Poco sabía de la ciudad de HARBIN cuando acepté ir a pasar unos
días para visitarla una vez terminadas las clases y zanjado el semestre. Os
hago una pequeña introducción made in Wikipedia
para que más o menos os situéis en el mapa y tengáis un conocimiento más amplio
sobre esta ciudad.
Harbin (哈尔滨), literalmente de una palabra Manchú “lugar para secar
redes de pesca”, es la capital y la ciudad más grande de la Provincia de Heilongjiang (黑龙江) al noreste de
China, además de ser la décima ciudad más poblada de China, lo cual representa
un total de 10 millones de habitantes. Es archiconocida por su gélido invierno,
de ahí que se la llame la “Ciudad del Hielo” (冰城). Como apunte
final, en 2010 la UNESCO declaró Harbin la “Ciudad de la Música”.
La aventura tenía comienzo la
noche del 6 de enero de 2013, la noche de reyes en España, cuando nos íbamos a
trasladar en tren desde Tianjin hasta Pekín para coger otro tren hasta Harbin,
así que dormíamos en el tren, y ya nos despertábamos en Harbin sobre las 7
de la mañana para aprovechar el día entero; y el viaje terminaba la
noche del 8 de enero, cuando volvíamos a coger el mismo tren de vuelta a
Pekín, ya el 9 de enero, hacia las 7 de la mañana, para volver, de nuevo
al punto de partida, Tianjin. Eran pocos días, pero teniendo en cuenta el frío
y lo que había que visitar, era más que suficiente
En el viaje íbamos a ser 8 personas: 4 japoneses, entre
los que se incluían Takuma y su amigo
Wataru (me costó que me lo
repitieran 23 veces para acordarme, y aún así, no sé si es Wataro o Wataru) y
dos japonesas que se llaman Luna y Marina; 2 italianas (Fiamma y Caterina, las recordaréis porque también fuimos juntos a Pekín), Ari y yo.
A eso de las 5 y media de la tarde
partimos hacia la estación de tren con la maleta llena de ropa de abrigo, algo
de comida y con muchas ganas de pasarlo bien y descubrir otro rincón de este
enorme país.
Primero, el autobús, luego a comprar
los billetes de tren, después coger el tren hasta Pekín y desde Pekín, coger el
metro hacia otra estación que había a varias paradas, pasar el control de
billetes y maletas y montarnos en el tren que nos iba a llevar hasta Harbin. El
trayecto iba a ser de unas 10 horas, salíamos a las 21:00 y llegábamos a
las 07:00. El compartimiento del tren no era muy grande, pero era confortable,
así que cumplía su función; lo compartimos Caterina, Fiamma, Ari y yo.
Takuma y Wataru compartían otro con dos chinos porque las otras dos japonesas
venían en avión porque era un poco más barato, pero el palo que se llevaron al
coger el taxi hasta la ciudad, ya compensó la diferencia de precio del billete
de tren. Cuando se puso en marcha el tren, cenamos algo, jugamos a cartas,
reímos un poco, comentamos el frío que íbamos a pasar y nos pusimos a dormir a
eso de las 11. Iba a ser un día largo y muy duro, así que teníamos que
descansar, y no nos equivocábamos con eso.
Dormir, dormimos poco, porque entre
que la almohada era, hablando en plata, un PUTA MIERDA, la litera era OTRA PUTA
MIERDA, y encima entraba luz de las estaciones por las que pasábamos, pues os
podéis imaginar que no pegué mucho ojo aquella noche. Esa misma noche, tuve un susto
de muerte: me desperté y de repente me di cuenta de que el dedo meñique de la
mano izquierda lo tenía MUERTO, es
decir, no lo notaba, lo tenía frío. Durante unos 10 segundos me cagué de miedo,
pero unos segundos más tarde recuperé la sensibilidad y noté la sangre
circulando. Anécdota chorra del viaje, vale, también es para rellenar más
caracteres y más espacio…
A eso de las 6:15 de la mañana,
vino uno de los revisores para devolvernos nuestros billetes (al llegar al
tren, te cambiaban los billetes de tren por una tarjeta, cuando quedaba poco
para llegar a la estación devolvías la tarjeta y te devolvían el billete). Eso
era señal de que tocaba ponerse en pie y empezar a vestirse. Bien, el motivo
principal por el que fuimos tan pocos días es porque en Harbin hace un frío del
CARAJO, arriba ya os he dicho que la
llaman la “Ciudad del Hielo”, cuando el invierno es la estación más
larga del año, ya se puede deducir. Nos íbamos a enfrentar a unas temperaturas
de entre -20 y -35, que con la
sensación térmica se iba a traducir en algo mucho peor, por lo que había que
“abrigarse” bien. Os listo a continuación mi equipación:
·
6 pares de
calcetines (el primer día fueron 4 pares, pero
al segundo día, después de perder la sensibilidad en mis deditos de los pies
varias veces, decidí ponérmelos todos)
·
Bambas Vans (si vuelvo, prometo comprarme unos descansos)
· Gorro de colores con el pompón de pico y con enganche
alrededor del cuello
·
Dos pares de
guantes (cabían los dos pares
perfectamente, pero al final con un solo par, ya me bastaba)
·
Chaqueta de esquiar
·
Máscara que me prestó Laura para tapar la cara (la acabé perdiendo
en un taxi al bajarme con las prisas más adelante, SORRY
LAURA)
·
Bufanda que me regaló Caterina para el amigo invisible que me la
enrollé al cuello y que me tapaba la cara
· 4 capas de
camisetas: primero la de manga corta debajo,
luego una térmica, luego una de manga larga y finalmente otra térmica
·
1 jersey de cuello alto
·
3 pantalones: uno que es una malla con forro de pelo dentro, debajo
de un pantalón de chándal, debajo de un tejano.
Además de esto, algunos llevaban
unas bolsitas que desprendían calor que se podían enganchar en la ropa o
llevar en los bolsillos y no se notara tanto el
frío.
到了!Llegada a Harbin |
Una vez vestidos como el muñeco de
Michelin, el tren llegó a la estación y nos bajamos del tren. Efectivamente hacía
frío, pero en aquel momento no pensábamos que era para tanto. ¡CUÁN ILUSOS ERAMOS EN AQUEL MOMENTO! Poco
a poco, fuimos recorriendo los pasillos, hasta llegar a la salida de la
estación que era un auténtico hervidero de chinos: la gente corría de aquí para
allá, luego había los típicos cansinos que querían llevarte en su taxi u
ofrecerte cosas… A
quello era un auténtico CAOS.
Una vez reunidos todos fuera de la estación vimos el primer efecto del
frío: al respirar con la máscara puesta, el vaho subía hasta los ojos y con el
frío que hacía ese vapor de aire se congelaba, con lo que teníamos HIELO en las máscaras, en las pestañas,
en las cejas y hasta en los gorros. Ya vimos que el frío allí, juega en una
liga completamente diferente al de Tianjin.
Estación de Harbin |
La primera parada era el hotel
en el que nos íbamos a hospedar esa noche, porque dormir en Harbin, sólo iba a
ser una única noche.
Nuestra leyenda. |
El baño transparente. |
Primero nos metieron en una
habitación porque aún no tenían nuestras habitaciones, así que esperamos unos
30 minutos para descansar un poco y entrar en calor. Las otras dos japonesas
iban a llegar sobre las 12, así que pensamos que lo mejor era ir a algún sitio
a desayunar.
Aceras congeladas |
Salimos de nuevo del hotel y cogimos
un taxi para ir de vuelta a la estación, porque allí había gran cantidad de
restaurantes pequeños para comer algo para coger fuerzas para el día.
Es digno de mención, que en Harbin
coger un taxi a veces puede resultar MISIÓN
IMPOSIBLE, porque o están ya cogidos o no hay suficientes. Las chicas se
montaron en uno primero, y luego yo me monté con Takuma y Wataru en el otro.
¿Recordáis que dije que en Tianjin conducían mal? Pues en Harbin conducen PEOR, teniendo en cuenta que las
carreteras están llenas de hielo, la velocidad que cogen, los giros que hacen y
la poca distancia que dejan entre coche y coche, no solo delante o detrás,
también de lado, ya desde el primer momento pensé que se iba a cumplir una de
mis pesadillas que tengo aquí en China: tener un accidente yendo en taxi.
Sobre todo teniendo en cuenta que el descerebrado del taxista se puso a
insultar a un coche de policía y a saltarse un semáforo en rojo delante de
ellos. Wataru y yo nos miramos como ¡WTFISGOINGON!
Al dejar al taxista loco 1 (que estén numerados tiene un porqué, lo
descubriréis más adelante), nos reunimos todos y empezamos la búsqueda de un
sitio para desayunar bajo el frío de Harbin. Takuma era el cabecilla del grupo
así que iba mirando y mirando. De repente se le acerca una mujer y le dijo algo
que preparaban no se qué, pero él no hizo mucho caso, así que seguimos caminando. Unos
metros más adelante, se puso a leer un cartel en un restaurante pequeño y se le
acerca un hombre para decirle que entre. Takuma se para y se pone a pensar. Al
resto nos daba bastante igual, la verdad, donde fuera él íbamos a entrar todos.
De repente, vivimos una situación bien extraña: se acerca la señora que había
ignorado Takuma antes y se empieza a discutir con el hombre del restaurante a
gritos, A GRITOS EN PLENA CALLE. La
cosa se fue calentando hasta que ella lo empezó a empujar, mientras todos
estábamos pellizcándonos porque no dábamos crédito a lo que estaba pasando.
Allí los dejamos, discutiéndose mientras buscamos otro sitio. Al final,
encontramos un “restaurante” (está entre comillas, porque era más una casa
donde sirven comidas) y entramos. Llegados a este punto, cuando os he dicho desayunar,
a lo mejor alguno se ha imaginado que nos íbamos a tomar un café, un té, leche
con cereales, un bollo, JA JA JA JA JA.
Nada de eso señores. No olvidéis que estamos en China e íbamos a desayunar con
japoneses. ¿Qué nos pedimos? UN PLATO DE
FIDEOS. A las 9.30 de la mañana, en Harbin, y desayunando fideos. MENUDA ESTAMPA. Yo me los comí
pensando, ESTO ES EL COLMO DE LOS COLMOS.
Lo que me faltaba para que mi padre se ría de mí durante un mes (después de
decirle que un día comí una carne muy blandita que era pollo, pero no sabía
pollo, me respondió que era perro, y desde ese día cada vez que le digo que
como pollo me dice que no, que he comido perro), pero no había más opción que
esa.
Nuestro desayuno. |
Terminado el desayuno, nos volvimos
a abrigar (acción que oscilaba entre los 3 y 5 minutos de duración) y nos
pusimos en marcha. Takuma y Wataru tenían intención de ir a no sé qué parque
en el que había unas inscripciones en japonés. Encontrar un taxi era imposible,
así que pensamos en ir a la estación a buscarlo. Había tanta gente para
cogerlo, que había una cola habilitada para tomar taxi (como esos tornos que
hay en Port Aventura para hacer cola para montarse en las atracciones).
Llevábamos más de 20 minutos esperando y el frío se estaba apoderando de
nosotros, hasta el punto de que se nos quitaron las ganas de ir al parque, así
que avisamos a los otros dos, y optamos por volver al hotel, descansar y
esperar a las dos japonesas que llegaban sobre las 12, que era cuando íbamos a
tener las 4 habitaciones disponibles.
Al llegar a la habitación,
aprovechamos para hacer una mini-siesta de 20 minutos. En ese intervalo de
tiempo llegaron las japonesas, por lo que cuando despertamos, nos volvimos a
vestir y decidimos ir a nuestra primera parada: la calle del centro (中央大街).
Cogimos un taxi que nos salió por
unos 13 yuanes (1,6€ a repartir entre cuatro personas) y nada más bajarnos ya
vimos una plaza helada y una puerta con el nombre de la calle y una estatua de
hielo de un niño en gesto de victoria, como diciendo ¡yeah bitches!
Como los japoneses venían en otro taxi y no sabíamos
dónde estábamos y la calle era larga, acordamos vernos sobre las 15:30 una vez
ya comidos y todo visitado. Así que poco a poco fuimos recorriendo la calle,
que nos iba poco a poco descubriendo más y más estatuas hechas de hielo
representando todo tipo de cosas: peces y delfines, corazones, zapatos de
navidad, corazones, unos bancos en un parque, incluso había una estatua del
cantante del “Gangnam Style” con la canción de fondo (hasta la coronilla estoy
ya de la cancioncilla de marras). Había también miles de establecimientos y
pequeñas tiendas de productos rusos, que rompían un poco con el paisaje de
letreros en chino. Llegó el momento de comer y de calentarnos
(llevábamos una hora o así en la calle y el frío ya empezaba a calar) así que
nos metimos en un KFC para
calentarnos y para comer algo. Fue en ese momento, en el que saqué mi botella
de agua de la bolsa y vi que estaba congelada. FANTÁSTICO. Un recordatorio por si no sabía que hacía frío en la
calle, supongo…
¡Yeah bitches! |
Estatua de hielo de PSY |
Una vez comidos y vestidos, fuimos
al punto de encuentro para ponernos en marcha hacia el Festival del Hielo. Nos montamos nosotros cuatro en el taxi y de
repente nos preguntó el taxista si los japoneses venían con nosotros, a lo que
respondimos afirmativamente. Entonces dijo algo de comprar billetes y algo que
no entendimos, así que avisamos a Takuma para que nos echara una mano. Por lo
visto, el taxtista loco 2 nos quería llevar a un sitio para comprar las
entradas del Festival, y que se esperaran allí porque nos iba a dejar a
nosotros cuatro primero, y luego los iba a pasar a buscar él mismo. El taxista
loco 2 se puso en marcha y nos empezó a meter por una serie de calles que
no tenían nada de buena pinta. Después de un viaje en el que estuve a punto de
echar la pota por cómo cogía las curvas ese desalmado al volante, se paró en
mitad de una calle, paró el coche y nos dijo que nos bajáramos y que lo
acompañáramos. Me dio un vuelco al corazón. ¿DÓNDE COÑO ESTAMOS? Y lo que es peor ¿QUÉ SE SUPONE QUE TENEMOS QUE HACER? Entramos en una pequeña tienda por la que se accedía bajando unas escaleritas. En aquel cuchitril sólo había un
sofá a la derecha, una estantería con botas y ropa de abrigo a la izquierda y
una mesa al fondo con dos chinos y más allá había una puerta abierta que daba a
un sitio que yo personalmente no quería saber qué era ni para qué servía. Nos
acercamos con miedo a la mesa y entonces nos dijeron que si queríamos comprar
las entradas al festival. Les dijimos si podíamos usar el descuento de
estudiantes, y una vez comprobado que nuestro carné de estudiante era válido,
nos dijo que eran 170 yuanes
(21,25€). En ese momento saltaron todas mis alarmas de CUIDADO, SON CHINOS Y NOS QUIEREN TIMAR (suele pasar por aquí, los
chinos van a timar a los extranjeros a saco paco, un consejo por si os pasáis
por aquí). Básicamente, porque habíamos visto que eran 90 yuanes en la web del
Festival, no 170. Así que preguntamos por qué era mucho más. Por lo visto, 90
era si ibas al festival de día, por lo tanto sin las luces encendidas; de noche
era más caro. La entrada a precio normal era de 300 yuanes (37,5€). En realidad la entrada costaba 160, pero
pagando 10 yuanes más te trasladaban al Festival en autobús
(queda a unos 10/15 minutos de dónde estábamos). Un poco a regañadientes, con
la duda de “nos están timando” sobrevolando mi mente, pagamos.
En ese momento
el taxista loco 2 salió de la tienda en busca de los japoneses, no sin
antes cobrarnos el viaje hasta donde estábamos, 30 yuanes (3,75€). En ese momento, estábamos los 4 en shock porque no teníamos ni idea de qué
se suponía que teníamos que hacer. Nos sentamos en el sofá a la espera de que llegaran los otros. Hasta su llegada, la estampa era la siguiente: chinos
entrando y saliendo comprando entradas (cosa que nos aliviaba porque no podían
timar a tanta gente y además todos eran chinos, según mi lógica un chino no
estafa a otro chino, ESO ES PECADO
SEGURO), Caterina, Fiamma y yo sin palabras y Ari, con el MODO DRAMA QUEEDN ON dedicándose a decir “que qué es esto, que nos han
timado, que ¡ay madre mía!, que esto es muy raro, que dónde nos hemos metido”,
mientras la fulminábamos con la mirada para que se callara. Cuando llegaron los
japoneses y compraron las entradas, nos metieron en el bus (que encima estaba
lleno y tuve que ir de pie, como si fuera un día a clase con uno de los
autobuses Casas C5 Mataró-UAB directo por autopista) y llegamos al aparcamiento
del Festival. Oímos algo de que a las 8 salía al bus, así que teníamos unas
tres horas y media para recorrer todo el recinto, sin congelarnos en el
intento, cosa factible teniendo en cuenta que las temperaturas descendieron a
los -27/-28 grados.
La entrada al festival. |
Para daros un poquito de background sobre el Festival del Hielo de Harbin también made in Wikipedia, empezó a celebrarse en 1963, pero debido a la
Revolución Cultural, se dejó de celebrar, hasta que se retomó en 1985. Puede
presumir de ser el recinto lleno de esculturas de hielo y nieve más grande del
mundo (o al menos eso es lo que pone en la entrada) y cada año muestra
diferentes esculturas, además de seguir una temática, como por ejemplo,
películas, edificios emblemáticos del mundo o ciudades.
El recinto del festival. |
El Festival es PRECIOSO. Una MARAVILLA y
un GOZO para la vista y un lugar ALTAMENTE RECOMENDABLE de visitar y por
el que perderse. Es como vivir en un sueño. La entrada costó un poco cara, pero
vale la pena gastarse el dinero para poder contemplar semejante paisaje.
El
recinto es grande, pero tampoco es gigantesco, así que se puede visitar todo
con tranquilidad e ir saboreando poco a poco lo que se muestra ante tus ojos.
Edificios de hielo y nieve con luces de colores que estallan ante tus pupilas.
Puede sonar muy exagerado, pero cuesta describirlo con palabras. Las fotos hablan por sí solas. Además de todos
los edificios y las estatuas (me encantaron la de los Pitufos, la de Ice Age o
la de la botella de cerveza Harbin), había toboganes de hielo, por los
que te podías deslizar como cuando eras pequeño y jugabas con el tobogán en el
parque o en el colegio. En ese lugar hay diversión para todo el mundo.
La botella de Harbin |
La estatua de hielo de Ice Age. |
Una vez visitado gran parte del
Festival, decidimos refugiarnos del frío en una de las cafeterías que había en
el recinto. ¡Gracias a dios! porque hubo un momento en el que no podía sentir
los dedos de mis pies, y me empecé a preocupar. Una hora más tarde, una vez ya
teníamos nuestra temperatura corporal a niveles normales, y volvía a notar la
sangre circulando por mis dedos, salimos de nuevo a descubrir más partes del
festival.
Tocamos tres veces una campana (supongo que significa buena
suerte, como todo), recorrimos castillos con el suelo de puro hielo en el que
ibas resbalando, contemplamos una estatua de Buda enorme y nos empezamos a
hacer fotos de grupo. Por hacerte fotos, te podías hasta fotografiar con unos perros
blancos (no sé si era un perro o un lobo, pero daban lástima los pobres
animalitos), o incluso te podías montar en una carroza de princesa de
Disney. Después de tirarnos desde todos los toboganes helados que nos quedaban,
nos dimos cuenta de que faltaban 20 minutos para las ocho así que fuimos a
visitar la última parte del parque, que era una zona dedicada a los Angry
Birds muy graciosa (el tirachinas estaba muy bien conseguido) y otra zona
para patinar sobre hielo.
Tocando la campana |
Por un módico precio podías fotografiarte con este animalito. |
Salimos del Festival emocionados y
encantados y fascinados, pero muertos de cansancio y de frío. Había sido un día
larguísimo y no veíamos el momento de llegar al hotel, descansar, y sobre todo,
quitarnos algo de ropa. Parece que no, pero agota. Sin embargo, ocurrió, lo que
yo me temía y que tenía que ocurrir. El autobús no estaba por ninguna parte.
Intuí que no lo íbamos a encontrar cuando no nos dijeron nada de nada al salir,
ni nos dieron un papel ni nada. Resignados a nuestra suerte, fuimos para la
zona de taxis para volver al hotel.
Bien, en este punto, como la mayoría
de taxistas de todo el mundo, nos encontramos que nos pedían cantidades
desorbitadas para llevarnos de vuelta al hotel. Se aprovechan de que eres
turista, de que tienes frío, de que es tarde... Nosotros dijimos que no,
obviamente, pero más de uno, si no tiene más remedio, acepta, pasa por el tubo
y el taxista saca tajada. En Harbin tiene pinta que es algo recurrente, sobre
todo con el Festival en marcha. Finalmente, encontramos un taxista que nos dijo
que iba a usar el contador y nos cobraría por kilómetros, así que nosotros
cuatro nos montamos y quedamos con los japoneses en vernos en el hotel y decidir
qué hacer para cenar.
El taxista loco 3 (cabe
destacar que este se lleva el “pin” al TAXISTA
MÁS PIRADO DE HARBIN) empezó a llevarnos de vuelta al hotel. Por el camino
iba hablando con alguien por un walkie
lo que me puso de los nervios al principio, pero estaba tan derrotado que
decidí no darle importancia. Cuando volvimos a entrar en la ciudad, de repente,
así, por arte del birlibirloque, afloja velocidad, se para en una calle, pone
la marcha atrás, aparca en batería en una calle y apaga el motor del coche, a
la vez que nos dice “que esperemos un momento”. En ese momento, nos empezamos a
mirar entre todos con cara de “¿QUÉCOÑOESTÁPASANDO?”
Lo que nos faltaba para rematar el día, montarnos en el taxi del taxista
loco 3. Fiamma le preguntó por qué había parado y él sólo respondía que
esperáramos. Mi impulso en ese momento fue cerrar la puerta con el seguro, por
si las moscas. Fiamma seguía insistiendo
que por qué no nos movíamos y el taxista loco 3 sólo daba esquivas. Me
empecé a asustar cosa mala. Ari diciendo que nos teníamos que largar, Caterina
también cagada y yo alucinando porque no me creía que me estuviera pasando eso.
En ese momento, un coche negro se paró delante de nuestro taxi, se bajaron unos
tipos corriendo del coche, pero pasaron de largo. En ese momento, me di cuenta
de que teníamos que salir pitando de allí cuanto antes, porque tenía el corazón
en un puño. Le dijimos que si no nos llevaba que nos íbamos, como no respondió,
Fiamma le dio 10 yuanes y salimos de ese taxi. Anduvimos unos metros
hacia adelante, esperando que pasara otro, y de repente, el taxista loco 3
arrancó, y se fue, sin que viniera nadie. No sé exactamente qué pasó ni por qué
paró el motor, pero bajar de ese taxi fue la mejor decisión, sin lugar a dudas.
Pero la aventura no terminaba ahí.
Aún faltaba algo. Volver al hotel. Aquí entra el taxista loco 4.
Cuando se paró, le enseñé la tarjeta del hotel con la dirección y nos dice que
nos subamos que nos lleva. Arranca y de repente dice, “¿está cerca esto?” ¿¿¿¿¿HOLA????? Se supone que lo tienes que saber
tú, ¿no? ¡Para eso eres taxista! Por suerte, se le encendió la bombilla y dijo
que sabía cómo llegar. No obstante, al taxista loco 4 aún le quedaba una
cosa por discutir con nosotros: el
precio del viaje. Nos suelta, “os va a costar 40 yuanes”, y le dijimos “No,
20”, “venga os lo dejo por 35” y yo, “25”, me mira, se ríe y dice “lo dejamos
en 30”, hasta que salta Fiamma y dice “venga, 朋友 (amigo), 25”,
hasta que aceptó resignado. Yo no podía más con mi alma y mi instinto asesino
contra los taxistas estaba a niveles de contaminación en Pekín, DISPARADOS. Lo último que me faltaba
era que se pusiera a preguntarme cuánto costaba la noche de hotel, para poner
en duda que no podíamos pagar 40 yuanes por el viaje. Le engañé diciéndole que
costaba mucho menos del precio real, rematando que somos estudiantes y que no
tenemos dinero, a lo que asintió. Por suerte, cerró el pico. A los 15
minutos me dio un toque en el brazo para señalarme el hotel. Por encima de
la calle de nuestro hotel había un puente, y nosotros estábamos en ese puente,
pero como había escaleras para bajar a la calle, le pedimos que se detuviera y
allí nos dejó el taxista loco 4.
De vuelta al hotel, por fin en
territorio seguro y con ganas de matar a todo aquel que condujera un taxi, nos
reunimos con los japoneses que ya habían llegado (¡claro, a ellos no les
para un taxista pirado en mitad de una calle!). Estábamos todos
rematadamente cansados, pero había algo de hambre, así que Ari, Takuma y yo nos
fuimos a un restaurante justo al lado de nuestro hotel (le dije a Takuma que si
tenía que andar mucho no salía, ya lo de coger un taxi estaba descartado) y
comimos un par de platos de carne, un bol de arroz y de vuelta al hotel.
Tras una buena ducha (con sus
respectivos turnos en el pasillo esperando a que el otro terminara por culpa de
la “transparencia” del baño del hotel), nos metimos en la cama, por fin,
después de un día eterno de frío, taxistas locos, esculturas de hielo y muchas
aventuras que contar a los nietos algún día.
¡Me encanta esta foto! |
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