:30 que era la hora a la que tocaba levantarse para poder estar desayunando a las 8.

El jueves también había competición, esta vez eran regatas de 2000 metros. Cuando me lo dijeron casi me desmayo, porque yo hice 500 el día anterior y casi me da algo. Sólo la idea de remar tanto ya me hizo estar cansado.

El jueves era día libre hasta la tarde. Yo opté por estudiar un poquitín para el examen que me esperaba el domingo. La mayoría se fue a dormir, otros se fueron a comprar o a dar una vuelta por la ciudad y algunos fueron hasta el sitio de la competición por su cuenta, pero se perdieron por el camino y cuando llegaron se perdieron más de la mitad de las regatas.

Por la tarde tocaba 玩儿, que en chino tiene varios significados, pero que en el caso que nos concernía significaba «hacer turismo». Nos montaron en autobús y estuvimos viajando durante más de 1 hora. Nos querían llevar a visitar el Templo Jinci (晋祠),
Entrada al 晋祠 
que es el templo más importante de la provincia de Shanxi y se encuentra a los pies del monte Xuaweng. Se construyó hace más de 1400 años y está compuesto de una gran colección de más de 100 esculturas, edificios, terrazas y puentes. El lugar más famoso de este templo es el Recibidor de la Sagrada Madre, que se construyó en 1032 y tiene esculpidos ocho pilares con dragones enroscados y un techo curvado. Asimismo, el templo también tiene un jardín con cipreses de más de 3000 años de antigüedad de la dinastía Zhou.


El recinto es precioso, no había mucha gente y estaba repleto de parajes y salas donde te podías detener y escuchar el viento y observar el movimiento de las hojas de los árboles. Allí se respiraba tranquilidad y paz algo que cuando visitas un sitio turístico en China no sueles encontrar. El sitio me gustó, pero no me sorprendió. No era nada nuevo que no hubiera visto antes, los de Datong que visité un par de meses antes eran más bonitos. Si quizá hubiera sido lo primero que hubiera visto de China, me hubiera fascinado, pero no tenía nada “fresco” que ofrecer. Eso sí, la tranquilidad que dio caminar por el recinto y las vistas de las colinas hicieron francamente que la visita valiera la pena.

Nos dieron hora y media para visitar el recinto. Más que necesario, cabe decir. A la salida, de nuevo las típicas paraditas de puestos para comprar y los chinos pesados diciéndote cosas para que te pararas a regatear con ellos. Me dio rabia porque no había nada bonito que llevarse, todo eran postales, figuras gigantes de budas o estatuas del templo o imanes. Ni un triste llavero o figurita pequeña para llevarse de recuerdo. En fin...

Mi lugar favorito en el Templo.


Tras la visita, tocaba ir a la cena de clausura de la competición. En el camino de vuelta se me sentó al lado uno de los chinos de la universidad que nos guiaban (es de chiste porque iban más perdidos que nosotros, y eso que estaban ahí para ayudarnos... vamos hicieron su trabajo como el culo). Resulta que al enterarse de que era de España tenía curiosidad de hablar conmigo porque quería empezar a estudiar español. Conversamos en chino (ahí lo dejo… #postureo #vacilada #dato) un poco sobre qué estudiábamos cada uno, qué tal China y los chinos (aquí solté una trola igual de grande que el templo que habíamos visitado), y entonces me preguntó por el cine español y por Almodóvar. Yo, gran ignorante del cine español, ya me veis intentándole explicarle que por muy bueno que sea no soy un gran apasionado del cine y que no he visto sus películas. Tras la indignación del chino (ya ni me acuerdo de su nombre), seguimos charlando de mi examen oficial, de la ciudad, vamos que hasta me vino bien para practicar, oiga.

Nuestra siguiente parada era, seguramente, uno de los hoteles más lujosos de la ciudad. Entramos, subimos unas majestuosas escaleras de mármol y entramos en lo que era un comedor ENROME, con decenas de mesas redondas muy bien distribuidas, con el nombre del equipo o de la universidad y un número en el centro y un escenario al fondo con una pasarela cubierta por una alfombra roja que atravesaba el recinto. Para terminar de redondear la belleza de la sala había unas soberbias columnas, cortinas lujosas, alfombra por todo el suelo y unas lámparas bien brillantes que si se te caen en la cocorota te hacen papilla.

El salón donde se celebró la cena de clausura de la competición

Resulta que aquello era la gala oficial de clausura de la competición y nosotros veníamos vestidos como quien va a dar una vuelta un domingo por la mañana.

Nuestra mesa estaba situada en las posiciones de cabeza, al lado de la pasarela y casi en primera fila. Habían colocado a los “no asiáticos” en mesas cercanas al escenario. No sé si para aparentar o para llamar la atención.

La acreditación en nuestra mesa


Nos tuvieron aproximadamente una hora allí sentados sin saber nada. La gente iba llegando, el comedor estaba cada vez más lleno, la gente se impacientaba y nosotros íbamos bebiendo cerveza para amenizar la espera y el hambre. Ya que nos la daban y no traían nada de comer, pues no vamos a decir que no.

Finalmente, salieron varias autoridades al escenario. El director de la competición introdujo a las otras autoridades y soltó el típico discurso de clausura: que si gracias a los equipos por venir hasta aquí, que si ha sido un honor, que si gracias por nuestro esfuerzo, por nuestra capacidad de lucha, por nuestro compromiso (¡traed la comida ya, que tenemos hambre!), por el espectáculo que habíamos dado a los ciudadanos de Taiyuan (¡más cerveza!), por ser respetuosos con los rivales, por disfrutar de la ciudad y de sus encantos (¡eso especialmente!) y que esperaban que la cena y el espectáculo fuera de nuestra agrado. Más tarde volverían para dar paso a la entrega de premios y a las fotografías. 

Salieron los camareros y se pusieron a colocar platos en la mesa sin parar. Había de todo y para todos. No sabía nada de lo que había en la mesa, no sabía si era carne, pescado o verdura, pero yo lo probaba todo.
La Pantoja de Taiyuan
Algunas cosas picaban, otras no, al final tenía tantos sabores en la boca que ni los distinguía, pero yo por probar, que no quede. Durante la cena también hubo varias actuaciones que amenizaron la velada. Salieron unas muchachas a hacer un baile típico de la zona, una mujer con un vestidazo rojo cantó a grito pelado como si de una tonadillera se tratara, luego un hombre vestido de blanco que parecía Bustamante con unos movimientos muy raros que daban grima; luego salieron unas bailarinas vestidas de cuero a hacer un baile/striptease. Yo me lo estaba pasando cañón, porque como lo teníamos tan cerca, lo vivíamos más intensamente. Parecíamos marujas en la fiesta del pueblo: sentados en una silla comiendo y viendo a gente subida en un escenario haciendo el mono. INMEJORABLE.


La gente ya no tenía hambre y los platos seguían viniendo. Yo como adopté el método pica-pica aún tenía hambre y seguía probando todo lo que venía. Ya era incapaz de distinguir los sabores y era más curiosidad que hambre. En realidad tenía miedo, porque estaba creando una mezcla de cosas en mi estómago que podría ser peligrosa, teniendo en cuenta que nuestra váter se embozaba a la mínima, pero no hubo que lamentar problemas estomacales ni esa noche ni al día siguiente, ni tampoco al siguiente, por suerte.

Volvieron a salir las autoridades al escenario y empezó la entrega de premios. Sólo salían al escenario los tres primeros de cada categoría. Esta parte se hizo extremadamente larga, porque tres pruebas (200, 500, 2000) por 3 modalidades (mixta, masculina, femenina), y ahora fotografía y ahora le da la copa este y ahora se la da el otro… La historia interminable.

Al equipo europeo nos tocó una copa y un diploma por parte de la competición por tener el 6º mejor tiempo en 200 metros de 12 equipos. Tenían copa y diploma hasta el 8º, los coreanos como quedaron por debajo de esta marca, no se llevaron nada. Nos dieron un pequeño trofeo para todo el equipo, un diploma y nos hicieron salir al escenario para hacernos la foto reglamentaria.
Cuando al final se acabó la tediosa entrega de premios, la gente de aquel salón se empezó a transformar en una jauría de chinos locos, brindando por todo, gritando y corriendo despavoridos como pollo sin cabeza. Lo que no sabíamos era que lo siguiente era ir mesa por mesa, felicitando al resto de equipos y brindar por el esfuerzo y los triunfos si se han logrado.

Esa es la teoría

¿Qué pasa? Que somos extranjeros, encerrados en una sala llena de chinos, que nos ven y los ojos les hacen chiribitas. Algunos en vez de con copa venían con la botella de cerveza entera a brindar. Aquello era una locura, no paraban de venir chinos de todas partes, nos dieron pulseras de la Universidad de Shaanxi, nos querían intercambiar camisetas, nos preguntaban cincuenta cosas a la vez, se querían hacer fotos y mas fotos, te hacían brindar 2 o 3 veces porque llevaban una taja encima que te hablaban mezclando chino e inglés. A eso le sumas los ojos azules, que eres español y ya ¡SODOMA!

Los coreanos sentaditos como niños de San Ildefonso en su mesa y nosotros que parecíamos los actores de Crepúsculo en una sala llena de fans incondicionales de la saga. Yo solo quería toparme con una china que me diera una pulsera de la universidad azul, pero no tuve suerte. Me quedé con la verde, aunque ahora me encanta. Unos chinos hasta me pidieron mi camiseta, aunque no fuera ni de una universidad, con que fuera de un extranjero ya les valía. El trueque no se llevó a cabo, tranquilos.

Al final salió Li Peng al rescate para decirnos que tocaba volver al hotel. Él intentando sacarnos de allí y los chinos que no nos dejaban ir. Aquello era un círculo vicioso: a más tiempo, más cerveza tenían en el cuerpo, a más cerveza, más locos se ponen, cuanto más locos se ponen, más cansinos se ponen, cuanto más cansinos, más te entretienen, cuanto más te entretienen, más minutos pasan, y cuanto más minutos pasan más beben…. Así sin fin. Hasta que casi tuvimos que salir corriendo para salir de allí. Pese a la locura desatada en aquella sala, fue una noche de gala digna de admira’.

De vuelta por el hotel, aquella también iba a ser la última vez que íbamos a estar con los chinos que nos habían entrenado. Así que quedamos todos en la habitación de uno de ellos y jugando a cartas, brindando por todo el trabajo hecho y charlando un poco, pasamos aquella última noche entre risas y despidiéndonos como se merece: pasando un rato agradable.

Al día siguiente teníamos hora para desayunar hasta las 9, así que yo aproveché para dormir un poco más, no como Josh, que se levantó a las 7 porque quería ir a dar otro paseo por la ciudad. Yo ya había visto más que suficiente para afirmar que en esa ciudad, no hay NADA interesante, fuera de tiendas, restaurantes donde cocinan pinchos en plena calle o calles en obras. Me lo confirmó él mismo cuando volvió.

Teníamos que dejar las habitaciones a las 9:30 y el bus de vuelta a Tianjin nos pasaba a buscar sobre las 10 aproximadamente.

Aprovecho para explicar un poco el comedor/buffet del hotel que no lo he hecho todavía. Yo me fui de Tianjin un poco harto de la comida china, porque por mucha variedad que le busques es siempre el mismo perro con distinto collar: sopa, arroz o fideos mezclados entre ellos o con carne, pescado y salsas. Pues bien, me volví aún más harto si eso podía ser posible, porque en un buffet pasa lo que pasa, que vas probando un poquito de esto, un poco de lo otro, y al final acabas comiendo un montón de cosas y te das cuentas que nada te “llena” de verdad, y lo único que esperas es que en la siguiente vez haya un poco de embutido, unas lentejas, un estofado, un buen filete, pescado en buenas condiciones; pero nada, mi gozo en un pozo.

El buffet consistía de varias mesas distribuidas de la siguiente manera:

·      Una mesa bien larga justo en el centro del comedor que iba por partes: primero las lechugas y verduras; segundo, otros entrantes fríos; luego ya venía los platos calientes como carnes y pescados con salsas; a continuación venía la zona de pastas y arroces; y para terminar unas perolas gigantes donde había diferentes caldos y consomés.

·      Al final de la sala había otra mesa bien alargada que era la de postres y fruta.

·   En la parte derecha había dos mesas: en una, hacían unos fideos típicos de la región y en la otra, un chef preparaba pato Pekín.

El otro problema que tenía el comedor era la traducción de los platos al inglés. Aquello estaba traducido con Google Translator 100% seguro, porque había nombres que no tenían ningún tipo de sentido. Yo, iré bien de listo ahora, pero directamente leía los carteles en chino y se entendía mucho mejor. Recuerdo por ejemplo la primera noche que fui a la zona de postres y vi en un cartel Spanish Omelette, que yo me quedé que no me lo creía, porque tenía forma de pasta de té, así que me puse dos en el plato, y al probarlo aquello era una mierda insípida que lo único que tenía de tortilla era el huevo que le habían puesto para hornearla. Luego repasé el cartel en chino y vi que el primer carácter era el de España y de ahí la traducción. El cartel colgado en el comedor era ya la pista más evidente de que de traductor nada de nada.
¿Google Translate? PARA NADA

Sobre los fideos de la región, tengo que decir que la primera noche, apareció una señora muy bien vestida y muy maja con un micrófono que explicó detalladamente cómo se preparaban los fideos y que eran los mejores de China y que teníamos que probarlos. La primera vez estuvo bien, la segunda también, ahora cuando ya lo volvían a repetir una y otra vez incluso más de 3 veces en la misma comida, ya es que te apetecía ahorcar a la muchacha con los fideos para demostrarle que efectivamente los fideos son los mejores. Pues bien, en mi afán por descubrir la gastronomía china, los probé. Los fideos estaban buenos, pero CON TOMATE FRITO Y QUESO RAYADO o en una SOPITA CALENTITA, porque venían acompañados de un potingue marrón (ellos le llaman salsa) y mil verduras y hojas de vete tú a saber de qué coño de planta y que encima picaban como mil demonios del infierno. Vamos que estropeaban los fideos, que estaban buenísimos.

Y siguiendo con otras cosas, a TODOS los postres les faltaba azúcar, los panecillos no sabían a nada y estaban blandengues, las sopas quemaban como las llamas de satanás y encima estaban sosas, que te metías una cucharada en la boca y no sabías si lo que había en realidad en la perola era sopa o agua caliente por mucho color que tuviera y muchas cosas tenían una pinta y un color que ni te acercarías con una vara extensible.

Yo al final iba a lo seguro: un poco de lechuga, un poco de carne (probé el camello por cierto, pero como llevaba tanta salsa como que no supe distinguirlo de otro animal), arroz o pasta y siempre me pedía varios rollitos de pato pekín (eso sí que estaba buenísimo), y algo de fruta de postre. Me quedaba lleno y siempre había para escoger.

El desayuno era otro tema aparte. Por suerte había bacon y salchichas. Hubo un día que vi unos huevos, que pensé, ingrato de mí, que era duros, pero no, estaban como si los compras en el supermercado, así que si era una broma, no me hizo gracia. Luego ya estaba el tema del té, que tenías mil tipos y variedades, y llegabas a la leche, y solo había tibia, ni fría ni caliente, tibia, vamos que ni pincha ni corta. También había fideos y arroz para desayunar, pero comer eso para desayunar ya es de manicomio o de trastorno de personalidad.

Volviendo al viaje, después de dejar la habitación y reunirnos todos en el lobby del hotel, esperamos a que llegaran a buscarnos. Cuando Li Peng nos dijo la noche anterior que saldríamos a las 10, yo supe instantáneamente que saldríamos a las 11:30 mínimo, y equilicuá.  

Hora y media de espera después vino el autobús y llegó el momento de despedirse de la ciudad, los chinos que habían entrenado con nosotros y del remo. Un momento triste tengo que reconocerlo. Tocaba volver para Tianjin después de unos días, para mí, NECESARIOS para salir de la misma rutina de siempre, y tocaba enfrentarse a la recta final del curso y de mi año de estudios en China, con el examen oficial de chino HSK 5 dos días más tarde, con los exámenes dos semanas más allá, con la familia que viene de visita 3 semanas más tarde, y con 1 mes y poco más para mi vuelta a casa.

La vuelta fue tranquila. Yo me la pasé estudiando los 2500 caracteres de la puñetera lista del examen e íbamos parando cada 2 horas aproximadamente para estirar las piernas, ir al lavabo y descansar un poco. En una de las paradas nos compraron un baozi gigante relleno de carne. Estaba buenísimo.
包子. El baozi gignate que me comí. Buenísimo.

Tras 7 horas de viaje en autobús, llegamos a Tianjin, a nuestra querida residencia: para mí fue como volver a casa. Pero aún quedaba una cosa más por celebrarse…

La universidad nos invitaba a una cena para darnos las gracias por nuestro esfuerzo y por participar tan bien representando a la universidad.
La cena en la univerisdad

Nos regalaron un ramo de flores a todos, nos dieron el diploma a los del equipo europeo y nos sirvieron un buen banquete para poner, ahora sí, punto y final a una actividad que cuando me apunté nunca pensé que me daría tantas cosas, que aprendería tanto, que conocería a tanta gente, que me llevaría de viaje por China y que me lo pasaría tan y tan bien. De corazón, muchas gracias a la universidad por organizarla. Espero que lo sigan haciendo porque es una iniciativa magnífica. Creo que la mejor forma de cerrar este relato es así

Ola k ase, remas o k ase…


PD. Al final aprobé el examen oficial de chino. Ya que he dado la tabarra durante las 3 entradas, creo que era un buen broche final decir que el esfuerzo tuvo su recompensa. 

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