El pasado sábado, antes de hacer
nuestro examen de nivel (¡que felices y ingenuos éramos por aquel entonces!),
quedamos con unos cuantos estudiantes internacionales para ir a cenar a un
coreano, que un chico estadounidense conocía y decía que estaba bastante bueno. Como vamos
en busca de aventuras y no teníamos nada para cenar aquella noche, nos
apuntamos para seguir conociendo gente y para degustar “cosas nuevas”. Hora de
reunión: 7 de la tarde. Puede que alguno esté pensando: “¿a las 7 para cenar?
que pronto, ¿no?”. Ahora os cuento el porqué.
Resulta que el restaurante coreano
en cuestión estaba donde Buda perdió el bol (sí, ya que cambio de país, también
cambio de deidad y complementos). Tuvimos que caminar unos 10 minutos para
llegar a una parada de metro, recorrer 4 paradas, cruzar una carretera tipo
Ronda Litoral o la M-30 en hora punta a lo loco. Me explico, cuando digo “a lo loco”, me refiero a
que el que iba primero fue tan lumbreras de cruzar la calle por el medio cuando
claramente no iban a parar los coches ni de coña y encima diciendo que
tranquilos que no nos iba a pasar nada. Esto es China, si habéis leído la entrada de mi primer día por China, cruzar una calle puede significar que lo
próximo que te pase sea que te atropellen o manden tu cuerpo a otra calle, donde te atropellaran.
La escena desde fuera parecía como aquel juego en el que eres una tortuga y tienes que cruzar
una carretera para llegar al mar y para conseguirlo debes pasar carril a carril muy despacio,
porque si no los coches te hacen puré. Pues aquello era igual, nosotros las tortugas y los coches como en el juego. Sobrevivimos a lo de cruzar la calle (¡no se ni como!),
después giramos varias calles durante 10 minutos, y al final, 45 minutos después de
salir de la residencia llegamos al puñetero restaurante coreano de marras.
Nada más entrar, ya nos hicieron quitar los
zapatos. Ahí nos ganaron a todos, porque ya el simple hecho de comer en una
mesa baja, descalzos o en calcetines, sentados encima de unos cojines con las
piernas cruzadas y con un fogón en medio de la mesa ya despertó toda nuestra
curiosidad.
ADVERTENCIA: Los platos de comida que se van a explicar a
continuación pueden dañar vuestro estómago.
La cena funcionaba de la siguiente
manera. En cada mesa, nosotros éramos 7, se pedía carne o marisco y nos lo
cocinaban allí mismo las camareras, y de mientras, nos iban trayendo diferentes
platos pequeños de verdura para picar y acompañar la carne. Nosotros escogimos
el cordero, que nos dijeron que era lo que se pedía normalmente. De repente,
vimos que teníamos una tetera en la mesa. En los restaurantes asiáticos es muy normal beber té o incluso agua caliente. Yo di un trago, y dejé el vaso donde estaba. Aquel líquido estaba más insípido y más tibio que la
madre que lo parió. Menos mal que pudimos
pedir agua y lo arreglamos.
Una imagen del restaurante coreano, en cuestión |
Después empezó el festival de
platos: una variedad de platitos pequeños de todos los colores y formas y de
cosas que no teníamos ni idea qué eran. Por ejemplo:
1. una especie de crema de calabacín con una especie como de
fruto seco grande dentro
2. un tipo de moniato que no sabía a nada
3. tofu con una salsa de color granate por encima
4. una especie de pasta de arroz que era como chicle pero
que no sabía nada
5. una especie de cebolla con una salsa de tomate picante y
repugnante (¡premio al plato más vomitivo!)
6. fideos con una salsa que picaba solo al olerla
7. hojas de lechuga aliñadas con un tipo de vinagre
8. espinacas
9. brotes de soja
10. una especie de fideos
gelatinosos
La calidad es pésimo, pero para que os hagáis una ligera idea. |
Estos tres últimos platos, estaba
buenos, el resto simplemente corramos un tupido velo.
A todo esto, la camarera empezó a freírnos
la carne en la parrilla que teníamos en la mesa. Lo que había que hacer con
ella era lo siguiente:
1. Coger una hoja de lechuga
2. Poner encima un trozo pequeño de carne
3. Bañar la carne con una salsa picante que nos habían dado
4. Enrollarlo todo junto
5. Comérselo de un solo bocado.
¡A comer! |
Se suponía que tenía que ser
“refreshing”, es decir, refrescante o sabroso. A ver, yo lo hice un par de
veces, estaba bueno porque la salsa daba sabor a la lechuga y a la carne, que
tampoco era gran gran cosa. No era para tirar cohetes, pero estaba rico. En
definidas cuentas, que “refresing” como que no, pero fue gracioso hacerlo.
Viendo el panorama, me temía lo peor
para el postre, pero afortunadamente no había nada. O si había no lo pedimos.
Como experiencia tengo que decir que
fue curioso y muy divertido. Pasamos un buen rato. Ir probando platos nuevos,
lo de comer sin zapatos y sentados, algún plato que estaba bueno… Sin embargo,
yo al menos no pienso volver a no ser que me inviten, porque comer tampoco es
que comiéramos muy bien. Pero fue una gran experiencia, sin duda.
estoy viendo tu cara con lo de donde Buda perdió el bol!!
ResponderEliminarjajaj Marc!!! cada dia q entro en facebook busco tu "nueva entrada"!!! me rio tanto!jajaj por cierto, esa especie de cebolla con salsa picante y repugnante supongo q debe ser el "kimchi" q en verdad es col xD y lo venden por aki en fruterias "xinas" y todo, abre tu paladar!!jajaj besitos
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