miércoles, 10 de octubre de 2012

北京 - Pekín (I)


Nuestro siguiente destino es Pequín, Pekín, Pechino, Beijing o 北京. Nada más ni nada menos que la capital de la República Popular de China. Una de las grandes ciudades del mundo y parada obligatoria si se visita China. Os hago una introducción un poquito más larga.

INFORMACIÓN BÁSICA DE PEKIN
NOMBRE EN CHINO
北京
SIGNIFICADO
Capital del norte
POBLACIÓN
Más de 17 millones
DENSIDAD DE POBLACIÓN
1.044 hab/km2
ALCALDE
郭金龙 Guo Jinlong
SUBDIVISIONES
16 distritos y 2 condados
SUPERFICIE
16.802,25 km2
GENTILICIO
pekinés/pekinesa


Como la semana pasada teníamos 7 días de vacaciones, al no poder encontrar nada económico en otro lugar más lejano, decidimos acudir a nuestro destino más cercano: Pekín. Buscamos algo de información, planeamos un poco lo que es más imprescindible, reservamos un hotel cerca de una parada de metro; y dicho y hecho, para allá que nos fuimos con nuestros bártulos a liarla parda. 8 老外 = LAOWAI = EXTRANJERO. 5 españoles y 3 italianas (quedaos con los nombres xibanyas y italis, que irán saliendo de aquí en adelante).

La fecha de salida era el martes 2 de octubre de 2012 a las 8.30 de la mañana, y la fecha de llegada era el sábado, pero no sabíamos todavía a qué hora. Cogimos el autobús número 13 con destino estación de tren de Tianjin, para después coger el tren. Después de la experiencia del autobús del aeropuerto de Pekín a Tianjin del primer día, optamos por el tren por tres motivos:

·        más barato (55 yuanes = unos 7€)

·        más rápido (el trayecto dura 31 minutos)

·        nos deja en mejor lugar (conecta directamente con el metro)

Nos costó un poco encontrar la puerta por la que se entraba a la estación de trenes, porque veíamos unas letras gigantes (A, B, C, D), pero no teníamos nada claro por dónde demonios se entraba. En ese momento, se nos acercó un tío para decirnos si queríamos un taxi, y nosotros del palo “no llegamos, nos vamos”. Y fue entonces cuando se ofreció a acompañarnos a la puerta. Mi cabeza pensó “I don’t trust your fucking te acompaño hasta la puerta. No me fío de ellos. Es así. Pasamos de su cara, no fuera que al llevarnos hasta la puerta, nos pidiera dinero. Y al final, vimos unas taquillas donde revisaban pasaportes y billetes, y caímos que esa era la dirección correcta.

La estación estaba a reventar: chinos, chinas y chinitos con maletas, maletones y baúles plagaban la estación y ocupaban los asientos a la espera de la abertura de las puertas para acceder a los andenes. Nuestro tren salía a las 10.10 así que una media hora antes empezamos el control de billetes. Aquello fue una estampida: la gente dando codazos, empujones, colándose, corriendo (en definitiva, como hacen siempre)… ¿y todo para qué? Para ir a sentarse en un asiento asignado, porque los asientos estaban NUMERADOS. ¡Maldita ansia!
El tren bala: una de las formas más cómodas de viajar en tren por China.

Salimos puntuales y llegamos puntuales. Y al llegar el tren a la estación de Pequín, de nuevo, ESTAMPIDA. Hordas y hordas de chinos que se agolpaban para bajar las escaleras y empujaban y se colaban si era necesario. Todo con tal de llegar los primeros a la salida. LAMENTABLE.

Una vez nos reunimos los 8 laowais, fuimos a comprar los billetes de vuelta, que los conseguimos al final para el sábado a las 14.15, y ya el siguiente paso, era coger el metro.

Antes de nada, quiero decir que el metro de Pequín está TREMENDAMENTE BIEN. Es una copia bastante calcada del metro de Londres, pero es realmente eficiente. Puede que sean unos auténticos chapuceros haciendo otras cosas, pero me quito el sombrero, porque francamente, eso se lo curraron. Tiene un par de pegas: una que en cada estación hay un escáner para las carteras, lo cual es un engorro; y la otra, los horarios, la mayoría cierran entre las 22 y las 23, así que no te puedes entretener mucho por la noche. Aún están ampliando algunas líneas, y llegando a más lugares, pero por calidad, precio y velocidad, debo confesar, que es una auténtica pasada. Ya podrían aprender otras ciudades...

Fuimos a la oficina de información a comprar la tarjeta (卡通) que nos costó 50 yuanes (6,25€), de los cuales, 20 eran para pagar la tarjeta en sí, y 30 eran de crédito. El precio de cada viaje que incluye los transbordos que quieras es de 2 yuanes (poco más de 20 céntimos). Lo bueno es que la tarjeta se puede usar ad nauseam, es decir, es como una tarjeta de crédito en la que puedes poner el dinero que quieras y que se usa hasta que se rompa o la pierdas o te la roben. La puedes comprar ahora, y volver en 2015 y seguir usándola.

Y tarjeta en mano, a por el hotel. 3 transbordos, sentido aquí, parada allá. Y llegamos a la parda: 灯市口.
¡Valores!
Lo siguiente era buscar la calle. Otro lío, porque nos orientamos mal y en vez de ir hacia el oeste, fuimos hacia el este, y tuvimos que recular. Afortunadamente no anduvimos demasiado y encontramos la calle correcta, y tras andar menos de 10 minutos, llegamos a nuestro hotel. Hicimos el check-in, con 600 yuanes de fianza (HACE FAAAAAALTA???), y fuimos a buscar nuestra habitación que estaba en otro edificio justo detrás. Al ser 8, reservamos 2 habitaciones triples, y 1 doble. Yo compartí habitación con Laura y Meri (alias “Las Gemelas”, porque de espaldas casi se las confunde). Al entrar en la habitación la impresión fue buena: cama doble y una cama individual, una mesa, televisión, tetera, vasos, ventana con vistas a una pared (¡impresionantes!), y un baño bastante pequeño, pero adecuado. La habitación era propiamente de dos, pero para lo que íbamos a estar allí, ya nos bastaba.

Una vez dejamos las pesadas maletas en la habitación, pusimos marcha hacia nuestro primer destino: WANGFUJING (王府井). Es la calle de compras y tiendas por excelencia de Pekín.
王府井
Llena de centros comerciales, puestos de comida, sitios para comprar recuerdos y dejarse llevar por el bullicio de la población china. Recorrimos las calles contemplando las tiendas, los caracteres chinos, la peculiaridad de sus gentes y la altura de los edificios, y nos metimos en un centro comercial para buscar algún sitio para llenar el buche. Vimos tiendas, más tiendas, más tiendas, y finalmente, llegamos a la zona de restaurantes. Comimos en un lugar de comida rápida china por unos 2€, en el que había un bol de arroz, un bol de ensalada y un bol de carne en salsa. Cometimos un grave error. No porque fuera malo, sino porque la carne picaba como la p**a madre que la parió.
¡Pica!
Echábamos fuego por la boca. Un picor, un escozor… Lugar prohibido al que ir desde ese momento. Para remediar ese ardor, fuimos a un puesto donde vendían batidos de café, té o chocolate con “perlas”: eran como unas bolitas gelatinosas que estaban muy ricas. Yo me pedí uno de chocolate con tiramisú bien frío y con las perlas por 9 yuanes (poco más de 1€). Una maravilla para la boca y para el paladar.

Después de cotillear algunas de las tiendas, fuimos a encontrarnos con Tania y con Esther, un par de chicas que estudian también en la UAB y que están estudiando en la universidad Renmin en Pekín. En principio, nuestra idea era visitar la conocida calle “de los bichos”, donde se pueden comer gusanos, estrellas de mar, escorpiones, tripa, escarabajos… Pero como había una masa enorme de gente que se agolpaba para entrar, decidimos ir a la zona de puestos que había en otra calle justo al lado, para mirar qué vendían e introducirnos en el mundillo del regateo con los comerciantes.
Alguno de los objetos que vendían
Algunos te agarraban, te enseñaban las cosas, te decían “amigo, amigo, barato, barato”. Vendían de todo, desde llaveros, colgantes, chapas, imanes, hasta máscaras y budas de todos los tamaños. Era locura en estado puro. Después de hacer alguna compra y de regatear un poco, decidimos que queríamos regatear un poco más, y nos fuimos hacia otro lugar emblemático de Pekín: EL MERCADO DE LA SEDA.

Para ir hacia allá tuvimos que coger el metro, porque estaba a unas tres paradas. Hasta ese momento, habíamos encontrado gente en el metro, no pudimos sentarnos, pero se podía respirar bien. Pero no iba a ser tan fácil esta vez. Lo cogimos alrededor de las 6 y eso se puede considerar “hora punta” y teniendo en cuenta que estaba en la línea roja que pasaba por las zonas más transcurridas de Pekín, la muchedumbre de gente estaba asegurada. Los vagones iban tan llenos que tuvimos que dividirnos y coger metros diferentes. Primero, Laura y Fiamma (una de las italis), luego Ari, Judit, con Caterina y Federica, (las otras dos italis), que sufrieron un aplastamiento bastante exagerado, sobre todo porque apareció un muchacho y se puso a empujar a la gente para que se pudieran cerrar las puertas; y por último, Meri y yo, que nos metimos como pudimos y nos llevamos empujones, codazos y golpes, pero pudimos entrar. Tengo el video del viaje aplastado entre la masa de chinos. Salimos como pudimos y no vimos a nadie, hasta que nos dimos cuenta de que nos equivocamos, porque nos bajamos en la segunda parada, en vez de la tercera, así que tuvimos que volver a subir, pero esta vez, por suerte para nosotros, no había tanta gente.

Finalmente, nos reencontramos todos en el andén del metro y fuimos hacia la entrada, porque el mercado está ya dentro mismo de la estación de metro. Aquello es el paraíso de las compras y de los adictos a las compras, pisos y pisos y tiendas y tiendas de todo: zapatos, camisetas, chaquetas, tejanos, trajes, telas, bolsos, maletas, recuerdos, joyas, aparatos electrónicos, juegos para niños… y muchos más que me dejo.
La tienda de peluches de panda en el Mercado de la Seda.
Una barbaridad. Y en todas puedes entrar y regatear todo lo que puedas y te dejen. El primer día, en principio, era para echar un vistazo para luego volver el viernes, ya sabiendo cuánto dinero nos quedaba y sabiendo lo que nos podíamos gastar, y hacer la compra gorda, pero había tantas cosas que te apetecía comprártelo todo. A ver, que muchas cosas son falsificaciones y copias, pero poderte comprar bolsos, zapatos, tejanos de marca mucho más barato que en Europa, te llama la atención, por muy falsos que sean.

Y es un poco lo que me pasó a mí. Tenía intención de comprarme dos pares de zapatos el viernes pero vi unas zapatillas VANS negras, con suela gorda de color blanca, cordones azules y los agujeros de los cordones de colores. ME ENAMORÉ AL INSTANTE DE ELLAS. Así que, aprovechando que las italis estaban comprando en la tienda, me metí para ver si nos podían hacer un poco de precio. Y lo que decía, me las probé, anduve un poco con ellas por la tienda, y ya era “me las tengo que comprar como que me llamo Marcos Rodríguez Vázquez nacido en Barcelona”. Laura y Meri se compraron también unas VANS por unos 60 yuanes, y yo entendí que las mías y las de otra itali, que eran más complejas, costaban lo mismo. Pero se ve que no. Nos soltó que costaban 100 yuanes (12,50€). Barato para nosotros, sí, pero ni muerto pagaba yo 100. Así que le dije “que no, que no”, que como mucho le pagaba 60, como las otras. Pero se cerró en banda. Así que estaba obligado a subir un poco el precio. Aquí les gusta mucho eso, que hables con ellos, que te cabrees, que bajes el precio, que te quejes, que discutas con ellos… Forma parte del encanto del lugar. Al final, le dije que le pagaba 70, pero negó con la cabeza y me bajó el precio hasta los 95. Y yo insistiéndole que no pensaba pagar tanto. Me lo baja a 90, y me dice precio final. Yo pensé “I don’t trust your fucking precio final”. Así que nada, me puse mis zapatillas y le dije que me iba y que ella perdía dinero. Y me preguntó que cuanto quería pagar, y entonces le digo, “vale, 70 no, pero 80 es lo máximo que te puedo pagar, no más”. Y entonces, me dijo que no, que 90. Salí de la tienda, y les conté a las chicas que no quería dármelas por 80, y entonces me volvió a llamar, y me dijo que 85, y le dije que no, que o 80 o nada, que no le venía de 5. Y nada, ya desestimé, porque no daba el brazo a torcer. Y ya cuando las daba por perdidas hasta el viernes, Laura me dijo que me estaba llamando, y efectivamente, me las dio por 80 (7,5€) YUHUUUUUUUUUUUUUU! Podría haber bajado un poco más, la verdad y pagar 70 o 75, pero bueno, lucen muchísimo y me encantan, así que BUENA COMPRA.

Después de pasarnos casi 3 horas haciendo el guiri y regateando, salimos en busca de un sitio de cenar. Daba la casualidad, que estábamos cerca de un barrio que Fiamma conocía ya que ella había estado en Semana Santa, así que fuimos en busca de un restaurante que ella conocía y sabía que era bueno y barato. Pero nos quedamos con las ganas, porque estaba todo bien chapado. Lo único abierto era un KFC (Kentucky Fried Chicken), así que nos metimos allí, pedimos unos menús de hamburguesa con patatas y bebida y cogimos el metro para volver al hotel y descansar un poco, que lo íbamos a necesitar para lo que nos esperaba el día siguiente: Templo de los Lamas, 798 y Parque Olímpico.  

  

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