jueves, 24 de abril de 2014

北京 - Pekín (VI)

Hacía mucho de mi última visita por Pekín, concretamente desde el 11 de febrero, a principios de año, cuando volví para el segundo semestre de la beca. Y ya si pienso en última vez que fui a visitar algún monumento, tengo que irme a octubre de 2012, cuando por la Fiesta Nacional tuvimos una semana de fiesta.

Sin embargo, aún teníamos una cuenta pendiente con Pekín y era el momento de saldarla. Así que el pasado sábado 11 de mayo de 2013, después de decidirlo unos días antes, planeamos hacer una visita de un día hacia la capital.

La hora de quedada era sobre las 10 de la mañana, tiempo suficiente de dormir un poco, pero tampoco muy tarde para no llegar demasiado tarde a Pekín. Éramos 8: Meri, Ari, Judit, Carolina, Edgar, Laura, Kiwin (novio de Laura que vino de visita) y yo.

El día se presentaba duro y caluroso: a las 10 de la mañana radiaba el Lorenzo sobre los 30 grados y se preveía que llegaríamos a temperaturas de hasta 35 grados. Ahí es nada. Por una parte, ya era hora de notar el sol en la cara, pero aquel calor iba a ser sumamente extremo. Había que salir preparados con gorras, gafas de sol, pañuelos y crema solar para no achicharrarnos y llevar mucha, mucha agua en la mochila para hidratarnos y refrescarnos.

Una vez llegamos a la estación, compramos los billetes de tren y tras dar un paseo por el supermercado para buscar agua y echar un vistazo a los sombreros que había por allí (había de todo, desde lo más normal a lo más estrambótico) pasamos el control y esperamos unos minutos hasta que abrieron las puertas.

En el tren todos íbamos sentados en la misma fila, menos yo, que llevaba un chino a mi lado, al que por suerte para mí, no le dio ni por hacerme preguntas, ni por mirarme raro, es más, me ignoró como a un calcetín en el cesto de la ropa sucia. Encontré un periódico chino en el revistero del tren y me puse a ojearlo. Siempre he dicho que uno de mis objetivos al volver a casa tras mi paso por China era coger un periódico y más o menos entender las noticias. De momento estamos en ello, entendí una noticia pequeñita a la perfección, y el resto podía reconocer caracteres, pero ni idea de lo que significaban y luego había textos que no pillaba ni una, así que aún queda trabajo que hacer, pero no hay nada de lo que preocuparse, todo llegará…

Una vez nos atoramos en Pekín, fuimos en busca del metro. Siempre tan rápido y conveniente. Y lo digo sin ironías. 0 quejas sobre este aspecto de Pekín. En este punto se bifurcaron nuestros caminos: Laura, Kiwin y Carolina iban a visitar el Palacio de Verano, mientras que Edgar, Meri, Judit, Ari y yo nos fuimos a visitar el Templo del Cielo, porque el Palacio de Verano ya lo visitamos cuando fuimos en octubre.

Así que nuestra siguiente parada era el Templo del Cielo. A continuación os voy a hacer una pequeña presentación para que os situéis un poco.

El Tiemplo del Cielo 天坛 (TIAN TAN = altar del cielo) es el mayor templo taoísta de toda China. Se construyó en 1420 y las dinastías Ming y Qing lo utilizaron como lugar de culto y oración para las cosechas en primavera y dar las gracias al cielo por los frutos obtenidos en otoño. En 1998 se declaró Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Nos bajamos en la parada de metro correspondiente, salimos y a los 2 minutos nos topamos con la entrada. Justito en la puerta, ¡ideal! Pagamos la entrada reducida por ser estudiantes, 28 yuanes (3,5€) y entramos bajo el sol abrasador de Pekín. No se veía mucha gente, así que a simple vista parecía que iba a ser una visita tranquila.

Al empezar a caminar de repente Judit se puso a dar gritos: “PARAD, PARAD, PARAD.” De repente se mira el brazo y dice: “Dios, me estoy pelando y ni siquiera me ha dado el sol, ¡Dios!”. Se echó tanta crema que yo creo que ni un lanzallamas podría ser capaz de quemarla. Para rematar la protección, cogió un pañuelo que trajo y se lo echó por encima como si fuera un manto.
Retomamos nuestros pasos y nos encontramos con un largo porche repleto de pinturas y lleno de gente jugando al ajedrez chino, al mahjong, a cartas, comiendo, charlando, bailando…
Una actividad muy común entre los mayores en China.
Esto es una actividad muy típica entre los chinos, sobre todo los mayores, cuyo mejor entretenimiento es ir a los parques a disfrutar de su tiempo de ocio y hacer todo tipo de actividades, hasta deporte. La entrada para este tipo de actividades es totalmente gratuita, así que si te puedes ir a un espacio tan bonito como ese a pasar tus ratos libres una vez estás jubilado, encantando de la vida oiga.  

Tras dar una pequeña vuelta y comprar un helado o beber agua medio congelada para sofocar las condiciones climatológicas infernales, pasamos a la primera y principal atracción del Templo: El Pabellón de la Sala de la Oración por la Buena Cosecha

Este templo es el edificio más conocido de todo el recinto y uno de los más representativos de la ciudad y de todo el país. Es de forma circular, de un diámetro de 30 metros y una altura de 38 metros y construido sobre tres terrazas circulares de mármol blanco. Se sostiene sobre 28 pilares de madera y muros de ladrillo sin necesidad de ninguna viga. El salón tiene un triple tejado construido con tejas de color azul y está rematado por una bola dorada en la cúpula. Está construido totalmente de madera y la distribución de las 28 columnas tiene una gran simbología: en los 32 metros de diámetro, se disponen las columnas en tres círculos concéntricos: en el círculo más interior, las cuatro columnas más grandes representan las cuatro estaciones del año; en el círculo intermedio hay otras 12 columnas, que representan los 12 meses del año; y en el círculo más externo otras 12 columnas más, que representan las 12 horas del día. Como dato de interés, en el año 1899 sufrió un incendio, pero se reconstruyó al año siguiente.

El lugar me pareció impresionante y la panorámica exquisita. Es todo un símbolo de China y poderlo fotografiar es una delicia, pero contemplarlo con tus ojos, es aún más dulce si cabe. Hicimos un montón de fotos, ya que obviamente valía la pena detenerse y pasar el rato por allí.
¡Espectacular!

En la parte derecha había un pequeño museo con la historia de la construcción del Pabellón, con los eventos más trascendentales (se celebró un acto para recibir la llama olímpica para los Juegos Olímpicos de 2008, por ejemplo) y la placa que le otorgó la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Salimos y nos dispusimos a subir las escaleras para contemplar el Pabellón de cerca. Yo incluso lo rodeé. Me llamó la atención hacerlo. Después me asomé y pude ver las 28 columnas, cuyas representaciones os acabo de explicar hace un par de párrafos. Una vez visto y revisto, descendimos las escaleras y seguimos nuestro camino.

Después de pasar por una gran puerta, nos encontramos con un largo camino hasta otra parte del recinto. Vimos a una pareja haciéndose las fotos de su boda. Muy romántico todo.
很浪漫!


Tras andar un poco más, llegamos a un par de atracciones más del recinto.
Primero entramos en la Bóveda imperial del Cielo con una estructura muy parecida al templo de las Buenas Cosechas. Lo destacable de esta bóveda es que en la antigüedad incluía las tablillas de los antepasados del emperador, que se usaban en las ceremonias del solsticio de verano. Alrededor se encontraba el Muro del Eco, en el que desde un extremo se podía oír un suspiro del otro extremo. Hicimos la prueba y funciona, así que es realmente curioso. Aún así hay que intentar que haya poca gente, porque si hay cola o mucha gente, es casi imposible percibirlo.

Tras salir de aquí nos metimos en la otra atracción, que era el Altar Circular. Según leí en las indicaciones del lugar, iba a ser el lugar en el que se iba a construir el Pabellón de las Buenas Cosechas. Está hecho de mármol blanco y de tres niveles y la geometría gira en torno al número 9, el número imperial. El nivel superior, que simboliza el cielo, es un gran mosaico de 9 anillos, cada uno compuesto por piedras en múltiples de nueve, así el último contiene 81 piedras. Las escaleras también se presentan en múltiples de 9. En el centro del nivel superior, hay una especie de círculo de mármol en el que es muy típico subirse a hacerse una fotografía y desde el cual se puede ver gran parte del recinto. Aquí tuvimos problemas para subirnos y para echarnos las fotos, por culpa de los chinos que ni se apartaban y se nos colaban. Pero al final, lo logramos por turnos e incluso haciendo el friky.

Al salir de aquí llegaba el momento de pasearse por los jardines y parques del recinto, que ocupan más hectáreas que los templos y las bóvedas. Hicimos una parada para ir al lavabo y como no necesitaba ir, me quedé esperando a que salieran el resto. Ahí fue cuando me atacó la mosca perrera: una vieja que vendía un pack de 10 postales, que a pesar de decirle mil veces que no, seguía insistiendo. Yo sólo le decía que no me interesaba, pero ella sola se iba bajando el precio. Empezó con 20 yuanes, pero acabó dejándome las postales a 8 yuanes. En cuanto salía la gente del baño les iba preguntando, pero al final no se las compré, porque ya tenía esas postales y me costaron 6 yuanes, después de regatearlas en otra tienda cuando fui en octubre.

Los jardines y parques eran muy agradables. Caminabas y te encontrabas distintas zonas con flores o árboles. Judit iba en busca del jardín de las rosas, porque fue con su novio a ver el Templo del Cielo en enero y estaba todo congelado y no tenía rosas. Al final lo encontramos y así lo encontramos:
Judit feliz como una perdiz porque el jardín de las rosas tenía rosas

Vimos otras zonas con flores, hasta un grupo de música tocando una pieza muy agradable bajo la sombra de los árboles. Caminamos un rato más y ya decidimos marcharnos, porque era la hora de comer y el calor apretaba de lo lindo.

Una vez terminada la visita, retrocedimos nuestros pasos, salimos por donde entramos y fuimos en busca de un sitio donde refugiarnos del calor y poder comer algo. Miramos alrededor y encontramos un centro comercial con un McDonalds, así que allí mismo nos metimos. Comimos, nos refrescamos, descansamos y reposamos un poco la comida. Eran las 15:30 aproximadamente cuando decidimos volver a ponernos en marcha, y aquí nos volvimos a separar: Judit, Ari y Edgar se fueron al Mercado de la Seda a comprarse zapatos y sandalias, y Meri y yo nos fuimos para 五道口 (wu dao kou), una zona de Pekín con muchos estudiantes, extranjeros y bares y donde nos íbamos a encontrar todos al final para ir a cenar juntos algo que os contaré más tarde.

En aquel barrio nos encontramos con Tania y Esther, un par de chicas de nuestra universidad que estudiaban allí. A priori teníamos unos 30 minutos de trayecto entre el Templo del Cielo y五道口, pero hubo un momento en que nos empanamos Meri y yo, nos equivocamos de dirección en un metro que iba en línea circular y dimos la vuelta más larga, por pereza de cambiarnos, pudimos encontrar sitio para sentarnos, así que veíamos pasar las paradas y los minutos. 1 hora más tarde salíamos por la puerta de la estación del metro en busca de Tania y Esther.

五道口 es un barrio de bares, discotecas y restaurantes sobre todo para estudiantes extranjeros.
Bebida de coco
Es una zona que está bien para salir por la noche a tomar algo sin necesidad de irte a
三里屯 (san li tun), otra zona de ocio pero muchísimo más cara, donde también están la mayoría de embajadas, por cierto. Fuimos a parar a un bar para tomar algo y ponernos al día mientras el sol de Pekín caía a la misma velocidad que descendían los grados del termómetro.

Finalmente, alrededor de las 19:00 nos encontramos todos de nuevo en la boca del metro. Nuestro siguiente destino era ir a cenar algo muy especial y muy pekinés: EL PATO.

El pato pekín es, sin lugar a dudas, uno de los platos más conocidos de la gastronomía china. Aún no lo habíamos probado, y por esa zona había un restaurante que Tania y Esther nos dijeron que lo preparaban bastante bueno. Se puede comer en muchas otras zonas de Pekín, como en 前门 (QIAN MEN) donde hay muchas calles estrechas o 胡同 y hay muchísimos restaurantes que asan los patos en las mismas puertas como si de pollos a l’ast se trataran.

Llegamos al restaurante y estábamos todos bastante reventados. Pero había que comer pato sí o sí. En aquel restaurante te daban la opción de pedir medio pato o un pato entero y además para acompañar pedías otros platos para compartir en el centro y arroz y así llenas el buche.

Lo que más nervioso me puso es que teníamos una sola carta par 10 personas, nadie decidía qué quería para comer por el cansancio y la camarera iba preguntando cada minuto si sabíamos qué queríamos. No sé si fue el calor o el cansancio o el sol en la cara, pero me estaba entrando una cosita por dentro entre ácida y amarga que no me estaba gustando nada. ¿Sabéis el instinto asesino de Hannibal Lecter? Pues por ahí. Solté la carta y al final dijeron 5 platos, pedimos un pato entero y le dijimos a la cansina de la camarera que si nos quedábamos con hambre pediríamos algo más, porque nos dijo que no iba a ser suficiente.  

Estos son los platos que pedimos para acompañar el pato:

·        Patatas con verduras
·        Revuelto de huevo con verduras
·        白菜 (bai cai) que es un tipo de lechuga con salsa de soja o vinagre
·       宫保鸡丁 (gong bao ji ding) que son trocitos de pollo en salsa con frutos secos
·        古老肉 (gu lao rou) que es el archiconocido cerdo agridulce.

Una vez nos acabamos estos platos, trajeron el pato. Es un poco como cuando pides paella o cochinillo en España. Te viene el chef con el pato asado encima de una bandeja y te lo enseña. Como si te estuviera diciendo: “esto es lo que te vas a meter entre pecho y espalda”. Y entonces agarró un cuchillo jamonero y empezó a cortar el pato en pequeñas rodajas. El pato no es muy grande así que tampoco salió mucha carne de allí, pero suficiente para que todos pudiéramos probar un poco.
¡A por el pato!

Os explico cómo debe comerse el pato pekín:

1.   Lo normal es que en el centro de la mesa tengas 3 platos: uno con el pato cortado en trozos; otro con verduras como cebolla o pepino o soja; y por último unas tortitas o creps. También debería de haber una pequeña taza con una salsa de color marrón que huele un poco fuerte (no os asustéis, sólo es olor y no es picante). 
Pato Pekín
2.   Primero coge una tortita o crep y póntela en el plato. Por mucho que cueste hay que cogerla con los palillos. No me seáis bastos usando la mano.
3.   Segundo, coge un poco de pato con los palillos y colócalo en el centro de la tortita.
4.   Tercero, añade las verduras que quieras (si te gustan, yo sólo cebolla porque el pepino destroza el sabor del plato, en mi opinión).
5.   Cuarto, coge una cucharilla y esparce un poco de salsa por encima para dar un poco de sabor al pato y a la tortita.
6.   Quinto, enróllalo todo (yo recomiendo no poner mucha cantidad porque si no se te va a salir todo y te va a gotear la salsa y lo más probable es que acabes con un manchote del tamaño de una pelota de tenis en la camiseta).
7.   ¡A comer!

Tal que así.

Y eso fue todo. Comimos todos al menos una fajita de pato pekín cada uno. Realmente bueno, de verdad. No está mal probarlo si se va de viaje a Pekín. Al final la cena subió a los 23 yuanes por cabeza (menos de 3€).

Y así se acabó nuestro viaje. Nos despedimos de Tania y Esther, volvimos a la estación, compramos los billetes para Tianjin, y llegamos a la residencia muertos de sueño, muertos de cansancio, pero contentos por haber pasado un día tan bonito por Pekín.

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