miércoles, 13 de febrero de 2013

Mi segundo primer día


Tianjin. Mi querida Tianjin. Ya estoy aquí de nuevo.

Han pasado muy rápido estos días, des del día 19, la vuelta a casa, después de una paliza de viaje que se prolongó hasta casi las 35 horas entre vuelos, esperas, retrasos y escalas. Sin embargo, pasar unos días por casa era lo que más necesitaba. GRACIAS por estos días.

Ahora toca la segunda parte de esta emocionante aventura por China. Antes, voy a relataros todo lo acontecido en este segundo primer día.

Después del “escarmiento” que supuso los otros dos vuelos (salidas a las 6 de la mañana y escalas de mínimo 4 horas) esta vez compré los vuelos a horas más decentes y con escalas más cortas. Al fin y al cabo, si están esas escalas es porque la gente las puede hacer. Mi vuelo (esta vez volví a confiar en Austrian Ariways para volver a Beijing) partía a las 13.45 desde BCN Airport, así que sobre las 11.30 estaba ya por el aeropuerto, para tener tiempo de sobra para pesar la maleta, forrarla en plástico, pasar por facturación, cruzar el control de equipaje de mano y encontrar la puerta de embarque.

En el aeropuerto me encontré con Carolina, una chica peruana que estudia en Francia que también está estudiando conmigo en Tianjin, con la que volvía, cosa que agradecí mucho cuando me enteré porque al ser un viaje tan largo, viajar sólo es un peñazo.

Los problemas salieron nada más empezar. ¿Debido a qué? Pues al peso de la maleta. Se suponía que no iba a tener problemas, porque dejé ropa en Tianjin, había dejado cosas que ya no me iban a servir en casa y había espacio de sobra, pero me puse a llenar la maleta de comida y embutido y al pesar la maleta, me pasaba de 4 kilos, así que empecé a poner cosas en la maleta de mano, que entraba dentro del peso establecido por la compañía (8 kilos), pero como no la pesan ni la controlan, empecé a poner cosas hasta que me parecía que estaba todo “equilibrado”. Una vez la maleta estaba dentro del peso establecido, la forraron en plástico, y fui para facturación y de nuevo susto al ver en el panel que el peso de la maleta bailaba entre 23,5 y 24 kilos. Al ver la cara de la azafata de tierra me acojoné un poco, pero no dijo nada, le puso la cinta correspondiente y para dentro. ¡Una cosa pesada menos!

Tras despedirme de mis padres, lo siguiente era pasar el control de equipaje por el detector. Yo confiaba en que no me quitaran nada de la comida que había quitado de una maleta a otra, pero no os preocupéis, TODO pasó sin problemas y sin pitar. Ahora, los 4 minutos que tardé en ponerlo todo en bandejas y los otros 4 minutos para volver a guardarlo, no fueron nada gracioso.  

Al llegar a la puerta de embarque vimos que había un retraso de unos 20 minutos. Teniendo en cuenta que teníamos 1 hora y 30 minutos de escala en Viena para coger el siguiente avión hasta Beijing, la verdad es que no nos preocupamos mucho, había tiempo de sobra, aunque saliera con retraso. Al final, entre pitos y flautas, salimos con más de media hora de retraso, pero bueno, tuvimos un vuelo tranquilo, con un sándwich y una bebida a escoger y aterrizamos en una Viena cubierta por la nieve que caía del cielo.

Al bajar del avión, fuimos directos a la puerta para nuestro siguiente vuelo, no sin antes pasar por el control de pasaportes y visado. A mí, ni siquiera me abrieron el pasaporte, el policía vio mi pasaporte y dijo algo así como “Españolen” y, nada, PALANTE COMO LOS DE ALICANTE.

Al llegar a la puerta, ya habían empezado con el embarque. Aún faltaban unos 35 minutos para la salida del vuelo, pero ya podíamos entrar, así que chino-chano, pasamos por el control de billetes, pasaporte y visado y para adentro. En este punto, tengo una buena y una mala noticia. LA BUENA es que el vuelo iba bastante vacío, con lo que no hizo falta que Carolina y yo nos sentáramos al lado, por lo que ella se fue a ocupar una fila de 3 para poder estirarse y yo pude poner los pies en su asiento y estar ambos más anchos; LA MALA era que nuestros asientos no tenían pantalla, lo cual suponía que no había ninguna distracción para ese vuelo de más de 9 horas, fuera de varias televisiones que había distribuidas por el avión  en la que proyectaban películas, que no sé otros pasajeros, pero en todos los asientos que probé se escuchaban terriblemente mal. Así que a dormir, leer y escuchar música hasta que llegáramos a Beijing. La comida, eso sí, una gozada, bebida te daban a cascoporro (hubo un pasajero que tenía dos asientos más a la derecha que se puso fino a Chivas durante todo el vuelo) nos dieron un snack de galletitas saladas, un desayuno con embutido y la comida había para elegir entre pasta con salsa de gambas y guisantes o pollo con salsa china y arroz. Cuando la azafata me preguntó, primero me dijo “pollo” y cuando dijo “pasta” no la dejé ni terminar PASTAAAAAAAAAAAAAAA. Un gran acierto, porque estaba riquísima.

Al llegar al aeropuerto (tengo que reconocer que no se me hizo tan largo y tedioso como pensaba) control de visado y pasaporte, montarnos en un pequeño tren que conecta la terminal de despegue de aviones y puertas de embarque con el aeropuerto en sí, y allí recogida de equipaje (¡sano y salvo con todo!). Una vez teníamos las maletas nos dispusimos a salir con los carritos, Carolina con las maletas de mano, y yo con las maletas grandes, pero antes había ¡OTRO! control de maletas, preso del estupor me quedé cuando el guardia dijo: “una de aquí y una de aquí” señalando a nuestros carros. En fin…

Lo siguiente fue ir a por el bus directo hacia Tianjin. Tuvimos la suerte de no tener que esperarlo porque salía a los 5 minutos de llegar nosotros. El trayecto rutinario se prolonga hasta casi las 2 horas y media, pero llámalo que no había nadie por la carretera y sorprendentemente todo el mundo iba por su carril, llámalo que el conductor iba más rápido que Fernando Alonso en una recta, pero en menos de dos horas nos plantamos en la estación de autobuses de Tianjin. Y es aquí donde venía la parte divertida: había que coger un taxi.

No sé si lo recordaréis de la entrada de mi primer día en Tianjin, pero el taxista que nos llevo, bueno los dos taxistas que nos llevaron, nos timaron a base de bien, y yo no estaba dispuesto a que eso volviera a pasar. Salimos de la estación y allí estaban ellos: LOS TAXISTAS, esperando como buitres hambrientos de carroña y en busca de extranjeros despistados a los que poder engatusar y sacarles hasta la bilis. Y ya nada más salir y preguntar al primero, nos dijo que 50 yuanes cada uno (6,25€) a lo que le respondimos “los huevos de Mahoma que son de goma” (bueno, eso no, una cosa refinada en chino), a lo que respondió que “era fin de año y que trabajar esos días era más caro”, las caras de Carolina y mía eran de ¬_______¬ ¿PERONDA? Así que le dije que no era nuestra primera vez aquí y que no intentara decirnos mentiras. Le dije que tenía que usar el contador, que entonces sí que nos montábamos en su taxi, pero se negó en rotundo. Nadie parecía muy dispuesto a llevarnos por menos de ese precio, hasta que vino uno que nos dijo que nos llevaba por 40 yuanes los dos (5€ entre los dos), intenté regatear soltando un “¿y por 30?”, pero no coló, y como veía que no íbamos a sacarlo por mucho menos, aceptamos y nos montamos. Lo primero que hice fue felicitarle el año nuevo al taxista que se puso muy contento y empezaron las típicas y ya cansinas preguntas de ¿de dónde sois?, ¿cuánto tiempo lleváis estudiando? Y un largo etcétera.  

Tras 15 minutos en taxi, nos dejó de nuevo en la puerta del campus. Al descargar las maletas de mano, que las teníamos en los asientos traseros porque no cabían en el maletero, vimos que había bastante barro en el asiento que habían dejado las ruedas de la maleta. El taxista se cagó en nosotros, LITERALMENTE, porque dijo algo que no entendimos, se fue a buscar un trapo y se puso a sacar la mierda del asiento, pero lo único que hicimos fue pedirle perdón y dejarlo allí con su suerte y algo de barro por limpiar. Continuamos andando cargando con las maletas con un “habernos cobrado menos y a llorar al parque”.

Pasito a pasito llegamos hasta la residencia. Todo seguía igual, hasta las luces de navidad, aún las dejarán allí hasta el año que viene. Lo único nuevo que tenía era que habían enganchado unas pegatinas grandes de color rojo con caracteres chinos que hay en las ventanas de todas las casas, tiendas y establecimientos y que se suelen enganchar cuando se celebra el año nuevo para desear felicidad, prosperidad y salud. Una vez allí, quedaba la parte que a mí más me tenía preocupado: la nueva habitación.

En mi última entrada, no sé si lo recordáis, os comenté que Dimitri, mi compañero de habitación ruso del semestre pasado, novio de Natasha (los bauticé como “No sin mi vodka” ¿ahora sí?), no iba a volver, así que tenía que buscarme un compañero nuevo, ¡con lo bien que estaba yo solito cuando él vivía con ella! Teniendo en cuenta que Carolina y Fiamma (una chica italiana) se habían cambiado a una habitación grande al piso 12, y Laura y Meri también tenían intención de hacerlo, pensé en buscar una habitación en el piso 12 cerca de la suya y el compañero que me toque este semestre pues que Dios se apiade de mí y sea alguien con quien me pueda entender, aunque sea en chino (así puedo practicar más), y que sea más o menos una persona decente.

No las tenía todas conmigo, porque no sabía si me iban a dejar, si iba a haber habitaciones vacías o disponibles en el piso 12 y si me iban a dejar estar solo hasta que viniera alguien, ya que a lo mejor me pedían pagar la habitación entera. Sin embargo, todo salió como la seda y al final, tengo habitación como la del semestre pasado que da hacia la calle donde no hace frío, estoy sólo a la espera de un compañero y justo enfrente de la habitación de Fiamma y Carolina, así que TODO ES PERFECTO (Laura, Meri si leéis esto, hay una habitación JUSTO, JUSTITO al lado de la mía que está vacía y es más grande que la que teníais el semestre pasado).

Y esto es todo, ahora que ya está todo ordenadito, comprobamos que Tianjin parece que está en guerra, porque todo está CERRADO, las calles están MUERTAS, y sólo se escuchan explosiones de los PETARDOS y COHETES que no paran de tirar durante el día, pero sobre todo por la noche. Les encantan los petardos. Si tienen hasta paradas montadas por las calles para comprarlos. Resulta que hay que esperar al último día porque son más baratos, ya que están eliminando género. Por suerte para nosotros, nuestro querido Century (el supermercado) sigue abierto y podemos comprar comida y agua para subsistir hasta que vuelva la actividad al campus que será dentro de unos 10 días aproximadamente, cuando se reinicien las clases.

Hasta ese momento, queda aprovechar estos primeros días de Año Nuevo Chino (aprovecho para Desearos a Todos y Todas un muy feliz Año de la Serpiente) y repasar el chino un poquito antes de iniciar el segundo semestre, que durante las 3 semanas que he estado en casa, no he tocado ni un libro ni he dibujado un solo carácter. Así que nada, me despido hasta mi siguiente entrada que supongo que será en breve.

Un abrazo muy fuerte.

马克儿

1 comentario:

  1. oido cocina! xD ya veo que todo genial :) nos vemos pronto por Tianjin ;) espero que mi vuelo no se retrase porque sino la cagaré un poco (escala de 50 minutos, sólo te digo eso xD)
    梦兰

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