viernes, 12 de octubre de 2012

北京 - Pekín (II)


Tras un primer día un poco light por lo que respecta a visitar lugares de interés, la hora de quedada el miércoles era a las 8.15 para poner rumbo a nuestro siguiente destino, que estaba bastante cerca: EL TEMPLO DE LOS LAMAS (雍和宫).

Compramos comida para desayunar y por si acaso teníamos hambre más tarde, y cogimos el metro. La parada en la que nos teníamos que bajar estaba en la misma línea (número 5), así que no fue necesario ningún transbordo. Cuando ya estábamos a tan solo una parada de nuestro destino y nos fuimos preparando para salir, en el mismo metro, una madre cogió a su niño, lo llevó contra la otra puerta, y al instante, el niño se puso a mear allí delante de todo el mundo. Recordad que aquí los bebés y niños muy pequeños normalmente llevan un pantalón con una raja en la parte del trasero, así que son un poco como los perros: donde les pilla, descargan. La escena fue tremendamente asquerosa, pero pensamos lo mismo de siempre: “Welcome to China!” Nos bajamos rápidamente, y nos olvidamos del olor a meado.

Para aquellos que no sepáis qué es El Templo de los Lamas, os hago una breve descripción: establecido durante la dinastía Qing, es uno de los templos budistas más importantes de China, fuera del Tíbet, y el más importante de todo Pekín. Fue construido para Yongzhen que llegó a convertirse en emperador, pero no le parecía conveniente permitir que nadie de su familia viviera en el palacio, por lo que ordenó convertirlo en un templo. Asimismo, está considerado desde 1949 Monumento Nacional. (Introducción un poco Wikipedia, pero así os culturalizáis un poquito, que siempre viene bien)
Entrada del Templo de Los Lamas (雍和宫)

Nada más poner un pie en la salida del metro vimos decenas y decenas de personas intentando vendernos varitas de incienso, y montones de puestos y algunas calles tradicionales, pero decidimos visitar el templo primero para evitar aglomeraciones masivas de gente. Gracias al carné de estudiante, la entrada (que incluía un mini-CD) nos costó 15 yuanes (menos de 2€), y entramos por una gran puerta con arcos y pinturas. Recorrimos un camino en el que a los lados había jardines y vegetación, y finalmente, llegamos a la primera zona donde había templos. La estructura del templo era bastante parecida: un patio gigante con árboles y jardines y con algunas decoraciones como leones, fuentes…; pequeños templos en los costados y delante un gran templo en cuyo interior hay budas y estatuas. Cruzamos el primer templo, entrando con el pie contrario con el que haces las cosas normalmente, básicamente porque se suponía que daba buena suerte y llegamos a una especie de fuente de metal enorme en la que se tenía que lanzar una moneda para que tuvieras suerte. Pero es como lo de entrar con el pie contrario, como eres extranjero, tú sacas una moneda y pruebas. El objetivo era intentar lanzarla de manera que cayera en la zona más elevada posible, pero era bastante complicado acertar, ya que había poco hueco. La única que consiguió acertar fue Judit. Yo lancé 2: ambas rebotaron arriba y cayeron al suelo. ¡OTRA VEZ SERÁ! Después de lanzar las monedas, nos acercamos a una especie de torno con una rueda gigante con inscripciones y dibujos, que había justo al lado. De nuevo, si las tocabas mientras giraban, te daban suerte. Todos girando el torno con la rueda y haciéndonos fotos. Y para seguir haciendo un poco el friky, nos hicimos fotos con unos leones. ¡COMO MOLA HACER EL GUIRI POR PEKÍN!

La mayoría de gente eran turistas, pero había algunos que acudieron allí para rezar. Con el incienso que vendían fuera del templo, lo quemaban en unas especies de recipientes en los que había llamas encendidas. Después hacían unas plegarias haciendo unos aspavientos extrañísimos con las manos, y después entraban dentro de los templos, donde volvían a rezar y dejaban el incienso como ofrenda.

Íbamos de templo en templo, viendo budas y más budas. Nos hinchamos a ver budas: de todas las formas imaginables, en todas sus fases y de todos los tamaños. A cada cual más característico. Un paraíso budista. Vimos, además, un museo con algunos de los trajes que llevan los monjes con los que hacen rituales, maquetas del palacio, miles de budas en miniatura, un monje budista disecado en lo alto de un altar, tambores y otros instrumentos hechos con HUESOS HUMANOS…. Y para colmo y remate, vimos lo que hace que este templo sea tan famoso.

Nada más, ni nada menos que una escultura de un buda de unos 18 metros de altura tallada en UN SOLO tronco, lo cual quiere decir que tiene el Record Guiness al ser la estatua tallada con un solo tronco más alta del mundo. Es una auténtica pasada. Resulta tremendamente difícil sacarle una foto, porque cuesta verle la cabeza. Una maravilla que debería ver todo el mundo si se viene a Pekín.

Tras ver todo lo más importante del templo, decidimos abandonarlo y recorrer las calles de la zona para explorar un poco más el barrio de los lamas, entrar en las tiendas y caminar por los hutongs 胡同(que son un tipo de calles muy estrechas con unas casitas de un solo piso que dan a un patio cuadrado) que había alrededor.
胡同

Nada más entrar en la calle, cotilleamos un poco las tiendas y después vimos que había un pequeño templo, así que entramos para enterarnos qué era y  qué había dentro, ya que habían entrado un grupo de chinos con un guía. Nada destacable: un buda muy a lo lejos al que no se podía llegar al haber una valla, y algunos edificios budistas. Y aquí dentro, hay una anécdota bastante graciosa que debo contaros.

Como ya he contado alguna vez por aquí, tienen pasión por los laowais: nos miran, nos saludan, se emboban cuando hablamos, se hacen fotos con nosotros porque les sale de las narices, se emocionan y dan saltos de alegría cuando les dices 2 palabras en chino… Una sociedad bastante peculiar, por no decir RARA DE COJONES. Pues bien, estaba yo tan pancho, subido en una plataforma haciendo una foto al buda, cuando de repente, el guía de los chinos dijo algo y se giraron todos de golpe. Noté como 30 pares de ojos clavados en mí, pero sobre todo, noté a dos chicas que se empezaron a reír y a susurrar algo. A los 10 segundos, se giraron todos, pero aquellas dos muchachas seguían mirando y comentando. En ese momento, vi que una de ellas encendía la cámara, y ya vi claro que me iban a hacer una foto, pero no sabía CÓMO. Desde aquí, debo decir que la DISCRECCIÓN no es uno de sus puntos fuertes, ya que una de las chicas se puso a posar de espaldas hacia el lugar en el que yo estaba, y yo ya esperando la foto. PERO NO. Empezó a dar pasitos cortos hacia atrás, hacia atrás, hacia atrás, y se quedó más o menos a mi altura, pero un poco hacia mi izquierda. Y yo, cuando ya estaba medio partiéndome el culo, porque era ya muy a saco lo que estaban haciendo sólo para sacarme una cochina foto, la chica dio unos pasos cortos hacia donde estaba yo, y se me quedó prácticamente al lado, por lo que yo, puse los dedos en señal de paz y posé para la foto. Cuando las chicas vieron la foto, empezaron a reírse porque eran tan memas que se pensaban que no me iba a dar cuenta de que querían que saliera en la foto. Y yo saludando y ellas que se reían y se reían. Yo simplemente pensé “que graciosas pero que palurdas que sois”.

Pero lo de las fotos no terminó ahí. Seguimos caminando y nos topamos con EL TEMPLO DE CONFUCIO, pero estamos tan hartos de este hombre, que pasamos de entrar. Justo cuando estábamos a punto de seguir, a Ari se le acerca una señora con un bebé, y le pide por favor si puede hacerse una foto con el niño. Y yo, que estaba al lado, lo vi y dije, “¡¡YO SIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!” Así que la mujer muy majamente me dio al niño como quien te da un paquete de pipas. Tengo que decir, que los niños chinos de pequeñitos son para comérselos, pero cuando crecen, se estropean de mala manera. Y nada, foto aquí, foto allá, y yo con el niño en brazos y todo el mundo riéndose.

Tras dejar al niño de vuelta en los brazos de su madre, nos dejamos perder por el barrio de los hutongs para contemplar un poco el viejo Pekín. Nuestro siguiente destino era buscar un sitio para ir a comer. Lo que parece una cosa bastante sencilla, se convirtió en una odisea que afortunadamente terminó bien.

En la zona del templo, había muchos restaurantes y bares que estaban bien, pero eran algo caros, así que como para llegar a nuestro siguiente destino teníamos que coger el taxi desde otra zona, pensamos en ir para allá, comer y después coger el taxi ya allí. Lamentablemente, la zona donde íbamos a coger el taxi no tenía nada de económico, y tuvimos que patear bastante ya que sólo había 2 centros comerciales en los que todo costaba un ojo de la cara (para ser China, precio más o menos normal en España).
¡Curry pa' comer!
Finalmente, entramos en un restaurante en el que preparaban curry, en el que elegías la cantidad de arroz, si querías carne/pescado y también el nivel de picor de la salsa. Realmente bueno. Fue un buen descubrimiento, ya que en Tianjin también hay ese tipo de establecimiento. A todo esto, la comida nos salió por 30 yuanes más o menos (menos de 4€).

Una vez comidos, nos montamos en un taxi para llegar a nuestro siguiente destino: 798. Es otro rincón de Pekín por el que no está mal dejarse caer, ya que es como una especie de barrio de exposiciones de arte en plena calle o en galerías.
La entrada al barrio 798 de Pekín

El viaje en taxi fue mejor de lo que yo esperaba. A ver, no os voy a engañar, tuvimos varios momentos en los que yo pensaba que nos la pegábamos, pero ya me estoy acostumbrando a que pase. Aún así, por mucho que digan, en Tianjin conducen peor. ¡SEGURO! El viaje nos iba a costar 18 yuanes, pero añadió 3 yuanes de más por no-sé-qué-norma que había en un papel (poco más de 2’5€ entre cuatro personas). I don’t trust your fucking tienes que pagar 3 yuanes más porque lo pone en este papel.

Entramos y nos pusimos a recorrer calles. No tiene mucho misterio. Era ir siguiendo las calles, ver las obras, hacerse fotos chorras con lo que te encontrabas, entrar en las galerías que eran gratuitas y contemplar la pijería del barrio. Un par de horas que estuvieron bien para desconectar un poco de todo el bullicio de la ciudad.

Tras visitar 798, decidimos volver en autobús para evitar coger otro taxi, ya que el billete de bus y de metro con la tarjeta es muchísimo más barato que coger un taxi. Como no sabíamos qué parada nos dejaba cerca de una estación de metro, cogimos un bus que nos dejaba más o menos cerca del centro comercial en el que comimos, que tenía una parada de metro a pocos minutos. Cuando llegó el autobús, nos metimos como pudimos, ya que estaba a reventar de gente, y aguantamos entre la masa de chinos de pie, hasta nuestra parada.

Una vez bajados del autobús, fuimos al metro y miramos el recorrido para llegar a nuestro siguiente destino: FOREST PARK y OLIMPIC PARK, que es todo el complejo en el que se celebraron gran parte de las pruebas de los JJOO de Pekín en 2008.

Primero nos bajamos en la parada de FOREST PARK, básicamente porque había que visitarlo de día, pero como nos entretuvimos mucho tiempo buscando sitio para comer y con el bus, llegamos y estaba casi anocheciendo, así que vimos nada y menos, pero es un parque al que hay que ir con tiempo porque es ENOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOORME. Se les va la olla a estos chinos haciendo parques. Hicimos 4 fotos, Laura y yo hasta hicimos la mítica CROQUETA por la hierba, y nos sentamos a la orilla del lago, a contemplar como anochecía. En realidad, nos sentamos a esperar a los que están estudiando en Pekín de intercambio, pero ya que estábamos, aprovechamos. Cuando nos dijeron que estaban en la salida del metro, fuimos a encontrarnos con ellos. Esta vez, además de Tania y Esther, había otros tres personas: un chico llamado Juanjo, una chica que se llama Marina, y un chino que se habían encontrado de camino en el metro y que se había acoplado con ellos.

Justo cuando ya íbamos de camino para el Olympic Park, escuchamos una música que venía del lago y echamos a correr para ver qué era. Resulta que hacían un espectáculo con unos chorros de agua con unos focos de colores y música de fondo. Nos sentamos y estuvimos como 20 minutos viendo aquella maravilla. Fue uno de los momentos más preciosos que siempre recordaré de este viaje.
Uno de los momentos del espectáculo.

Tras el final del espectáculo del agua, pusimos rumbo, esta vez sí, hacia el OLYMPIC PARK. Fuimos recorriendo una serie de parques bajo la noche pekinesa con cometas de colores iluminando el cielo. En los parques había gente cantando, bailando, haciendo karaoke, vendiendo comida… Era un espectáculo constante. Tras pasar un control de bolsas, entramos en la zona olímpica por excelencia, con la torre con los aros de las olimpiadas, con varios estadios, como el Cubo de Agua,
El Cubo de Agua
y luego el archiconocido, Nido del Párajo, que es el estadio de las Olimpiadas de Pekín en 2008. Intentamos comer en una gran carpa que había instalada con muchas paradas y comida de todo tipo, pero había tanta gente y el funcionamiento del lugar era tan raro, que decidimos salir y comer algo en el McDonald’s que había justo a la salida del complejo. Sí, una mierda, pero es lo que hay.

Para terminar nuestro segundo día, nos faltaba sólo una cosa: hacernos una foto con el Nido del Pájaro de fondo. Así que para allá que nos fuimos todos como buenos guiris a hacernos la dichosa foto. Pero se nos olvidó un detalle, QUE SOMOS LAOWAIS, así que nos colocamos todos juntos con el estadio de fondo. ¡INSENSATOS! Porque como me dijo aquella: ¡ERROR, ERROR, ERROR! Porque de repente, empezaron a salir chinos de todas partes, hasta de debajo de las piedras, armados con cámaras fotográficas y disparando fotos a troche y moche. Sin discreción. ¡TODOS ESTÁBAMOS ALUCINANDO! Y ya cuando nada más podía pasarnos, cuando la ficción ya superaba con creces la realidad, Laura me llama a gritos y riéndose, y veo que detrás suyo, hay un hombre agazapado con los brazos levantados sosteniendo un bebé, simplemente para que saliera en la foto. LOCURAAAAAAAAAAAAAAAA. Contamos, y nos debieron hacer alrededor de 15 fotos, más o menos. Aquella situación era tan surrealista, que costaba de creer.

Entre una cosa y otra, apagaron las luces y nos dimos cuenta de que eran las 22 de la noche, así que teníamos que darnos prisa para volver, ya que nos iba a cerrar el metro. Y de nuevo, problemas, porque no encontrábamos la boca del puñetero metro, ya que no estaba bien indicado. Llegamos, finalmente, al metro y luego surgió otro problema: teníamos que hacer 2 transbordos, es decir, coger 3 líneas, y en el primer transbordo, el último tren salía a las 22.26, y eran las 22.20, así que íbamos bastante apurados de tiempo. Yo intentando tranquilizar a la gente con el ya clásico TODAVÍA QUEDAAAAAAAA (pero por dentro cagándome en todo). Bajamos del primer metro como alma que lleva el diablo, y corrimos junto con otros cientos de chinos a por nuestro metro. Y ¡MIERDA! Justo el metro que teníamos que coger, venía a reventar y no cabíamos, lo digo en serio, NO CABÍAMOS. Como no sabíamos si era el último o no, nos metimos como pudimos: a empujones, a codazos, a golpes, con lo que fuera. ¡Ni muerto perdía yo ese metro! Por suerte, entramos todos, y ya el último transbordo teníamos más tiempo, así que llegamos a nuestra parada y chino-chano de caminito al hotel, todos reventados de un día intensísimo, pero tremendamente divertido. Y lo que nos quedaba, ya que al día siguiente en nuestro plan de visita teníamos, nada más ni nada menos que, CIUDAD PROHIBIDA, TIANANMEN, BEIHAI Y WANGFUJING DE NOCHE.





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