Tras una buena noche de risas, nos
levantamos al día siguiente sin saber a dónde ir, pero con ganas de ver algo.
Como antes yo había tenido que ir a hacerme las fotos con el fondo de color
rojo en aquella chabola gitana, vimos que había “algo” más allá de las calles
derruidas que rodeaban el campus de la universidad. Así que, fuimos para allá a
echar un vistazo.
Al principio, lo único que vimos
eran casas pobres, casas pobres, casas pobres y más casas pobres. Nada
destacable. Hasta que vimos una casa pobre, en cuya puerta había un par de
gallinas peleándose. Eso fue DESTACABLE. Andando y andando, llegamos a
una farmacia, lugar importante que hay que saber dónde está por si emerge
alguna urgencia, pero en el que no puedes ir a preguntar según qué, porque
aquello está plagado de cajas y cajas y medicamentos que vete tú a saber qué
efectos tienen. Nada, nada. Ya me he traído un botiquín del tamaño de una tienda
de campaña para cualquier “imprevisto”.
Siguiendo la calle, llegamos a una
avenida bastante ancha. Decidimos caminar en dirección norte, para ver los
establecimientos que descubríamos y lo que encontrábamos por allí. Vimos
peluquerías, bancos, más peluquerías, más bancos, tiendas de telefonía, un par
de pastelerías con dulces más que interesantes por el que nos dejaremos caer un
día de estos (Laura ya dijo un pastel que le apetecía para su cumpleaños, que
es en febrero… ¡Hay que ser previsores!), más tiendas de telefonía…
Hasta que llegamos a una especie de
parque, llamado 人民公园 (Parque del pueblo). A pesar de que las condiciones
meteorológicas no eran favorables (contaminación o nubes no sabemos muy bien),
disfrutamos del encanto del lugar. Creo que con sol y cielo azul, el parque
adquiere belleza, pero nos gustó de todos modos. Vimos parquecitos, un gran
lago de agua sucia, barquitas con las que podías navegar por el lago de agua
sucia, puentes distribuidos alrededor del parque para pasear por todo el
recinto, jardines, gente mayor jugando, niños correteando… Un tiempo agradable.
Al terminar la visita, salimos en
busca de un sitio para comer. Ya nos estábamos empezando a acostumbrar un poco
al horario de comida de aquí (sobre las 12-13 del mediodía), así que ya nos
sentíamos un poco más integrados. Recorrimos otra calle, pero los restaurantes
o servían pescado (¡ESTÁ TERMINANTEMENTE
PROHIBIDO INGERIR PESCADO EN ESTE PAÍS!), o eran relativamente caros
(costaban entre 5€ ir a comer. Sí, para nosotros aquí, eso es caro. Y sí,
cuando vuelva fliparé en colorines con los precios). Como no encontramos nada,
recordé que en el Century Markt, el supermercado que tenemos al lado del campus
y que tantas veces vamos a perder el tiempo, y a veces hasta a comprar algo;
había un sitio parecido al que habíamos ido el día anterior, de comida rápida
china, que se llamaba algo así como “Señor Li”. Yo me decidí por un bol enorme
de fideos con carne por menos de 2€. ¡BUENÍSIMO! Me lo terminé y me
quedé con un regusto agradable en la boca. Quizá al hacer bastante calor, no
fue la mejor elección, pero me da la nariz que cuando llegué el invierno, se va
a convertir en uno de mis platos estrella.
Lo que nos dedicamos a hacer los
días siguientes antes de hacer el examen de nivel, fue investigar un poco el
campus. Desde que habíamos llegado, no habíamos pensado que vivíamos en un
campus que tenía muchas cosas. Recorrimos un poco la zona para saber que había
una biblioteca, varios jardines, pistas de tenis, otras residencias en las que
vivían los chinos que estudiaban allí, una sede del Instituto Confucio, varios
jardines, un centro de deportes donde está la piscina, varios edificios que no
sabíamos para qué servían, el edificio en el que están los restaurantes…
Poco investigamos en los siguientes
días, ya que las clases requerían toda nuestra atención, pero al menos éramos
conscientes que la salida norte del campus, daba a una calle llamada 马场道, por la que se podían
llegar a diferentes puntos de la ciudad, como a una parada de metro que recorre
toda la ciudad, restaurantes, calles anchas con tiendas…
Otro descubrimiento que hicimos, fue
encontrar otro supermercado: Tesco. Vimos una camioneta con la marca, y
pensamos en ir para ver si tenían algo más internacional. Después del chasco
que nos llevamos en el Carrefour, teníamos esa esperanza.
Para llegar a este supermercado,
teníamos que atravesar por una calle, que aquí popularmente llamamos STINKY STREET. Para aquellos que
no dominéis el idioma de Shakespeare, “stinky” significa “apestoso,
maloliente”. NO HASE FALTA QUE DISES NADA MÁS. Está lleno de chabolas,
restaurantes cutres, sitios en los que puedes pedir algo de comida y te lo
cocinan al momento, un karaoke, un hospital (¡ni muerto entro ahí!), chinos que
te miran muy de cerca… Una calle que está ahí, pero que pisamos lo justo y
necesario.
Retomando la visita al Tesco, tengo
que decir que, en líneas generales, es ligeramente mejor que el Century Markt
aunque ciertos productos son un pelín más caros, pero tampoco mucha cosa. Tiene
algunas cosas más, sobre todo el sector de bollería es bastante apetecible, y
tienen más variedad de frutas y hortalizas. Asimismo, este lugar es famoso para
nosotros porque allí vive el pez leproso y se encuentra la piscina de
gambas. Como punto positivo también, tiene una sección de productos
importados de otros países: de España
tienen pastas gallo, aceite (desorbitadamente caro) y el otro día vimos
mermelada Hero. Normalmente, vamos al otro por motivos de cercanía, pero si nos
apetece andar un poco más, vamos para allá y de paso echamos un vistazo, porque
no sólo es supermercado, también tiene restaurantes, tiendas de ropa y
complementos, peluquería…
Con el paso de los días, nos
sabíamos la zona de alrededor del campus como la palma de nuestra mano. Y eso,
al menos a mí, me daba mucha tranquilidad y me hacía sentir un poquitín más
integrado.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario