lunes, 13 de octubre de 2014

DÍA 2 — LUNES 1 DE JULIO DE 2013. TIANJIN (天津)

Con lo dormilón que soy y todas las emociones, me extrañó mucho no poder dormir más a las 8 de la mañana. Mi familia estaba plácidamente dormida, descansando después de la paliza del viaje y del jetlag y absorbiendo todo lo que habían visto en su primer día por territorio chino.

Aproveché para repasar toda la ruta de viaje y que no quedaran cabos sueltos: repasar que no hubiera problemas con las reservas de los hoteles, repasar bien los horarios de los trenes, intentar no olvidarnos de visitar nada... Ese iba a ser el último día en Tianjin antes de empezar nuestro viaje juntos, y como he comentado en la entrada anterior, quería que todo saliera a pedir de boca.

A eso de las 10 empezamos a movernos: desayunar, vestirse y ducharse. La mañana salió cubierta por una capa de neblina/nubes que no dejaban ver el sol, pero con un bochorno que ya marcaba los 30 grados a esas horas. El calor apretaba y pedía protagonismo.

La noria en el Parque del Agua
Tomamos el bus en dirección al Parque del Agua (水上公园), donde hay un gran lago, un parque de atracciones, el zoo de Tianjin y muchos jardines. El problema es sabía el número de autobús, pero no sabía en qué dirección había que ir. Nos montamos en el autobús y cuando estábamos dentro le pregunté al conductor si íbamos en la dirección correcta, y me confirmó la tragedia: íbamos al revés. No tuvimos más remedio que bajarnos y cambiarnos de parada, pero pese a ese pequeño percance, llegamos bien.

Fue una buena oportunidad para que mi familia contemplara el bullicio de tránsito de Tianjin. El de Pekín del día anterior del aeropuerto a la estación de tren había sido un aperitivo para abrir boca. Los conductores de autobús, como los de taxis, son muy bruscos y llevan un autobús como quien lleva una bicicleta: creen que la pueden meter por donde quieran. Además les gusta mucho abusar del freno y del claxon y hasta puedes hacerte daño en las cervicales como no vayas con un poco de cuidado.

Llegamos al parque y ya vimos gran cantidad de gente, sobre todo en la entrada, que tiene un porche muy largo, donde mucha gente se reúne para cantar, bailar, jugar al ajedrez, comer, pasar el rato... Siempre me ha parecido una costumbre muy buena y muy interesante, porque puedes aprender mucho de su cultura observándolos y hasta te invitan a participar. Estando allí, hablé con un hombre mayor que me retó a cantar una canción delante de 70 chinos, pero me negué, aunque él me dijo que me dejaba la letra con la pronunciación y todo, pero no me atreví a hacerlo.
 
Entrada al parque de atracciones del Parque del Agua
El calor era asfixiante y difícil de soportar. Sin embargo, vimos todo lo que pudimos del parque, nos acercamos a las atracciones de la feria y mi cuñada disfrutó como una enana echando fotos a todo lo que encontraba. Dos horas después, muertos de hambre y de calor, pusimos punto y final a la visita y volvimos para la residencia.
Chinos bailando en el Parque del Agua

Aquel día íbamos a ir a comer a la cantina de la residencia. Está dividida en 3 plantas: las 2 primeras sirven comida variopinta como sopas y caldos de muchos tipos, bandejas y bandejas de comida preparada para llevar, comida coreana, tortitas de carne y huevo o bollitos rellenos de carne de muchos tipos (包子). Estuvimos un curso entero allí y creo que no llegué a probarlo todo; la tercera planta tiene dos restaurantes: uno de comida occidental (nosotros lo llamábamos Western) y otro de comida china tradicional, donde fuimos a comer.

Ese restaurante tenía una carta muy amplia y abarcaba platos de todas las regiones y escuelas culinarias de China. Tofu, carne, verdura, sopas, pescado... Tenían de todo. Habíamos ido muchas veces a lo largo del curso incluso un día me llevé la carta a una sesión de tándem con las chinas de repaso para que me recomendaran platos y me enseñaran caracteres prohibidos (sobre todo relacionados con el picante) por si me los encontraba en cartas en otros restaurantes chinos.

Algunos de los platos que pedimos. El plato de berenjena está a derecha e izquierda. ¡ÑAM!


Fuimos a comer con el resto de compañeras que estaban estudiando conmigo, para poder probar más platos y también para pasar un poco más de tiempo con ellas, porque esa iba a ser nuestra última comida todos juntos en China. Triste, pero cierto.

Lo bueno es que mi familia disfrutó mucho de la comida y fue una buena manera de romper los mitos de la comida china, especialmente les encantó un plato, que personalmente es mi favorito, que está hecho de berenjena rebozada con una salsa dulce riquísima. De postre les dejé probar el helado de mochi (una pasta de arroz muy rica que viene rellena de helado de vainilla).

Tras descansar un rato y hacer bien la digestión, quedamos con Irene, una chica de Sichuan que estudia español en la universidad y con la que estuve haciendo tándem castellano-chino durante varios meses. Le pedí que me acompañara para comprar los billetes de tren, porque estuve varias semanas hablando del viaje con ella y me comentó que cuando fuéramos, que la avisara para echarme una mano. También fue una forma de despedirnos, porque ella se iba esa semana y ya no nos veríamos más, lamentablemente.

¿Dónde fuimos a comprar los billetes? Los compramos en una frutería. Antes de entrar le dije a mi familia que no se asustara, que había ido allí más de una vez y que no pasaba nada, que no era ninguna estafa. Dentro del mismo establecimiento había un pequeño rincón de 5 por 5 y había una mujer allí metida, que yo personalmente creo que debía vivir allí.


Comprando billetes de tren en una frutería

Por fortuna no había nadie esperando ni haciendo cola, porque íbamos a estar un buen rato y la mujer iba a estar ocupada. En parte si pedí a Irene que me acompañara fue porque más de una vez esa mujer nos había liado/estafado y no quería que eso me pasara con mi familia. Así que yo con una libreta con los códigos de los trenes, los horarios y las fechas apuntados me dispuse a dictarle a Irene la ruta a seguir.

Nuestra ruta de viaje era la siguiente:

MARTES 02/07
PEKÍN
MIÉRCOLES 03/07
PEKÍN
JUEVES 04/07
PEKÍN
VIERNES 05/07
PEKÍN
SÁBADO 06/07
XI’AN
DOMINGO 07/07
XI’AN
LUNES 08/07
XI’AN
MARTES 09/07
SHANGHAI
MIÉRCOLES 10/07
SHANGHAI
JUEVES 11/07
SHANGHAI
VIERNES 12/07
SUZHOU
SÁBADO 13/07
SHANGHAI-TIANJIN
DOMINGO 14/07
TIANJIN-PEKÍN
LUNES 15/07
VUELTA A CASA

Un viaje completito y con bastantes movimientos. Los billetes que teníamos que comprar eran los de Pekín-Xi’an, Xi’an-Shanghai y Shanghai-Tianjin, para asegurarnos asiento y controlar la hora. El resto al ser trenes más cercanos y de mucha frecuencia, los podíamos comprar nada más llegar a la estación sin problema. Además que aquella mujer cobraba una ligera comisión por comprarlo por allí y tampoco era cuestión de gastarse más de la cuenta.

El primer billete (Pekín-Xi’an) lo compramos sin problema, pero se complicó la cosa cuando la mujer nos dijo que no había billetes disponibles para ir de Xi’an a Shanghai con el tren bala. Queríamos coger ese porque salía a las 21:00 y así teníamos más tiempo de ver cosas por Xi’an, pero nuestro gozo en un pozo. Nada de camerinos y los asientos sueltos. Al ser un tren nocturno y llegar temprano a Shanghai, teníamos que dormir o estirarnos un poco, porque sino, íbamos a perder el primer día por Shanghai y no valía la pena. Le preguntamos si había otro tren, pero me dijo que no había ningún tren bala disponible. Había camarote disponible para los cuatro el día siguiente. Me cagué en todo. Así de claro, porque ya tenía los hoteles reservados y cambiar la fecha era un follón. Sin embargo, Irene le preguntó si había otro tren con camarote que saliera hacia Shanghai por la tarde, y la mujer nos dijo que sí, que el viaje duraba 16 horas, pero teníamos camarote y salíamos sobre las 17:00 de la tarde. Era nuestra única opción de salir ese día. Perdíamos tiempo para visitar cosas por Xi’an, pero la parte positiva es que el billete nos salió más barato, íbamos a estar los cuatro juntos en el camerino y tendríamos más tiempo de descansar. El viaje iba a ser largo, pero por lo menos encontramos una solución.

A todo esto se empezó a formar bastante cola sin darme cuenta. Tenía los nervios a flor de piel. Mi familia mientras tanto, seguía alucinada por el simple hecho de comprar los billetes de tren en una frutería. En ese momento, me di cuenta de que un chino estaba a 5 centímetros de distancia mirándome ojiplático. De repente, se asoma en la ventanilla de la mujer y le dice algo que no entendí. Irene se puso a reír. La miré y le pregunté: “¿Qué ha dicho?” Su respuesta fue la siguiente:

Dice que te pareces a Messi,
el famoso jugador de futbol.

No supe si reír o llorar en aquel momento. Entre los nervios, la tensión y la confusión no supe ni qué decir. Sonreí un poco y por dentro pensé: “Menudo imbécil”.

Tras ese pequeño comentario sin importancia, compramos los últimos billetes, comprobamos que todo estuviera bien (horarios, trenes, destinaciones, números de pasaporte) y salimos de allí para la alegría de la gente que hacía cola. Ya en la calle, me despedí de Irene con un fuerte abrazo y le deseé muchísima suerte con todo. Es muy buena chica y muy inteligente. De verdad que espero que le vaya todo de lujo.

Lo siguiente era ir al banco y después pasear por el Parque del Pueblo (人民公园), que estaba al lado de nuestra residencia y no estaba mal echarle un ojo con su arquitectura típica y los caminos sobre el lago. Pero algo inesperado ocurrió: se nos puso a llover en la puerta del banco. Puntualizo: se nos puso a diluviar. Aquello era una tormenta de las buenas, de las que no había visto en todo mi año allí. Me emocioné y todo. Por lo visto, los primeros días de julio en Tianjin son de intensas lluvias, y no se equivocaban. Iba a venir bien para limpiar el aire y las calles.

La tormenta nos tuvo esperando una hora refugiados, porque no llevábamos paraguas y no íbamos a correr hasta la residencia para mojarnos. Al final aflojó y cuando comenzó a chispear, nos pusimos en marcha. Fuimos por el camino más rápido, que era atravesar la Stinky street, ahora llena de basura mojada. Y ahí vino uno de los momentos más destacados del viaje: mi madre, ni corta ni perezosa, se quitó las bambas, y se puso a andar con calcetines por una de las calles más sucias de la ciudad. Yo no daba crédito a lo que veían mis ojos. Al decirle, “¡¿Pero qué haces?!”, su respuesta fue: “Hombre, no me voy a mojar las bambas”. Olé tú, mama.

La lluvia nos había estropeado la tarde y nos había hecho perder mucho tiempo, por lo que rápidamente tuvimos que volver a la habitación a dejar los billetes, coger los paraguas y volver al Century para comprar pan, agua y algo de comida para el viaje. Mi familia trajo mucho embutido de casa, 1) por si acaso no sentaba bien la comida china y 2) para llevar algo de comida encima por si estábamos visitando cosas y no encontrábamos sitios decentes o buenos para comer (evitar sitios de comida rápida, básicamente).  

Después de eso fuimos al Western a cenar algo. Había comido muchas veces allí y me apetecía que mi familia entrara y lo viera. Además, aquella iba a ser la última vez que iba a cenar allí y quería despedirme en condiciones.

Al volver al hotel, empezamos a preparar maletas y a recoger todo lo de la habitación, porque al día siguiente iba a dejarla. La idea era llevar el mínimo número de maletas y mochilas posibles, porque tendríamos que cargar con ellas parte del viaje y cuanto más economizáramos el espacio, mejor. Al final cada uno llevaba una mochila de mano, yo una pequeña para mi ropa, mi madre una maleta con su ropa y toda la comida y mi hermano y mi cuñada compartían una. El resto de maletas y cosas que no me iba a llevar, las dejé en la habitación de Fiamma, una amiga italiana que vivía en la puerta de enfrene y que iba a estar allí cuando volviéramos a pasar una noche (la del 13 de julio), para recoger todas las cosas, pasar un último día por Tianjin y hacer las últimas compras. Me iba a venir bien tanta maleta extra, para meter todas las cosas que me quería llevar y que no iban a caber en mi maleta: ropa de invierno, libros, cosas de la habitación, mi trofeo de bádminton...


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