Seguimos descubriendo otro pedacito
de China, esta vez no es ni una provincia, ni una ciudad, sino un distrito
que se encuentra dentro de Tianjin, la ciudad en la que estoy viviendo y
estudiando. Este distrito se llama Tanggu
(塘沽) y está localizado hacia el este de Tianjin, y cuyas características
principales son que alberga el puerto de Tianjin, que da al mar de Bohai (渤海 = BOHAI = literalmente
“MAR BO”); y donde se encuentra el área de desarrollo tecnológico y
económico de Tianjin.
El motivo de la visita era para
encontrarme con Sara e Irene, un par
de compañeras de clase de chino en la UAB. Habían aterrizado en China a
principios de febrero porque van a trabajar aquí, y al estar tan cerca y no
tener nada que hacer, había que organizar una quedada para reencontrarnos y
ponernos al día. Tiene gracia que nos veamos en China y no en España.
Para llegar hasta Tanggu me decanté
por el tren, tardaba unos 20 minutos el trayecto, sabía cómo llegar a la
estación sin ningún problema, el billete era barato ya que ida y vuelta me
salió por 21 yuanes = 2,6€ (Más barato que la ida de Mataró a Barcelona
en bus o tren, ejem ATRACADORES ejem)
y me iban a estar esperando en la estación, así que no tenía mucha
complicación.
A las 7.30 de la mañana del
domingo 17 de febrero de 2013, salí por la puerta de la habitación para ir
a coger el autobús hasta la estación con una espesa “niebla” que cubría el
cielo y el sol, que seguía durmiendo plácidamente. Me sorprendió ver las calles
ya con tráfico y con tanta gente, sobre todo teniendo en cuenta que era domingo
y que en España, las calles a esas horas de la mañana, rara vez consigues ver
un alma por la calle, como mucho ancianos que se van de paseo o jóvenes que
vuelven con una borrachera de caballo a casa a dormir la mona.
A eso de las 8:40 tomé el tren y a
las 9:02 salí por la puerta de la estación para reencontrarme con las chicas. Después
de salir, decidimos qué íbamos a hacer aquel día que teníamos por delante.
El primer objetivo del día era ir a visitar el puerto de Tianjin
y pasear por la zona. El plan no parecía muy complicado de buenas a primeras,
¿no? Antes de seguir, ¿por casualidad recordáis a ese tipo que era profesor en
el programa ese de bailar que se llamaba “FAMA”? Pues bien, para los
nostálgicos y los que no lo sepáis, tenía una infame expresión que decía así: “caca,
súper caca y UNA SUPER CAGADÍSIMA”. Nuestro plan de ir al puerto fue UNA SUPER CAGADÍSIMA, así de claro y en
mayúsculas. Os cuento. No sabíamos dónde estaba exactamente, así que tiramos de
Google Maps y le dijimos al taxista que nos llevara a la zona más “turística” o
a la zona más cercana. El taxista iba conduciendo, el contador iba subiendo,
nosotros íbamos charlando y el puerto no se veía por ninguna parte. Al final,
salimos por una entrada de la autopista y allí no había NADA ni NADIE, aquello
estaba más muerto que Wert en una asamblea de estudiantes armados.
De repente,
encontramos un centro comercial, que Irene dijo que estaba abandonado, y
seguimos avanzando pero allí no había nada, incluso el taxista iba hablando por
el walkie preguntando, pero allí no había rastro de nada, desértico. Y
finalmente, llegamos al final de la carretera, donde sólo había un taxi (que
vete a saber tú que estaba haciendo allí el taxista sólo, NO QUIERO NI
SABERLO), un pequeño paseo con alguna que otra escultura, y el mar de Bohai,
que se veía de color verdoso y con grumos, que bañaba unas rocas que tenían
nieve. La niebla tampoco mejoraba mucho la vista, porque aquello parecía una
escena de Piratas del Caribe.
Así que nos bajamos del taxi con el contador ya
en 100 yuanes, diciéndole al tío que no se fuera, dimos varios pasos, echamos 4
fotos (incluso le pedimos al taxista que nos echara una de los 3 y en vez de
sacar la estatua que teníamos detrás sacó la niebla) y nos volvimos para atrás
con el mismo taxi. Nos echamos a reír de lo surrealista de la situación, sobre
todo con el comentario de Sara de “ahora le dirá a sus compañeros LOS PARDOS
YA VUELVEN”. Sé que no tiene ni PUTA
gracia, pero era eso, darnos de hostias o matar al taxista, así que nos lo
tomamos de la mejor manera posible.
El taxi en cuestión. |
El paseo marítimo nevado con el mar Bo (渤海) de fondo. |
¡Ya vuelve los pardos! |
Tras llegar de vuelta a la zona del
apartamento donde están viviendo ellas, el contador marcaba la escalofriante
cifra de 210 yuanes, lo cual suponía pagar 70 yuanes cada uno por el taxi (8,75€), puede que en €uros no sea
mucha cantidad, pero aquí eso es un dineral. Encima el taxista se extrañó
cuando lo pagamos a partes iguales y no lo pagaba yo. ¿ESTAMOS LOCOS? El
taxista ya podía dejar de trabajar ese día, ya le habíamos llenado el cupo de
beneficios antes de las 10:30 de la mañana.
Tras el chasco de la visita al
puerto, las chicas me estuvieron enseñando la zona por la que viven. Me
pidieron perdón tropecientas mil veces porque no había nada que visitar y que
turismo por allí 0, pero no me importaba, ya me lo imaginaba antes de ir.
Por
lo tanto, caminamos por las calles, paseamos por un parque de árboles
deshojados, hice fotos a las cuatro estatuas contadas que había por las calles
(cuando veíamos estatuas era un ¡ESTATUA!)
y fuimos a desayunar al Starbucks (un poco de publicidad subliminal, SÍ, y SÍ,
en China también hay) y a charlar un rato mientras hacíamos tiempo.
Paseando por 塘沽 |
A las 12 fuimos en dirección hacia el hotel donde ellas estaban
viviendo. Habían quedado con una china, cuyo nombre era Kelly, que era la que se había encargado de traerlas hasta China y
que trabaja en una empresa en Shangai. Aquel mismo día cogía un avión de
vuelta, así que habían quedado con ella para despedirse, preguntarle dudas
sobre el trabajo y darle las gracias por toda la ayuda.
Fuimos para unas calles que habíamos
visto anteriormente mientras caminábamos en la que había restaurantes para ir a
comer. Vimos, en primer lugar, un sitio que no era muy caro y que servían
varios platos, pero Kelly dijo que no porque era demasiado “simple”. Unos
metros para allá, encontramos otro que le pareció mejor y allá que entramos.
El restaurante tenía una decoración
muy acogedora y las mesas estaban acompañadas de taburetes y no de sillas para
sentarse. A mí lo que más me llamó la atención fueron dos mujeres que estaban
en la puerta del lavabo y se encargaban de decirte “está ocupado” o “ya puedes
pasar”. Una vez todos sentados en la mesa, se acercó la camarera para
atendernos y nos dejó encima de la mesa de madera una hoja en la que había jiaozi (饺子 = ravioli chino
muy típico hecho con una pasta pequeña como de canelón relleno de carne,
verduras u otros ingredientes. Me ha quedado muy de Arguiñano, pero para quien
no lo sepa) y después nos enseñó una tablet
(fue como ¿EING?) con fotografías de platos con el nombre y el precio. Pedimos 3
de jiaozi, y 3 platos: uno de
champiñones rebozados, otro de pollo troceado con verduras y anacardos (宫保鸡丁 por si alguien lo conoce)
y uno de berenjena a trozos en salsa. Y para beber, té. Un poco cliché, pero
bueno, entre té y agua caliente, me quedo con el té.
Todo estaba riquísimo. Y lo digo en
serio. Lo único que no me entusiasmó mucho fueron los champiñones, pero el resto
de platos, de 10. Las chicas aprovecharon la comida para preguntar dudas (van a
trabajar de profesoras de inglés en una guardería) y pedir consejos y al final
ya hablamos del idioma, de la diferencia de culturas, del matrimonio en China y
de muchos otros temas. Una comida realmente agradable.
Tras salir del restaurante
acompañamos a Kelly de vuelta al Starbucks para que adquiriera un café y fuimos
con ella hasta que tomó un taxi para ir a una estación de metro, porque con el
metro podía llegar hasta el aeropuerto directamente.
Lo siguiente que hicimos fue ir
hacia dónde vivían ellas. Se hospedan en un hotel, pero no en las
habitaciones del hotel, sino que dentro del hotel hay unos apartamentos, y en
uno de esos apartamentos, que además es una oficina con su despacho de
reuniones y todo, están ellas viviendo con su jefe.
Al entrar en el apartamento, pude
comprobar que aquello era mucho más grande de lo que yo imaginaba. Nada más
entrar, vi ordenadores y a un par de mujeres que estaban trabajando. Al
presentarme, una de ellas me pidió por favor que tomara asiento y me ofreció un
té, que pese a estar muy bueno, quemaba como la madre que lo parió. Estuvimos
sentados un rato, mientras Irene y Sara me explicaban cómo funcionaba el apartamento,
su trabajo, quién era quién allí y que en breve iba a conocer a su jefe, con el
que íbamos a cenar esa tarde/noche (teniendo en cuenta que cenan entre las 5 y
las 6…).
De repente, se abrió la puerta y
entraron varias personas de entre los cuales se encontraba su jefe, cuyo nombre
inglés es Kevin, y me saludó muy
efusivamente. Se presentó en inglés, pero me dijo que hablara con él en chino
si quería, que nos entenderíamos mejor. Charlamos un rato y me dijo que iban a
preparar la cena, que me sintiera como en casa.
Las chicas aprovecharon para
enseñarme todo el apartamento y nos refugiamos en su habitación un rato. Como
ellas llegaron durante el año nuevo
chino se han dedicado a ir con el jefe a cenas y comidas de año nuevo chino
con mucha gente y han experimentado muchísimo todo lo relacionado con sus
costumbres en la mesa, su forma de hablar, su forma de beber, etc.
Cuando llegaron las 6 de la noche nos llamaron para ir a la cena. En la mesa íbamos a ser
nosotros tres, el jefe Kevin (que por cierto es de Harbin), su esposa, un amigo
suyo que se llamaba Mark como yo (se partió de la risa cuando se lo dijimos),
un hombre y dos mujeres más. La relación de los otros cuatro no me quedó muy
clara, pero bueno que íbamos a ser 6 chinos y 3 españoles. En la mesa
había un festín de comida de todo tipo: salmón crudo, fideos, arroz, carne con
verduras, carne con brócoli, verduras, platos típicos, salsas… DE TODO Y PARA TODOS LOS GUSTOS. Sin
embargo, para mí lo que más me llamó la atención, por lo asqueroso que era, fue
el 臭豆腐 = CHOUDOUFU, no
sé si el primer carácter es el correcto, pero es un tofu de un color entre
marrón, verde y negro que tienen envasado en un bote con una agua verdosa. El
olor es repugnante, pero al probarlo fue como si cogiera una cagada de paloma
con los palillos y me la comiera, A-S-Q-U-E-R-O-S-O.
Pero bueno, sigo vivo, todavía... Como dijo Kevin emulando a mi madre en
ocasiones, para decir que algo no te gusta tienes que probarlo antes, aunque
sea muy poquito, si no lo pruebas, nunca sabrás si te gusta o no. Kevin era una
caja de sorpresas, por cierto, también nos comentó que estuvo trabajando 8 años
en Ghana y aprovechaba siempre que podía para bromear con nosotros.
No puedo pasar por alto la bebida.
No sé si lo he comentado alguna vez, pero en China te puedes ir a comer a
cualquier restaurante con tu bebida, y no pasa nada, así que normalmente la
gente suele comprar la bebida fuera y llevarla para comer o cenar, ya que en la
carta suelen ser un poco caras. Normalmente, en este tipo de eventos se suele
beber cerveza (青岛 QingDao, es la más
famosa y que se suele consumir más) o baijiu (白酒 = literalmente “licor blanco”) que se puede comparar con
nuestro aguardiente, se consume en comidas de negocios y eventos importantes y que
tiene una graduación alta. Como ya había probado el baijiu y preferiría que me quemaran vivo antes de volver a beberlo, ya vi que los chinos estaban bastante
emperrados con que bebiera, pero ya les dije de entrada que “muhas gracias,
pero prefiero la cerveza”. Fue muy curioso poder ver cómo se comportan y qué hacen
a la hora de comer en este tipo de eventos. Te iban diciendo que comieras e
iban proponiendo brindis (sobre todo mi tocayo Mark) por esto y por aquello,
brindis con este, brindis con el otro, brindis con menganito, brindis y más
brindis. Lo curioso del brindis, por ejemplo, era la cantidad que tenías que
beber. Te preguntaban, “¿Cuánto?” y tenías tres opciones:
A) decir ganbei
(干杯) lo cual traducido a nuestro idioma es un “Sant Hilari,
Sant Hilari, fill de puta qui no se l’acabi” de manual;
B) decir ban (半) lo cual quiere decir que te tienes que beber medio
vaso, opción que utilizamos más;
C) decir yimu
(no sé qué puñetas de carácter es) lo cual quiere equivale a “un dedo, un
sorbo, un trago”, que lo hicimos al principio, y ya hacia el final, mientras
los chinos nos miraban con cara de “¡vaya mierda!”.
Suerte que no bebí baijiu en esa cena porque entonces no vuelvo a Tianjin esa noche aunque me lleven a
cuestas hasta la habitación. La cerveza y el baijiu corrían en esa mesa que daba gusto, y eso que me dijeron las
chicas que esa noche era suave.
Luego salió el tema del fumeque.
Me preguntaron “¿Fumas?” y dije “No”. Y de repente se hizo como un silencio incómodo,
incluso Kevin tomó aire. Al cabo de unos segundos vino la réplica: “¿POOORRRQUEEEEE?”
y yo “Pues porque es malo para la salud”, y entonces Kevin soltó “un buen
hombre tiene que hacer cosas malas para ser bueno”, dicho esto, se echó a reír.
HIJOPUTA como le dio la vuelta.
A mí me llamaron la atención
especialmente mi tocayo Mark, que me iba proponiendo brindis y que intentaba
hacer bromas con nosotros, y por supuesto, Kevin, el jefe, que se nos puso a
hablar de temas como “en China la familia es muy importante”, de la
trascendencia de tener “contactos” aquí, de cuánto más grande sea una familia
mejor, de que ganar dinero es lo principal, que él era el hermano mayor y Sara
e Irene sus hermanas, que éramos muy inteligentes por venir a China porque
China es muy importante hoy en día… No sé, fue un poco escena de “El Padrino”,
pero bueno. Lo que me hizo más gracia es que Kevin no comía, sólo repartía
comida y bebía baijiu sentado con las
piernas abiertas y con toda su panza aposentada en sus piernas, expandida como
si fuera un puf de IKEA en el suelo.
Viví toda esa cena a tope. Por un
lado, todo era muy interesante, verles en su salsa, comiendo, bebiendo,
brindando, charlando, riendo, fumando, con el jiji y el jaja; pero por otro
lado, el tema de la familia y los contactos daba un poco de canguelo. Sin
embargo, vivir esa experiencia me supo a oro, porque era una de las cosas que
quería sentir y experimentar, y a pesar de que fueran sólo 2 horas, aprendí un
poco más de su cultura, me relacione lo que pude con ellos, entendí todo lo que
pude de lo que hablaban en chino y bebí lo justo. En definitiva, una
experiencia T-R-E-M-E-N-D-A.
A eso de las 8 estábamos otra vez en la estación, para ya volverme a
Tianjin. En el tren, me di cuenta del gran día que había vivido y todo lo que
aprendido y experimentado, de verdad que fue un placer poder ponerme al día con
Sara e Irene, visitar una zona nueva en China y poder pasar un gran día en
Tanggu.
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