miércoles, 23 de enero de 2013

Visitando la muralla china


Una de las cosas que tenía en mente cuando me vine a China era ir a visitar la Muralla China. Junto con los pandas, el arroz, Tiananmen y los palillos, creo que no hay otra cosa que represente más al gigante asiático.

Cuando estuvimos de visita por Pekín, no tuvimos tiempo suficiente para ir a visitarla y además nos dijeron que iba a ser un hervidero de chinos, así que cuando la Oficina de Intercambios organizó una excursión para visitar un tramo de la muralla china que pasa por la Provincia de Tianjin, no tardamos ni un segundo en ir a apuntarnos para ir a echar un vistazo por allí.

El precio de la excursión ascendía a 50 yuanes (unos 6,25 euros) e incluía el transporte en autobús de ida y vuelta, la comida en un restaurante, una actividad de recogida de fruta y la entrada a la muralla. Las únicas peticiones que te requerían eran que fueras puntual, que llevaras el carné de estudiante y que compraras algo para desayunar. Por lo tanto, allí estábamos el día 27 de octubre de 2012, a las 06.30 de la mañana en el vestíbulo de la residencia esperando. Después de los madrugones de lunes a viernes, era un palo enorme tener que despertarse tan pronto un sábado, pero bueno esperábamos que la aventura valiera la pena y que pasáramos un muy buen día.

Después de contar las personas que éramos en cada autobús, nos montamos y nos pusimos en marcha a eso de las 7 de la mañana. No sabíamos dónde estaba exactamente la muralla, pero nos dijeron que quedaba a unas 2 horas y meda más o menos, así que el trayecto iba a ser largo, por lo que nos dormimos un poco. Una hora y algo más tarde de poner rumbo abrí los ojos y empecé a ver un poco las carreteras y el paisaje que se mostraba ante mí. La imagen no fue muy buena, pero bueno, pude contemplar un poco lo que se puede denominar como “verdadera China”, no lo que ves normalmente cuando estás en la universidad. A todo esto, cuando íbamos de camino, de repente los autobuses se detuvieron en una gasolinera, que estaba cerrada y dieron la vuelta. Fue un momento un poco ¿EING? hasta que me enteré más tarde de que los conductores se habían equivocado e iban conduciendo en dirección contraria. ¡BRAVO CHICOS!

Una hora más tarde, volvimos a parar, pero esta vez en mitad de una carretera de dos carriles, cada uno de un sentido, donde a la derecha teníamos un pequeño caminito de tierra y a cada lado unos lagos. Por culpa de la niebla, no se veía nada, así que pensé que se habían detenido por eso, pero la verdad es que había un atasco considerable y no se podía pasar de ninguna de las maneras.

En ese momento la gente empezó a bajarse del autobús para estirar las piernas y para hacerse fotos. Venían un montón de japoneses al viaje y se pusieron a hacerse fotos con todo: FOTO CON EL LAGO, FOTO CON LA PLANTA, FOTO CON EL CAMINO, FOTO CON UNA BARQUITA VARADA, FOTO CON LA NIEBLA…. Y luego por ahí también estaba Dimitri, mi súper compañero de habitación, haciendo fotos imposibles con su cámara (se trajo hasta el trípode), que sólo le faltó tirarse al suelo para tomar instantáneas.

Al cabo de unos 30 minutos o así, volvimos a arrancar. Esta vez pusieron una película china (malísima) que era una mezcla cutre de los efectos de matrix con el kungfu, porque se doblaban y se daban unas zurras que no coincidían con la realidad. Nosotros lo que hicimos era hacer nuestra versión, porque no entendíamos ni jota de lo que decían, así que la doblábamos como a nosotros nos parecía. Más de uno en el autobús nos miraba con cara de “¿Qué dicen estos pirados?”. Poco después de ponernos en marcha volvimos a pararnos. Esta vez nos dijeron que teníamos que pasar por un peaje (¡aquí también hay peajes!) pero estaba la barrera bajada, ya que la niebla impedía ver con claridad la carretera y no se podía pasar. En ese momento entendimos el atasco y la tardanza. Así que nos quedamos allí detenidos esperando a que se obrara el milagro, se abriera el cielo, saliera el sol y la niebla se dispersara. A todo esto ya llevábamos más de 4 horas desde que habíamos salido de la universidad y aún quedaba un buen tramo antes de llegar a la muralla. La cosa no pintaba nada bien, la verdad… Yo en ese punto pensé que nos íbamos de vuelta a casa sin ver la muralla ni nada de nada.

La película de chinos terminó al fin, y después pusieron Avatar. Y entonces dieron un ultimátum, “Si acaba la película y sigue la niebla nos volvemos”. ¡QUE NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! ES BROMA, POMA; TRANQUILS PERNILS, en realidad, lo que dijeron es que si a las 11.30 no se dispersaba la niebla, pues nos volvíamos, así que quedaban uno 45 minutos para que la situación meteorológica mejorara miraculosamente.

Y ocurrió. A las 11.30, se dispersó la niebla, levantaron las barreras del peaje y se pusieron en marcha los motores de los autobuses. Pasamos por el peaje y, ¡dale, mamasita con el Tacatá! carretera y manta. Unas 2 horas después de volver a circular, llegamos a nuestra primera parada: el aparcamiento del restaurante en el que íbamos a comer. El restaurante estaba a unos 5 minutos del aparcamiento a pie. Era un campo de piedras con un riachuelo que lo atravesaba.

La comida que incluía la excursión consistía en una serie de platos de comida china (no muy allá la verdad…) y de postre un poco de fruta (había sandía o palosanto). Había bastantes mesas y teníamos que sentarnos donde pudiéramos. Aquello parecía TONTO EL ÚLTIMO. En cada mesa se podían sentar 9 personas. Meri, Laura y yo nos sentamos con un par de chicas que no conocíamos y con 4 japonesas. Si lo llego a saber no me pongo con ellas, porque a partir de ese día, a esas 4 las conocemos con el apodo de DEVORATRIX, porque ARRASARON CON TODO. ¡Qué manera de comer, la madre que las parió! Ya la cosa empezó con mal pie, porque teníamos un bol grande de arroz y Meri y Laura se pusieron ellas primero y entonces cometí el error de decir “es igual, ya luego volverá”, ¡CUÁN ILUSO FUI! porque entonces contemplé atónito que estaban arrasando a velocidad de coche de Fórmula1 con las pocas cosas buenas que había en la mesa. Y entonces empezó a girar el bol de arroz en sentido contrario al mío. Pues bien, cuando llegó a otra chica que tenía a mí lado no quedaba N-A-D-A. Esas 4 devoradoras del demonio se habían llenado sus respectivos boles de arroz hasta los topes y los demás ¡ajo y agua! Su siguiente paso fue seguir cogiendo comida con los palillos de todos los platos como si se fuera a acabar el mundo en 20 minutos. Yo estaba alucinando. ¡Encima maleducadas! Y ya el colmo fue cuando trajeron otro bol de arroz lleno y la JEFA DEVORATRIX salta y dice “¡Aquí, aquí!” Y yo me puse en pie y dije “NO, NO, NO, NO, QUE YA TIENES” y encima me miró mal, la muy perra, con su bol lleno de arroz y se quería echar más. Efectivamente, dejó el bol pero siguió comiendo. ¡Desde aquí te echo un mal de ojo por AVARICIOSA! En fin, el resto de la comida pues intentamos comer lo que sobraba porque LAS DEVORATRIX, plato que llegaba, plato que metían los palillos hasta dejarlo casi vacío. Comer, comimos poco, primero por las DEVORATRIX,  y segundo porque platos que estuvieran buenos, había más bien pocos, pero bueno, por suerte pudimos comer más sandía, que estaba bastante buena, y llenamos un poco el buche.   

Al salir del restaurante ya nuestra siguiente parada, era por fin, la muralla. Pero antes, no puedo pasar por alto varios de los momentos más destacados de la visita. Algunos están más incrustados en mi memoria que las propias piedras de la muralla, que como comprobaréis un poco más adelante, es decir mucho.

¿Os acordáis que en uno de los párrafos anteriores os he comentado que en el aparcamiento había un riachuelo? Pues bien, quedaos en ese lugar conmigo. No os voy a defraudar. En ese punto estábamos casi todos los asistentes de la excursión esperando a que abrieran las puertas de los autobuses, bueno, las japonesas se estaban haciendo fotos con las piedras, fotos con las plantas, fotos con el puentecito que cruza el riachuelo, foto con el riachuelo, foto con el autobús y foto con unas ocas que estaban nadando por el riachuelo. Por si alguno no lo sabéis las ocas son muy hijas-de-su-puta-madre, así que hay que ir con cuidado con ellas, porque son muy traicioneras. Aparte de que Meri salió corriendo en cuanto las vio, debido a su fobia hacia todo lo que se incluya dentro de la categoría “ave o pajarraco”, muchos insensatos se dedicaron a tirarle comida, a hacerles fotos y otras cosas a las ocas, que iban haciendo sus grititos mientras los otros se reían, hasta que pasó lo que tuvo que pasar: una de las ocas se cabreó de tal manera, que salió del agua y se puso a dar mordiscos y a aletear. Todo el mundo corriendo como alma que lleva el diablo. Yo que estaba viendo la escena desde lejos sólo pensaba en darles unas buenas collejas a todos, pero como a varios de ellos la oca les dio un par de mordiscos, ya me di por satisfecho. Cuando las ocas se alejaron, dejé a las japonesas todavía haciéndose fotos con alguna cosa, y me acerqué al río. Allí había un padre con su hijo, en la orilla del río. Así, de buenas a primeras, parece una imagen preciosa, pero nada más lejos de la realidad: el padre se estaba dedicando a limpiar con el agua del río las espinas de unos pescados que tenía en una bolsa y cuando terminó, se puso a lavar intestinos de cabra, mientras su hijo, con una navaja, se dedicaba a pelar la calavera de una cabra muerta, cuyos intestinos estaba limpiando su padre, DE UNA PUTA CABRA MUERTA. El niño tendría unos 6 o 7 años y estaba allí rascando con la navaja la calavera arrancada… Ya casi no me pareció nada extraño cuando vi a otro hombre unos metros más para allá lavando su ropa en el río, con esa agua que llevaba la sangre de los intestinos. No sé cuál de las 3 imágenes es peor, pero decidid vosotros mismos. Yo aún estoy en shock con el recuerdo de ese niño con la navaja, ¡PUAJ!

Una vez todos estuvimos montados en el autobús de nuevo, pusimos dirección a la muralla. Llegamos 20 minutos después, al aparcamiento. Una vez entramos todos en el recinto, la misión era clara: llegar a la zona más alta. ¿El tiempo? 1 hora y media para completar la tarea. Después de hacernos una foto de grupo en la entrada de la muralla, nos pusimos en marcha. En este punto quiero copiaros una frase archiconocida, pronunciada por el señor Mao ZheDong, que es vox populi y que tenéis que saber por si algún día os decidís a perderos y venís a parar a China:

不到长城非好汉

“Si no recorres la Gran Muralla no eres un verdadero Han”

Bien, no sé en qué estaba pensando el señor Mao en ese momento, pero tengo que arrodillarme ante tal EVIDENCIA y DARLE TODA LA RAZÓN. Escribiendo esto, aún puedo sentir el sudor cayendo de la frente mientras subía, primero las cuestas, y después las escaleras; la flaqueza en las piernas, la falta de oxígeno por momentos, o el dolor de brazo de estirar de la barandilla en la escalinata empinada del final.

No sé qué fue peor, si las cuestas, las escaleritas cortas, los escalones a la altura de la rodilla o la escalinata final de no-sé-cuántos-escalones que no tenía fin. Yo sólo os puedo contar que no paraba de subir y subir, y aquello no tenía fin. Me cagué un millón de veces en el chino que se le ocurrió construirla, en todas las dinastías, en todos los emperadores y hasta en el arroz tres delicias.

Suena exagerado, pero os aseguro que pocas cosas han sido tan gratificantes en mi vida como llegar hasta arriba del todo. La verdad es que el premio no era muy bonito que digamos, porque el suelo estaba lleno de basura y las vistas aunque estaban bien, no eran tan espectaculares como esperaba, pero bueno, es una gran experiencia que nos llevamos. Como dijo Meri cuando llegó jadeando como si fuera su último aliento “¿¡y para ver basura he subido hasta aquí arriba!?”. Sin embargo, el hecho de llegar hasta arriba del todo, ya fue un gran premio y una gran recompensa, yo mismo me lo iba repitiendo para mis adentros, “como que me llamo Marcos Rodríguez Vázquez que yo llego hasta arriba de todo, ¡vamos!”.

La bajado fue un poco más “light”, pero no tanto como parece, porque los escalones eran altísimos y algunos había que ir con cuidado porque parecían sentencias de muerte, un mal paso y ¡PATAPAM! Piñazo que te llevas. No os preocupéis, sobrevivimos sin sufrir ni caídas ni rasguños. Buenísimo el vídeo que grabamos Meri y yo ya en la última escalera, yo gritando “puta escalera” a lo Estela Reynolds y ella arrastrándose de pies y manos para llegar arriba.

Al llegar de nuevo al autobús, recogimos una bolsa de fruta que nos regalaron y nos pusimos en marcha de vuelta a la universidad. En aquel momento, estaba muerto de cansancio, de sueño y de hambre, pero la excursión había sido brutalmente genial. Un día para recordar. Pero os lo digo, me lo pensaré dos veces antes de volver a poner un pie en la muralla china.   





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