lunes, 6 de octubre de 2014

DÍA 1 — DOMINGO 30 DE JUNIO DE 2013. TIANJIN (天津)

Cuando uno se marcha a trabajar o a estudiar fuera, siempre echa de menos a la familia. Seguro que muchos me daréis la razón. Por suerte, hoy en día, comunicarse es muy sencillo, estés donde estés. Pero no hay nada más bonito que enterarte de que varios familiares van a venir a verte porque quieren conocer China y se van a venir de viaje los últimos días de estancia contigo.

Mi hermano Alberto y mi cuñada Cristina me dijeron antes de irme que harían todo lo posible para venir a verme, que les fascinaba la idea de hacer un viaje a China, sobre todo porque al estar yo allí instalado les sería más fácil conocer sitios, desplazarse y evitar problemas. Del dicho al hecho hay un gran trecho, pero esa vez era cierto y hablaban totalmente en serio.

En principio tenían que venir en Semana Santa, pero como yo no tenía vacaciones y no podía estar por ellos porque tenía que seguir asistiendo a clases y al ser un viaje muy largo y querer aprovechar más las fechas, optaron por adelantarse las vacaciones en el trabajo al mes de julio y llegar justo dos días después de que yo terminara el curso. En esas fechas yo ya estaba totalmente libre y disponible y podríamos viajar y movernos por China sin estar pendientes de nada más.

Así que poco después de que pasara Semana Santa, fueron cumpliendo los requisitos: compraron los vuelos, fueron a buscar el visado, se renovaron los pasaportes... Y durante varias semanas fuimos haciendo conversaciones por Skype para decidir dónde íbamos a ir, qué querían visitar y qué cosas tenían que preparar antes de venirse.

Al viajar a China pasa una cosa muy interesante y es que la gente se vuelve un poco loca pensando en qué lugares visitar y pierde un poco la noción “cerca/lejos”. Lo digo porque mi hermano quería ir a visitar las montañas de Zhangjiajie (张家界), donde James Cameron se inspiró para rodar Avatar, pero eso suponía coger un avión o tomar un tren nocturno de más de 10 horas desde Shanghai. Luego también quería ir a Hong Kong, pero eso les suponía ampliar su visado y nos desviaba demasiado de la ruta. Tuve que convencerle de que las distancias son muy amplias y que a pesar de tener dos semanas por delante, había muchas cosas que ver en otros sitios y que no se preocupara que íbamos a aprovechar el tiempo al máximo.

Lo que no contaba yo es que a una semana de que vinieran, haciendo Skype con mi madre ella me soltara una bomba:

MAMÁ:      Tengo que decirte una cosa que llevo tiempo sin decirte.
YO:            Dime, ¿qué pasa?
MAMÁ:      ¡Que también voy a China!
YO:            :O

Por lo visto había estado metida en el viaje con mi hermano y mi cuñada durante todo el proceso y la muy ****** no solo no me dijo nada, sino que me iba preguntando cosas de lo que hablaba con mi hermano haciéndose la despistada. Estuve en estado catatónico un par de horas tras enterarme del bombazo. Estaba realmente feliz de que mi madre se atreviera a cruzar medio mundo para venir a verme y para conocer China, una experiencia que estaba convencido de que les iba a cambiar la vida a los tres.

El hecho de viajar juntos era maravilloso pero en parte también era un reto para mí, porque tenía que encargarme de TODO: hoteles, transportes, dinero, direcciones, mapas, idioma, comida... Eso me asustó un poco porque era mucha responsabilidad y la verdad que tenía muchos nervios porque quería que todo saliera perfecto. Quería que el viaje estuviera a la altura, que vieran todo lo posible, que les gustara, que se lo pasaran bien y que aprovecharan la experiencia al máximo.

Así que tras esta introducción empieza este diario de viaje que dura 15 días, desde el 30 de junio de 2013 hasta el 15 de julio de 2013, cuando volvimos todos a casa; en mi caso, cinco meses después de dejar España.

DÍA 1 — DOMINGO 30 DE JUNIO DE 2013. TIANJIN (天津)

El primer día empezó muy temprano para los cuatro. Mi madre, mi hermano y mi cuñada salieron de Barcelona a las 6 de la mañana destino Pekín del sábado 29, haciendo escala en Zurich. Llegaban el domingo 30 sobre las 6.30 de la mañana al aeropuerto y yo obviamente tenía que estar allí para recogerlos y llevarlos de vuelta a Tianjin, donde íbamos a pasar los primeros dos días para que se aclimataran un poco y de paso conocer la ciudad donde pasé estudiando un año.

El dilema para mí era llegar a la hora al aeropuerto para que no tuvieran que esperarme y se pusieran nerviosos. En un primer momento pensé en pasar la noche en el aeropuerto, pero la experiencia que tuve en enero cuando volví fue espantosa, así que decidí tomar el bus que conecta Tianjin con el aeropuerto de Pekín. El primero salía a las 4 de la mañana y llegaba sobre las 7 aproximadamente, así que prácticamente llegábamos a la misma hora.

Aquella madrugada salí a la calle y pasó lo que me temía: no pasaba ningún taxi para que me llevara, pero al cabo de 20 minutos pasó uno y me recogió. Aproveché para hablar con el taxista y como me dijo que hablaba muy bien, me hizo hasta descuento.

El bus al final llegó media hora antes, pero aún así, cuando se abrieron las puertas salí corriendo hacia la puerta de llegadas. Por suerte aún no habían salido y les tuve que esperar y todo unos 20 minutos, pero no me importó, porque me alegró mucho las caras que pusieron cuando me vieron allí. Sé el desconcierto que crea salir por la puerta de ese aeropuerto y no saber dónde ir, así que me puse muy contento de estar allí para darles la bienvenida y dar el pistoletazo de salida a nuestro viaje.

La idea era volver a Tianjin, pero si cogíamos el bus directo íbamos a tener problemas con los taxis para volver hacia la residencia donde yo estudiaba, donde íbamos a quedarnos todos a dormir. Así que decidimos sentarnos en una cafetería, ponernos al día, desayunar un poco (traían bocadillos de jamón, ÑAM!) y coger el bus que iba del aeropuerto a la Estación Sur de Pekín (北京南), para coger el tren bala hacia Tianjin. El metro lo descartamos porque había tramos sin escaleras mecánicas y al ir tan cargados de maletas iba a ser complicado, así que como no teníamos prisa, nos lo tomamos con calma.

Dicho y hecho, tomamos el bus y al bajarnos una hora después en la estación sur, pude ver el shock cultural de mi familia reflejado en sus caras. Las bocas abiertas, los ojos como platos y las caras que dicen “dónde nos hemos metido”. Lo que para mí era normal, para ellos era estrafalario y me vino bien para reaccionar y darme cuenta de lo inevitable: había conseguido acostumbrarme bastante bien a China y su cultura.

Tras llegar a Tianjin, cogimos el bus en la estación y fuimos para la residencia y para nuestra habitación. Sus caras eran un poema, contemplando el paisaje y el comportamiento de los chinos. En ese momento dejé que absorbieran todo lo que les iba llegando a través de los sentidos y que empezaran a empaparse de lo que era China y no de esa idea establecida que uno tiene cuando coge el avión.

A la llegada a la habitación, les dejé descansar y que se dieran una buena ducha antes de ir a comer algo. Yo hice lo mismo el primer día que llegué a Tianjin, así que lo entendí perfectamente cuando me lo pidieron.

Se nos hizo tarde para ir a comer a la cantina de la residencia, por lo que fuimos a buscar algo de comer a la calle más asquerosa y más guarra que había cerca de la universidad. Nosotros la apodamos cariñosamente Stinky street (calle apestosa), porque huele a basura y da pena cruzarla, pero había varios restaurantes con comida buena y siempre te servían, fuera la hora que fuera.

Entramos en uno al que íbamos de vez en cuando y ellos fijaron su mirada en un elemento: la salida de humos. Estaba torcida, totalmente negra, llena de grasa y chorreaba mierda por todas partes. Como querían probar comida china y conocer China, creo que fue una buena primera prueba para que conocieran la verdadera China.

Pedimos platos distintos para llevar y mi hermano se pidió uno al que le pusieron un poco de picante. No se comió ni la mitad y encima le sentó mal. En ese momento los tres empezaron a entender un poco lo difícil que es acertar a veces cuando te pides un plato en un restaurante chino si no sabes lo que quieres o lo que vas a pedir.

Aquella tarde dejé que mi hermano y mi cuñada se echaran una buena siesta y aproveché para ir con mi madre al Century, un supermercado que teníamos al lado de la residencia y donde casi siempre íbamos a comprar, para comprar algo de desayuno para el día siguiente. Aproveché la ocasión para enseñarle TODO lo que había por los pasillos. Mi madre alucinó, sobre todo cuando vio el pescado y la carne. En ese momento me dio un toque en la espalda y me dijo:

Hijo, tenías razón. Bien hecho por no comer nada de esto en todo el año.

Peces así se podían ver en los supermercados

Después de intentar convencerme durante tantos meses, me alegró poder darle un motivo de peso, aunque al final tuviera que verlo con sus propios ojos para darse cuenta.

Tras las compras, salimos de allí con mi madre aún en shock. Al volver, nos volvimos a vestir y salimos en bus para el centro de Tianjin, a la zona comercial (滨江道).
Un tramo del paseo de 滨江道
A parte de la iglesia, es una zona comercial propiamente dicha, plagada de tiendas que venden de todo, restaurantes de todo tipo, karaokes (KTV como les llaman en China), y edificios con más tiendas, restaurantes y mercados. Es una zona por la que caminar y perderse entre el bullicio. Era el lugar perfecto para dar a entender a mi familia que China ya está metida en la sociedad de consumo, la gran cantidad de productos que venden, que la gente come en McDonalds y que las nuevas generaciones son adictas a los móviles, como pasa aquí.

Un centro comercial de la zona

Allí también nos cruzamos con el “loco de la bici”. Nosotros ya lo habíamos visto varias veces. Es un hombre que iba en bicicleta (hasta ahí bien), sin camiseta y gritando como un loco poseso y llamando la atención.

Tienda de churros
Ya que estábamos allí, decidimos comer algo en una calle que hay donde tienen pequeñas paraditas, donde sirven pinchitos de carne y pescado que te hacen al momento, tortitas rellenas de carne, raviolis chinos (包子/饺子), huevos rebozados... Una gran variedad de cosas. Hay una parada donde se supone que venden “churros españoles”, pero aquí te los sirven con helado y chocolate desecho por encima. Mi madre no se atrevió, pero mi hermano y mi cuñada optaron por probar algunos pinchitos y las tortitas rellenas. Más tarde también compré un poco de Mahua (麻花) para que lo probaran, que es una especie de trenza dulce típica de Tianjin.


麻花


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