viernes, 28 de septiembre de 2012

天津 - Tianjin (III)


Tras una buena noche de risas, nos levantamos al día siguiente sin saber a dónde ir, pero con ganas de ver algo. Como antes yo había tenido que ir a hacerme las fotos con el fondo de color rojo en aquella chabola gitana, vimos que había “algo” más allá de las calles derruidas que rodeaban el campus de la universidad. Así que, fuimos para allá a echar un vistazo.

Al principio, lo único que vimos eran casas pobres, casas pobres, casas pobres y más casas pobres. Nada destacable. Hasta que vimos una casa pobre, en cuya puerta había un par de gallinas peleándose. Eso fue DESTACABLE. Andando y andando, llegamos a una farmacia, lugar importante que hay que saber dónde está por si emerge alguna urgencia, pero en el que no puedes ir a preguntar según qué, porque aquello está plagado de cajas y cajas y medicamentos que vete tú a saber qué efectos tienen. Nada, nada. Ya me he traído un botiquín del tamaño de una tienda de campaña para cualquier “imprevisto”.

Siguiendo la calle, llegamos a una avenida bastante ancha. Decidimos caminar en dirección norte, para ver los establecimientos que descubríamos y lo que encontrábamos por allí. Vimos peluquerías, bancos, más peluquerías, más bancos, tiendas de telefonía, un par de pastelerías con dulces más que interesantes por el que nos dejaremos caer un día de estos (Laura ya dijo un pastel que le apetecía para su cumpleaños, que es en febrero… ¡Hay que ser previsores!), más tiendas de telefonía…

Hasta que llegamos a una especie de parque, llamado 人民公园 (Parque del pueblo). A pesar de que las condiciones meteorológicas no eran favorables (contaminación o nubes no sabemos muy bien), disfrutamos del encanto del lugar. Creo que con sol y cielo azul, el parque adquiere belleza, pero nos gustó de todos modos. Vimos parquecitos, un gran lago de agua sucia, barquitas con las que podías navegar por el lago de agua sucia, puentes distribuidos alrededor del parque para pasear por todo el recinto, jardines, gente mayor jugando, niños correteando… Un tiempo agradable.

Al terminar la visita, salimos en busca de un sitio para comer. Ya nos estábamos empezando a acostumbrar un poco al horario de comida de aquí (sobre las 12-13 del mediodía), así que ya nos sentíamos un poco más integrados. Recorrimos otra calle, pero los restaurantes o servían pescado (¡ESTÁ TERMINANTEMENTE PROHIBIDO INGERIR PESCADO EN ESTE PAÍS!), o eran relativamente caros (costaban entre 5€ ir a comer. Sí, para nosotros aquí, eso es caro. Y sí, cuando vuelva fliparé en colorines con los precios). Como no encontramos nada, recordé que en el Century Markt, el supermercado que tenemos al lado del campus y que tantas veces vamos a perder el tiempo, y a veces hasta a comprar algo; había un sitio parecido al que habíamos ido el día anterior, de comida rápida china, que se llamaba algo así como “Señor Li”. Yo me decidí por un bol enorme de fideos con carne por menos de 2€. ¡BUENÍSIMO! Me lo terminé y me quedé con un regusto agradable en la boca. Quizá al hacer bastante calor, no fue la mejor elección, pero me da la nariz que cuando llegué el invierno, se va a convertir en uno de mis platos estrella.

Lo que nos dedicamos a hacer los días siguientes antes de hacer el examen de nivel, fue investigar un poco el campus. Desde que habíamos llegado, no habíamos pensado que vivíamos en un campus que tenía muchas cosas. Recorrimos un poco la zona para saber que había una biblioteca, varios jardines, pistas de tenis, otras residencias en las que vivían los chinos que estudiaban allí, una sede del Instituto Confucio, varios jardines, un centro de deportes donde está la piscina, varios edificios que no sabíamos para qué servían, el edificio en el que están los restaurantes…

Poco investigamos en los siguientes días, ya que las clases requerían toda nuestra atención, pero al menos éramos conscientes que la salida norte del campus, daba a una calle llamada 马场道, por la que se podían llegar a diferentes puntos de la ciudad, como a una parada de metro que recorre toda la ciudad, restaurantes, calles anchas con tiendas…

Otro descubrimiento que hicimos, fue encontrar otro supermercado: Tesco. Vimos una camioneta con la marca, y pensamos en ir para ver si tenían algo más internacional. Después del chasco que nos llevamos en el Carrefour, teníamos esa esperanza.

Para llegar a este supermercado, teníamos que atravesar por una calle, que aquí popularmente llamamos STINKY STREET. Para aquellos que no dominéis el idioma de Shakespeare, “stinky” significa “apestoso, maloliente”. NO HASE FALTA QUE DISES NADA MÁS. Está lleno de chabolas, restaurantes cutres, sitios en los que puedes pedir algo de comida y te lo cocinan al momento, un karaoke, un hospital (¡ni muerto entro ahí!), chinos que te miran muy de cerca… Una calle que está ahí, pero que pisamos lo justo y necesario.

Retomando la visita al Tesco, tengo que decir que, en líneas generales, es ligeramente mejor que el Century Markt aunque ciertos productos son un pelín más caros, pero tampoco mucha cosa. Tiene algunas cosas más, sobre todo el sector de bollería es bastante apetecible, y tienen más variedad de frutas y hortalizas. Asimismo, este lugar es famoso para nosotros porque allí vive el pez leproso y se encuentra la piscina de gambas. Como punto positivo también, tiene una sección de productos importados de otros países: de España tienen pastas gallo, aceite (desorbitadamente caro) y el otro día vimos mermelada Hero. Normalmente, vamos al otro por motivos de cercanía, pero si nos apetece andar un poco más, vamos para allá y de paso echamos un vistazo, porque no sólo es supermercado, también tiene restaurantes, tiendas de ropa y complementos, peluquería…

Con el paso de los días, nos sabíamos la zona de alrededor del campus como la palma de nuestra mano. Y eso, al menos a mí, me daba mucha tranquilidad y me hacía sentir un poquitín más integrado.

Continuará…

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