No teníamos prisa por salir temprano, porque el
hotel nos esperaba hacia las 14:00, así que pensamos salir hacia Pekín a las
11:30, dejar las maletas en el hotel, comer algo y empezar la visita.
Antes de salir pedí las tarjetas del metro a las
chicas para poder recargar los viajes y ahorrarnos tiempo, fui a recoger un
certificado de notas al departamento de estudios extranjeros, luego fui a
escanear los certificados a la copistería, envié 2 correos electrónicos, fui al
banco, dejé unos papeles a una compañera para que me los mandara por correo a
España, recogí todo y baje a la recepción para dejar la habitación. Mañana
movidita para empezar el día.
Tras despedirme de las chicas, pusimos rumbo a la
estación de trenes. A eso de la 1 del mediodía, poníamos pie en Pekín otra vez
y después de cabeza al metro tras recargar de dinero las tarjetas del metro.
No era la primera vez que llegaba a Pekín para
visitarla. Pero tiene tantos rincones tan atractivos que es inevitable
pasársela por alto. Hay tantos datos históricos y culturales que explicar de
Pekín, que os voy a dejar simplemente con una pequeña introducción de la
información más destacada.
Nombre
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Pekín (北京)
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Significado
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Capital del norte
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Población
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+ 18 millones de habitantes
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Superficie
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Alcalde
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Guo Jinlong
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Subdivisiones
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16 distritos
2 condados
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Gentilicio
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Pekinés/pekinesa
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Quiero añadir un último apunte por lo que respecta a
la nomenclatura de Pekín. Tanto Pekín como Pequín son dos formas
aceptadas en lengua castellana, pero nunca Beijing, que es como se pronuncia en
inglés. Cuando empiezas a estudiar chino, una de las primeras lecciones que
recibes es la pronunciación de las consonantes y los tonos. Pues bien, en chino
la “b” se pronuncia como la “p” en castellano, y la “p” es aspirada, es decir,
hay que dar como un golpe de aire. Por ese motivo, nosotros lo adaptamos como
Pekín o Pequín y no como “Bekín” o “Bequín”. Por ese motivo, estoy bastante en
contra de cómo lo pronuncian en inglés, porque no respetan el sonido original,
pero bueno, de conflictos lingüísticos entre idiomas hay patadas y este no es
ni el primer ni el último caso que existe.
Volvamos al viaje que teníamos entre manos.
La primera parada era el hotel. El único
“pero” era la localización, decidí cogerlo porque estaba en la misma línea de
metro (la roja) que la estación de
trenes desde la que cogíamos el tren para Xi’an (porque salía a las 8:30 de la
mañana), pero lo que no sabía era que se desdoblaba la línea y había que
bajarse para montarse en otro metro.
Hacía un calor espantoso y el sol quemaba
que daba gusto. Llegando a la parada de metro vimos el hotel a lo lejos, pero
al salir al andén no sabíamos por qué puerta salir, porque había puentes y escaleras
por todos lados. Por suerte, acertamos a la primera, bajamos una rampa y
pasamos por una calle llena de restaurantes, supermercados y tiendas. La zona
estaba bien y pese a que estaba un poco lejos, no daba mala espina. Y el hotel
muy bien la verdad que muy bien, nos salió bien de precio y las habitaciones
eran completas y las camas bastante cómodas. Las vistas eran un poco
lamentables, de eso no hay duda, pero bueno teniendo en cuenta que al hotel
solo íbamos a dormir, podríamos sobrevivir sin tener las mejores vistas de la
ciudad.
Tras entrar en las habitaciones me di una ducha,
porque no paraba de sudar. Muchos nervios y demasiado calor. Decidimos comer un
poco de pan con embutido y ya después ponernos en marcha.
La primera parada fue la Plaza de Tiananmen
(天安门广场). Es la plaza pública
más grande del mundo con 440.000 metros
cuadrados justo en pleno centro de Pekín y es el centro
simbólico y político de China.
Plaza de Tiananmen |
Mao concibió la plaza como un símbolo de la
magnitud del Partido Comunista.
Asimismo, a pesar de ser “pública”, es la plaza más controlada del mundo,
plagada de cámaras de circuito cerrado y policías de paisano escondidos entre
la gente. Lo más destacado es la entrada a la Ciudad Prohibida (故宫) con el gigantesco retrato de
Mao que preside la puerta.
Retrato de Mao |
Cuando llegamos allí ya eran cerca de las 16:00,
así que se nos había hecho tarde para entrar a visitar la Ciudad Prohibida, así
que decidimos ver el retrato de cerca primero, y después cruzar uno de los túneles
subterráneos con su control de mochilas y todo, que comunica la Puerta
de la Paz Celestial (天安门) con la plaza. El calor ahogaba y mucho, así que nos tomamos la visita con
mucha pero mucha calma. De hecho mi madre y mi cuñada iban con paraguas, como
si fueran chinas.
Seguimos caminando recorriendo lo que había por
ver: al oeste, el Gran Salón del Pueblo (人民大会堂), donde se reúne la Asamblea Popular Nacional; más
adelante el Monumento a los Héroes del Pueblo (人民英雄纪念碑), que es un obelisco
conmemorativo hecho de granito que recuerda eventos patrióticos; y el Mausoleo
de Mao (毛主席纪念堂) o como bauticé en otra
entrada anterior, el MaOsoleo (sé
que es un chiste muy malo, pero tiene su gracia), que se construyó poco después
de su muerte (año 1976 para ser exactos) y que incluye el cuerpo momificado del
“Gran Timonel”, metido dentro de una urna de cristal y envuelto con una bandera
roja con la hoz y el martillo.
Caminando llegamos a lo que los chinos llaman Puerta
Principal (前门), que en realidad son dos puertas que en su origen se unieron por un muro
semicircular que se eliminó a principios del siglo XX.
Después pasamos a la Torre de la Flecha (简陋), que pertenece a la dinastía Ming y da a la Calle Qianmen (前门大街), una red de calles y callejones plagados de tiendas, restaurantes, arcos
y edificios típicos. Para mi, esta fue la sorpresa de mi visita de Pekín,
porque no había estado cuando fui en octubre y me cautivó.Entrada a la calle Qianmen |
Se podían encontrar muchos establecimientos famosos
(Zara, H&M, McDonalds, Starbucks...) con fachadas distintas y muy pintorescas.
En esa calle principal se había perdido lo tradicional, pero era curioso echar
un vistazo. Había también una especie de tranvía que comunicaba los extremos de
la calle, que tenía una larga extensión.
Sin embargo, la zona más bonita y más auténtica,
eran esos callejones, más conocidos como hutong
(胡同) y que son tan característicos de
Pekín. Era en esos callejones estrechos donde estaba la vida china y lo bonito
de ver en aquella zona. Además había muchos restaurantes donde servían el pato
Pekín o kaoya (烤鸭) y podías ver cómo los asaban y
deslumbrarte con las luces de los carteles de las tiendas y de los restaurantes. Os dejo varias instantáneas:
Pato Pekín |
Tras visitar esa zona y con la luz del sol por fin
extinguiéndose, cogimos el metro y nos fuimos al centro más comercial de Pekín:
Wangfujing (王府井). Desde mi punto de vista, Wangfujing gana muchísimo de noche, con el
run-run de la gente de aquí para allá bajo la iluminación de los neones de los
carteles y los gigantescos escaparates de las tiendas y de los restaurantes que
te llaman la atención.
Tras recorrer algunas calles, no metimos de lleno
en la archiconocida “calle de los insectos”, donde se pueden degustar gran
cantidad de pinchitos con los insectos y bichos más repugnantes que te puedas
imaginar. Era la segunda vez que pasaba por allí e iba decidido a probar algo,
pero me acojoné en el último momento, porque no me veía capaz. Solo hubiera
probado una estrella de mar, pero hacía horas que no comíamos nada y no quería
que me sentara mal o se me girara el estómago.
Rico, rico y con fundamento |
Después seguimos recorriendo las paraditas de
comida y de souvenirs. Aquello era
magnífico y mi familia lo disfrutaba a su manera. Mi hermano y mi cuñada con
los ojos como chiribitas ante tal cantidad de cosas y mi madre mareada del
calor, el bullicio de gente y del fuerte olor que desprendían las paraditas de
comida.
Tras dar una buena vuelta y recorrernos todo lo que
podíamos ver, pensamos que la mejor opción era cenar algo y volver al hotel
para descansar. Sin embargo, mi hermano me comentó que quería probar algo de
las paraditas y nos paramos delante de una donde preparaban baozi (包子), unos bollitos de pasta rellenos de carne o verdura. En la parada había dos chinos, así que le pregunté
al tipo que tenía justo delante cómo funcionaba y me dijo que dependiendo de la
bandeja, los baozi tenían un precio,
porque uno los hacía él y otros su compañero. Mi hermano solo quería probarlos,
así que cogí una bandeja que tenía 4 distintos. La sorpresa vino cuando le
pregunto cuánto vale y me dice: “Son 25 yuanes”. A mí me pareció un poco caro,
pero bueno, como estábamos donde estábamos, tampoco le di importancia. En ese
momento, es cuando el chino me dice: “Le tienes que dar 25 yuanes a él
también”. Y yo me quedé flipando. Me contó que ese era el precio de los que
había cogido. Así que en total me costaba TODO
50 yuanes. En China 50 yuanes son unos 6€, parece poco, pero allí es mucho, y
más por lo que acabábamos de comprar. Aquello era una ESTAFA en toda regla y yo me di cuenta, básicamente porque en los
precios ponía 15/20/25 yuanes la bandeja, así que le dije que cómo podía ser
tan caro, y me dijo que cada uno valía 12 yuanes. Mi respuesta fue decirle que
no me intentara engañar que sabía leer en chino y que el precio que ponía en su
cartel era la bandeja, y ahí el chino se me puso chulo y me dijo que eso no era
así y que no tenía ni idea. En ese momento me entró muy mala uva y mucha rabia,
así que decidí pagar la estafa y no meterme en problemas. Mi única forma de
redimirme fue tirarle los billetes y mandarles a la mierda. Mi familia no daba
crédito, pero bueno, estas cosas te pueden pasar si bajas un poco la guardia y
lamentablemente me pilló desprevenido. Cabe decir que los baozi estaban ricos, algo es algo...
Para cenar decidimos meternos en un centro
comercial donde había más tiendas y restaurantes y acabamos en una pizzería
italiana. Cenamos algo de pasta, ensalada y carne y con mucha calma y
recorriendo Wangfujing bajo las luces de la noche pekinesa, tomamos el metro de
vuelta al hotel para cerrar los ojos y descansar para lo que tocaba visitar al
día siguiente.
Qianmen |
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