domingo, 14 de octubre de 2012

北京 - Pekín (III)


El jueves fue, sin lugar a dudas, el día más duro de todos. No sólo porque fue el día que más pronto nos levantamos, sino también porque era el día que más cosas teníamos planeadas para ver.

El despertador sonó sobre las 6.30 y tras una buena ducha fría para quitarse el sueño, tocaba ponerse en marcha hacia las 7.15 de la mañana. El centro de Pekín nos esperaba a nosotros y a casi medio millón de chinos más.

Nuestro primer destino era la puerta de TIANANMEN (天安门) para después entrar en la CIUDAD PROHIBIDA (故宫).
Puerta de Tiananmen 天安门
Al bajarnos del metro, comprobamos que aquello de que el jueves iba a haber menos gente porque empezaban a trabajar, era una auténtica FALACIA. Todo es mentira. Chinos everywhere. Salimos a la calle, y allí estaba, la puerta de Tiananmen con la gran foto de Mao ZheDong (
毛浙东) con dos carteles a derecha e izquierda que quieren decir “Viva la República Popular de China“ y “Viva la unidad de los pueblos del mundo”. Después de hacernos las típicas fotos con el señor Mao de fondo, nos dejamos llevar por la muchedumbre de chinos hacia la espectacular Ciudad Prohibida.
La foto de Mao.
Pudimos contemplar un poco lo que nos esperaba cuando entramos en los primeros recintos, y después de comprar la entrada (20 yuanes con el descuento de estudiantes = 2,5€) nos zambullimos de cabeza en una piscina de historia, emperadores, pabellones y chinos.

Es un lugar impresionante. Si te parabas durante un segundo (difícil teniendo en cuenta la numerosidad tan grande de chinos que había), se podía respirar miles y miles de años de historia y hasta el suelo parecía contarte historias. Íbamos recorriendo pabellones, haciéndonos fotos con chinos que salían de la nada, visitando salas, pegándonos para hacer fotos, agolpándonos para ver un sillón imperial…
Imagen de la Ciudad Prohibida (故宫)
Lo típico vamos. Nos dejamos perder un poco por el lugar y también nos dejamos fotografiar un poco. A decir verdad, le pillamos el gusto, primero, porque iniciamos una competición de a ver quién se hace más fotos con los chinos; y segundo, porque hubo un momento en el que estábamos descansando todos juntos, y se nos empezó a acercar gente para hacerse fotos. Al final hubo alguien que dijo “venga, nos hacemos una más y nos vamos”. Se nos subió la fama a la cabeza.

El trono del Dragón (龙椅)


Jardines de la Ciudad Prohibida
Después de recorrer pabellones y más pabellones, llegamos a la zona de jardines, que rompía un poco con la sobriedad del resto del complejo. Se agradecía ver algo diferente, porque la Ciudad Prohibida es un lugar espectacular, pero si te fijas en los edificios los primeros 15 minutos, el resto es prácticamente igual. Anduvimos entre la vegetación y entramos en algunos pequeños templos que se escondían entre los jardines. Cuando nos cansamos, decidimos salir y dar una última ojeada a todo lo que rodeaba ese lugar.

En ese momento, teníamos un problema: queríamos ir a la plaza de TIANANMEN, pero teníamos que dar rodear tooooooooooooda la Ciudad
Puestos de venta de fruta caramelizada
Prohibida andando, porque el metro estaba donde Jesús perdió la alpargata, los buses iban a reventar de gente, y los taxis y carros que se ofrecían a llevarnos, nos pedían mucho dinero, por lo que decidimos ir caminando poco a poco y al mismo tiempo, conocer y explorar los alrededores. Tampoco teníamos prisa, pero éramos conscientes de que no estaba nada cerca. De camino, vimos tiendas, compramos fruta caramelizada clavada en un pinchito que no sé si los pekineses se la comen o no, pero los laowais siempre estaban comiendo, entramos en tiendas y también aprovechamos para comer en un restaurante chino.

Después de las cenas en el McDonald’s y en el KFC de los días anteriores, comer algo chino nos apetecía muchísimo. Encontramos un restaurante en plena calle, y allá que nos metimos. Era un poco más caro de lo habitual, pero para comer algo ya nos venía bien. Pedimos algunos fideos y otros arroz y unos platos para compartir.
Un plato de fideos que comimos
Al final nos salió todo por unos 45 yuanes (5,5€). En este punto, nos encontrábamos ya cerca de nuestro destino, pero antes teníamos que ir al lavabo un momento. Como ya he comentado anteriormente por aquí, los lavabos son un agujero en el suelo. Hasta ahí todo bien. Ya uno se está acostumbrando, y no hay mucho problema. Pero lo de este lavabo superaba las leyes de la física y de la gravedad.
La intimidad está sobrevalorada...
Eran de agujeros, pero en este no había puertas y, para colmo y remate, la separación entre los lavabos llegaba a la altura del pecho, así que podías ver perfectamente las cabezas de los que tenías al lado, y ver cómo meaban o, en el peor de los casos, defecaban, ya que no había ni una cochina puerta que diera intimidad. Un concepto que aquí en una escala de grises, está negro, negro, negro. Agradezco ser un hombre, porque por suerte había orinales, pero cuando iba a salir y vi que entraba un chino y se colocaba en posición para descargar, salí corriendo más veloz que Usain Bolt en los 100 metros.

Unos 20 minutos más tarde, llegábamos de nuevo al punto de partida, y esta vez, cruzamos un camino subterráneo para llegar al otro lado que es donde se encontraba la plaza de la Puerta de la Paz Celestial (traducción de los caracteres chinos de Tiananmen). No fue nada fácil acceder a ella, básicamente porque miles de personas se amontaban para entrar y los guardias tenían que racionar la gente que entraba en la plaza para evitar aglomeraciones. El agobio era tremendo. Cuando conseguimos que nos dejaran pasar, nos volvimos a someter a otro control de bolsas y finalmente, salimos al exterior y pudimos contemplar “de cerca” la plaza.
Ofrenda floral
Lo pongo entre comillas, porque es tan sumamente grande, que cuesta verlo todo. Escuché a alguien decirme, que toda Mataró entera cabía en la plaza. Somos unos 120.000 si no me equivoco, así que podéis haceros una idea más o menos de las dimensiones del lugar. Volvimos a ver de fondo la Puerta con la foto de Mao, y mirando de frente, teníamos un monumento como ofrenda enorme con forma de Jarrón con Flores, y más delante otra foto de otro personaje.
Sun Yat-Sen (孙逸仙)
Al principio no teníamos ni pajolera idea de quién era, pero preguntaron y resultó ser Sun Yat-Sen (
孙逸仙). ¿Ni **** idea no? Bueno, un resumen lo más breve posible: fue el primer presidente de la República de China cuando se instauró por primera vez, el 1 de enero de 1912, y es considerado por muchos el padre de la China moderna. Alé, más de uno se puede ir ya a dormir.


La prueba gráfica.
Y aquí en esta plaza, tengo otra anécdota que debo contaros. ¿Recordáis que en la entrada anterior una madre llevó a su hijo a la puerta del metro en movimiento y meó allí mismo? Pues bueno, esto lo supera con creces. Porque esta vez, la mujer tenía a su hijo encima de UN CUBO DE BASURA en medio de la plaza y el niño en su inocencia, se puso a defecar. Sí, A DEFECAR. Y ya cuando la situación no podía ser más asquerosa, cuando nada podía ir a peor, de la nada, aparecía un vieja con chepa y con un gorro que se puso a mirar a tan sólo unos centímetros, mientras el bebé se cagaba patas abajo en el cubo.
De mientras, nosotros seguíamos con nuestra particular competición de ver quién se hacía más fotos con los chinos. Al final, ya lo buscábamos: nos colocábamos todos juntos para ver cuántos chinos nos sacaban fotos y salían de la nada con sus cámaras. Estábamos en nuestra salsa. Sin embargo, hubo alguien que nos ganó con creces.
¡A por él!
Un muchacho negro y alto como una torre que tenía un corrillo de unos 50 chinos con cámaras y móviles, haciéndole fotos y atosigándole para salir en una de sus instantáneas. El pobrecillo no sabía cómo quitárselos de encima. En cuanto se quería mover, todos se ponían a gritar y no le dejaban. Nosotros, en todo el día, habíamos conseguido sacarnos más de 25 fotos cada uno. Él, en 10 minutos consiguió mínimo 100. ¡Pulverizando récords!

Seguimos recorriendo la plaza y llegamos al lugar que nosotros bautizamos como MAOsoleo, es decir, el mausoleo donde descansan los restos del señor Mao, y a derecha e izquierda hay un par de monumentos donde se representan a campesinos, trabajadores y soldados “caminando hacia la revolución”.   



En este punto del día, el cansancio era ya otro compañero de viaje, y aunque se había nublado sospechosamente el cielo, nos quedaban muchas cosas por hacer. Salimos de la plaza, vimos de lejos Ximen (西门), que es otra plaza justo detrás de Tiananmen y que tiene un par de templos bastante bonitos desde la lejanía, y en ese momento, nos pusimos a caminar hacia nuestro siguiente destino: El parque de BEIHAI (北海).

Y fue en ese momento, cuando tuvo lugar el mayor EPIC FAIL del viaje, porque la cagamos bien cagada. Os cuento el por qué. Resulta que este parque, se extiende desde un poco más arriba de la Ciudad Prohibida hasta, nada más ni nada menos, que la plaza de Ximen, por lo que pensábamos entrar por abajo, y poco a poco, ir caminando. ¿Dónde está el FAIL? Que la parte más bonita del parque está en el norte ( = BEI = NORTE), y la entrada de esa parte del parque quedaba a pocos minutos de la salida de la Ciudad Prohibida, por lo tanto, llegar andando hasta allí, estando como estábamos de cansados, era inviable, y el metro no nos quedaba nada cerca. Así que tuvimos que recorrer a un taxi, que al final, nos resultó bastante barato y que nos llevó bastante rápido, pese al tráfico.

La entrada al parque era de 15 yuanes con el carné de estudiante (menos de 2€), y valió muchísimo la pena. #SOYFAN de ese lugar. Un parque con muchísima vegetación, con un lago enorme por el que se podía ir en barca y que, pese a que el tiempo no acompañaba, nos alegró nuestro estado de ánimo.
北海
En serio, no podíamos más. Sin embargo, para ver lo más bonito del parque, había que subir a una torre de color blanco que había arriba en la montaña, así que poco a poco, fuimos subiendo. Por el camino, encontramos templos con budas, tiendas donde vendían collares con caracteres chinos, unos amuletos rojos en los que podías escribir dedicatorias o frases y colgarlas en árboles o fuentes de metal, y una campana que si lo tocabas tenías un año de suerte (el precio de tener un año de suerte era de 3 yuanes).

La pagoda blanca de (北海)
Subiendo escaleras empinadas, llegamos a la torre, y tras dar unas vueltas, pagamos 3 yuanes extras (4 céntimos) para acceder a la zona más alta para contemplar las visas de todo el parque, y de la Ciudad Prohibida. Nos faltaba un poco de luz y de sol, pero esas vistas eran una auténtica maravilla. De repente, empezaron a caer unas gotas, y decidimos movernos antes de que nos cayera el chaparrón encima. En este punto, teníamos 2 cosas pendientes por hacer: ir a WANGFUJING para verla de noche y entrar en la calle de los bichos e insectos; e ir a cenar PATO PEKÍN.

Y de nuevo EPIC FAIL. Porque nos encontrábamos de nuevo en mitad de la ciudad, con los autobuses llenos de gente, lloviznando, oscureciendo y sin un dichoso metro cerca. Como Wangfujing no nos quedaba tampoco muy lejos, pensamos en ir directamente hacia allí, pero resulta que los taxistas, simplemente porque llovían, habían aumentado los precios y nos pedían mínimo 40 yuanes (I don’t trust your fucking te cobro 40 yuanes por la cara). Así que, ¿qué hicimos? CAMINAMOS. Sí, no podíamos más, teníamos los pies echos puré, pero nos pusimos a caminar en dirección a una parada de metro sin saber cuál tampoco. Caminamos y caminamos, y de repente, nos dimos cuenta de que Wangfujing no estaba ya tan lejos, y total pensamos “por caminar ya un poco más, no pasa nada”. ME CAGO EN MI VIDA. No me he arrepentido tanto de esas palabras. No estábamos ninguno en nuestros cabales. Se nos fue la pinza. Así que seguimos caminando hasta llegar a Wangfujing, donde por cierto, habíamos quedado con Jose, un chico cordobés que está estudiando en Pekín y que conocimos Laura y yo cuando estuvimos de Erasmus en Wolverhampton. Fue curioso verlo, porque no lo había visto desde que volvimos, y nos hemos vuelto a encontrar en la otra punta del mundo. ¡Es una locura!

Después de descansar un poco las piernas por la increíble pateada que nos habíamos marcado desde el parque de Beihai, nos dejamos llevar entre la masa de chinos por la calle de los bichos.

Allí los teníamos, delante de nuestras narices: escorpiones, gusanos, bichos que vete-a-saber-tú lo que eran que movían las patas, estrellas de mar, caballitos de mar, tripa e intestinos de no-sé-que-animal y otras cosas que no sé qué demonios eran pero que tenían una pinta ASQUEROSA.
Una muestra del menú.
Los tíos ahí gritando que era bueno y barato. NO, NO, NO. ¿Ahora me dices tú que es bueno y barato?
 Por si os lo estáis preguntando, NO ME COMÍ NADA. Sé que dije que sí, además iba predispuesto a hacerlo, pero verlos allí, me revolvió tanto el estómago, que si no hubiera comido algo, lo hubiera vomitado. OTRA VEZ SERÁ.

Tras ver un ratillo más los bichos clavados en pinchos, nos dirigimos, ahora sí, al metro para poner rumbo a nuestro destino: 五大口. Es una zona propiamente universitaria, porque las universidades de Pekín están por esa zona, y es muy frecuente ver a laowais saliendo a tomar algo o de discotecas por ahí. Nosotros no íbamos de fiesta, íbamos simplemente a cenar el PATO PEKÍN. Que dicen que está muy rico, y que no puedes irte de Pekín sin probarlo. Para llegar, necesitamos 2 transbordos y cerca de 45 minutos, ya que estaba bastante lejos. Cuando nos bajamos, nos estaban esperando Tania, Esther y Juanjo (los chicos de intercambio en Pekín) para llevarnos a un restaurante que lo preparaban y estaba bien de precio.

Y cuando encontramos el sitio, porque ellos no se acordaban bien de dónde estaba, al llegar a la puerta nos dice que NO, que NO PODEMOS ENTRAR, porque cerraban en media hora, y que no daba tiempo. Eran las 8.30, las putas 8 y media. Cerraban a las 9. En ese momento ME CAGE EN muchas cosas que no puedo poner por aquí. No me lo tengáis en cuenta; no era yo, era el cansancio. Eso sí, a la mema de la camarera la queríamos matar, con todas nuestra fuerzas. Después de meternos el palizón de metro, después de aguantarnos de pie todavía no sé como… Aquello fue una jarra de agua congelada. UNA MALDITA BROMA.

En ese momento todos entonamos lo de “¿y ahora qué hacemos, dónde vamos?” Volvimos a la zona cerca de la estación de metro y hubo gente que se metió en el Mr. Pizza para cenar, pero a mí me apetecía otra cosa, así que Jose, Juanjo y yo fuimos a un restaurante coreano que había justo al lado, para comprar algo para llevar y comérnoslo en el Mr. Pizza con el resto. Pusimos en práctica un poco nuestro “nivelazo” de chino con los del restaurante, mientras nos preparaban los platos (que los tuvimos que cambiar a tiempo porque eran “picantes” y eso podría haber sido un desastre), y entra risas y conversaciones, nos ganamos una Coca-Cola gratis por cortesía para beber, y un buen recipiente de comida: arroz con cordero y salsa con verduras y una bandeja de jiaozis (unas empanadillas con carne) enormes para compartir entre los tres. En total unos 30 yuanes (más de 3,5€).

Después de comer, nos tuvimos que marchar raudos en busca del metro, porque ya era tarde y porque no queríamos repetir lo que nos había pasado la noche anterior. La vuelta fue muy destroyer: Sentados en el suelo los que no cogimos asiento, y arrastrándonos para poder llegar al hotel. Llegamos echos trizas. No servíamos para nada. Todos con dolores en los pies y las piernas y muertos de cansancio. Caímos planos sobre la cama, esperando descansar el máximo para el penúltimo día por Pekín, que también iba a ser intenso: PALACIO DE VERANO y MERCADO DE LA SEDA 2ª PARTE: COMPRANDO COMO LOCOS.


No hay comentarios:

Publicar un comentario