viernes, 19 de abril de 2013

大同 - Datong


La siguiente parada en mi particular descubrimiento de China es la ciudad de 大同 (DaTong), que se encuentra en la provincia de 山西 (ShanXi), a unos pocos cientos de kilómetros de Pekín. No es uno de los lugares más conocidos de China, pero tiene un par de atracciones que no está de más perderse a propósito para ir a visitarlas.

La semana pasada (del lunes 1 al domingo 7 de abril) teníamos jueves y viernes sin clase. ¿Por qué? Buena pregunta. Porque ese día en China se celebró 清明 = QUINGMING = que equivale a nuestro 1 de noviembre, es decir, Día de Todos los Santos. Los chinos, durante esta festividad, como nosotros, van también al cementerio a poner flores a sus seres queridos fallecidos, y además, por la noche queman en las esquinas de las calles un tipo de cartón que ellos llaman “papel moneda”. Lo queman porque de esa manera, ese “dinero” va a parar a las manos de los difuntos para que tengan dinero para sus gastos en el otro mundo. Según me contó una china con la que estudio dos veces por semana, lo de quemar “dinero”, no se queda ahí, ahora los chinos han dado un paso aún más allá, y ahora queman de todo: neveras, televisiones, móviles de última generación, microondas, bicicletas…  Cosas de lo más útiles para los difuntos, vamos.

Pues eso, que como teníamos fiesta, pues llevábamos un tiempo intentando decidir algún sitio al que ir. Sonaron destinos como Shanghai, Xi’an o Chengdu e incluso Urumqi (esto ya fue en un momento de locura) como posibles destinos, pero el avión salía por un pico, y el tren suponía estarse muchas horas o también salía caro igual, además que grandes flujos de turistas chinos se iban a mover, por lo que evitar ciudades grandes era una manera de evitar las masas de gente y las aglomeraciones, que yo lo prefería. Así que Laura y Meri ya dijeron que iban a ir a Datong, que aunque se podía ir en otro fin de semana, no tenía mala pinta, y era eso o nada, así que aquel iba a ser nuestro destino.

La aventura ya empezó el día que fuimos a comprar los billetes de tren. En realidad esto nos pasó por pardos, por ir demasiado tarde a comprarlos. Nuestra intención era salir el jueves por la noche, llegar a Datong a las 5/6 de la mañana el viernes, visitar todo lo interesante por ver, y volver por la noche, para llegar a Tianjin el sábado de madrugada, y luego ya morir durmiendo hasta el domingo. Pero no salió así para nada. Llegamos a un pequeño puesto de fruta y comida donde también venden billetes de tren y preguntamos, pero el tren de la noche del jueves no había cama dura (queríamos ir la ida en cama, que es dura e incómoda, pero para ni que sea estirarnos un poco), solo quedaba asiento, y cuando tenía cama era del viernes al sábado. Entonces cambiamos la hoja de ruta, en vez de salir el jueves saldríamos el viernes y volveríamos el domingo de madrugada. Antes de comprar los billetes, por eso, le preguntamos que si tenía billetes para volver el sábado por la noche hasta Tianjin, y la mujer dijo que “sí”. Así que lo decidimos así. Compramos el billete de ida (no se puede comprar los dos de golpe en China, primero el de IDA, y después el de VUELTA), y cuando le decimos de comprar los 6 billetes de vuelta la mujer nos dice, “NO HAY”, y nos quedamos PERODNA?¿?¿¿?¿’, si hace “5 minutos acabas de decir que sí”, y resulta que había, pero 5 asientos, y nosotros éramos 6, así que YA LA TENÍAMOS BIEN LIADA antes de salir.  En ese momento nos echamos a un lado y pensamos en las posibilidades que teníamos:

1.   Coger 5 asientos y que uno lo comprara de pie (en China se puede comprar billetes sin asiento, simplemente de pie en el tren).

2.   Reservar una noche de hotel y salir el domingo por la mañana, lo cual suponía volver aún más tarde el domingo y pagar una noche de hotel, pero al menos estar un poco más descansados.

3.   Pedir que nos devolviera el dinero del billete de ida, e ir a Datong otra semana, que no se moverá tanta gente y será más fácil reservar billetes.

Descartando la primera opción, que era disparatada, porque se suponía que nos teníamos que ir rotando de vez en cuando, optamos por la tercera opción, pero para que nos devolvieran el dinero teníamos que ir hasta la estación y no sabíamos si de verdad nos lo iban a devolver o no, así que estábamos jodidos. Luego pensamos en la segunda opción, pero teníamos que volver corriendo, para buscar una habitación, pero tampoco estábamos seguros de si iba a haber hoteles mínimamente decentes en los que dormir disponibles, y luego teníamos que volver igualmente a comprar los billetes.

Nuestra suerte cambió cuando apareció una chica que nos ayudó a salir de este bucle de negatividad y autodestrucción. Le preguntó a la mujer (que la queríamos todos estrangular con nuestra propias manos) si en vez de llegar a Tianjin, había alguno que llegara a Pekín, así nos bajábamos en Pekín y luego cogíamos el tren hasta Tianjin. Y entonces dijo que sí, que eran todo asientos lo que quedaba disponible, pero que había. Entonces esa era nuestra única solución: volver por la noche desde Datong a Pekín, y entonces coger otro tren desde Pekín a Tianjin. Algo resignados, nos aferramos a esta opción y salimos de allí, cagándonos en los huesos de aquella mujer, pero con una sensación de que este viaje iba a ser una aventura de tres pares.

Así que el viernes a las 7 de la noche, nos reunimos los 6 (Carolina, Laura, Meri, Ari, Judit y yo) en el lobby de la residencia y pusimos destino a la estación de tren.

Cuando llegó la hora, pasamos el control de billetes y fuimos en busca de nuestro vagón, en busca de nuestras camas.
Vista desde mi litera.
Al entrar en el vagón, vimos que las camas eran como literas de 3 (bajo-medio-alto) y que cada compartimiento tenía 6, pero no tenían puertas, es decir, que estaba todo el vagón comunicado, y no había nada que separara un compartimiento del otro, solo una pared, pero bueno, algo es algo. Estábamos repartidos de la siguiente manera: Ari y yo arriba del todo de un compartimiento; Laura y Meri debajo de Ari y de mí en las camas del medio, y Judit estaba arriba en un compartimiento que estaba al otro lado de la pared que tocaba con el mío, y Carolina estaba en la cama del medio, no debajo de Judit, si no al otro lado. Os voy a hacer una tabla para que lo veáis más claro:

ARI
MARC
JUDIT
CHINO RANDOM
MERI
LAURA
CHINO RANDOM
CAROLINA
CHINO RANDOM
CHINO RANDOM
CHINO RANDOM
CHINO RANDOM

  

 ¿Así mejor? Tened en cuenta que entre Judit, Laura y el Chino Random, hay una pared que da a otro compartimiento de 6 literas.

Después de “dormir” lo que se pudo, a eso de las 4:30 de la mañana el revisor nos despertó para avisarnos de que en breve nos detendríamos en la estación de Datong. En China este tipo de trenes suelen tener miles de paradas, por eso tardan tanto y por eso sube tanta gente.

Finalmente, alrededor de las 5 de la mañana nos bajamos del tren con algo de sueño, pero con mucha hambre de visitar y descubrir una nueva ciudad que se mostraba antes nuestros ojos, a pesar de que aún estaba oculta bajo la oscuridad de la noche.
La estación de Datong

Nuestro siguiente paso era enfrentarnos a los carroñeros más famosos de China: los taxistas. La cosa era buscar un acuerdo para que cada persona le pagara 100 yuanes por llevarnos todo el día, como si fuera nuestro chófer privado. Ya os imagino a todos pensado “pero si son tan timadores y con todas las malas experiencias que habéis pasado, ¿por qué no coger un bus y pasar del taxi?”, con mucha cortesía os respondo, ya que preguntáis. La cosa es que todo lo que tiene que visitar Datong está en extremos opuestos y están en la quinta puñeta. Hacer todo el trayecto en autobús, además de que en relación calidad/precio tampoco no nos ahorraríamos tanto, y tampoco sabíamos en qué condiciones iba a estar el autobús, tampoco salía a cuenta, y además, teniendo en cuenta que los trayectos eran largos y las cosas que se tenían que visitar cerraban a las 5 de la tarde, no podíamos perder mucho tiempo en ir haciendo transbordos de autobús.

Allí estábamos los seis laowais, en la puerta de la estación con algunos carroñeros ya con sed de hambre y con ganas de estafar a tempranas horas del día. Lo digo porque le dijimos que queríamos que nos llevaran a hacer el tour y a uno no se le ocurre otra cosa que decir 1000. ¡UNA CABRA ESTÁ MÁS CUERDA QUE TÚ, PAYASO! (eso fue lo que pensé), y nada regateando, y regateando, y diciéndoles que sabíamos de gente que había pagado 100 yuanes (a todo esto, eso son 12,5€), al final dieron el brazo a torcer y aceptaron. Una vez nos montamos en los taxis, (Meri, Laura y Judit en taxiy Carolina, Ari y yo en el otro), había que esperar a que los taxistas reclutaran a 2 personas más, porque si no entonces el negocio no les salía del todo bien, si llevaban a 3 personas en vez de a 4. Esperamos cerca de una hora, hasta que al final, consiguieron atraer a una pareja. Estaban un poco reacios a entrar en el taxi, ya que estuvieron un buen rato regateando con el taxista, pero al final, también acordaron pagar 100 como nosotros. En ese momento, Carolina se fue al otro taxi, y la pareja, que por cierto era de Pekín, andaban por la treintena y también estaban allí de viaje, se subió con nosotros dos. Yo estuve todo el santo día de copiloto, pero bueno, trabajé menos que un banquero de 14:00 a 20:00 un lunes.

Una vez estuvimos todos montados y sin los cinturones puestos (sí, eso para ellos es OFENSA, no sé, prefieren que muramos todos si hay un accidente) pusimos rumbo hacia nuestro primer destino: 悬空寺 (Templo Colgante).

Por la ventanilla se veía una ciudad con unas calles con un asfalto con más imperfecciones que la cara de Belén Esteban, unos baches, unos saltos, unas carreteras… PENA, es la palabra que busco. Girábamos y girábamos y de repente entramos en una autopista. A todo esto, ni rastro del otro taxi. En ese momento me di cuenta de que el dialecto de Datong o de la provincia era ininteligible para mi nivel de chino, era como si le hubieran puesto una zapatilla en la boca y hablara, porque no había manera de sacar nada en claro de lo que decía aquel señor, que por cierto, tenía una pinta un poco rara.

Seguimos avanzando y avanzando y pasaban los kilómetros y nada de nada. Ni un cartel cutre, ni una triste indicación del templo. Lo único que me mantenía tranquilo era que en el taxi venían dos chinos y el riesgo de que nos hiciera algo aquel taxista era muy bajo, a no ser que estuviera conpinchado con ellos y tuvieran una red ilegal de venta de órganos o de secuestros y nosotros no lo supiéramos.

Finalmente, varios kilómetros más adelante alcanzamos el otro taxi, que por lo que me contaron después las chicas, su taxista, pese a ser el capo de la mafia del grupillo y el que manejaba el cotarro, era muy simpático y agradable. Era ese coche porque en el tubo de escape había atado una especie de tela de color roja. Nos detuvimos en un semáforo y entonces vi el cartel, 悬空寺 54 KM. HOLA K ASE?? Ya llevábamos como 20 minutos de trayecto y todavía faltaba mínimo una hora, dependiendo de la velocidad del taxista. Sabía que ese templo estaba lejos, pero tampoco imaginaba que tanto. Aún así, miré el lado positivo, eran alrededor de las 6:45 de la mañana, y el templo no abría hasta las 8, así que iba a ir bien, porque llegaríamos justo a la hora de la apertura, encontraríamos menos turistas, y podríamos visitar rápidamente para volver y ver el resto de las atracciones de la ciudad antes de que las cerraran.

Lo bueno del trayecto fue que el taxista puso una emisora de radio de música al más puro estilo Pont Aeri. Unas mezclas, unos remixes, un DJ que iba gritando palabras sin sentido cuando le apetecía…. CHUMBA, CHUMBA, CHUMBA, CHUMBA, CHUMBA. Me vino bien para no dormirme, y tengo que admitir que había algún que otro TEMASO. Mi favorito fue, sin lugar a dudas, la mezcla de Baby de Justin Bieber con Put your hands up in the air, a los pies del DJ.

1 hora de recorrido más tarde, a tan sólo 10 míseros kilómetros de llegar al aparcamiento del templo, a nuestro taxista no se le ocurre nada mejor que dar media vuelta en mitad de una carretera y volver por donde habíamos venido hasta llegar a una rotonda, por la que habíamos pasado justo 5 minutos antes. Toma la 2ª salida y se detiene en un puesto que hay montado en el arcén donde unos chinos se arremolinan alrededor de unas cajas de comida. Echa un vistazo, pone cara de asco y vuelve a dar media vuelta (aquello ya parecía un rodeo), y esta vez toma otra salida de la rotonda, y se detiene en un descampado, justo en la puerta de un pequeño bar/restaurante. Murmura algo y se baja y después se baja el chico de la pareja detrás de él. Miro a Ari y los dos ponemos cara de ¿EING? y entonces sale la chica y nos pregunta: “vamos a coger algo para comer, ¿queréis arroz frito o fideos para desayunar?”. Mmmmmmmmm, a ver que me lo piense, 7 de la mañana, 1 hora y 15 minutos en taxi, en un sitio de mala muerte, fideos o arroz para desayunar… que te parece un NOOOOOOOOOOOOOOO. Unos 10 minutos más tarde volvieron los tres y el taxista llevaba una bolsa con huevos duros y en otra bolsa llevaba algo que no quería saber lo que era.

10 minutos más tarde llegamos al aparcamiento del templo. Quedaban unos 10 minutos para las 8:00, así que esperamos dentro del taxi y desayunamos un poco. Ari y yo galletas y nuestro taxista huevos duros, la diferencia de culturas, you know.

Al salir del taxi, ¡COJONES QUÉ FRIO! Menos mal que venía equipado con una térmica y además de la chaqueta llevaba guantes y bufanda, porque era uno de esos fríos que calan. Llegamos a la ventanilla y pagamos la entrada, el precio estándar es de 130 yuanes, pero con el carné de estudiante se rebaja el precio a la mitad, así que pagamos 65 (poco más de 8€). Antes de entrar al recinto, podías alquilar unas chaquetas de color verde militar, pero valían 20 yuanes, así que hicimos un NAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! Preferimos morir de frío que pagar 20 yuanes, ya tu sabeh, la vida del estudiante que no tiene una beca que le cubre un año estudiando en China (UAB TIMADORES)

A modo de introducción, para que tengáis más conocimientos, el Templo Colgante (悬空寺)
El cartel de la entrada

se construyó en el año 491, está levantado a 50 metros sobre el suelo y está considerado una maravilla arquitectónica. Sus características son: en primer lugar, la construcción, ya que mezcla la madera entre las rocas, dando apariencia de un castillo en el aire, con unos andamios que se insertaron en las rocas en el momento de su construcción y que aún se mantienen intactos; en segundo lugar, incluye más de 80 esculturas de diferentes materiales perfectamente talladas y que pertenecen a varias religiones como el budismo, el taoísmo y el confucionismo, algo muy raro y distintivo; y en tercer lugar, la localización del templo, cuyo objetivo principal era protegerlo de inundaciones, nieves y tormentas, como también de la luz del sol, y siguiendo las teorías taoístas, buscar la paz, ya que desde el templo no se escucha ningún sonido o ruido y eso facilita la meditación.
悬空寺
Tengo que reconocer que fue una auténtica gozada visitar este templo. Es muy pintoresco, porque lo ves desde abajo y te gusta, pero cuando subes las escaleras y llegas hasta él y empiezas a subir escaleritas y
Uno de los budas que había por el 悬空寺
se te abren pequeñas ventanas con budas o espacios para meditar, la verdad es que es como un laberinto que poco a poco vas descubriendo y que cada vez tienes más ganas de adentrarte. Lo que más me llamó la atención es que cuanto más subías, más estrechos eran los tablones por los que caminabas y las barandillas tampoco es que fueran muy altas, así que si tienes miedo a las alturas, me temo que no es tu sitio. Estuvimos una hora aproximadamente, estuvimos más tiempo haciendo fotos, que visitando el templo en sí, que es bonito, pero tampoco es tan grande. Un lugar recomendable.

悬空寺

Una vez terminada la visita, nos reunimos los 8 en los taxis y teníamos que deshacer el camino hecho y volver a la Datong ciudad, para visitar la segunda atracción: 云冈石窟 (Las grutas de YunGang). Eran unos 80 kilómetros de vuelta, a los que había que sumar los que hacían falta para llegar hasta las grutas. Así que teníamos taxi y CHUNDA CHUNDA para rato. Yo aproveché para mirar las carreteras chinas, eso sí que es LA VERDADERA CHINA, no lo que se ve por la tele. Casi me da un ataque de risa cuando nos tuvimos que parar porque un rebaño de cabras estaba pasando por mitad de la carretera y el taxista se cagaba en todo.

Una hora más tarde llegamos a la ciudad, pero ahora teníamos otro problema: EL TRÁFICO. Atascos y más atascos, hicieron que un trayecto de unos 10/15 minutos, se tradujera en 45 minutos aproximadamente, con el taxista cabreado y pitando el claxon cada dos por tres y haciendo pirulas cuando tenía la ocasión.

Finalmente conseguimos llegar a la entrada de las grutas. Allí dejamos otra vez a los taxistas, esperándonos hasta que volviéramos cuando nos apeteciera. Lo bueno de pagarles al final es que sabes que no se van a ir y te van a esperar dócilmente. Por una vez, está bien que tengas la sartén por el mango.

En aquel punto del día, el sol brillaba resplandecientemente y el cielo era completamente azul, sin una nube que entorpeciera la vista. Después de los niveles de contaminación  que hay por Tianjin y de los días grises y sin sol, aquel clima nos supo a gloria.

La entrada a las grutas era de 150 yuanes, pero de nuevo, con el carné de estudiante, se quedó en la mitad, 75 (casi 9,5€). El lugar estaba bien cuidado, limpio y encima hacía sol. ¡QUÉ MÁS SE PUEDE PEDIR!

Nuestra visita a este lugar se puede dividir en tres partes:

1.   Zona Esteà pagodas, pasillos, gongs y budas.

2.   Zona Media à grutas con budas de todos los tamaños

3.   Zona Oeste à grutas de un tamaño menor que las de la Zona Media.

A modo de introducción, las Grutas de Yungang son uno de los mayores conjuntos de grutas de toda China. El área de excavación se extiende a lo largo de la montaña y tiene una longitud de 1 kilómetro de este a oeste, donde se pueden descubrir 53 cuevas con más de 51.000 estatuas de todos los tamaños y tipos. Se descubrieron en el año 450 y están consideradas una reliquia de la Dinastía de los Wei del Norte (386-534). Las esculturas mezclan el arte tradicional chino con las características sociales de la época, y la intención es la de relatar la historia de la gloria en el pasado.

Como he mencionado unas líneas más arriba, empezamos la visita por la ZONA ESTE del recinto. Nada más entrar, nos encontramos con un paseo enorme plagado de columnas levantadas por figuras en forma de elefantes.
Columnas con elefantes en la base.
Una maravilla a la vista. Seguimos caminando y más adelantes nos topamos con una especie de rotonda, con un árbol de hojas doradas en medio y dibujos esculpidos en los muros de alrededor. A partir de ese momento, las construcciones iban a ser muy similares, pagodas con budas en el interior, árboles donde colgar deseos de felicidad, amor y prosperidad; gongs en los que hacerse fotos chorras… Una buena manera de adentrarse en este complejo.

Árbol para colgar buenos deseos

Después de cruzar un puente sobre un río, llegamos a la ZONA MEDIA. La visita era simple: un camino largo y el muro de la montaña iba mostrando, poco a poco, las grutas y budas de todas las dimensiones posibles esculpidos por todas partes. Para mí, una de las que más me llamó la atención fue una de las primeras. Nos metimos en una cueva, subimos unas escaleras de piedra muy altas, y tras pasar por un camino algo agreste, nos topamos de lleno con una estatua de por lo menos 20 metros de altura. BOQUIABIERTO.
Caminar por una gruta y toparte con esto. ¡WOW!

A partir de ese momento, ya fue un no parar de grutas, budas y de hacerse fotos chorras en cualquier parte. Antes de seguir con la parte más importante de las grutas nos detuvimos en un banco (para sentarse, no de los que estafan a ancianos vendiendo preferentes), bajo el sol para comer algo. Nos trajimos comida de casa. Os vuelvo a recordar que somos estudiantes y que ahorrarse lo que sea siempre viene bien, que la vida está muy achuchá.

Cuando pusimos punto y final al banquete seguimos con la visita a las grutas. En ese momento teníamos que visitar una zona con unas esculturas con una decoración de color rojizo, pero estaba prohibido el paso, ya que lo estaban restaurando. ¡Mala suerte! Y entonces llegamos a la parte crucial de la visita. Son las grutas de la 16 a la 20 (están todas numeradas).

Todas se caracterizan por tener budas ENORMES en diferentes posiciones y que expresan diferentes sentimientos (majestuosidad, elegancia…), hasta llegar a la número 20, que es la más imponente de todas y que si buscáis “Datong” en Google Imágenes será una de las primeras fotos que os saldrá. Lo que me sorprendió, a parte del tamaño y la belleza, son las enormes orejas, algo que no he encontrado el porqué y que si alguien lo sabe (queridos lectores, ¡iluminadme!) os lo agradecería eternamente.   

A partir de ahí, entramos en la ZONA OESTE, que era un conjunto de diminutas grutas, algunas eran como pequeñas ventanas con escaleras y una obertura por la que si te asomabas veíais pequeñas esculturas.
Pequeñas grutas.
Este sitio nos sirvió para hacer más fotos absurdas y para perder un poco el tiempo y disfrutar del buen tiempo y de Datong (en ese momento estábamos todos ya con un “I (L) DATONG”. A pesar de que había numerosas grutas, eran diminutas, así que no tardamos mucho en recorrerlas. Disfruté mucho visitando las grutas, así que lugar recomendable al 100%

Para salir del recinto, teníamos que volver al punto de partida, así que nos paseamos por un camino que iba paralelo al de las grutas, pero que tenía vegetación y alguna que otra pagoda. Poquito a poco, dando un paseo, volvimos a la entrada y salimos de allí.

A la salida, encontramos que había una especie de mercadillo con puestos donde vendían todo tipo de artículos: joyería, figuras de todos los tamaños, máscaras, cartas… Yo me compré un buda pequeñito por 5 yuanes (0,6 céntimos). Se podía regatear pero aquel hombre no me dejaba para nada, lo único que me ofrecía era que si compraba 6, me lo dejaba por 20 yuanes, pero yo no quería 6, yo sólo quería una, pero bueno, como era un recuerdo así pequeñito tampoco pensé que fuera tan caro.

Comprando en el mercadillo Judit y yo tenemos una anécdota curiosa que os quiero explicar. Ella iba buscando una figura de un buda para regalársela a su madre, pero no encontraba ninguna que la convenciera. Las que veía eran de metal y estaban medio oxidadas, además que eran bastante caras para lo que eran. Entonces vio una que era un buda que una mujer lo dejaba por 35 yuanes. Judit la estuvo mirando y empezó a regatear, pero la mujer no lo bajaba de 30, así que Judit estaba pensando si comprarlo o no por ese precio. En ese momento, se nos acerca un hombre de otro puesto con el mismo buda, y Judit y yo pensamos que lo iba a dejar más barato, pero dijo 60, y nosotros nos quedamos extrañados. Entonces gira la figura y vimos que en la base había un dibujo, que a primera vista nos pareció bonito, pero cuando acercamos la vista, vimos lo que realmente era: un buda hombre metiéndole los dedos en la vagina a una buda mujer. Los dos nos empezamos a descojonar y le dijimos que no, sobre todo Judit que soltó un “a ver, es para mi madre, para que lo ponga en el salón, así que no quiero sorpresas”. Total, que al final compró la figura de la muer por 30 y todos contentos, pero no acaba ahí la cosa, porque en ese momento, cuando ya nos volvimos a reunir todos (nos dispersamos para mirar los puestos), se nos acerca otra vez el mismo hombre y nos viene riendo con la figura en la mano y nosotros “no, no, gracias” y esta vez al girar la figura, era un buda penetrando a una buda. Y Judit y yo con la cara de ¿OLA K ASE? Y el hombre se volvió riendo.

Más adelante, aún riendo por las figuritas, nos encontramos a un par de chinos con unos mazos golpeando una especie de pasta.
Por lo visto, vendían un tipo de dulce muy típico de la región. Había al lado, un puesto con una bandeja con trocitos para probar la delicatesen. Como ya me conozco cómo son los chinos y quería probar ese dulce sin que luego me dieran la tabarra para comprarlo, me acerqué, me metí el trocito en la boca y a pesar de que estaba bueno (era una mezcla de galleta con cacahuete, realmente estaba muy rico), empecé a poner una cara rara, y a abrir la boca. Al preguntarme el chino del puesto si me gustaba, le dije 还可以 que viene a ser un “pfff/no mata”. Yo probé el dulce, estaba bueno, los chinos no me dieron la tabarra y yo me fui de allí más contento que unas pascuas.

Al volver al aparcamiento ya estaban la pareja de chinos esperando y ya tocaba la siguiente parada en nuestro viaje: 九龙壁 (El mural de los 9 dragones).

Aquí ya empezó la parte negativa del viaje, porque eran alrededor de las 2:30 de la tarde y teníamos intención de ir a visitar el mural de los 9 dragones, pero el taxista nos dijo que no se podía pasar, pero que nos llevaba igualmente. Por lo visto, toda la zona, que además tiene una Torre de la Campana y una Puerta de la Muralla China, estaba en obras y en restauración, así que no se podía acceder al interior. UNA PUTADA COMO LA CATEDRAL DE BURGOS, porque era lo último que nos quedaba por ver y teníamos el tren de vuelta para las 22:00 de la noche y si hubiéramos visitado el mural, se hubiera hecho largo, pero no tanto.

Así que el taxista nos llevó a los 6 hasta la estación de tren, le pagamos los 100 yuanes y nos despedimos de los taxistas y de la pareja de pekineses, que el taxista los iba a llevar hasta el hotel. Antes de seguir, quiero decir, y que sin que sirva de precedente, que estoy muy satisfecho del servicio de taxi, porque por los kilómetros que hicimos (más de 200 seguro), el tiempo que tardamos y la comodidad de que te esperaran y dónde te dejaban, no tengo ni una sola queja, es más, doy mis más sinceras congratulaciones. Confieso que estaba un poco asustado cuando me dijeron lo de ir en taxi, porque ya me los conozco, pero esta vez salió a la perfección.

Pues ahí estábamos, Datong, Shanxi, 15:30 de la tarde y aún quedaban unas 7 horas para nuestro tren de vuelta a Pekín. La pregunta que todos nos preguntamos en ese momento era “¿qué hacemos?”. Lo primero que intentamos fue cambiar el tren. Había un tren de Datong a Tianjin a las 16 y queríamos saber si podíamos cambiar el billete que teníamos por ese, para llegar a Tianjin esa misma noche, aunque sea de madrugada, sin tener que esperar interminablemente a nuestro tren. No tuvimos suerte de nuevo, porque lo único que podíamos comprar era billetes para estar de pie, y no es como para pasarte 8 horas de pie en un tren, sobre todo cuando has estado medio día pateando, otro medio día metido en un taxi y la noche anterior casi no has dormido. Así que nos enfrentábamos a nuestra realidad: PUDRIRSE POR DATONG.

Nuestra primera opción fue buscar un McDonalds o KFC y acampar allí hasta la hora de salida, pero no había nada de eso por ahí, solo restaurantes pequeñitos. Sin embargo, recordamos que de camino a la estación, en el taxi, vimos un centro comercial, así que nos metimos en un hotel cercano y preguntamos. Teníamos que coger un bus.

Así que fuimos en busca de la parada de buses y coincidió que pasó el que teníamos que coger justo en ese momento: el número 4. El billete valía 1 yuan (menos de 2 céntimos), pero no sabíamos en que diantre de parada nos teníamos que bajar. Por suerte, Carolina preguntó a una chica que justo se bajaba en la parada del centro comercial, así que esperamos a que nos dijera dónde era para bajarnos, todo eso metidos en un autobús a petar de gente, y especialmente con un chino que llevaba unos sacos de cañas o de no sé qué, que nos iba dando porrazos a mí y a Judit y nos iba acorralando más y más con el paso de las paradas.

15 minutos después de subirnos, dejamos el bus y nos metimos de lleno en el centro comercial. Había un cine, pero a mí la idea no me convencía, básicamente porque sólo había películas chinas y además, silla cómoda, a oscuras, yo con sueño, ZZZzzzzZZZzzz, ya tu sabeh. Así que nos dimos una buena vuelta por el centro comercial y al final acabamos en el Kentucky que ya habíamos visto antes. También estaba hasta arriba de gente, pero conseguimos una pequeña mesa que estaba al lado de las cristaleras que permitía a todo chino transeúnte que pasaba se parase a mirarnos.

Aquí vino otro de los momentos del día: EL 1r CAMPEONATO MUNDIAL DE BRISCA. Hemos decidido, que cada 6 de abril de cada año nos reuniremos en el Kentuky de Datong (si no en otro sitio, no os lo toméis todo al pie de la letra leñe) para celebrar este campeonato que ya llevábamos tiempo con ganas de celebrarlo. Las reglas son simples: 2 equipos, 3 personas por equipo, 2 rondas de 10 partidas, quien haga más puntos en total, GANA, y por supuesto, quien haga una vieja, se lleva un minipunto en mi lista. Los equipos se distribuyeron de la siguiente manera:

EQUIPO A                            EQUIPO B

JUDIT                           CAROLINA

MERI                                     LAURA

ARI                               MARC

Tengo el vídeo de la presentación del campeonato de los integrantes. No lo cuelgo por intimidad y también por vergüenza, pero el vídeo MOLA MOLLLT.

El Campeonato tuvo un claro vencedor y ese no fue otro que el EQUIPO A, que fue bendecido con muy buenas cartas durante la mayoría de partidas y se llevaron la victoria claramente en ambas rondas. DÉMOSLES UN FUERTE APLAUSO. No hubo viejas, pero el Equipo B estuvo cerca de sufrir una. Por lo demás, comunicar que en breve tendremos El 2º Campeonato Mundial, y veremos qué ocurre entonces.

A eso de las 19:45 movilizamos el campamento en el Kentucky y fuimos a buscar el autobús para llegar de vuelta a la estación. Recuerdo en especial ese momento, porque estábamos todos hablando de las experiencias que habíamos tenido en el pasado de tener que correr por coger un bus (yo tengo una dilatada experiencia en eso de correr para coger buses, desde correr más que Bolt hasta bajar escalones de 4 en 4; tener que ir cada día en autobús a la universidad, es lo que tiene) y de repente pasa un bus y digo “oye, ¿el 30 no para también en la estación?” y nos miramos por un segundo y nos marcamos un ¡¡CORREEEEEEEEEED!! A ver que el bus 4 tenía que pasar más tarde y no teníamos ninguna prisa, pero por si acaso.

Una vez estuvimos en la estación pasamos el control y fuimos camino de la sala de espera, pero estaba a reventar y había allí dentro un olor a humanidad que echaba para atrás, así que nos sentamos en el suelo en el pasillo que iba a sala de espera. Cenamos y descansamos allí.

A partir de ese momento viene la parte NEGATIVA del viaje que en parte se convierte en una crítica o en una advertencia. Mientras estábamos cenando había chinos que iban pasando de aquí para allá y nos miraban, pero como siempre, no supone ningún inconveniente. El problema vino más tarde, cuando Ari sacó las cartas y nos pusimos Judit, Ari y yo a jugar al Cinquillo. En cuestión de segundos, se empezó a llenar de gente la zona donde estábamos nosotros, y pasamos de que cuatro chinos nos miraran a que se empezaran a acercar y a acercar y a acercar y se nos quedaran mirando y riendo, hasta el punto que hubo un momento que teníamos más de 25 chinos alrededor mirando cómo jugábamos, cómo Carolina leía o cómo Laura miraba el móvil. Era algo intimidatorio. Que yo entiendo que a ellos les llama la atención, pero como dijo Carolina, no somos payasos en un circo; básicamente porque había unos chinos un poco más allá también jugando y nadie les miraba. Nosotros, al fin y al cabo, no estábamos haciendo nada malo. Al principio reconozco que daba risa, pero cuando de 25 pasaron a 40 ya empecé a mosquearme y me entró el instinto asesino.
Creo que nos miran...
Sacamos las cámaras y nos pusimos a hacerles fotos y videos, en modo contraataque pero allí seguían, mirando, riendo y sin inmutarse ante los flashes. Sin embargo, lo que realmente me cabreó fue cuando vino una de las revisoras  de la estación a echarnos de allí porque “estábamos armando mucho alboroto”. ¿PERDONA? Eso sí que me mosqueó. ¿Me estás diciendo que tus COMPATRIOTAS nos están rodeando, nos están MOLESTADO, nos están mirando como si fuéramos MONOS DE FERIA, y en vez de dispersarlos a ellos y decirles que se compren una vida, un amigo o un perro o lo que sea y nos dejen en paz, vas y nos echas a nosotros? ¡VÁYASE USTED A LA MIERDA, SEÑORA!

Nos pusimos en pie y decidimos quedarnos allí, básicamente porque nos negamos a movernos. La cosa siguió igual, con algunos chinos mirando e incluso un abuelo mayor que se sentó de cuclillas a nuestro lado a preguntarnos cosas. Ese hombre llamó mi atención porque se pasó más de 15 minutos de cuclillas sin moverse ni un milímetro. Sin duda alguna, eso de cagar en un agujero toda una vida ayuda a fortalecer los músculos de las piernas.

A todo esto, no puedo pasar por alto otro personajillo. Era un muchacho chino que como sabía algo de inglés se nos acercó varias veces a hablar con nosotros. Os dejo sus perlas a continuación:

·        (PRESENTACIÓN) Hola, ¿dónde vais? Es que viajo solo y quiero hablar con vosotros…

·        (10 minutos más tarde) ¿No tenéis frío? Aquí hace frío, si vais dentro se estará mejor…

·        (5 minutos más tarde) Os he traído agua caliente, ¿no queréis un poco? Es que aquí hace frío.

·        (15 minutos más tarde) He ido a la sala de espera de la planta de abajo y está casi vacía, como aquí hace frío esta sala de espera está llena, podéis ir allí.

·        (20 minutos después cuando ya teníamos a más de 20 chinos mirándonos) No os enfadéis ni os molestéis, simplemente os quieren mirar. No os puedo hacer el favor de decirles que os dejen de mirar, les llama la atención ver a extranjeros.

Y ya a mí lo que más me mató fue cuando unos 20 minutos antes de coger el tren, se nos acerca rápidamente, nos tira una nota y sale corriendo sin decir nada. La nota, en inglés, os la traduzco a continuación:

ENTIENDO QUE OS SINTIÉRAIS INCÓMODOS RODEADOS DE CHINOS, PERO LA MAYORÍA DE NOSOTROS PENSAMOS QUE LOS EXTRANJEROS VIVÍS EN EL PARAÍSO, POR ESO OS MIRAMOS Y NOS PREGUNTÁMOS QUE POR QUÉ OS MOLESTÁIS EN VENIR HASTA CHINA, ASÍ QUE RELAJAOS ^_^ LO SIENTO, SOLO QUERÍA SEROS DE AYUDA Y DE VERDAD QUE EN EL 1r PISO SE ESTÁ MEJOR QUE EN EL 2º.

BYRON

Aquí quiero hacer una pequeña crítica. A mí no me molesta que me miren ni que a los chinos les llame la atención, ni que nos hagan fotos. Les sorprende y es lo que hay, y soy perfectamente consciente de ello y lidio con ello. Entiendo perfectamente lo que me trata de explicar este muchacho y lo respecto, pero eso no da derecho a los chinos a molestar, porque es lo que estaban haciendo y es de lo que me quejo, como me quejo de lo que hizo la revisora. Yo comprendo que a ellos les hagan creer que nosotros vivimos en el paraíso, pero eso no es culpa mía, es culpa de alguien que no les deja ver lo que hay fuera. Obviamente les puede hacer gracia o llamar la atención, pero hay un límite, y para mí, ese día se pasaron, y también influye a la hora de adaptarte a este país, que por mucho que tu pongas de tu parte, ellos no te dejan, porque siempre te ven como alguien “nuevo”.

Finalmente llegó la hora de entrar en el tren. No llegaba nunca… Estábamos hechos trizas y nos esperaban unas 6 horas de tren sentados en un asiento. Por suerte, conseguimos sentarnos los 6 juntos, iban los asientos distribuidos 2 – 3 y luego 2 -3 al revés, es decir, había como una mesita con 4 personas por un lado, y una mesita con 6 persona en el otro lado. Ahora que ya han pasado unos días y desde la distancia, debo confesar que ha sido uno de los peores viajes que recuerdo, primero porque mi asiento daba al pasillo, y cada vez que pasaba alguien se refregaba con mi hombro porque el pasillo era muy estrecho (creo que esa noche medio tren dejó su rastro por mi jersey); segundo, porque no pude dormir mucho, primero por los golpes en el hombro y segundo porque de vez en cuando iba pasando un hombre vendiendo comida o fruta o lo que fuera para tocar la moral (que lo haga a las 22:30, vale, que lo haga a las 23:30 tiene un paso, pero hacerlo a partir de las 00:00, eso ya sí que no lo entiendo); tercero, porque en China se pueden comprar billetes para tomar un tren de pie, entonces cada vez que abría los ojos, veía más y más chinos, y menos espacio; y cuarto, porque había una pobre niña que la madre compró billete de pie para las dos y otra amiga o familiar suya y la niña estaba enferma y un hombre con asiento le tuvo que dejar sentarse para que la pobre niña descansara (quizá la madre ya iba bsucando eso) y la pobre estaba tan mal, que tosiendo acabo vomitando y poniéndose malísima. A todo esto, por poco no me vomita encima. Vamos, un viaje de vuelta COJONUDO, para no olvidar en la vida. Recuerdo un momento, que Carolina se echó a reír y yo también porque era o eso o echarme a llorar, porque faltaban unas 3 horas, no podía dormir, estaba muerto de cansancio, medio tren se refregaba en mi hombro, cada vez había más chinos y yo sólo quería bajarme de ese tren y hacer un AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGHH! Quizá en otra situación, más descansado, de día, sin llevar el cabreo de los chinos acosándonos en la estación, el viaje hubiera sido distinto, pero en aquel punto estaba muy irritable.

A eso de las 5 de la mañana del domingo llegamos a la estación de Pekín. Era un engorro porque teníamos que bajarnos, coger el metro y hacer transbordo hasta llegar a la otra estación para coger el tren bala hasta Tianjin, pero me daba igual, porque si pasaba una hora más en ese tren, yo me pegaba un tiro.

Y como he dicho, actuamos. Salimos de la estación, tomamos el metro, hicimos un transbordo y unas 7 paradas en total y llegamos a la estación para coger el tren, que por suerte nuestra, salía a las 6:30, así que sólo teníamos que esperar unos 40 minutos. En aquel punto, yo ya había podido respirar, y se me habían calmado los malos humos. Llegó la hora, tomamos el tren, llegamos hasta Tianjin sin accidentes ni problemas, después tomamos el bus, y 5 minutos después de bajarnos, entrábamos, por fin, por la puerta de la residencia, con ganas de tirarnos al suelo y besarlo, como Juan Pablo II. Todos muertos de cansancio, con un sueño terrible y yo, con unas ganas tremendas de darme una ducha. Y así fue, duchita, pijama y descansar unas horitas, pero no mucho, que había clase al día siguiente y tampoco era para no poder dormir por la noche.

Para terminar, decir que no quiero que esta parte final del relato os confunda ni manche la visita a Datong, una ciudad por la que no estaría mal perderse y que no está de más visitar. Me llevé una grata sorpresa y pasamos un día fantástico y descubrimos un par de rincones preciosos, sacamos fotos más que graciosas, celebramos el primero de vete-a-saber-cuántos campeonatos mundiales de brisca y vivimos algunas experiencias que algún día podremos contar a nuestros nietos. 
Datong, imprescindible.


  

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